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Fuego de Juventud por Mizzy Forte

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Notas del capitulo:

Hiii a todos!!!

Weno aquí actualizando antes de regresar a... la   escuela   -_-U Así que jeje esta  vez no me tarde taaaanto  pero no sé después ToT Este capi... mmm weno, ya me dirán-asesinaran si no les gusta. Y pues aquí sabemos quien es este tipo tan cariñoso con Kankuro 9_9 y el porque Kanky se deja xD... pensándolo bien no es divertido el  porque    -_-U Hasta el rato!!

 

Capítulo 2

"La propuesta"

 

*

 

- Kanku-chan - escucho con esa conocida y suave voz.

 

Sintió los labios del otro en su cuello, y sus manos acercándolo con ternura. Entrelazando sus dedos con sus alborotados mechones castaños, sintiéndole como seguramente ningún otro ser podía, protegiéndolo, resguardándolo del mundo entero. Porque era suyo. Kankuro era suyo y de nadie más. No lo dudaría ni un segundo. Sí alguien cometía la osadía de tocarlo, de verlo con los mismos ojos que él, no se detendría y saciaría su rabia con la sangre del o la infeliz que lo hiciera, suyo, ahora y siempre.

 

Era increíble hasta donde su obsesión por el joven Sabaku le había llevado. Sonrió. Se sorprendía a su vez por su imparable necesidad, ¿Quién era el que realmente era manipulado? ¿Por qué no podía vivir sin tocar y amar aquel cuerpo? Kankuro en pocas palabras, determinaba su existencia, y aunque dependiente absolutamente del joven castaño, no era algo que pareciera molestarle.

 

- Disculpen -

 

La pareja miró a un lado suyo. Tsunade los observaba con gesto hartante. La característica mueca, el aire de asco al abusivo sujeto que siempre tenía, necesitaba saciarse con el otro pobre muchacho, quisiera este o no. Camino hacia ellos.

 

- Tsunade-sama - dijo el hombre alejándose un poco del mayor de los Sabaku. La veía con rencor ¿Quién se creía para interrumpir tan preciado momento?

 

- Les pediría que no hicieran ese tipo de cosas aquí por favor - se explicó la mujer. Tras ella, Temari veía con aflicción la situación. Era la historia sin fin. El hombre sonrió desafiante.  

 

- ¿Quién me lo va a impedir? ¿Tú Tsunade? - La rubia frunció el ceño al verse retada con tanto descaro. Guardo silencio, era cierto. Ella no podía impedirle nada, el otro, era muy poderoso.

 

- Ella no. Pero yo sí  - se escuchó una voz distinta y acompañada de ella, un fuerte golpe en el rostro de aquel sujeto. Mismo que cayó al suelo, ante la sorpresa de todos los presentes. Se levanto despacio y entrecerró los ojos al ver  quien le había atacado. Su ser escupió con odio el nombre de su agresor.

 

- Gaara... -

 

Una mueca se hizo presente en su rostro. Lo odiaba. Odiaba a Gaara. Aborrecía al pequeño como a ninguna otra persona, detestaba su expresión inalterable, sus ojos fríos y amenazantes, odiaba que no lo dejase amar libremente a Kankuro... Siempre que tenía oportunidad lo interrumpía y la mayoría de las veces tenía éxito en ello. De haber estado en sus manos, hubiese tomado al pequeño pelirrojo y le hubiese estrangulado sin dudarlo. Pero mantener vivo a Gaara, era mantener a Kankuro a su lado. Sí en verdad amaba al castaño, tenía que tolerar los desmanes de su hermano menor.

 

El muchacho pelirrojo por su parte, le observaba serenamente. Aún con el puño extendido por el fuerte golpe que le había acertado. Tsunade y Kankuro miraban horrorizados la escena, seguros de que el otro también golpearía a Gaara, cosa que por sí sola ya ponía en riesgo su vida. Pero no lo hizo. El hombre se levantó sin dejar su aletargada actitud, sacudió sus ropas y observó al muchacho que había osado golpearlo, sonrió triunfante, tarde o temprano se las pagaría, siempre lo hacía.

 

- Vámonos - dijo aquel hombre - Temari,  Kankuro - finalizo acariciando la mejilla del joven Sabaku.

 

- Hai - repuso la chica y le siguió, no sin guardar cierta distancia.

 

-  Sí - respondió automáticamente el joven castaño  - Sasori-sama -

 

Akasuna no Sasori,  su amante, su dueño.

 

Si bien los tres hermanos Sabaku habían tenido la misma suerte de terminar bajo el control y poder del joven Akasuna. También era cierto que sólo uno era deseado y amado con locura por Sasori. Sólo el mayor había logrado cautivar su helada alma que antes de conocerle, ya se creía incapaz de amar. Que mudanzas tan extrañas da la vida y que caminos más dolorosos aún nos hace tomar.  El mayor de los Sabaku tenía su existencia unida a la de aquel pelirrojo, cosa que ya ni siquiera parecía importarle, dirigió una última mirada a su hermano quien les miraba furioso.

 

- "Lo hago por ustedes, nunca lo olvides" - pensó el muchacho castaño antes de partir tras su "amo".

 

      Sasori era hermoso... más que hermoso tal vez, perfecto, con esos ojos impasibles, la sensual sonrisa, la piel como seda que hubiese cautivado a más de los que podía complacer, pese a ello, no dejaba de ser un monstruo. Y él lo sabía. Sí, era un monstruo, un ser que por mucho que amase al menor, no dejaba de ser su verdugo, viéndolo con lujuria toda la vida y no dejándolo apartarse de su lado nunca, ni para ver a sus otros hermanos. Tal vez... sólo tal vez, y esta era una idea que aterrorizaba a Sasori, le había negado al menor la oportunidad de enamorarse de él, todo por su desespero en poseerlo, en hacerlo suyo cada noche y ver momentáneamente extinguidos sus carnales instintos. Se arrepentía por supuesto de haber elegido tan egoísta... camino para ambos, pero por otra parte, no podía  dejar de sentirse también, poderoso.

 

    Gaara los vio alejarse, con profundo rencor hacia Sasori, e indignación hacia su hermano. Un día los tres serían libres de Sasori, no importaba como, un día...

 

*

 

     Lee había regresado con Naruto y le observaba comer alegremente. Al parecer el rubio no había cambiado ni una pizca desde que lo recordaba. De repente el ojiazul le observó algo serio. Lee se extraño por ello.  

 

- ¿Qué pasa Naruto-kun? - el rubio dejo el plato en un mueble a un lado suyo.

 

- Él... no tarda en llegar - el pelinegro permaneció estático unos instantes, pero no tardo en sonreír comprensivamente

 

- Entiendo - se levantó, su presencia ahí podía traerle problemas al pequeño rubio si lo hallaba con él, mejor era desaparecer antes de que el otro apareciera  - Esperó que te mejores - a lo que el menor sonrió y asintió alegremente - Y...  - dijo el pelinegro antes de irse - No hagas más tonterías ¿De acuerdo? - exclamo sonriente mientras tocaba las vendas de su amigo. Era obvio que sabía de los líos en que el menor se metía. Esta vez el rubio no correspondió a su gesto.

 

- No son tonterías - dijo el chico Uzumaki - Ayudo a otros, vale la pena -  el otro le miró algunos instantes.

 

- Seguro - sonrió y salió sin más de la habitación. Naruto contempló la puerta algo resentido, no podía culpar a Lee, ni a nadie de todos los que le pedían no se arriesgara, pero él no desistiría de su decisión. Eso estaba claro.  No tuvo sin embargo demasiado tiempo para pensar en ello, pues la puerta se abrió a los pocos minutos. El rubio sonrió al verle llegar.

 

- Te tardaste teme - regaño Uzumaki. Se escucho una risa burlona por parte del otro.

 

- Dobe -

 

*

 

     Lee anduvo un rato en los pasillos, sin decidir a irse o no. Contemplaba sobre todo aquella habitación. El A-17. Se suponía que todos los que estaban ahí eran considerados desahuciados, así había sido siempre, y así seguiría siendo. El pelinegro no pudo evitar pensar en aquel chico. Ese muchacho pelirrojo. Se veía tan sano, tan fuerte ¿De verdad estaba muriendo? Tan solo con verlo... era imposible creerlo, quizás estaba algo pálido, pero eso era todo. No había más evidencia de que estuviera moribundo. Miró de nueva cuenta aquella puerta y armándose al fin de valor toco la puerta, acto seguido la abrió.

 

- ¿Hola? - murmuró. Una ácida mirada fue la que lo recibió.

 

- ¿Qué quieres? - murmuró el mismo chico pelirrojo. Su rostro  lucía cansado, con un gesto de dolor, al menos fue lo primero que Lee noto.

 

- Pues... - no fue capaz de murmurar ni una palabra más.  Anonadado por la imagen ante él.

 

     El joven pelirrojo estaba terminando de vestirse, y fue por ello que pudo observar su cuerpo mancillado, herido, por la crueldad de otros. Cicatrices que cruzaban incansablemente su cuerpo, sobre todo en su espalda. Cortes de cuchillos, probablemente de vidrios también e incontables marcas de suturas. Eran demasiado numerosas y horribles,  algunas se veían recientes. Quizás incluso, una que otra, provocada por él mismo. Le observó impactado, no pudiendo imaginar el dolor que le habrían causado el ser perpetuadas.

     Tuvo un sinfín de sensaciones en ese momento. Horror, indignación, compasión...

Pero también, el fuerte impulso de acercarse, de tocarle. Queriendo sustraer algo de ese aún presente dolor en sus antiguas heridas. Tomar parte de su martirio y fundirlo consigo, aliviando al menor un poco de su carga. En pocas palabras, compartir su sufrimiento.

 

Pero Gaara no le dio más tiempo de más.

 

     Cubrió su espalda rápidamente y le dirigió una fría mirada a Lee. El mayor no necesito mayor explicación. Gaara acababa de darle a entender, del modo más simple y más doliente el porque de su recio deseo de dejar este mundo, de este mundo que tanto lo había maltratado. La razón de porque  no podía creer en nadie,  si al final, todos terminaban lastimándolo. Su alma podía aún ser fuerte, pero sin un cuerpo igualmente dotado, de nada servía. 

 

- Ya viste suficiente - musito el pelirrojo - Vete -

 

     El pelinegro pudo negarse, hablar, siquiera defenderse. Pero la frágil imagen que el otro le había dado, despertó en él, viejos y crueles recuerdos. Salió por inercia, en silencio y cerró con cuidado la puerta. En parte se arrepentía de haberse enterado de aquello, pero también le confortaba, pues ahora podía comprender un poco al otro. Sin embargo, la impotencia de ser inútil ante el sufrimiento de otros, no lo dejaba en paz.    

 

- Me recuerda a ti... - murmuró para sí el muchacho.

 

*

 

     La noche cayó rápidamente. Cosa que el joven ojiverde agradeció ampliamente, hubiera deseado irse más temprano,  pero sí había algo digno de vivirse por el pelirrojo, era la noche. Un amante de la frialdad y la oscuridad que siempre esperaba con desesperación a que el sol se ocultará, que saboreaba el aire helado, y contemplaba con notorio agrado  las nubes grisáceas, la luna. Respiró hondamente una vez que se hallaba fuera del hospital, que hubo escapado con éxito. Miró absorto las calles grises, los árboles de copas azules  y la ahora, invaluable soledad.

 

     Comenzó su paso lentamente, sin prisa aunque su vida fuese tan frágil. Eso no le importaba. Pensó en su hermano un momento, la desesperación que sentiría al saberle desaparecido de nuevo, lo mucho que le pediría a Sasori que lo buscará y sintió, algo de culpa. Pero Kankuro estaba ciego, encerrado en su necesidad por mantenerlo "vivo", tanto, que no le importaba si el pelirrojo sufría más así.

 

     Gaara negó lentamente con la cabeza. Deslizó sus manos bajo la ropa y sintió las múltiples cicatrices. Aún dolían. Estaba harto de este círculo de tortura ¿No podía llegar la muerte por él de una vez? Todos eran tan egoístas... Si los demás supieran lo que era vivir aterrado a un golpe o a una herida a riesgo de morir desangrado, o si conocieran el ardor y dolor que esas marcas en su cuerpo le hacían  incluso imposible dormir... Si alguien más lo supiera, quizás... aceptarían su deseo por morir.

 

     Diviso a lo lejos la salida de la ciudad, Respiro aliviado, al fin. Aceleró un poco el paso, o eso intento hacer. Pues sintió con ira una mano aferrarse a su muñeca.  Maldijo en sus adentros y miró a un lado suyo. De nuevo este sujeto...

 

- No te puedes ir... -

 

- Suéltame - repuso el otro con la clara intención de golpearle. Lee le sostenía fuertemente, y aunque convicción, había algo raro en su modo de actuar - Suéltame - murmuró de nuevo el pelirrojo, pero esta vez, no hizo falta ningún otro movimiento. El pelinegro obedeció. Cosa que extraño y alivio a Gaara. Lee intento dar un par de pasos hacia el menor y fue así como este notó su andar tambaleante y su intenso olor a alcohol.

 

- Estás ebrio... - dijo asombrado. De repente algo aún más intrigante ocurrió. El mayor le envolvía en un fuerte abrazo, cosa que naturalmente incomodo al otro. Estaba por empujarlo con rabia por su atrevimiento, pero entonces algo lo detuvo.

 

Algo cálido...  Gaara entrecerró los ojos incrédulo.

 

- ¿Por qué lloras? -

 

- No me dejes... -  Salió de los labios del mayor entre sollozos. Esta vez el pelirrojo le miró intrigado, apenas se conocían, no podía ser que le estuviese suplicando por no irse, quizás lo hacía por Kankuro, no, era poco probable. Una pregunta lógica invadió su mente ¿Realmente sabría con quién estaba hablando? Se acercó un poco más al mayor y vio su mirada vidriosa, su gesto de angustia - No lo hagas... - suplicó de nuevo el pelinegro.

 

- No estoy haciendo nada - contesto secamente el menor, tratando de calmarlo y quitárselo de una vez.

 

- No te mueras... por favor - y el pelinegro no dijo una palabra más.

 

     Aquel comentario sorprendió ampliamente al pelirrojo, y como un eco aquellas palabras resonaron en su interior: "No te mueras", "No te mueras" Sin duda, aquella no era la primera vez que las escuchaba, sin en cambio era la primera  vez que las oía con tanto dolor, pero también, con esperanza. Supo perfectamente que esa frase no iba dirigida a él, pero no podía dejar de sentir un cierto alivio al escucharlas.

 

Dio un largo suspiro. Al parecer no podría huir de la ciudad esta noche.

 

     Sin pensarlo dos veces, cosa que le sorprendió asimismo, tomó al mayor, cruzó uno de sus brazos sobre su cuello y comenzó a caminar con dificultad. El muchacho pelinegro era ligero, pero él no estaba exactamente en condiciones de cargar a otra persona. Gaara dio un paso forzado y tuvo un sobresalto al sentir algo en su cuerpo desgarrarse. Miró su propio abdomen y vio con furia como su camisa se manchaba de carmín. Cerró los ojos un momento y haciendo caso omiso a su dolor siguió caminando.  No comprendía del todo porque lo ayudaba, o porque debiera importarle, pero no desistió.

 

**

 

     Tres niños  jugaban en el patio. Al menos, dos de ellos lo hacían, corriendo detrás de una pelota, otro más pequeño les observaba pacientemente, ya que le tenían estrictamente prohibidos los juegos donde pudiese lastimarse.  Uno de los pequeños que corrían se sentó en los escalones cercanos para atar una agujeta desamarrada, aún sin soltar su juguete. Estaba tan entretenido que no sintió el momento en que una figura, hasta entonces desconocida, se posicionaba tras de él.

 

- Hola... - dijo aquel elegante sujeto con una perturbante sonrisa.  El pequeño miró tras de sí sobresaltado, no había notado que alguien le observaba con sumo interés. El niño frunció el ceño.

 

- ¿Hola?  - musito mientras le observaba resentido - ¿lo conozco?

 

- Aún no - murmuró el mayor acercándose a él. Haciendo uso de todo su control. Pues en sus adentros, ver al pequeño, ver su menudito cuerpo, despertaba en su sangre esa insana sensación de nuevo. De haber estado solos, no lo habría pensado dos veces, habría tomado en brazos al pequeño y habría escapado con él, admirando y amando su inocente ser.

 

 Acarició la mejilla del pequeño, el cual retrocedió un par de pasos. Le dirigió una mirada asustada al mayor. Este abrió sorpresivamente los ojos, pues esa miradita que el niño le había dirigido sólo  había conseguido estremecerlo  desmedidamente, haciéndolo ansiar  más al menor. Pero se contuvo de nuevo, primero le hablaría, de su "propuesta".

 

- Dime pequeño - hablo una  vez repuesto de esa  sensación - ¿Tú sabes que tú padre está enfermo? ¿Cierto?- Sin embargo, detuvo sus palabras al contemplar el rostro dolido del menor. Frunció el ceño y la culpa le carcomió salvajemente al lastimar de ese modo al pequeño que amaba. Pero no desistió  - ¿Lo sabes verdad? - el niño castaño asintió. Aquel hombre se acercó un poco más - ¿Quién va a cuidar de ti y tus hermanos? - el pequeño le miró triste y su voz escapo en un hilillo.

 

- Nadie quiere  cuidar de nosotros -  El mayor sintió su pecho acongojarse, pero su inalterable rostro era incapaz de mostrarlo. Entrecerró la mirada.

 

- Yo puedo cuidar de ti y tus hermanos - aseveró con voz comprensiva. El niño observó al sujeto con notoria incredulidad - Pero tienes que hacer todo lo que yo diga - finalizó con un discreta sonrisa.

 

El pequeño castaño le observó unos instantes más, como meditando un poco la "extraña" petición.  

 

- ¿Qué tengo que hacer señor? - dijo apretujando la pelota entre sus manitas.  El otro sonrió más abiertamente.

 

- Dejarte querer - acarició la cabeza del niño - Sólo dejarte querer -

 

El infante miró al suelo, temeroso. Observó a sus hermanos, Temari acomodaba la ropa desalineada de Gaara y de vez en cuando dirigía una desconfiada mirada a ese hombre, mientras que  el niño pelirrojo hacía un puchero al no querer que su hermana acomodará su suéter.

 

- Hazlo  por  ellos - murmuró el mayor al ver la duda en el pequeño Sabaku - Sí los amas,  hazlo - el niño castaño escuchó entonces a su padre toser. Frunció el ceño, sabía que no le quedaba mucho tiempo, y sin él... ellos no tenían nada más. Apretó los dientes. No tenía más opción. Miró al hombre  que le contemplaba pacientemente, sin decir más, asintió. El mayor  no pudo sino esbozar una gran sonrisa.

 

- Buena decisión. De hoy en adelante me dirás Sasori-sama ¿Entendido?  - El niño asintió. El pelirrojo no tardo en atraerlo hacia sí - Y a partir de hoy yo los cuidare, sobre todo a ti - dijo inclinándose y besando la mejilla del pequeño. Se acercó a la oreja del menor hablando con voz más baja  - Kanku-chan -

 

*

 

     Kankuro despertó sobresaltado, envuelto en sudor. Soltó una maldición y masajeo su frente exhausto. De nuevo aquel maldito sueño. Ya estaba harto de verlo repetirse una y otra vez. Cerró los ojos y contemplo la televisión encendida frente a él. Apago el aparato, no sin antes prender una de las lámparas. Ya eran varias noches consecutivas en las que soñaba lo mismo, o mejor dicho, en que recordaba lo mismo ¿Por qué justo ahora esos sueños se hacían más constantes?  Estaba por quedarse dormido  nuevamente cuando un par de fuertes golpes provenientes de la puerta principal le sacaron de su ensueño. Se colocó rápidamente una chaqueta gruesa, pues no traía más que un pantalón y se asomó. Asombrado abrió completamente la puerta.

 

- ¿Gaara? - musitó alarmado.

 

- No te quedes ahí - murmuró con su típico tono - Ayúdame - El mayor de los Sabaku  vio entonces al sujeto que pendía del brazo del pelirrojo. Era ese muchacho... ¿Cuál era su nombre?

 

- ¿Lee? -  Murmuró algo dudoso, bueno eso era lo que recordaba, pero no era importante ¿Cómo rayos habían terminado así? Cargo al chico pelinegro  y de inmediato volvió su vista al pelirrojo - ¿Estás bien Gaara? - murmuró observando a su hermano.

 

- No... - dijo llevando su mano a su abdomen y bufar con rabia al separarla y verla empapada en sangre.

 

- Idiota - murmuró el mayor - ¿Qué te hizo creer que podrías tú solo con él? - Pero el castaño cesó sus protestas al ver la mirada furiosa del menor, negó repetidamente - Lo llevaré a una de las habitaciones - murmuró fastidiado y cansado el mayor. Gaara le miró intrigante, a lo que Kankuro no tardo en responder - Sí Sasori lo encuentra aquí podría pensar que es algo de mí y... tú sabes - finalizó el castaño. El menor lo sabía bien, cualquiera que se atreviese a ver a su hermano, no tenía un final que se dijese muy agradable.  Estando ya extremadamente cansado el pelirrojo logró subir a una de las habitaciones siguiendo a su hermano, el cual acostó con un poco de brusquedad al chico pelinegro.

 

- Que tipo raro... - murmuró Kankuro

 

- Lo sé - repuso el menor a la vez que trataba la pequeña herida abierta. El castaño le veía afligido, cosa que el  menor noto de inmediato - Estaré bien - repuso, colocando un pañuelo sobre su herida que seguía sangrando. El castaño volvió a mirar a Lee.

 

- Aunque raro... no está mal - dijo en tono juguetón el mayor de los Sabaku. Gaara le dirigió una mirada algo incomoda. Su hermano río - Cálmate, no te lo voy a quitar - y esta vez el pelirrojo le miró molesto, el castaño pareció ignorar eso - Yo no tengo derecho a querer a nadie después de todo  - esta vez el menor no hizo ni dijo nada. Estaba consciente de que ese era el destino de su hermano - Estaré abajo - dijo y desapareció rápidamente. Gaara observó de nueva cuenta a Lee.

 

No podía creer, que consciente o inconscientemente este chico le hubiese obligado a quedarse en la ciudad. Maldijo mientras apretaba con fuerza la herida en su abdomen.  A decir verdad no había notado la persona tan peculiar que era. El brilloso y desordenado cabello, las cejas exageradamente masculinas, las tiernas pestañas.

 

- Sí, que tipo más raro... - se dijo el pelirrojo mientras se levantaba dispuesto a ir a dormir a otra habitación, ya no tenía fuerzas para emprender su escape, lo dejaría para el día siguiente. Miró la sangre en su mano. Más bien, lo dejaría para cuando dejase de sangrar. Estaba por salir cuando una pequeña voz lo detuvo y vio el rostro de Lee contraerse de dolor, seguro que tenía una pesadilla.

 

     Tuvo una sensación extraña al verlo sufrir de ese modo, una que tardo un buen rato en definir. Opto por decidir, que se trataba de lástima. El mayor empezó a balbucear cosas inteligibles, por lo que el pelirrojo se aproximo un poco más con la esperanza de escucharlo. Abrió los ojos un poco más con algo de intriga al escucharle. Sin embargo, en ese justo instante, el mayor le tomó por sorpresa y se aferró a su mano fuertemente. El pelirrojo esta vez no supo como reaccionar, aún confundido por las palabras antes musitados por el mayor.

 

- Perdóname... - repetía el mayor - Por mi culpa, estás sufriendo... - decía entre sollozos.

 

¿Con quién creía Lee que estaba hablando? ¿Por qué había tanto sufrimiento en sus palabras... tanta culpa? Miró al chico profundamente dormido al fin, se soltó de él lentamente y pudo ver su rostro, aún brillante por las lágrimas y sus labios soltando dolorosamente las interminables palabras de disculpa.

 

- Perdóname... Te quiero tanto... perdóname... - musitaba sin descanso el mayor, el joven Sabaku suspiro molesto, sólo se le ocurría algo que hacer, así que se acercó a su oído. 

 

- Te perdono - musitó para tranquilizarlo. Y pareció funcionar. Pues el otro no tardo en dejar de hablar. Una pequeña sonrisa cruzó el rostro de Lee y al fin pudo dormir plenamente.

*

Notas finales:  

O.o Weno ahí lo tienen,  un poco más pequeñito el capi, gomen, y quiero disculparme con: La Oscura Reina Angel por secuestrar su pareja ToT es que es muy linda!! Y weno, otra cosita. La enfermedad de Gaa-chan no me la estoy inventando, si existe, pero de esa hablaremos más adelante ^_^ sólo es un detalle, para que no crean que estoy tan loca xD Muchísimas gracias por su tiempo!! Hasta la próxima!!

Bye, bye ***


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