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Completa A Tu Lado. por beautiful demon

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Notas del capitulo:

 

1.

Dentro de tres días, la escuela entraría a las vacaciones de verano. No obstante, como cada mañana, ellas tres hacían su entrada casi triunfal por la reja principal de la Institución. Era como si fueran alguna especie de celebridad, las personas las veían y la mitad deseaba ser ellas, la otra mitad deseaba tenerlas porque a su parecer, tenían todo: belleza, dinero, prestigio, popularidad.

Empezando por la izquierda estaba Jazz, rubia hasta los hombros adornando su frente tersa y blanquecina con un flequillo desfilado, de un metro sesenta y siete, delgada hasta los huesos, de rasgos finos y ojos castaños, atractiva. Los tacones de las zapatillas plateadas la hacían ver más alta de lo que era, la falda tableada color rosa combinaba con su top blanco adornado por un pequeño moño rosa y su enorme bolsa al hombro.

En el centro, Carla con su metro setenta y tres, piel morena, cabello negro ondulado hasta la mitad de su espalda, rasgos cálidos casi siempre distorsionados en sus usuales gestos de burla, de labios anchos y ojos azul hielo, caderas y busto prominentes. Vestía un vestido de cuello halter color azul rey, calzando unas zapatillas abiertas de tacón poco alto cargando igual que Jazz, una bolsa enorme.

Por último, a la derecha, Sara con una cadera ancha y busto pequeño que se veían bien en su metro setenta, sus caireles color castaño claro le caían hasta su estrecha cintura, de rasgos de muñeca de porcelana (nariz chata y pequeña, labios carnosos y diminutos, ojos miel grandes de pestañas largas y curvas), piel clara y piernas largas cubiertas por un pantaloncillo corto  color caqui hasta arriba de la rodilla haciendo juego con su top strapless color verde; calzaba unas sandalias adornadas por cristales brillantes en las tiras y lo mismo que sus amigas, tenía sobre su hombro una bolsa enorme.

Apenas habían atravesado la reja de la entrada y las miradas se posaron en ellas. Su caminar era como en una línea recta, perfecta, contoneando sus caderas con firmeza que atraía los ojos masculinos. Nunca tenían un cabello fuera de lugar, sus cortes de cabello les quedaban a la perfección, se vestían a la moda, su maquillaje y todos sus movimientos y habla eran correctos. Al verlas parecía que estaban listas para cualquier sesión de fotos, sus sonrisas parecían hechas para un comercial de pasta dental. Asistían a las mejores fiestas y las más exclusivas. Tenían el celular más nuevo, el coche último modelo, y seguramente, más de doscientos pares de zapatos.

Caminaban por el pasillo de la entrada como si fueran las reinas del lugar, guiñando ojos y saludando a los conocidos.

Sus miradas se desviaron hacia tres personas, especialmente hacia una. Su cabello, pequeño y negro hasta la mitad de su cuello, era en extremo lacio; admiraron con sorna su forma de vestir: mini falda escocesa roja, leggins negros, convers, sudadera de capucha color negro. El maquillaje en sus ojos grises era cargado delineados fuertemente por el negro, su piel era blanquecina. Estaba parada sobre una tabla de skateboard tratando de equilibrarse mientras sus amigos estaban sentados en frente de ella, uno leyendo, el otro poniendo atención a que no se cayera.

-¡Hey tonta, no te vayas a caer!- grito Carla.

La chica volteo distrayéndose y cayendo; las personas alrededor rieron. La chica las vio con odio y sus amigos les vieron un tanto indiferentes pero molestos.

-Torpe-dijo Sara.

La rubia, Jazz, se carcajeo. Siguieron su camino, no estaban dispuestas a perder tiempo en esa chica.

 

2.

Apenas habían tocado el timbre anunciando la hora del almuerzo y ya Jazz, Carla y Sara estaban en los comedores, en la mesa del centro. Las tres tenían delante de sí su polvera. Carla se retocaba el maquillaje mientras que Jazz miraba las imperfecciones de su rostro, deseo tener el espejo del baño para ver su cuerpo el cual le obsesionaba. Chupo las mejillas de su rostro.

-Con unos kilos menos estaría perfecta.

-Con unos kilos menos estarías anoréxica, querida- la morena se retocó el rubor mirando de reojo a Sara quien tenía el brillo en la mano suspendido en su camino hacía sus labios- ¿Qué tienes, Sara? Has estado muy callada.

La chica reaccionó de su ensimismamiento, se coloco el brillo en sus labios carnosos y los junto para terminar de aplicarlo. Cerró el labial. Suspiro.

-Nada, estaba pensando en lo de mi coche…

-Ahh ya.

Hace una semana el papá de Sara le había comprado un Mercedes, precioso, plateado, carísimo. Una semana después lo había estrellado contra un poste de luz haciéndole un “rasguño” de unos cincuenta mil pesos. La castaña le había puesto la cara más tierna que tenía en su repertorio de gestos a su padre, en serio parecía una muñeca de porcelana inmaculada e inocente; pero era el tercero, quizás el cuarto auto de más de quinientos mil pesos que destrozaba contra alguna pared, poste u otro auto. Por primera vez en su vida su padre le había dicho no, y había sido un no rotundo dejando a Sara sorprendida.

-No me importa cómo le hagas- le había dicho- pero tú solita reparas ese coche.

-¡pero papi!

-No, nada de papi, señorita. O arreglas ese coche quién sabe cómo o aprendes a transportarte en autobús.

Sara suspiró desganada de nuevo.

-¿Qué barbaridades dice tu padre? ¿En autobús? ¿Con la prole? ¡Yiak!- la morena tiritó al sentir un escalofrío nauseabundo recorrerle la espalda.

-Sí ¿Qué onda con tu papi, eh?- dijo la rubia- ¿Qué le dio la menopausia o qué?

La castaña miro Jazz un poco resignada ante su comentario.

-Jazz a los hombres no les da la menopausia, les da la crisis de la mediana edad-corrigió.

La rubia se encogió los hombros.

-Oh bueno, eso.

Cuatro chicos llegaron poco después de que las tres guardaran su maquillaje en sus enormes bolsas. Sus nombres eran Mark, Lucio, Iván y Julio. Mark beso en forma de saludo a Carla, Iván rodeo con sus brazos el cuello de Sara quien se mordió el labio disimulado en un gesto inconsciente de rechazo. Los otros dos se sentaron junto a Jazz saludándola con un beso en la mejilla. Los cuatro eran, al igual que ellas, atractivos. El grupo de ellos siete conformaba a uno de los más populares de su escuela.

-Aunque ya lo pensé.

-¿Qué cosa?- preguntó Mark, rubio, de cuerpo atlético gracias a la natación.

-Lo de mi auto.

-Jaja ¿Ya resolviste como contentar a mi papá?- y hermano de Sara.

-¿Y qué pensaste?- preguntó Jazz.

-Voy a tener que trabajar.

-¡QUÉ!- sus amigos y hermano gritaron al unísono, sorprendidos, al borde de la risa.

-Sí, si quiero que mi papá se enorgullezca de mí y que vuelva a confiar en mí, tendré que hacer algo que realmente lo impresione. Además sería muy conveniente, las vacaciones empiezan en menos de tres días, tendré el tiempo necesario para reunir todo. Él sólo piensa que vivo para las tarjetas de crédito, ir de compras y los chicos.

Sus amigas la vieron burlonas.

-Querida, si es lo único que haces- le dijo Carla- Tú no podrías durar ni un día en un trabajo.

-Es cierto- apoyo la rubia- tienes como que hacer muchas cosas, alguien una vez me dijo que en un lugar de comida lo ponían hacer de todo, trapear, lavar baños- su cara se contorsiono en un gesto de aversión- atender gente, no querrás vivir eso.

Sara frunció el ceño.

-Vamos no te enojes ¿En qué vas a trabajar? ¿En una tienda departamental?- preguntó su hermano.

-Tienen razón- le dijo Iván pegado a ella- no estaría mal para ti.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Nada, sólo decía que si te vas a un Burger King o algo por el estilo no durarías tanto como si fueras a trabajar en una tienda departamental.

-¿Pero ya estas asimilando que no voy a durar mucho, verdad?

-Es que Sara, tú no podrías durar mucho. Te apuesto a que en una hora sales llorando de tu nuevo empleo si es que consigues uno para empezar- dijo la morena.

Sara seguía con la mirada fija en Iván, su entrecejo permanecía fruncido. El chico pidió ayuda a sus amigos con la mirada, sabía que si decía algo más lo iba a echar a perder.

-Seamos realistas Sarita-intervino Mark por él- tú no estas hecha para el trabajo, lo único que sabes hacer es vestirte a la moda, comprar y destruir los coches que papá te da.

La chica miro a los seis frente a ella, casi hirviendo gracias al diminutivo que odiaba.

-¿Es lo que todos opinan de mí?

Nadie la vio a los ojos, se miraron entre sí o al piso intentado escapar de su mirada inquisidora. Únicamente Carla fue quien la confronto viéndola directamente y encogiéndose de hombros, como si no hubiera remedio para ello o bien, para ella.

Sara dio media vuelta y comenzó a caminar tragándose las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos.

-¡Sara no te enojes!- oyó a lo lejos, pero ya no le importaba, ya habían dicho todo lo que podían haber dicho.

 

3.

La isla, así se le llamaba al lugar donde todas las empresas de comida rápida se concentraban dentro del centro comercial el cual era nuevo. Tenía menos de siete meses y había resultado ser todo un éxito. Era grandes cantidades de cemento convertidos en enormes dimensiones modernas; como si fuera un monstruo enorme que podía comerte y te invitaba a que entraras por sus grandes puertas eléctricas. A sus alrededores todavía no había nada a excepción de su estacionamiento. Era rodeado por grandes explanadas de pasto y concretos parecidos a los parques pero que pronto lo pondrían en construcción para nuevos centros comerciales o tiendas departamentales de las mismas dimensiones. Muchos locales ya habían sido ocupados por boutiques exclusivas, restaurantes de prestigio y tiendas de renombre.

Por primera vez Sara se había parado en frente de un Mc’Donalds, había pedido una solicitud para llenarla y aplicar al trabajo; y después de unos cuatro días, se había presentado a su primer trabajo gritando desde el principio al enterarse de que el salario mínimo era de 49,50 pesos por día.

Desde el día uno, los cocineros: Esteban, Julián y Mike, junto con la gerente, Liz, y otra compañera, Alicia, habían apostado a que la chica no duraba más de un día apostando por la hora en que salía corriendo llorando y rendida. Así que cada uno tratando de ganar le había hecho la vida imposible en el día uno.

La habían visto presentarse con una minifalda, un top diminuto y unos tacones rematando con su bolsa de niña rica. Les pareció ridículo desde el inicio; verla solicitando trabajo y presentándose a él de esa forma casi los ofende tanto como les dio risa.

Le dieron la gorra y la playera con los colores y logotipo de Mc’Donalds, en menos de una hora la playera estaba quemada, sucia de jitomate y olorosa a grasa. Después de otra hora la gerente la había puesto a lavar los baños, restregar los waters, limpiar todos lo pisos y los chicos los ensuciaban una y otra vez para que lo repitiera hasta el cansancio. Luego se les ocurrió ponerla a atender a la clientela durante la hora pico: las cinco. La gente le gritaba por su ineficacia, se quejaban de que recibían una hamburguesa sencilla en vez de una doble, las mujeres se quejaban de no recibir el refresco de dieta, los niños lloraban porque la cajita feliz no traía al juguetito anunciado en la tele y alguien en una maldad le había levantado la falda. Sara estuvo a punto de caerse más de dos veces gracias a que los niños corrían despreocupados atravesándose en su camino, llegándose a caer una vez en que por pura suerte la charola tan sólo traía basura, basura que cayo en la mesa de un cliente que le grito y pidió hablar con el gerente quien también después le grito. Al final se quito las zapatillas porque uno de sus tacones se había roto y por su buena suerte, interviniendo como un héroe invisible otra vez, no se torció ningún tobillo.

Cuando dieron las ocho la clientela había bajado considerablemente y Sara estaba a punto de llorar por todos los gritos recibidos y el dolor en la espalda, pero, para infortunio de sus nuevos compañeros, había aguantado todo el día. Alicia había sido la única que se había atrevido a hablar con ella.

-Siempre es difícil- le había dicho- el primer día siempre lo es y más a nuestra edad- le sonrió y esa pequeña muestra de amabilidad habían hecho romper en llanto a Sara abrazándose de ella.

En el segundo día, Sara se había levantado alrededor de las ocho y lloró, sus brazos le dolían inmensamente al igual que sus piernas y pies. Quería gritar pero todos en su enorme mansión estaban dormidos y los pasillos con su eco harían traspasar el sonido de su llanto. Deseo nunca haber chocado el coche, deseo no haber tenido que conseguir un trabajo, y luego de decirse tanto no hubiera y desear tanto finalmente se dijo: desearía no ser un bebé inútil que no sabe hacer nada. Se paro tan sólo de pensarlo, se metió en unos jeans estrechos, calzo unos tenis, se puso la playera de Mc’Donalds, se hizo una coleta, se maquillo y se cubrió con una sudadera agarrando su bolso por último. Tomo el autobús con el miedo en el estómago de que la fueran a violar o robar algo. Sin embargo en vez de eso se perdió, tomo la ruta equivocada y tuvo que tomar otro autobús para llegar casi a tiempo al trabajo. Aún así la gerente le puso a lavar los pisos y los baños descontándole del sueldo su nueva playera para que no tuviera que usar la quemada.

No fue sino hasta el cuarto día en que llego a tiempo, olvidando el maquillaje y peinarse bien. Entonces empezó a ser eficiente, a atender de maravilla. La gente comenzó a dejarle propina a escondidas porque sabían bien que no se les estaba permitido recibirla, y hasta ese día sus compañeros la empezaron a ver diferente aunque fue sólo un poco.

Pasaron dos semanas en que la primera había recibido llamadas de sus amigas para salir de compras, había declinado, y las dos habían hecho un drama enojándose con ella cuando ella pensaba que la que debía estar enojada era ella. Nadie sabía que estaba trabajando, ni su familia que comenzaba a preguntarle dónde se metía todo el día. Seguían creyendo que no había aprendido nada, que salía a sus fiestas y sus compras de todos los días. Eso a ella le decepcionaba no porque lo pensaran sino porque ella había hecho que ellos pensaran así de ella.

 

4.

Eran las ocho cuarenta y cinco del sábado de la segunda semana. Una parte de ella extrañaba ir a fiestas y comprarse sin parar ropa y zapatos, pero ese día había recibido su quincena y por primera vez se dio cuenta de cuán difícil era ganarse el dinero. Estaba rendida. Unas pequeñas bolsas bajo sus enormes ojos la hacían ver soñolienta. Se recargo contra el mostrador. La hora de cerrar estaba cerca. Un cliente nuevo se sentó en una banca sin pedir todavía nada, tenía en sus manos de dedos largos un libro.

Sara alzo sólo el rostro, se enderezó al verlo preparándose para recibir la orden, no obstante su cliente nuevo no se paraba de su asiento. El cabello lacio y negro le llegaba a los hombros. Parecía un chico sumamente atractivo, sumamente delgado, con sus jeans levemente más grandes y un poco caídos en su cadera, la sudadera verde con capucha le quedaba muy holgada pero enmarcaba su espalda raramente estrecha. Tenía un rostro hermoso, su nariz era completamente recta, afilada, sus labios delgados adornados por una perforación al igual que una de sus finas cejas, su barbilla fina, su cutis limpio y níveo, sus ojos eran grandes de un color que no podía definir si era verde o azul. Tenía una gracia sutil, tanto que a veces dudaba si era mujer u hombre. Le encanto ver el gesto que hacía con su cabello, el mechón cubría su ojo derecho una y otra vez, lo quitaba con insistencia hasta que se rindió dejándolo ahí.

Volteo mirando el menú arriba de su cabeza pero Sara no pudo evitar sentirse nerviosa ni ruborizarse. En sus ojos azul-verdes vio la luz reflejada. Regreso su mirada al libro tenía una expresión muy enigmática. Le pareció hermoso aunque no era su tipo. Esteban salió de la puerta a su izquierda todavía con el delantal manchado de grasa. Le sonrió amble y ella devolvió la sonrisa. Lo vio ir hasta el otro chico, hablaron un poco y lo llevo hasta ella.

-Huevona- escuchó decirle Estaban al otro. Pero la “a” retumbo en su cabeza- Pide algo-dijo al estar en frente a ella.

Cruzo el mostrador y desapareció así como antes había aparecido detrás de la puerta a la izquierda donde estaban los casilleros.

-¿Cuál va a ser su orden?

La chica se tallo el ojo y puso sus manos sobre el mostrador, miro de nuevo el menú y después la miro a ella. Iba a hablar pero su boca quedo en el intento.

-¿Ocurre algo?

-Tengo seeeed.- escuchó distrayéndola de la chica, a su lado apareció otra más bajita, una chica de cabello negro y corto, lacio en extremo, con una forma inusual de vestirse, ojos grises, delineado negro y al momento la reconoció.

-¡Tú!-las dos gritaron al mismo tiempo.

La más baja le vio entornando los ojos.

-¿Pero qué te paso?-volteo hacia los lados- ¿Dónde están tus clones?

-Qué sorpresa ver a un don nadie por aquí.

-¿Estás trabajando?- le pregunto viendo su playera.

-Pues ¿qué parece?

La chica comenzó a reírse, tan alto y fuerte que molesto a Sara.

-Idiota.

-¿Por qué te llamas idota? Yo pensé que no estabas consciente de que lo eras, pero ya en serio ¿estás trabajando o nada más te haces?-comenzó a reír otra vez.

-Estúpida darketa.

La vio agarrase el abdomen, su risa no paraba, miro a la otra chica quizás tan alta como ella. Su rostro de pronto le pareció muy serio, la mirada con la que la veía la ponía nerviosa y la hacía arrepentirse de haber dicho lo último. Ahora la recordaba, era uno de los amigos de esa freak. Ellas dos y otro chico siempre se la pasaban juntos, aunque también eran parte de un grupo más grande muy parecidos a ellos. Eran todo lo contrario a ella y su grupito. Vestían casi siempre de negro, a un estilo entre dark y punk, en sí alternativo porque ninguno de ellos se consideraba así. Eran muy diferentes, los fenómenos de la escuela diría Sara; no obstante atraían mucho a los chicos y chicas porque quisiera o no Sara los tres tenían algo de atractivo, y ahora que veía bien a esta chica, era hermosa. Recordaba los comentarios que alguna vez habían hecho sus amigos de ella, bella, pero rara, muy andrógina, muy seria, tal vez un poco indiferente. Creía rememorar que alguna vez Julio trato de ligársela y la chica se había negado tan bien que él ni siquiera se había dado cuenta cuando lo había rechazado dejándolo hablando solo. 

Esteban salió del cuarto de los casilleros ya cambiado viendo cómo Nadia, la bajita, se moría de risa señalando a Sara. Vio a la otra chica que nada más miraba la escena.

-¿Qué le pasa?

La chica se encogió hombros. La risa de Nadia ceso.

-Vámonos de aquí, por más que sea gracioso no quiero comer donde está esta pendeja.

-Eres una vulgar.

Nadia jaló del brazo a su amiga, Esteban miro a Sara y se encogió de hombros siguiéndolas.

Al fin la escuchó esbozar palabras.

-Pero tengo hambre…

-Pues vamos a otro lado.-sentenció la pequeña.

-Pero si mi trabajo esta cerca de aquí, no quiero alejarme tengo que ir a cerrar.

-No seas quejumbrosa Mabel.

-Mira quién me dice quejumbrosa ¬¬…

Nadia siguió jalándola a pesar de sus quejas. El grupo se fue haciéndose más pequeño conforme se alejaban del lugar. Sara los siguió con la mirada. Suspiro y noto el libro arrugado en el mostrador. Se le había olvidado a esa chica, a esa chico-chica. Sonrió ante el pensamiento. Se le había olvidado a ella, a Mabel.

 

5.

-Oye

-AH!

Salto del susto, gritando y llamando la atención de los pocos traúsentes. Debían ser alrededor de las once, Esteban estaba detrás de ella con su mandil sucio de grasa y la red en su cabello negro. La vio risueño.

-No quería asustarte…-lo pensó- bueno sí un poco.

-¿Qué quieres?-dijo tocándose donde sentía el corazón latir al mil.

-Ah sí, esto, mmm la otra vez que vinieron mis amigas ¿no dejo uno de ellas un libro? Mabel ha estado como loca maniática desde que se dio cuenta que no lo tenía, no sé por qué no me pregunto antes hubiera sido más fácil encontrarlo ¿No lo viste?

-Eh sí…- Miró hacia la entrada a los casilleros. Ya habían pasado dos días desde que viera a sus amigos. Aún continuaba llevando el libro olvidado en su bolsa… por si regresaba. La insistente mirada de Esteban la puso nerviosa.- lo guardé ¿lo quieres?

-Nee, le aviso y ella viene por él, trabaja bien cerca.

-Aah ¿sí?

-Sí como a tres locales de aquí de hecho se ve desde aquí-señalo una tienda llamada Art&Tatoo. 

 -¿Qué venden ahí?

Estaban empezó a limpiar unas manchas que dejo en el mostrador.

-Mmm venden discos y dvd’s de música, playeras, posters, joyas raras, piezas y hacen tatuajes y perforaciones.

-¿Piezas?

-Sí para las perforaciones.

-Ahhhh. ¿De dónde conoces a esa chica?

-Eh pues… pues no lo recuerdo, creo que fue en una fiesta, de esas salvajes bien cabronas jaja- miró hacia arriba tratando de recordar- seeee fue hace mucho, era tan diferente la Mabel. ¿Por?

La castaña le miraba muy atenta cuando él hablaba, al hacer la última pregunta desvió su mirada y trató de ordenar los panfletitos que había en el mostrador al lado de la caja.

-Nada más.- ni siquiera ella sabía.

El chico sonrió.

-¿Qué quieres decir con que era muy diferente?

-Ehhh pues… no lo sé, sólo lo era.

-Ahhh

Sara quedo pensativa volviendo a ordenar los panfletos.

-Mabel tiene ese efecto en las personas.

-¿A qué te refieres?- le miró distraído también.

-Mmm no sabría decirte con exactitud, es sólo que ella es como que… no sé, es como… cuando la ves deseas conocerla, no sabes por qué sólo quieres conocerla, y cuando la conoces, créeme, no te decepcionas de hecho te preguntas dónde se había metido una persona así…je.

Sara admiro la mirada perdida del chico, sonrió un poco.

-¿Tú y Mabel son…?

-No, cómo crees, jajaja- negó de inmediato- Que más quisiera pero bueno…- suspiro.

Un silencio prolongado se hizo entre ellos, Sara se recogió su largo y ondulado cabello en una coleta mal lograda gracias a la gorra que le estorbaba. Se le hizo extraño que Esteban aún no se hubiera ido hacia la cocina, pero no pregunto nada o hablo hasta que él lo hizo.

-¿Te puedo decir la verdad?

La chica lo vio curiosa.

-Sí.

-Eres muy diferente a como había escuchado.

-¿Ah sí?

-Seeee, pensé que serías más… más mamona jaja y que no durarías más de un día en este trabajo. De hecho todos apostamos contra ti- dijo con una sonrisa inocente- todos perdimos.

-Sí, me he dado cuenta que la gente no me toma muy en serio- los dos callaron un momento- la verdad no quería regresar al segundo día, quería quedarme en mi cama durmiendo hasta las doce… pero bueno, pudo más mi fuerza de voluntad.

-Seee, a veces la gente te sorprende ¿no?- el chico levanto las cejas la mismo tiempo que hacía una mueca parecida a una sonrisa, Sara sonrió y le vio irse hacia la cocina.

La sonrisa le duro todo el día.

 

6.

Desde que se entero donde trabajaba la chico-chica, al estar detrás del mostrador no hacía nada más que ver en la dirección del local que estaba en frente a su derecha, un local que le había llamado la atención desde hace mucho, de hecho desde la primera vez que había llegado. Sus vitrinas estaban cubiertas con posters de bandas que no conocía, de alguno que otro dibujo y diferentes diseños de dragones o hadas. No se había atrevido a acercarse pero desde lejos se veían cosas de plata, curiosidades que no podía avistar desde la distancia en la que estaba. El nombre: Art&Tatoo, se encontraban en letras plateadas con un diseño muy sutil. Casi siempre de él salía música que le agradaba a pesar de serle desconocida y de ser totalmente diferente a lo que ella escuchaba. Había visto a la chico-chica llegar puntualmente a las diez de la mañana, salir alrededor de las tres cerrando el local y regresar a las cinco para abrirlo de nuevo permaneciendo hasta las diez adentro y cerrarlo diez y media. A veces la veía caminando por ahí, leyendo o comiendo algo, pero desde esa última vez, no había vuelto a acercarse a donde estaba Mc’Donalds. De nuevo vio hacia la puerta lateral izquierda donde estaban los casilleros; habían pasado otros dos días desde que había hablado con Esteban, su relación con él había mejorado y hablaban mucho de cosas que ella nunca se imagino que existieran, no obstante la chico-chica no había pasado por su libro que seguía guardado en su bolsa. El otro día había leído el título, “Arráncame la vida” se llamaba, y había decidido leer el primer capítulo llevándola hasta el décimo porque le había parecido bonita la historia. Su mamá la había sorprendido con él dentro de su cuarto; la había visto confundida, era la primera vez que veía a su hija leyendo algo que no fueran sus revistas de vanidades.

En parte no quería que regresara, la mirada con que la vio la otra vez la hizo sentir mal y no sabía la razón. De alguna forma hubiera querido quedar bien ante ella sin embargo era imposible. Sabía bien que ella y sus amigas no habían sido exactamente amables con la chico-chica y sus amigos, sobre todo con Nadia, su archirival desde secundaria.

Cuando dieron las diez y media la castaña se despidió de todos lo más pronto posible y salió corriendo del trabajo después de haber limpiado y cerrado. No podía darse el lujo de perder el último camión que la llevaba a su casa. Cuando alcanzó a llegar a la parada el autobús arrancó. Fue la primera ocasión en que dijo groserías dirigidas todas hacia el conductor del camión.

Se sentó rendida en la parada, su luz era la única en toda la longitud de la solitaria calle. Le dio frío. Se le había olvidado llevar su sudadera, seguramente estaba en su casillero. Estaba agotada. Mañana sería domingo, normalmente no trabajaba ese día, empero debido al dinero decidió trabajar hasta medio día. Suspiro cansada cuando un aroma le llego a sus fosas nasales. Era cigarro, no había duda. Hasta cierto punto le gusto olerlo aunque no fuera adicta a él.

De repente apareció Mabel, la chico-chica en la que extrañamente había pensado todos esos días. Llevaba el cigarro entre los labios, sus jeans eran del mismo tipo que esa vez, rectos, un poco grandes, de una mezclilla un poco oscura llegando hasta los vans con adornos de cuadrados en blanco y negro, la sudadera gris era una cerrada con capucha, tenía diseños negros en el pecho. En esta ocasión ya no era tan grande, parecía ahora de la talla adecuada; pudo entonces notar el pecho turgente, la cintura estrecha, las caderas anchas. Ahora parecía más chica por su cuerpo aunque su rostro fuera totalmente andrógino sin una pizca de maquillaje. Venía caminando tranquilamente hasta que la vio.

Sara no supo si decir algo o no, se pregunto como esa chica la vería a ella o qué pensaría de ella. Lo más seguro era que pensará lo mismo que Nadia, y todos los demás. Rica, aniñada, mimada, inútil. Sólo atino a medio sonreír ya que el último pensamiento en su mente le arruinó más el ánimo.

-¿Estas bien?

-Ehh sí… perdí mi autobús.

Mabel frunció el ceño, curiosa.

-Pensé que te ibas en coche.

-Lo haría si no lo hubiera chocado.

-Ya veo- le sonrió levemente.

Era cierto lo que le había dicho Esteban; había algo en su forma de hablar, el tono de voz, que te hacía querer hablar horas con ella, conocerla. Era agradable, su voz le pareció bonita, grave pero femenina, tranquila, sin preocupaciones. La vio dudar un poco pero terminó por sentarse junto a ella. La vio acercarse de nuevo el cigarro, y exhalar lentamente el humo después.

-¿Siempre sales a esta hora?

-Sí, más o menos… bueno más temprano para tomar el camión pero hoy se me hizo tarde… y es que luego ya sabes, malditos camioneros ven que vienes corriendo y se arrancan… son unos tontos… me chocan…es decir, porque no se esperan…

Mabel volvió a sonreír mientras parecía ver hacia la nada. Fumó, exhalo de nuevo. Sara se callo al notar que no paraba de hablar, estaba muy nerviosa.

-¿Quieres que te lleve?

-¿Tienes coche?

Mabel se levanto, apago su cigarro en la suela de su vans pero no tiro la colilla, la conservo entre sus dedos, se estiro.

-Sí, quizás no uno tan lujoso como el que tu puedes tener pero sí.

-¿Y dónde esta? ¿No esta en el estacionamiento?

-No, es muy caro y me duele el codo- le sonrió otra vez- lo estacioné dos cuadras allá.

Sara lo pensó, aunque no mucho.

 

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