“El Moñito Rojo”
Esa noche Milo estaba emocionado, sabía que Camus tenía una sorpresa preparada para celebrar la navidad, había recibido un mensaje del escudero de su copito en la cual le pedía llegar puntual a su templo y entrar a su habitación ya que una sorpresa le esperaba.
Minutos antes de las ocho de la noche se encaminó hasta el templo de Acuario, pero por más que buscó en todos los rincones no halló a nadie, siguió nombrando al guardián de esa casa hasta que entró al cuarto.
La habitación estaba oscura, en medio había una mesa con una botella de champagne y dos copas para servirse, también había un plato de cerezas para acompañarla y otras frutas dulces de la estación, la cama estaba perfectamente tendida, como siempre, pero Milo pudo ver un detalle especial: telas vaporosas que caían en los bordes.
No sabía exactamente que era lo que el pelirrojo tenía preparado, pero moría de ansias por descubrirlo, se sentó en la cama expectante y sus dedos tamborilearon en sus rodillas hasta que escuchó murmullos provenientes del baño.
-¿Camus?- le llamó sabiendo que a parte de él solo el pelirrojo podía encontrarse en esa habitación.
-¡Ya voy!- exclamó Camus con cierto nerviosismo.
El rubio se puso de pie y se acercó a la puerta del baño curioso por aquella respuesta, tocó un par de ocasiones.
-¡Que te esperes!- volvió a gritar el pelirrojo y el rubio retrocedió desconcertado.
No pasaron ni cinco minutos cuando pudo escuchar como Camus dio un largo suspiro y comenzó a abrir el cerrojo. Salió cabizbajo y su rostro asemejaba el color de un caramelo: mejillas enrojecidas haciendo juego con su blanca piel.
-¡Por Athena!- exclamó Milo sintiéndose irse de espaldas al ver la imagen delante de él.
-¡Cállate!- exclamó Camus riendo y alzando su mirada- ¡Feliz Navidad!- dijo mostrando una enorme sonrisa.
El rubio mas impresionado no podía estar, miró a Camus de arriba hacia abajo: en la cabeza un clásico gorrito de Santa y en su cuerpo… ¡Nada! El pelirrojo estaba desposeído de prenda alguna… hasta que su vista bajó a su entrepierna y pudo ver otro detalle…
-Vaya… seguro te tomó trabajo anudar ese… moñito rojo… ahí- comentó Milo para después carraspear y sentir como los colores se le subían al rostro- ¿es una broma?- preguntó alzando su rostro para mirar con su extrañadas turquesas los traviesos rubíes del otro.
-No, Milo… es mi regalo de navidad- contestó Camus caminando de forma seductora hacia él, en el camino aquel listón rojo se desanudó y cayó a los pies del pelirrojo, este resopló con enfado.- no sabes como batallé para hacer el moñito- se quejó.
El rubio se acercó a él y se inclinó para recogerlo, no perdió detalle de la anatomía de Camus mientras se incorporaba y le extendía el listón. El pelirrojo volvió a reír, pasó el listón por el cuello de Milo y lo jaló hacia él para besarlo larga y pausadamente sabiendo que siempre recordaría ese veinticinco de diciembre como el día en que se había entregado al chico de sus sueños por primera vez.
Fin