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La piel lleva hacia el mar por Gadya

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Notas del fanfic:

Basado en la canción "La prima lejana" de Los Auténticos Decadentes

Amo la canción... amo la pareja... amo la combinación de los dos *lol*

Notas del capitulo:

Y lo cómico es que me maté de risa escribiéndolo al lado del río XDDDDD Es que este tema fue escrito para ellos, a mi nadie me saca de eso.

                         LA PIEL LLEVA HACIA EL MAR

 

          La brisa marina golpeó mi rostro, cargada de recuerdos de un tiempo antes del tiempo, época de bonanza sin responsabilidades, y sus silbidos escabulléndose entre mis cabellos me dieron la bienvenida a la antigua Grecia que mis escasas memorias apenas distinguían… Olor a puerto, El Pireo deshojaba, gallardo, los encantos del Egeo, surcado por miles de barcos hambrientos de dinero, y entre ellos, el carguero de la Fundación Graude que me había traído a suelo ático danzaba sobre las calmas aguas. El clima mediterráneo curtía, en los rayos del sol, la piel de los marinos, que, haciendo vida de viaje, corrían de un lado a otro, cargando innumerables paquetes, dispuestos a zarpar hacia nuevos mercados que yo nunca había visto, y que ya jamás vería. Mis 24 años recorrían, ávidos, el paisaje creado por los hombres en la costa, atesorando cada escena como perlas preciadas, imágenes que ya no volvería a ver, atrincheradas en memoria para cuando la nostalgia me acorralase alguna tarde de soledad una vez que, dentro del Santuario, tomara el lugar que por derecho me correspondía, consagrando mi vida a Atenea como custodio del Templo de la Balanza.

 

          Mis párpados se cerraron involuntariamente, y a mi acudieron  todos aquellos años en la calma de los Cinco Picos, la sonrisa de Shun Rei, y el aplicado talento de Artur, mi discípulo, devenido en el nuevo Santo del Dragón, tras superar maravillosamente la prueba a la que había sido sometido. Sonreí, imaginando a mi inocente aprendiz, de apenas trece años, guardando la paz de aquel lugar, bajo los cuidados de mi eterna amiga  hermana, la única persona a la que, aún con mucho esfuerzo, pude entregarle la custodia de mi alumno.

 

          Mis pasos me guiaron lejos de aquel movimiento sofocando mi deseo de jamás arribar al refugio de la Sagrada Orden de Atenea, deseos de conservar mi libertad para mi, para mi y mis aspiraciones de hacer con ella lo que quisiese, pero el destino me jugó una mala pasada, como si intuyera lo que pensaba hacer

 

Andaba haciendo dedo por ahí cuando llegaste con el jeep

decidiste parar

 

           Una atestada calle, adornada de innumerables camiones me guió hasta la ruta principal, casi desierta, el camino que debía alcanzar para llegar a Atenas, y de allí mi templo, inalcanzable, lleno de una dorada responsabilidad por años cumplida, y aún regente en mi vida, y entre los recovecos de mis pensamientos te colaste tú, pequeño pelirrojo, mi tortura por tantos años en los que no pude desterrarte de mi mente… diez años en los que mi mayor pecado fue quererte, a sabiendas de que no eras más que un niño, diez años en los que tu recuerdo me torturó como un estigma imborrable, un dolor que marcaba mi oprobio a fuego en mi piel, en mi mente, en mi alma… Diez años pensando en que, algún día, mi puesto entre las Doce Casas me llamaría, y ya no podría evitar el volver a verte sin haber podido quitar de mi esto que siento.

 

          El polvillo de las cunetas se arremolinaba en la inercia de los autos que pasaban a la velocidad de mis pensamientos, cada uno con destino incierto, y a lo lejos observé el horizonte que, de impecable celeste, me saludaba, señalando el punto de partida de mi largo viaje a pie hasta el Sagrado Recinto, camino que, en honor a la verdad, no tenía mucho deseos de hacer. El viento producido por los vehículos despeinaba mis cabellos, arrastrando mi escasa emoción en su loca carrera, y en el casi nulo tráfico, una idea corrió a mi a la par del ruido de los caños de escape… la por demás atractiva idea de pedir un aventón

 

          Tres autos pasaron de largo sin detenerse, dejando el claro polvo tras de si, y a mí con él, de nuevo solo en el camino, mis pies arrastrándose por la cuneta, pero luego de algunas horas de solitaria caminata, una vieja camioneta se detuvo junto al camino, permitiéndome unirme a su viaje.

 

nunca me podía imaginar con quién me iba a encontrar

una prima lejana

 

          Mi bolso de viaje se desprendió de mi espalda, rebotando en el asiento del acompañante, y sin ver, entré en aquel deslucido vehículo  que me invitaba a relajarme y olvidar un poco mi destino. Sonriente cerré la puerta, acomodándome en los gastados asientos de cuerina negra; a mi izquierda, un viejo estéreo sintonizaba la radio local, una melancólica canción acompañada por una melodiosa voz masculina, y cuando volteé a agradecer, una sonrisa por demás conocida me recibió divertida.

 

-Bienvenido a Grecia, Shiryu- me dijo el muchacho que conducía, y en su rostro te descubrí, luego de diez años de ausencia.

 

-Kiki!- exclamé sorprendido, intentando recapturar inútilmente las malditas mariposas que tu sola voz había liberado, y aclarando mi garganta, busqué desesperadamente algún comentario que  me permitiese recuperar la complicidad  que, otrora, teníamos, para que no te percataras de mi nerviosismo –Ehh... no sabía que tenías camioneta-

 

-No es mía- dijiste entre risas –Saori, digo, Atenea me la presta cada tanto para hacer algunos mandados, y digamos que la uso más de la cuenta- sonreíste, y perdiéndome en el momento, me permití mirarte.

 

                  qué fuerte te pusiste, yo no sé que comiste

                  ahora que te veo bien ya no me quiero bajar

 

          Mis ojos se pasearon por tu figura, redescubriéndote luego de diez largos años, tomando conciencia de una dolorosa verdad que no hubiese querido admitir, que el tiempo no había pasado en vano, y si bien tu forma de ser no había cambiado, silo había hecho tu cuerpo… habías crecido, te habías convertido en un ser endiabladamente bello, y aquello era una combinación explosiva  que ponía por demás imposible mi difícil misión de olvidarte… tenía que huir, alejarme de ti de alguna manera, pero por alguna extraña razón, tu risa fácil tejía una intrincada telaraña de la que ya no podía escapar

 

                  fuimos a la playa con el auto y manejaste un largo rato

                  hasta cerca del faro

 

          tus manos tomaron grácilmente el cambio de marchas, y entre los ruidos del caño de escape, arrancaste velozmente, rumbo a la costa lejana en donde el mar rompía en los acantilados, tentando con su mágica atmósfera a mis fantaseas imposibles. Tu boca sonrosada describía hábilmente, graciosas piruetas en el aire de la tarde, mil y un palabras que intentaban resumir, emocionadas, la década perdida de amistad entre los dos, preguntas curiosas, anécdotas graciosas, cuestionarios por meses pensados para salvar tus dudas. El tema de mi discípulo monopolizó la conversación, querías saberlo todo de él, edad, apariencia, carácter, aptitudes, como si a través de mis comentarios pudieses verlo, y me pareció advertir un brillo nervioso en tus pupilas, que, alegres, danzaban bajo el sol resplandeciente que quemaba la arena al costado del camino.

 

          Pasaron los minutos, perdidos en tus palabras enredadas, y el coche se detuvo frente a la playa, que, desde hacía unos instantes, adornaba el espacio más allá del asfalto. Tu rostro lo dijo todo, surcado por una amplia sonrisa que ponía en evidencia tus intenciones, y con ojos suplicantes me invitaste a formar parte de tu diversión.

 

                  luego me dijiste que vos malla no traías si podías...

                  si no me molestaba

                  ya que los dos somos primos, y que malla no trajimos

                  como dos buenos amigos nos podemos desnudar

 

          La brisa marina golpeó mi rostro, arrastrando en su suspiro el sonido de las olas, y entre ellas, tu garganta se coló, en un leve sonido para llamar mi atención. Volteé a verte sonriente, preparándome para lo que fuera que quisieras decirme, y me encontré con una incómoda risa en tus labios, y tus manos quitando la llave del encendido. Con un ligero movimiento de cabeza indicaste a la enorme masa de agua danzante, en muda invitación a mezclarnos con ella, propuesta que acepté gustoso.

 

-Pero…- soltaste cohibido por tu propia idea –No traigo traje de baño-

 

          Reí entonces, quizás un poco nervioso, la sola idea de verte sin ropas animaba aún más mi intriga, mis deseos de guardar aquellas imágenes para mis fantasías, cuando la soledad desesperara y sólo tu figura pudiese matar la nostalgia

 

-¿Y qué?- pregunté fingiendo inocente familiaridad –Te conozco, me conoces, y que yo sepa, no tienen nada que yo no tenga-

 

          Sonreíste ya más tranquilo, y escondiendo la llave, me tomaste del brazo y bajamos a la playa.

 

                  eh! la piel lleva hacia el mar

                  eh! solo las olas te tapan

                  eh! llegaste con el mar

                  eh! como la arena con el viento

 

          Tus prendas fueron quedando regadas sobre la arena, a medida que tus pies se acercaban al agua, perdidos entre el dorado destello de la tarde, y tu sonrisa, fiel reflejo del momento, se quedó tatuada en mi alma, que, estrujada, intentaba negar, inútilmente, sentimientos que creía dominados. El sol jugaba a quedarse en tu piel, morena a fuerza de entrenar bajo su potestad, y todo tu ser, ya sin prendas, se entregó de lleno al mar, a su juego incesante de acariciar tu anatomía con saladas manos que cumplieran mis deseos ocultos

 

                  como disimular mi excitación, como bajarme el pantalón

                  para quedar como ...

                  vos sí que problema no tenés para mostrar tu desnudez

                  se me para el corazón

 

          El agua te cubrió por completo, acampando entre tus rojizos cabellos, y trémulas gotas me miraron desafiantes, rodando, descaradas, por tu cuerpo, dejando sinuosos caminos que, con deleite, disfrutabas secar lentamente, en un inocente movimiento que, al calor de la tarde, pareció pecaminoso. Tus manos, paseándose entre tu pelo mojado, cubriendo levemente aquella sonrisa de satisfacción que tus labios despuntaban, fueron el detonante de aquella calamidad que no pude controlar… todas mis fantasías, cristalizadas en tu cuerpo desnudo, se cumplían entonces, y no pude evitar que aquel deseo vano reclamara mis sentidos, deseo  de tenerte, deseo de tocarte, deseo de hacerte el amor en aquella playa, a orillas del mar que, celoso, cubría tu desnudez, tan prohibida y tan anhelada, aquella que, sin pudores, mostrabas a la nada, haciendo que, debajo de mis ropas, la lujuria se colara en cada una de mis venas.

 

                  te estás sintiendo sola, me llamas con las manos

                  con el amigo parado voy corriendo hacia el mar

 

          Reíste desde el agua, quizás sin percatarte de mi abultado pantalón, y con las manos me llamaste, me invitaste a compartir el mar, que, a mis pies, lamía las arenas de la costa. Mis dedos temblaron, temerosos, en la cintura de la prenda, esperando el momento oportuno, en que voltearas a continuar tu incursión en el Egeo, y pudiese yo correr hasta ti, con el generoso mar cubriéndome, y no te percataras de mi inocultable deseo de ti.

 

          Al fin te giraste a adentrarte aún más en ese azul espejo del cielo, a seguir empapándote de él, y veloz como un rayo, me deshice de mis ropas, y corrí en dirección a ti, a ocultar mis fantasías en el agua, para estar cerca de i, aunque más no fuera como amigo.

 

                  eh! la piel lleva hacía el mar

                  eh! solo las olas te tapan

                  eh! llegaste con el mar

                  eh! como la arena con el viento

 

-Te tardaste- me reprochaste, haciendo ese cómico puchero que el tiempo no había podido arrebatarte

 

-Lo siento- me disculpé apenado, aunque sabía que lo volvería a hacer, todo porque no descubrieses que te amaba, te soñaba, te deseaba –Es que me dio algo de pena-

 

          incrédulo me miraste, y tu risa fácil volvió a brotar entre las olas, al tiempo que tu manos buscaban alcanzar mi cuerpo, y comenzar una guerra de cosqueillas que intenté evitar infructuosamente. Mi humanidad chocó con la tuya, completamente pegados, y te descubrí en igualdad de condiciones, tu intimidad tan erecta como la mía, deseoso de cumplir aquellos sueños que, por pudor, censuraba.

 

-Kiki…- murmuré atónito, y tú sólo atinaste a sonreírme, descubierto, para luego alcanzar mis labios con un beso.

 

          Te tomé por las mejillas, y te besé con pasión, correspondiendo aquellos sentimientos que tan desfachatadamente me habías demostrado, mientras me abrazabas por la cintura, acercándonos a ambos aún más a aquel juego prohibido que nos permitíamos jugar, por estar lejos de aquellos que lo hubiesen impedido.

 

                  con las piernas abiertas ese sol

                  se excita resecándose la piel

                  la sirena y la estrella se encontraron

                  y yo que soy humano no me pierdo este regalo

 

          La dorada arena cobijó tus 18 años desnudos, tu sonrisa cristalina de mirarse en mis ojos, y tus piernas abiertas, dispuestas a recibirme, a salvarme en el instante en que me perdiese en ti, altar de mis deseos, y enredados en la playa, nos fundimos, recuperando esos diez años de distancia, de diferencias, de etapas que no podían ser quemadas en tu vida. Mis caricias en tu piel, salada por el mar, te contaron sin palabras tantos años de espera, madurando un amor imposible por el tabú, por la edad, por el sexo, y perdidos en la soleada costa, hicimos el amor sin trabas, sin miedos, por fin libres de confesar aquel secreto.

 

                  eh! la piel lleva hacia el mar...

                  eh! solo las olas te tapan

                  eh! llegaste con el mar

                  eh! como la arena con el viento

 

          Tus manos encendieron, ágilmente, la camioneta, deslizándose seguras por el cambio de marcha hasta alcanzar la reversa. Tu rostro, girado levemente, buscaba el horizonte hacia atrás, dejando una privilegiada vista del moretón que, minutos antes, mi boca había dejado en tu cuello. El camino volvió a hacerse presente frente a mis ojos, y con un suspiro, dejé ver mi desacuerdo.

 

-Shiryu…- dijiste sin apartar la vista de la ruta, y el viento despeinó el cabello  en que mis dedos ansiaban volver a enredarse –más tarde debo entregarle las llaves a Saori… Atenea…-

 

          Reí ante tu descarada referencia, y apartándote del camino, planté un sonoro beso en tus labios… esta noche volvería a verte, esta noche volverías a ser mío… y así, encerrarme en el Santuario si valía la pena

 



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