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Disturbing The Innocence por Yami Hiwatari

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Notas del capitulo:

El primero de los cinco capítulos con los que contará este mini fic ( jajaja ).

La luz naranja de la tarde atravesaba los ventanales sucios de esa pequeña habitación, sus ojos que se encendían con el reflejo en su tono casi amarillento se posaron en los dos sujetos que entraron y se sentaron en las sillas frente a él. El más joven de los sujetos sacó un puro y lo encendió, el otro, un hombre de unos cincuenta años con barba y un estómago abultado que evidenciaba su gusto por la bebida le habló:

 

    - Yo soy el detective McArthur y él es el detective Corbek. Tu abogado viene en camino, pero antes queremos hablar contigo... -

    - ¿¡Porqué lo hiciste!? - interrumpió el más joven de los dos, apartando el puro de su boca y levantándose al instante de su silla -

   

El hombre de ojos amarillos sólo les observó con recelo, pero esbozando una gran sonrisa revelando sus dientes blanquezinos. Apoyó sus brazos en la mesa que los separaba y tajante dijo:

 

    - No me interesa el abogado, tendrán mi confesión si escuchan mi historia - 

    - ¡No estamos para tus juegos asesino! - estalló el detective Corbek.

    - ¿Porqué debías matar al niño? - preguntó el mayor, con serenidad.

    - Si quieres la respuesta tienes que escuchar toda la historia, sino no comprenderán... -

    - Está bien, te escuchamos... - respondió McArthur. Dicho esto el más joven de los detectives se sentó en la silla, vociferando maldiciones que se perdían entre el puro que fumaba. Aún detrás de sus lentes oscuros se percibía la mirada de odio que le obsequiaba.

 

"La primera vez que le ví estaba en un parque, todos los niños jugaban con los ánimos propios de alguien de doce años, pero él no. Sentado en una banca, resolvía un crucigrama. Era una víctima perfecta, esperando a ser atacada; estoy seguro de que si yo no me acercaba a él algún otro lo habría hecho. Era una imagen irresistible, todo él era irresistible" - empezó a narrar.

 

     - ¿Qué hacías en ese parque? ¿Buscabas a tu víctima siguiente? - interrumpió Corbek.

     - ¿Deseas oirlo todo o no? - exclamó de manera pretenciosa el joven de ojos amarillentos.

 

El sujeto guardó silencio, mostrando con sus gestos el descontento por tener que escuchar la historia.

 

"Me senté a su lado - retomó - y como lo esperaba no me dijo nada, ni se atrevió a alzar la mirada, me observó de reojo y siguió con lo suyo. Leí en voz alta una de las interrogantes: nos brinda luz y calor, "foco", le respondí. Pero la respuesta era sólo de tres letras.

 

    - Sol... - dijo con timidez, pero yo le dije que me permitiera pensar, aunque en varias ocasiones me repitió la palabra; Por su expresión seguro pensó que yo estaba loco..."

 

    - Y así es... - interrumpió de nuevo el detective Corbek.

 

"No me tomó más de cinco minutos el entablar una conversación - siguió narrando, ignorando el comentario del otro -. Se notaba nervioso, sus ojos esmeralda me miraban con insistencia, analizando mi aspecto. Esos ojos expresivos se clavaban en mí, eran preciosos, te invitaban a obligar que te observaran por la eternidad. Le conté sobre lo mal que era para los crucigramas, aunque por sus gestos él ya lo sabía.

 

    - ¿Cómo te llamas? - le pregunté.

    - Christopher - me respondió con su fina voz, que apenas era audible -

    - Mi nombre es Adam, por si te interesa saber - dije insistiendo en que no cortara la conversación con sus tiernos silencios.

    - ...Sí, - respondió casi de inmediato - Lamento no haber preguntado...

    - ¿Porqué no juegas con los demás niños? -

    - No les agrado - se limitó a responderme.

 

Le invité a ir a mi casa, pero siendo un niño muy listo no aceptó, aunque no le permití que se negara a ir a tomar un café conmigo. Cruzamos el parque, y entramos a la cafetería que estaba en una esquina en la calle contigua. Sus mejillas estaban ruborizadas, su mirada se dirigía hacia la calle mientras apoyaba su cabeza sobre su mano.

 

    - ¿Me tienes miedo? - le pregunté, llamando su atención..

    - Es extraño que un hombre mayor le hable tan de pronto, podría ser un pervertido - expresó su parecer.

    - Ya veo que no eres tímido, sólo lo pareces - dije y al instante se enrojeció todo su rostro -. No me digas hombre mayor, sí sólo tengo 26, y me haces sentir de setenta.

    - Disculpe... - dijo casi en susurro, y bajó la mirada.

 

Me sentí decepcionado, había arrojado a la nada la confianza que tenía ganada con semejante comentario tan pesado, pero no lo podía evitar, lo dije casi sin pensar. Durante un buen tiempo guardó silencio, seguro recapacitó la idea de aceptar mi invitación. No se fue, yo creí que lo haría, porque se sintió ofendido. Sus ojos me lo decían, como libros abiertos revelandolo todo.

 

Después de terminar el café caminamos por las calles, hasta que nos encontramos cerca de mi casa. De nueva cuenta le invité a acompañarme, era lo menos que podía hacer después de la invitación a la cafetería le dije, se sintió presionado por lo que aceptó.

 

Una casa de dos plantas nos esperaba, de color café oscuro con tejado rojo ladrillo; rodeado por un jardín de rosas de muchos colores, como me gustaban. Las rosas, que son bellas, y a la vez te pueden lastimar con sus espinas, ellas representan el verdadero sentido de lo hermoso; la belleza sólo se ve, si la tocas sólo la arruinas y contaminas. Entramos a la casa, se asustó al ver la alfombra de piel de leopardo en el recibidor, trató de disimularlo pero yo ya lo había notado.

 

Se sentó en el sofá de cuero, con las manos sobre sus piernas, dando a parecer su total nerviosismo. Lo observé con felicidad, no podía ocultar mi regocijo por tener a un niño como él en mi casa, era un espécimen único. No se tranquilizó al verme así, yo me senté a su lado y él con disimulo se alejó un poco. Me encantaba verlo con desconfianza, sus expresiones eran realmente sensuales aunque él no lo notara. Para ayudar con eso, me acerqué a él dejando casi todo mi cuerpo sobre él, podía sentir la calidez de su respiración, y sus labios estaban tan cerca que fue toda una tortura no besarlos. Tomé el control remoto de la televisión que estaba de su lado, al apartarme suspiró con profundidad, no pude evitar reirme lo cual le molestó visiblemente.

 

    - ¿No quieres ver televisión? - le pregunté controlando mis risas lo mejor que pude - Podemos ver una película.

    - ...Sí - respondió bajando su mirada - eso está bien...

    - ¿Te gustan las películas de terror? Este servicio de cable tiene treinta canales con películas de misterio y horror - le presumí.

    - Me da lo mismo - contestó sin interés, pero al notar que su comentario se podía malintencionar aclaró - ...quiero decir, me da lo mismo las películas de terror, no veo mucha televisión de todas formas.

    - Así que no te asusta nada... -

    - Yo no dije que no me asustara nada - dijo con su rostro de preocupación, al que yo incitaba con comentarios que sabía le incomodarían.

    - Si no le temes a ese tipo de películas, no debes temer a nada -

    - Sólo me asusta una persona - cambió su mirada, cargándose con un tono nostálgico y depresivo.

    - Veamos si le temes a esto... - le tomé del brazo, sus ojos se abrieron de par en par cuando lo guié hasta los escalones alfombrados.

 

Se soltó al momento de ver mi intención de llevarlo al segundo piso, yo me limité a reirme ampliamente, hacía mucho tiempo que no conocía alguien que me hiciera tanta gracia.

 

    - No desconfíes, sólo te mostraré algo - le dije.

    - ¿Cómo sabe que quiero ver lo que me mostrará? - me respondió arrogante y hasta reprochándome.

    - Sí que eres pervertido -

    - ¿Yo? ¿Porqué...? - no cabía en su asombro al escuchar mi comentario.

    - No importa, de todas maneras lo que te mostraré es mi colección -

    - ¿Colección de qué? -  interrogó con interés.

    - Si quieres saber tienes que subir... - me adelanté, a los segundos y con paso lento me siguió hasta la última habitación del pasillo.

 

La puerta se abrió mostrando un cuarto con tono azulado, cuatro grandes vitrinas rodeaban las paredes. Dispuestas en pequeñas cajas cubiertas con tela de pana y sujetos con alfileres, se encontraba la colección más cuidada de insectos, traídos desde distintos países y zonas, casi podría decirse que había uno de cada especie. Debió verlos cuando registró la casa ¿No es así detective McArthur?"

 

    - Es una lástima que ya no vayas a tener a tus insectos - se burló Corbek liberando una esfera de grisáceo humo.

    - Lo material jamás me ha aflijido, en mi vida nunca me faltó nada y además... - se jactó Adam - ahora colecciono otro tipo de cosas...

    - ¿Niños? - preguntó McArthur.

    - Dígame detective - interrogó Adam - ¿Qué cree que es lo único que dos personas no pueden coleccionar igual sin importar que tengan lo mismo?

    - ¡Sólo dinos de una vez dónde está su cuerpo maldito! - se impacientó acaloradamente Corbek.

    - No, - respondió presuntuoso el de ojos amarillosos - sino me escuchan jamás lo encontrarán, creánme.

 

Corbek calló, analizaba el asunto, no podía golpearlo para sacarle la verdad. No, eso no funcionaría con ese tipo, era demasiado listo para eso. Sólo le quedaba esperar, escuchar, así mataría dos pájaros de un solo tiro, se cercioraría de cuánto sabía ese sujeto y encontraría el cadáver del niño. McArthur limpiaba las gotas de sudor con su pañuelo e invitando a Adam que prosiguiera este continuó:

 

"Sus ojos brillaban como si acabase de encontrar un tesoro, su sonrisa me impactó, era pura e inocente, pero era una sonrisa fingida y sin vida. Me pregunté que causaría tal efecto, qué podría evitar que no fuera feliz de corazón. No era mi incumbencia así que me dediqué a lo que me interesaba. En su distracción con los insectos no notaba mis miradas que se posaban tras de él, me acerqué suavemente sin que me escuchara. Se percató de nuestra cercanía cuando tropezó conmigo, tras haber dado un paso hacia atrás. Se dió vuelta quedando frente a mí, era una lástima que fuera tan pequeño, porque así habrían quedado nuestros labios juntos. No levantó la vista, la refugió en el piso pero le sujeté por la barbilla y le obligué a verme.

 

    - Mejor me voy... - dijo con voz temblorosa, preocupado seguramente por lo que podría suceder.

    - ¿Porqué? ¿No deseas seguir viendo a los insectos? - pregunté sujetándolo de los hombros, para impedir que rompiera la cercanía.     

    - De verdad me tengo que ir... - insistió.

    - ¿Te incomoda que esté aquí? Si quieres esperaré afuera - no esperé respuesta y salí de la habitación, si me quedaba corría el riesgo de que el niño sufriera un ataque de nervios.

 

Bajé a la sala y pasaron unos minutos antes de que su voz recorriera la casa llamando mi nombre. Decidí jugarle una broma y me paré a un lado de la entrada a la sala, escondido por la pared. Como lo pensé pasó de largo, luego le seguí y sujeté su hombro. Casi de un salto dió la vuelta, maldiciéndome con sus ojos esmeralda.

 

    - ¿Te asusté? - creí innecesaria la pregunta, ya que por su rostro era obvio que sí, pero igual quería burlarme.

    - ¿Porqué hace eso? ¿No cree que es infantil? - me dijo con un tono de responsabilidad, hablaba como si fuera un adulto.

    - ¿Qué tal, el niño hablando de cosas infantiles? -

 

Entrecerró sus ojos en señal de desdén, y dijo:

 

    - No tengo tiempo para ser un niño -

    - ¿Entonces qué serás? ¿Una niña?- indagué.

    - ¡No es a eso a lo que me refiero! - se expresó con molestia.

    - Por lo menos ya no estás tan nervioso como hace unos minutos allá arriba - comenté terminando con la discusión que seguro iría para largo y no tenía paciencia para ello.

  

No me respondió nada, sus mejillas se ruborizaron provocando una imagen que no pude resistir. Rocé sus labios con los míos, al instante él se estremeció e intentó alejarse más no se lo permití sujetando su níveo rostro. Nuevamente mis labios acariciaron los suyos dejando un sabor dulce en mi paladar. Me senté en el sofá y a él sobre mis piernas, así pude continuar con mi labor rodeándolo con mis brazos, parecía querer detenerme pero no sabía cómo. Interné mi lengua buscando la suya que huía al contacto, aún ahora la sensación de ese instante recorre mi ser, tal y como si ahora le hubiese besado. Mi mano con impaciencia dibujaba el contorno de su espalda, pero al introducirla por debajo su camisa me detuvo de golpe, separándonos de aquel delicioso beso.

 

Me dijo que ya debía irse porque si no lo castigarían, su mirada se movía por toda la sala evitando dirigirse a la mía. Le ofrecí llevarlo pero se negó, dijo que no quería causarme problemas y sin más salió de ahí."

 

    - ¿Me dirás que no le hiciste nada? - preguntó incrédulo McArthur.

    - Si tú eres un depravado - comentó Corbek.

    - Ni yo me creo que halla dejado pasar esa oportunidad - dijo risueño Adam -, no esperé volverlo a ver después de eso, pero no fue así... para mi suerte.

Notas finales:

Ojalá les guste...

Bla bla bla bla...


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