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Como un Trocito de Tocino por Songfic_Maniak

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“COMO UN TROCITO DE TOCINO”


“Te amo” Franco de Vita

-¿Dónde estas?- preguntaba nervioso el onceavo guardián de la orden dorada en medio de un bosque cercano al Santuario, mirando desesperado a todos lados- ¡No te escondas!- gritó respirando agitado, sus pierna flaqueaban y todo su cuerpo estaba lleno de tierra y sudor, alerta a cualquier movimiento.

 

-¡Te tengo!- gritó alguien detrás de él y ¡Camus recibió una dolorosa patada en la espalda!

 

Cayó boca abajo, pero antes de que su adversario pudiera darle el golpe de gracia con gran agilidad dio media vuelta quedando boca arriba “¡Polvo de diamantes!” invocó y al momento una brisa helada se impactó contra su contrincante lanzándolo hacia un árbol.

 

Camus se levantó con dificultad y miró a su adversario quien se encontraba encogido en el árbol mostrando una mueca de dolor

 

-Milo, ¿estás bien?- preguntó el francés aún respirando con dificultad y se dirigió hacia él con lentitud, sintiendo como sus piernas temblaban a causa del cansancio. El escorpión, quien hasta ese momento mantenía los ojos cerrados, abrió uno de ellos y asintió con la cabeza.

 

-No te preocupes, estoy bien… podemos seguir- le dijo secando con su brazo las gotas de sudor de su frente que se habían convertido en pequeñas briznas de hielo a causa del ataque del caballero de Acuario.

 

-No quiero seguir… ya es suficiente por hoy. Comienzas a jugar sucio, eso de atacarme por la espalda…

 

-¡Uy, que delicado!- exclamó el escorpión sacudiendo con sus manos sus cabellos llenos de pequeños pedazos de nieve-Lo dejaremos por hoy si así lo quieres, aunque debes aceptar que yo gané- agregó sonriendo

 

-¡Estas loco! Mírate- exclamó el francés cruzando sus brazos- yo aún estoy de pie

 

-De acuerdo- contestó el griego levantándose con dificultad- será un empate

 

Camus se apresuró a ofrecerle la mano a Milo quien la tomó de inmediato

 

-Bien, bebamos un poco de agua y después sugiero que vayamos a cenar algo- propuso el escorpión suspirando lleno de cansancio y Camus asintió con la cabeza caminando al lado de su amigo.

 

Ambos llegaron a un pequeño riachuelo, Milo sumergió su rostro y bebió aprisa el agua fresca mientras sentía el cosquilleo de la corriente en su cara mientras que Camus, conservando su porte, se arrodilló cerca de la orilla y primero enjuagó sus manos, después acunando agua entre ellas se llevó un poco de agua al rostro para limpiarlo y refrescarse, repitió la acción un par de veces para después beber el agua de sus manos.

 

Cuando ambos se sentían mas repuestos se dirigieron al pueblo cercano al Santuario, desde la mañana habían estado entrenando como todos los días desde que ambos se habían conocido hace ya muchos años; al principio acostumbraban tener encuentros breves para medir sus habilidades, con el paso de los años las peleas se habían alargado mas y mas…para ese entonces los dos combatían desde el amanecer hasta que el sol se ocultaba, cada día, así lloviera, así hiciera un calor infernal o incluso, los días fríos de invierno, ninguno de los dos faltaba al compromiso que sin palabras ambos alguna vez acordaron.

 

Mientras ambos caminaban por el pueblo, los que pasaban a su lado los miraban discretamente porque, a pesar de tener sus ropas sucias y un semblante de cansancio, ambos guardaban un aire de nobleza que no pasaba desapercibido

 

-No puedes dejar de ser el centro de atención ¿cierto, Camus?- susurró el escorpión advirtiendo las miradas de los demás

 

-¿Yo? A mí no me conocen mas de la mitad de las jovencitas de este lugar- respondió Camus viendo de soslayo a su amigo para dedicarle una sonrisa cómplice

 

-¿A qué te refieres? ¿Con quién has estado hablando?- preguntó el escorpión divertido, fingiendo inocencia- quizá lo parezca pero no soy un mujeriego…- agregó y el francés volteó la cara para que el otro nos se diera cuenta de la enorme sonrisa que había provocado ese comentario en él, aunque no pudo ocultar la queda risa que Milo alcanzó a oír- ¡Oye, hablo en serio!- siguió el escorpión haciéndose el ofendido

 

-Milo, tú nunca hablas en serio- respondió el francés tratando de mostrar su acostumbrada seriedad, mientras abría la puerta de la posada a donde siempre iban a cenar- no soy nadie para meterme en tu vida pero como caballero de la orden más alta de Athena, deberías cuidar tu cuerpo como lo haces con el Santuario y respetar a esas jovencitas como a tu Diosa.

 

Milo suspiró con resignación ante la curiosa forma de pensar de su amigo.

 

-No digas que no eres nadie, tú eres mi amigo- contestó y el francés lo regresó a ver sorprendido de que en esa ocasión Milo no lo contradijera como siempre- ¡Pero yo sabré que hacer con mi vida! Y no quiero discutir ahora ¡Tengo hambre!- exclamó Milo y al momento sus ojos se posaron irritados en la mesa donde él y Camus solían cenar cada noche-¡Hey, ese es nuestro rincón!- se quejó observando la esquina donde se encontraba un hombre ya mayor merendando café con galletas.

 

-Lo sé, señor- dijo el mesero que todas las noches los atendía detrás de él, sumamente apenado ya que él era una de las pocas personas en el pueblo que sabían que ambos eran caballeros dorados- desde que entraron quise decírselos pero no quise interrumpir su plática- siguió mientras los dos caballeros daban media vuelta hacia el joven- verán… aquel hombre es extranjero ha pedido posada hasta mañana, él no sabía que ustedes siempre llegaban a esta hora, así que… bueno se sentó ahí.

 

-¿Y ahora?- preguntó Milo con un gesto de disgusto mirando alrededor de la posada- No hay ninguna mesa desocupada

 

-Lo sé, la mayoría de los aldeanos vienen a cenar a esta hora… pero, ya que sabía que vendrían y son de nuestros mejores clientes les preparé una mesa en el jardín, tendrán la privacidad de siempre, no sé si gusten acompañarme- respondió el mesero con su actitud sumisa y algo temerosa que adoptaba siempre que atendía a ambos.

 

Milo volteó a ver a su acompañante buscando que el decidiera, el francés se limitó a hacer un leve movimiento de cabeza que el otro lo interpretó como una aprobación

 

-esta bien, te seguimos- contestó el escorpión encogiendo sus hombros

 

Detrás de la posada había un camino de piedras que llevaban hacia una sencilla pero agradable fuente, su agua clara corría creando un armonioso sonido, la mesa se encontraba cerca de la misma. Alrededor de aquella construcción y piso de concreto había pasto y varias especies de flores y traviesas luciérnagas que adornaban aquel hermoso jardín. Los dos admiraron aquel lugar mientras sentían la caricia de la fresca brisa nocturna.

 

-No está mal- comentó Milo sonriendo mientras ambos se dirigían hacia la mesa y tomaban asiento.

 

Así nos hubieran visto,
estábamos ahí sentados
frente a frente.

 

Los dos miraron la mesa cubierta con un mantel blanco, que ya tenía los platos, cubiertos y vaso, alumbrada, como siempre, por una vieja vela en medio que se acompañaba por el servilletero. Sin más, ordenaron ensalada, dos platos del estofado que se había preparado esa noche y…

 

-Tráenos una botella de agua - pidió Milo con la mirada perdida en la bella fuente

 

-Y una copa de vino tinto, por favor- agregó Camus, aunque la petición extrañó al escorpión

 

-En un momento- contestó el mesero y se retiró aprisa

 

-¡Uy! Una copa de vino tinto… ¿qué estas celebrando?- preguntó el griego riendo

 

-Nada en especial, Milo, nunca esta de más disfrutar un inocente placer en esta vida

-Como digas… solo espero que no te vayas a poner romántico- dijo el griego divertido, aunque ese comentario hizo que el otro se estremeciera por completo

 

-¿Por… por qué lo dices?- preguntó el otro nervioso

 

-Tú sabes… la situación, el ambiente… ¡La luna nueva!- exclamó Milo señalando al hermoso astro que les regalaba su hermosa luz marfil- si en tu lugar estuviera una de las tantas jovencitas de las cuales has escuchado, esta sería la cita ideal- dijo casi con reproche, recordando lo que su amigo le había dicho sobre sus conquistas amorosas

 

-No seas resentido, Milo- pidió el francés mostrando una moderada sonrisa- lo que te dije fue por tu bien y lo sabes, pero tú puedes hacer con tu vida amorosa lo que desees, no importa lo que decidas siempre podrás contar conmigo

 

-gracias… creo- contestó el escorpión bajando el rostro, algo avergonzado, solo Camus era capaz de hacerle sentir de vez en cuando culpabilidad por su mal comportamiento… solo de vez en cuando

 

Minutos más tarde el mesero llevó la orden y las bebidas y se retiró avisando que regresaría mas tarde. Camus sirvió la ensalada para que ambos comenzaran a comer. A pesar del hambre que tenían, no perdían la clase y comían lentamente, con una excelente postura, aunque uno de ellos no tenía muy buenos modales...

 

-Odio la ensalada- dijo Milo meciendo en su mano el tenedor que tenía una hoja de lechuga

 

-No la comas- respondió Camus sin tomarse la molestia de mirar al escorpión quien aprovechó esto para hacerle una mueca- y deja de hacerme gestos, sabes bien que detesto que te comportes como un niño

 

-pero… ¿Cómo te diste cuenta de…? bueno, eso no importa. Comeré la ensalada, lo bueno es que tiene pequeños trocitos de tocino- dijo metiéndose el bocado a la boca- así eres tú, Camus- agregó buscando los trocitos de tocino de su ensalada

 

-¿A qué te refieres?- preguntó el francés esta vez alzando su rostro para mirar al escorpión con extrañeza

 

-Como un trocito de tocino…. En la ensalada de la vida- dijo sonriendo travieso, Camus no pudo evitar sonreír tratando de aguantar sus ganas reír pero fue inútil, bajó el rostro sin poder evitar reír quedamente… sus movimientos, su porte, todo en él era simplemente exquisito. Milo lo miraba sonriendo con la ceja arqueada, nadie en el Santuario había visto sonreír al francés alguna vez, con él único que no tenía que guardar aquella seriedad era con él, con su mejor amigo, quien de vez en cuando no solo lograba en él una sonrisa, sino también una risa sincera pero aún demasiado atada…

 

No podía faltarnos la luna,
y hablábamos de todo un poco,
y todo nos causaba risa
como dos tontos.

-No le encuentro la gracia- siguió Milo llevándose otra hoja de lechuga a la boca- supongo que mis palabras no son lo suficientemente elegantes

 

-Milo, las palabras elegantes casi nunca son sinceras… son las palabras sinceras como las tuyas las que llegan a ser realmente elegantes- contestó Camus sin perder esa sonrisa

 

-Bien, al menos parece ser que a un “sangre azul” como tú no le molesta la compañía de este simple plebeyo- respondió el escorpión encogiéndose de hombros sin dejar de buscar meticulosamente los pocos trozos de tocino en su ensalada.

 

Camus bebió de su copa mientras miraba a Milo, quien tenía su vista fija en su plato, él era simplemente un escorpión… huraño, atrevido, manipulador, de carácter fuerte. Desde el primer día que Camus lo conoció aquella extrovertida actitud lo había atraído intensamente, aquel niño de cabellos siempre alborotados y sonrisa retadora ocultaba algo… pese a su engreimiento era una persona muy insegura, fue por eso que decidió estar junto a él, finalmente, ambos parecían estar hechos el uno para el otro. Eran totalmente distintos en apariencia, sin embargo, por dentro, eran casi idénticos… inseguros, bondadosos y llenos de soledad, aunque ambos habían conseguido disfrazar sus sentimientos y transmitir miedo a los demás de forma distinta: el escorpión con su mirada asesina, el aguador con su fría personalidad.

 

Y en ese momento que el francés trataba de acordarse, nunca habían hablado de su pasado ni se les había ocurrido recordar como fue exactamente que su amistad comenzó, acompañándose en el presente ya no había necesidad de mirar atrás… aunque él recordaba aquel día como si hubiera sido el anterior… de hecho esa noche, lo recordaba mas vividamente ya que un día como aquel pero quince años atrás Camus había conocido la amistad de Milo, esa noche, como cada año, él celebraba en secreto…

 

Y yo que no veía la hora
de tenerte en mis brazos
Y poderte decir...

 

Milo comió la mitad de la ensalada y, cuando se terminaron sus pedazos de tocino hizo el plato a un lado para seguir con su plato de estofado… lo observó y suspiró con desgano al darse cuenta que esa noche habían cocinado el platillo que él detestaba, levantó un poco la mirada para ver como Camus terminaba la ensalada, tomó un pedazo de pan y se apoyó en el respaldo de su silla suponiendo que sería mejor tener una “divertida” plática con su amigo a darle un sorbo a ese terrible estofado…

 

-¿sabes que, Camus?- lo llamó y el otro lo miró-me siento muy afortunado de compartir esta noche contigo

 

-¿y eso por qué?- preguntó interesado el francés creyendo que Milo diría algo tonto, como siempre

 

-No sé… ¿tienes idea desde cuando nos conocemos?- preguntó el escorpión poniendo su mano en su barbilla como si tratara de recordarlo, y el francés estuvo a punto de decirle que esa noche exactamente se cumplían quince años de haberse conocido… sin embargo bajó su rostro y negó con la cabeza y Milo hizo una mueca de decepción.- ¿no?- volvió a preguntar el escorpión

 

-no- respondió Camus esta vez

 

-¿seguro? ¿Ni idea?- insistió Milo causando que el otro se irritara y frunciera el entrecejo

 

-¡no lo sé, Milo! ¿¡Por qué habría de saberlo si tú no lo sabes?!

 

-¿y quién dijo que yo no lo sabía?- preguntó Milo encogiendo sus hombros- no quiero que me tomes como un loco, obsesionado o algo así pero… tú y yo nos conocemos, exactamente, desde hace quince años, con seis horas, treinta y ocho minutos y… catorce segundos- dijo Milo haciendo como si observara un invisible reloj de mano

 

-¿Cómo…?- comenzó a preguntar Camus sorprendido pero la risa del escorpión lo interrumpió

 

-Admito que exageré un poco con lo de la hora- siguió el griego- pero estoy seguro que hace quince años atrás fue el primer día que llegaste al Santuario, mi maestro vio su reloj y dijo que eran las dos de la tarde en punto… en ese momento llegó tu barco, nosotros fuimos a recibirlos ¿recuerdas que nos presentaron? Eras un pequeño francés con una educación distinta la mía.

 

-¿a qué te refieres?

 

-¿Qué ya no te acuerdas? Cuando nos saludamos ¡Tú me besaste! Me diste un beso aquí- dijo Milo señalando su mejilla izquierda- y yo… yo… jajajaja

 

-me miraste como si fuera el monstruo de tu peor pesadilla y después…

 

-¡Me puse rojo como un tomate!- exclamó Milo sin dejar de reír- y te grité que eras un raro por haberme besado…- Camus bajo su rostro sintiendo una extraña calidez en sus mejillas, tomó su copa dispuesto a beber de golpe su contenido- pero ahora, después de tantos años, debo confesarte que…- Milo se acercó a él- fue un gesto muy tierno de tu parte- dijo y Camus lo miró intensamente sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo- fue por eso que me encariñé contigo y, por mas odioso que te portaras, no quise alejarme de ti… porque esperaba que algún día me besaras de nuevo… pero eso jamás volvió a ocurrir- agregó mirando a Camus con una cara de “lo siento” y poniendo su mano encima de la del francés- supongo que te asusté con mi reclamo.


Te amo
desde el primer momento en que te vi
y hace tiempo te buscaba
y ya te imaginaba así.

La copa tembló en la otra mano del francés, el momento, las palabras lo habían puesto verdaderamente nervioso, oprimió la copa sin medir fuerzas y logró quebrarla derramando el vino tinto que se escurrió entre sus dedos y corrió hacia el mantel de la mesa.

 

Milo se sobresaltó por lo ocurrido e hizo un gesto de querer levantarse pero al escuchar a Camus soltar una maldición apartó su mano y se volvió a sentar en el borde de su silla… bien sabía que no era bueno acercarse al señor de los hielos cuando tenía un semblante mas enfadado que el acostumbrado.

 

La copa terminó por quebrarse en el puño fuertemente cerrado y los trozos de vidrio se encajaron provocándole una herida profunda a Camus en la palma de su mano.

 

-déjame ayudarte… solo, déjame….- dijo Milo acercándose torpemente y sin medir sus movimientos golpeó con su propio brazo su vaso con agua el cual cayó y se golpeó contra el piso haciendo que se despedazara enseguida- ¡Maldita sea!

 

-yo lo recojo- siguió Camus apresurándose a agacharse y alargar su mano ensangrentada para recoger… mas pedazos de vidrio que terminarían por incrustarse en su ya, de por si, profunda herida.

 

-¡No!- gritó Milo apartando la mano del francés de un manotazo para evitar que llegara a los vidrios- ¿¡qué estas loco!?- le dijo alzando su mirada severa que al momento estremeció al aguador

 

-solo trataba de…

 

-Déjame ver- pidió Milo sin dejar decir nada más al otro atrapando con fuerza su muñeca pero Camus, en un brusco movimiento se liberó y tomó su servilleta de la mesa, en un segundo cubrió la herida, tratando que Milo no se diera cuenta de la enorme cantidad de sangre que salía de ella- eso no va a ayudar- dijo el escorpión esta vez poniéndose de pie para acercarse a Camus quien hizo lo mismo retrocediendo hasta que sintió bajo su calzado el suave pasto.

 

-no es nada- le dijo oprimiendo con fuerza la herida, ocasionando que brotara mas sangre y que el dolor se acrecentara, la servilleta se humedeció rápidamente y las espesas gotas de sangre comenzaron a caer una tras otra en el pasto, el francés no pudo evitar bajar la mirada sin saber que hacer, bien sabía que el otro ya se había dado cuenta que se había lastimado. Milo no dio oportunidad de que el otro se alejara mas, con decisión se dirigió hacia el francés y atrapó de nuevo su muñeca pudiendo ver la herida.

 

-¡Camus, es una corte profundo!- exclamó el griego jalando a su amigo de vuelta a su silla mientras él acercaba la suya y quedaba frente al otro, sin dejar de observar la palma de la mano, deshaciéndose de la servilleta empapada en sangre- pero no te preocupes, nada que el “doctor” Milo no pueda curar- dijo tomando la botella de agua para verterla, en seguida, en la herida, al instante Camus alejó su mano ocultándola de nuevo ante el suspiro de fastidio del otro- ¡¿Qué te pasa?! Solo trato de ayudarte- dijo Milo rasgando parte de su camisa- o ¿es que acaso crees que va a dolerte?- preguntó divertido

 

-No es eso- respondió Camus bajando el rostro… aunque no dijo nada mas, la razón por la que no quería recibir ayuda de Milo era esa misma, jamás había necesitado de nadie y la preocupación que el escorpión manifestaba era más de lo que él pudiera desear o…resistir.

 

-entonces, déjame ayudarte- siguió Milo mojando el pedazo de tela con el resto de agua de la botella para quitarle la tierra y el sudor- si pudieras…- siguió extendiendo la tela hacia Camus quien comprendió a la perfección y colocó encima su mano sana haciendo que de sus dedos fluyeran algunas briznas de hielo que la humedecieron, Milo envolvió los pedazos de hielo y comenzó a limpiar y tratar la herida, estaba tan concentrado en su labor que no se dio cuenta que Camus estaba totalmente sonrojado.

 

Milo esperó a que la sangre coagulara un poco por la baja temperatura para después comenzar a desenterrar con cuidado cada uno de los pedazos de vidrio de la herida mientras que con la otra mano sujetaba la muñeca del francés con fuerza, como si temiera que huyera- es muy profunda- repitió con preocupación- Camus, no sabía que fueras tan despistado…- comentó alzando su rostro para mirarlo, pudiendo ver su rostro nervioso y una mirada que decía demasiado, traicionando la frialdad de su amigo con la que siempre ocultaba todos sus sentimientos.

 

Te amo
aunque no es tan fácil de decir,
y defino lo que siento
con estas palabras
Te amo
Te amo

 

El escorpión volvió a bajar su rostro fingiendo no haber notado aquel extraño gesto y se aclaró la garganta antes de continuar

 

-se ve fea pero nada que no tenga solución- dijo terminando de quitar los vidrios, recorriendo su aguja escarlata lentamente por la herida, el otro se estremeció al sentir el escozor del calor que emanaba de aquella aguja- ya esta cerrada ¿ves?- agregó Milo sonriendo y Camus pudo ver como la profunda herida había desaparecido para ser sustituida por una costra que había cerrado por completo la misma- pero no la muevas mucho, puede ser que se abra de nuevo- sugirió el escorpión mientras cubría el corte con el pedazo de tela y la amarraba con fuerza- listo- finalizó estrechando la mano herida del francés- ¿te das cuenta? Aún sirve

 

-gracias- dijo Camus cuando el escorpión alzó de nuevo su rostro buscando alguna respuesta de su parte

 

-no fue nada- contestó Milo sin dejar de sujetar la mano del otro, mas aún, tomando las manos del francés entre las tuyas con suavidad, Camus lo miró intensamente tratando de no mostrar ningún gesto que atestiguara el nerviosismo y la sensación de felicidad que lo embargaba en ese momento, pero cuando el griego comenzó a brindarle suaves caricias a esas dos frías manos perdió el control y siguiendo su instinto apretó con fuerza sus manos, no supo exactamente porque lo hizo, al principio creyó que sería para liberarse de esa caricia, pero al paso de los segundos permaneciendo con las manos unidas a las de Milo, sintiendo esa calidez y observando aquella mirada llena de sinceridad y cariño, cayó en cuenta que él se aferraba a esa piel porque ahí era donde quería permanecer eternamente.

 

Y de pronto nos rodeo el silencio,
y nos miramos fijamente
uno al otro,
Tus manos entre las mías

-Creo que… deberíamos seguir cenando- sugirió Camus en un hilo de voz encogiendo los dedos de sus manos, Milo asintió con la cabeza y lentamente dejó libres las frías manos del francés. Ambos volvieron a sus platos… pero ninguno de los dos pudo volver a probar bocado… se hizo un silencio incómodo mientras Camus mantenía su vista fija en el plato y Milo revolvía aquel “asqueroso” estofado. Para su alivio, el mesero regresó para preguntar si se les ofrecía algo mas, en otras circunstancias el escorpión hubiera tratado de convencer a su amigo de pedir un postre… pero en ese momento solo quería llegar cuanto antes a su templo.

 

-¿Ya acabaste?- preguntó Milo

 

-Si, Milo, es hora de irnos- contestó el otro pidiéndole la cuenta al mesero, unos cuantos garabatos del chico y la hoja con la suma total de lo consumido ya estaba encima de la mesa

 

-Yo lo pagaré- se apresuró a decir Camus y tomó la cuenta

 

-por supuesto que no…

 

-No empecemos Milo, esto es todos los días, tú puedes dar la propina- refutó sacando el dinero- quebré la copa de vino así que creo que debería pagarla también- le dijo al mesero

 

-¡No se preocupe!- se apresuró a decir el joven con una sonrisa- un accidente le pasa a cualquiera, yo limpiaré

 

Camus afirmó con la cabeza y pagó y Milo puso en la mesa una cantidad similar a la cuenta, ambos se despidieron y el mesero se apresuró a limpiar la mesa percatándose de la copa rota en el piso con una mezcla de vino y sangre, el vaso de agua regado en el mantel y agua rojiza regada por todo el piso, se preocupó un poco y regresó a ver a los dos caballeros que ya habían entrado a la posada, no parecía que estuvieran heridos así que se encogió de hombros y comenzó a limpiar sonriendo al saber la gran propina que le esperaba y es que él ya llevaba tiempo atendiendo a los dos y bien sabía que su propina siempre se asemejaba a su consumo.

 

Después de salir de la posada, los dos caballeros tomaron un atajo para no tener que pasar las casas del Santuario y finalmente, con el permiso de los demás caballeros que siempre estaban alerta a cualquiera que pisara el terreno santo, llegaron al templo de escorpión.

 

-Bien, pues aquí me despido- dijo Milo recargándose en uno de los pilares y extendiendo su mano, el francés iba a estrecharla pero el otro en un rápido movimiento tomó de nuevo su muñeca y observó la mano herida- ponte una venda real llegando a tu templo ¿de acuerdo?

 

-si- respondió Camus observando fijamente su mano, aquel pedazo de tela… ¡Aquel bendito pedazo de tela con el cual dormiría! Y que, estaba seguro, guardaría en un cajón de por vida para recordar por siempre la atención que Milo había tenido hacia él- nos veremos mañana

 

-ah… no sé- respondió Milo mirando las estrellas- creo que después de quince años es hora de cambiar de mejor amigo- dijo divertido y Camus no pudo evitar sonreír, aunque su gesto de nuevo se tornó serio al recordar, la platica que habían tenido en la posada y… la confesión que su amigo le había hecho.

Talvez nos volveremos a ver
”mañana no sé si podré…”
¿Qué estas jugando?

 

-Milo, era una broma ¿cierto?

 

-¿qué cosa?- preguntó el griego cruzando sus brazos

 

-lo del beso- contestó el aguador acercándose más a él

 

-no- contestó Milo despreocupado- créeme, Camus, si me besaras de nuevo no volvería a decirte raro

 

-¿no…?- preguntó Camus con timidez y Milo negó con la cabeza mientras dejaba de apoyarse en el pilar y bajaba sus brazos, el francés entonces se acercó más provocando que el escorpión retrocediera hasta que su espalda quedó pegada al pilar, Camus no cedió, al contrario, cuando pudo sentir la cálida respiración del griego sobre su rostro cerró sus ojos para deshacerse de todos sus miedos, tomó su barbilla y, sin esperar mas… lo besó


Me muero sí no te vuelvo a ver
y tenerte en mis brazos
y poderte decir...

Milo también cerró sus ojos dejándose llevar por la cálida sensación del beso que Camus había depositado cerca de la comisura de sus labios y aprovechó esa señal para abrazarlo de la cintura y atraerlo mas hacia él, el francés apenas y pudo reaccionar ante es movimiento cuando uno mas atrevido causó que abriera sus ojos lleno de sorpresa… Milo había apresado sus labios en un beso que lo dejó sin respiración, tardó algunos segundos en reaccionar y darse cuenta que no era como tantos sueños… finalmente, después de tantos años, Milo lo había besado, cerró sus ojos sintiéndose el ser mas afortunado del mundo y rodeó el cuello del escorpión para atraerlo mas hacia él y profundizar el contacto, pudo sentir la sonrisa de Milo antes de sentir como su lengua se adentraba a su boca y también lo correspondió durante eternos segundos mientras se acercaba mas a él hasta que su cuerpo quedó totalmente apoyado en el otro quien no dejaba de explorar su boca. Finalmente, Camus, puso sus manos en el pecho de Milo y se apartó sutilmente… abrió sus ojos encontrándose con su amigo quien, curiosamente, le sonreía. Después de otro incómodo silencio uno de ellos se decidió a hablar:

 

-prometí que no te volvería a decir “raro” así que… mejor tú di algo- dijo Milo sonriendo de forma descarada

 

-Te Amo- dijo Camus con decisión, Milo lo miró intensamente ¡eso si que no se lo esperaba! y el francés se arrepintió inmediatamente de habérselo confesado, pero ya era tarde para echarse para atrás- te amo desde que te conocí, ese primer beso en el puerto no fue por mi educación francesa, ¡Fue porque quise hacerlo!

Te amo
desde el primer momento en que te vi
y hace tiempo te buscaba
y ya te imaginaba así.

 

-eso… fue…- comenzó Milo mirando al aguador asombrado- muy sincero- finalizó y el otro cerró sus ojos con fuerza realmente arrepentido de todo eso

 

-lo siento…- se apresuró a decir poniendo su mano en su frente- yo… ¡Milo, lo siento!- exclamó abriendo sus ojos de nuevo y bajando sus brazos resignado- olvida todo esto, olvida lo que pasó… y lo que dije…- Camus se sentía realmente apenado, mucho mas que la primera vez que había besado al escorpión, por eso se desconcertó por completo cuando Milo comenzó a reírse en su cara.

 

-No lo sientas- contestó acercándose a su amigo quien ya había retrocedido- tú puedes hacer con tu vida amorosa lo que desees, no importa lo que decidas siempre podrás contar conmigo- dijo divertido, repitiendo las mismas palabras con las que hacia algunas horas Camus lo había reprendido, en ese momento esas mismas palabras que antes habían avergonzado el griego ocasionaron que el francés enrojeciera aún mas- además…- agregó acariciando su ardiente mejilla- es el momento perfecto para confesarte que… yo también te amo... tanto como un trocito de tocino en la ensalada.

Te amo
aunque no es tan fácil de decir,
y defino lo que siento
con estas palabras

Camus rió y sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad, subió su mano para ponerla encima de la del escorpión y poder sentir como Milo estaba acariciando su mejilla…era una sensación maravillosa, irreal… tal y como sus palabras, sonrió y cerró sus ojos causando que sus lágrimas se desbordaran, el escorpión al sentir esa cálida humedad se apresuró a abrazar a Camus hacia él y besar dulcemente la mejilla libre.

 

-tal vez después de esto no quieras volverme a ver pero….- intentó decir Camus bajando su rostro, sobrepasado por la situación

 

-no pienso comer vegetales toda mi vida, Camus- le dijo el escorpión al oído en un suave susurro- descansa y… nos veremos mañana, temprano… “amigo”- finalizó Milo deshaciendo el abrazo, mostrando su hermosa sonrisa y guiñándole el ojo al francés quien entendió perfectamente el mensaje que le había dado sin palabras.

 

-Tú lo has dicho… amigo…- respondió Camus estrechando su mano- temprano…

 

Te amo

 

 

 

 

Fin

Notas finales:

Espero les haya gustado este, siento mucho haber hecho sentir medio depres a quienes leyeron mi cuento de navidad =) para que vean que también soy una irremediable romántica, mas con estos dos.

Nos seguimos viendo >.O

 

XOXOXOXO


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