Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La tentación de tu boca por Iri20

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

No quería. Definitivamente no estaba dispuesto a ser la comidilla del Santuario. De Afrodita era sabido, su belleza prácticamente femenina, sus maneras delicadas y eso de ser el caballero más hermoso del Santuario lo delataban. Estaba claro que le gustaban los hombres, pero a él no. Máscara de Muerte pretendía ser un tipo duro, un ser rudo y sin sentimientos que difícilmente puede hacer algo que no desencadene en violencia y sangre.


Sin embargo en aquel bar, con el humo de los cigarrillos nublando la atmósfera, una triste canción de fondo y una botella de Absolut encima de la mesa aquellos labios le parecían el más tentador de los pecados. Por debajo de aquel aroma a tabaco le parecía reconocer su dulzona fragancia. No podía dejar de mirarle con las pupilas dilatadas y hambre en la mirada. Estaba hablando y sin embargo no sabía que decía, se quejaba, como siempre de tonterías del Santuario, del estatus y las formas. Él era así.


“ Pero yo no” Se dijo el Guardián de Cáncer pretendiendo guardar las apariencias y seguir negándose a si mismo que eso que crecía en su entrepierna no era una erección provocada por el hermoso pisciano.

Hacía mucho que se conocían, casi tanto como que eran amigos y sin embargo siempre había necesitado poner un muro entre ellos, desde el comienzo temió que Afro pudiera derribarlo y enseñarle a él mismo algo que no quería ver. Últimamente ese sentimiento había crecido, necesitaba más espacio a pesar de que lo que quería era estar más cerca.


Por un instante tuvo deseos de levantarse y alejarse todo lo que pudiera pero no lo hizo, continuó allí, sentado, haciendo que escuchaba mientras tomaba otro sorbo de su vaso, deseando que fueran sus labios y no el frío cristal. Aun así intentaba negárselo. Negar que le deseaba de una manera oscura y perniciosa.



  • Me parece estúpido por su parte. No es cierto?


Esa frase le devolvió a la realidad y logró apartar sus rojiza mirada de los labios del rubio.


  • Pues... me parece una gilipollez... no sé que más da.


No tenía ni la más mínima idea de que estaba hablando pero con aquello se quedaría más o menos contento y le explicaría las razones por las cuales si que importaba.


La siguiente reacción no se la esperó. Lo que solía pasar era que Afhro le explicaba el porqué si y el porqué no pero en lugar de eso se levantó con el rostro lleno de furia, sus ojos titilaban indignados. No sabía que pasaba, qué había dicho? Se habría dado cuenta de que no estaba atendiendo sino concentrado en mirar sus labios?


  • Eres estúpido Máscara de Muerte.


Y sin más salió del local. ¿ Estúpido? ¿ Pero qué se creía? Máscara estaba más que furioso y sin embargo era incapaz de mover un músculo, ni para salir atrás de él ni para replicarle...nada.

El cangrejo se quedó allí, solo, en el bar, frente a su botella medio vacía y sabiendo que el caballero de las rosas se había marchado, enfadado, insultándolo y ... dejándole abandonado ¡si él no había abierto la boca! Se preguntaba a si mismo cómo era eso posible. Tenía que disimular, no podía dejarse hacer y deshacer por ese hombre, por más hermoso que fuera. Pagó la cuenta y se levantó con pesadez, sus pies parecían recubiertos de plomo. Llevaba todo el día bastante taciturno pero el que su acompañante se hubiera marchado enfadado y no saber porqué le provocaba una opresión extraña en la garganta que no le dejaba tragar bien. Tardó en llegar a su Templo muchísimo más de lo que habitualmente se tardaba desde el pueblo, cuestión de no poder llevar el coche hasta la entrada del Santuario.


Entró a su morada, con todo apagado, como era su costumbre y se sentó en uno de los sillones de la sala. Pasaron unos silenciosos segundos antes de que se percatara de que no estaba solo. Una figura esbelta se perfilaba entre las sombras junto a la puerta, como siempre fue su olor el que terminó de delatarle, el de las rosas que él mismo creaba.


-¿Qué haces ahí escondido?


Preguntó el de Cáncer ocultando su sorpresa, no esperaba verle allí pero tampoco le hacía ascos a su presencia. Al oír su voz el pisciano salió de su escondrijo y se posicionó frente al albino.


  • No enciendes la luz para no pagarla? Porque te recuerdo que eso corre a cuenta del Santuario.


  • No, no enciendo la luz porque es mi Templo y la enciendo si quiero. Has venido hasta aquí para reprocharme que me siente a oscuras?


  • No, creo que no... aunque no deja de ser extraño.


Másk bufó, estaba hasta los cojones de que todo el mundo intentara decirle lo que debía hacer.


  • No te enfades, no he dicho que sea nada malo.


  • ¿ A que has venido, Piscis? Te largaste muy cabreado del bar.


  • Cierto, pero es que ... no puedo creer que pienses eso.


Máscara creyó que tal vez debiera decirle que en aquel momento no le estaba escuchando y que había contestado a boleo para que se lo volviera a contar.


  • No me parece importante lo que yo piense a cerca del tema.


  • Pues a mi si.


Dijo Aphrodite en un susurro que pareció más un siseo. Se acercó un poco más a él dejando sus rodillas prácticamente pegadas a las de Mask, ahora, sentado desde el sillón, podía apreciar nuevamente el brillo de sus orbes cielo y el rojo de sus labios entreabiertos. ¿ Qué pretendes Aphro? Se dijo a si mismo cuando la figura angelical se acercó todavía más colando una rodilla entre sus piernas rozando la cara interna se sus muslos en ese acto y pegando su pecho al suyo, dejando aquellos labios privativos de sentido a unos escasos milímetros de regalarle su sabor, pudiendo percibir su aliento que olía a menta. Los ojos rojos del cangrejo permanecían fijos en él y sus manos se aferraban con fuerza al reposa brazos del sillón. Sin quererlo su respiración y los latidos de su corazón se habían acelerado. Quería preguntar un montón de cosas , la principal era qué pretendía hacer Aphrodite, sin embargo ningún sonido lograba atravesar la barrera del nudo de su garganta. Estaba como paralizado. Los labios del rubio se movieron para pronunciar una susurrante frase.


  • A mi me importa mucho.


Sus labios atravesaron la distancia que los separaba de los del cangrejo y los acarició sutilmente. Fue apenas un roce pero dulce, muy dulce, dejando esa habitual sensación de necesidad. A ese primer contacto se siguió otro esta vez no tan suave y mucho más profundo y con ese beso vino el miedo, el saber los dos eran hombres, el instintivo miedo al que dirán. Todo importaba y sin embargo su cuerpo respondía solo. Su corazón , al borde de un ataque le gritaba que siguiera adelante y al final fue este quien ganó la batalla, la cabeza dejó de pensar y le cedió todo el terreno a la carne dejando sus reproches e interrogantes para más tarde, para cuando el ritmo de besos, caricias y susurros hubiera terminado, dejándolos exhaustos sobre la cama de Mask, sin ropa y sin corazas que pudieran ocultar eso que había entre ellos y al cangrejo le costaba tanto admitir.


Pasaron unos minutos de angustioso silencio antes de que Aphrodite se levantase de la cama y se vistiera sin decir nada. Mask le miró mientras se colocaba las ropas, pensando qué decir y sin que ni una sola idea pasara por su mente. ¿ Qué se suponía que debía decir? ¿ Qué se suponía que debía hacer? No quería que aquello se supiera era algo que le daba vergüenza.


  • Esto... Aphro... esto tiene que quedar entre tu y yo.


  • ¿Por? ¿Acaso eres menos hombre por esto?


Mask bufó volviendo la cara, en el fondo era de suponer que era eso lo que temía, dado que ya era un paria social en el Santuario no era tanto el rechazo como cambiar la imagen que tenía de sí mismo.


  • Por favor, tan solo hazlo, no digas nada de esto.


El pisciano esbozó una sonrisa triste.


  • Tranquilo, yo no voy alardeando por ahí de a quien metí en mi cama.



Sin más se fue rumbo a su templo dejando al pobre Mask más confuso que nunca antes en su vida.


La noche fue larga. Los recuerdos de las acaloradas escenas compartidas y las ensoñaciones en las que la sensual boca de Aphro se mezclaban con la aparición angelical de su sonrisa, del sonido suave de su risa, de lo bien que se lo pasaban cuando salían, le hubiera gustado decirse que había sido un sueño, o al menos un impulso sexual pero sabía que no era así, su corazón se lo estaba gritando de nuevo.



Eran las seis de la mañana cuando con la ideas no demasiado claras aún se vistió y subió hasta el último de los templos, escuchando las quejas y somnolientos reclamos de los siete guardianes de los Templos que les separaban.


Llegó a piscis, estuvo tentado a entrar en las estancias privadas sin llamar, algunas otras veces lo había hecho. Sin embargo llamó aunque no recibió respuesta. No se atrevió a entrar así que salió un momento al jardín trasero y fue allí donde lo vio, sentado en las escaleras, mirando al cielo.


  • Hola


Escueto y poco original comienzo pero comienzo al fin y al cabo. El peliazul le contestó alzando la barbilla. Mask se sentó a su lado y sacó un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta tejana. Se lo llevó a la boca y lo encendió esperando que en ese acto los Dioses le iluminaran y se le ocurriera qué decir.


  • yo...


Comenzó sin saber por donde llevar la frase. Pateó levemente el suelo al no poder encontrar las palabras adecuadas.


  • ¿No tienes miedo a que nos vean juntos y sospechen de tu hombría?


Dijo Afhro facilitanto un poco las cosas.


  • No, no es eso... lo que pasa es que esto nuevo. Sólo necesito algo de tiempo.


  • ¿Tiempo?


  • Si, tiempo...


Se acercó más, hasta rozar levemente sus labios.


  • Aunque ya voy teniendo las cosas más claras.


Sonrió con malicia.


  • De acuerdo, pero como tardes mucho en espavilar te clavaré una rosa en el pecho.


  • Lo intentarás, mejor dicho... oye... ¿Me puedes explicar porqué el enfado del bar?


El guardián de Piscis sonrió meneando la cabeza.


  • No estabas eschuchando ni una sola palabra.


Cierto, pero no lo admitiría.


  • Si, pero me distraje un poco mirándote.


El otro se levantó sonriendo y tendiéndole la mano contestó.


  • Vamos dentro y según como te portes te lo cuento.



No había mucho que contar pero le gustaba tentar al cangrejo y así, de paso, tenía una excusa para optener su atención y de ahí en adelante todas las noches que quisiera para deleitarse con su cuerpo.









Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).