Se encontraba sentado en la cocina, mirando al infinito. El sonido constante del reloj de pared resonaba en su cabeza, y sin darse cuenta llevaba la cuenta de los minutos que pasaban. La soledad se había acabado convirtiendo en una cruel rutina que había empezado a consumirlo poco a poco. Hakkai levantó su ojeroso rostro al sentir un ruido, más solo era la tetera, indicando que el agua ya estaba lista para preparar el té. Suspirando, se levantó y se dirigió al fogón. Llevaba varios días sin poder dormir bien, ya que se pasaba las noches llorando en silencio, y cuando conseguía conciliar el sueño, volvían a él imágenes del pasado que creía haber dejado atrás. Hakkai se sentía súmamente estúpido por el motivo de su llanto, pero aún así, no podía evitar derramar lágrimas silenciosas cada noche. Realmente estaba llegando a su límite. Cada vez se sentía más hundido en su propia soledad y tristeza, y lo que más le dolía a él es que Gojyo, que vivía con él, no se había percatado de nada. No con mala intención, ya que Gojyo apreciaba mucho a Hakkai, pero no era la clase de hombre que se percataba de los sentimientos ajenos. Simplemente, no era capaz de ello. Y eso le dolía a Hakkai, le dolía en lo más profundo de su ser, ya que se sentía como si no le importara, como si su amistad con Gojyo no valiera nada. Y es que Hakkai llevaba un tiempo replanteandose su relación con Gojyo, ya que al menos para él, empezaba a verlo como algo más que una simple amistad. Y en parte, eso era lo que le consumía día tras día, y lo que no le permitía pegar ojo por las noches, el hecho de pensar que jamás sería correspondido por la persona que había pasado a ser el centro de su vida.
Los minutos seguían transcurriendo, y mientras Hakkai le daba vueltas a todos sus pensamientos, dos lágrimas rodaban por sus mejillas. Se encontraba tan absorto, que no oyó cuando Gojyo abrió la puerta y lo saludó. Solo se percató que no estaba solo cuando sintió un suave meneo en el hombro.
-Eh, Hakkai
-¡Goj-Gojyo! Has llegado...- Dijo, limpiándose con rapidez las lágrimas.
-Hakkai, ¿Estabas llorando? ¿¿Qué ocurre??
-No-no estaba llorando
-Mentiroso, aún tienes el surco de las lágrimas- le recriminó Gojyo, entrecerrando los ojos- Sabes que a mi me lo puedes contar todo, ¿Qué te ocurre?
Ja, que ironía. El caso es que podía contarle a Gojyo todo menos lo que realmente quería contarle - Pensó Hakkai
-En serio Gojyo, no es nada importante, ya se me pasará- Al sentir que los ojos se le volvían a inundar de lágrimas, comenzó a alejarse- No te preocupes...
Y salió precipitadamente de la cocina, aunque no lo suficientemente rápido como para que Gojyo no viera las lágrimas ni la expresión de angustia de su rostro. Se quedó plantado, estático junto a la mesa.
¿Qué coño le pasa? Lleva unos días raro de cojones y encima me evita. Mmm quizás el monje corrompido sepa algo - Pensó Gojyo, mientras seguía parado en la cocina, solo en compañía del sonido del reloj e intentando descubrir la razón de la pena de su amigo.