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Como Hablar por AthenaExclamation67

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COMO HABLAR

By AthenaExclamation67

 

Cuatro chiquillos corrían persiguiendo un balón tratando de ver quién era más rápido y conseguía meter un gol. Un quinto observaba tímidamente escondido tras un árbol como los otros jugaban tratando de adivinar quién era el mejor.

Todos eran huérfanos, ellos cinco y algún otro chico más habían sido adoptados por el Sr. Kiddo, él los había reunido en su gran mansión para entrenarlos y lograr así una armadura de caballeros, su destino, aún no lo conocían, ese mismo día se lo iban a decir, justo el día del cumpleaños del muchachito que observaba a los demás.

23 de Enero, justo el día en el que cumplía ocho años, un día, que aunque ellos no lo sabían, marcaría sus vidas para siempre.

Todos ellos fueron llamados a un gran salón, allí deberían sacar una bola con su destino y el azar decidiría su suerte.

Uno a uno, fueron sacando sus bolitas y así conocieron sus destinos; pero una cosa le dejó marcado, Ikki, su medio “hermano”, había cambiado su destino con su hermano de verdad, no quería dejar que él sufriera en el lugar que le había tocado, Isla de la Muerte, no sonaba muy bien.

Que buena voluntad, pensó, algo dentro de él se revolvió, algo que a pesar de que iban a separarlos, nunca olvidaría. Ese gesto, quedaría grabado en su memoria para siempre; pero algo más iba a ocurrir, y eso si no lo podría borrar ya nunca más de su mente.

Después de que todos los destinos fueron otorgados, todos los chicos fueron a preparar sus equipajes, alguno incluso ya habían partido, una hilera de cinco coches permanecía frente a la gran mansión, esperando a los pequeños ocupantes que aún quedaban allí.

Seiya y Shiryu marcharon primero, previamente se habían despedido de sus amigos y con gran resignación partieron a sus destinos, Seiya al Santuario y Shiryu a Los Cinco Picos de Rozán.

Ya solo quedaban allí los tres muchachitos, Ikki, trataba de consolar a Shun, su hermano de sangre, le decía, que debía ser fuerte y conseguir así su armadura, contra antes lo lograra, más rápido se volverían a encontrar, al final cuando consiguieron separarlos, Shun fue conducido casi a la fuerza al coche que lo llevaría a la Isla de Andrómeda.

 

“Si volviera a nacer, si empezara de nuevo,

Volvería a buscarte en mi nave del tiempo.

Es el destino quién nos lleva y nos guía,

Nos separa y nos une a través de la vida.”

 

Hyoga oyó desde su habitación todas las voces y los lloros que Shun padecía; no le gustaban las despedidas y después de eso, mucho menos, aunque para él sería diferente, nadie lo echaría de menos, nadie lo extrañaría, ojala tuviera un hermano que lo fuera a extrañar, pensó para si mismo, - nunca nadie me va a volver a querer así – se decía. Sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente, se sentía muy solo.

De pronto unos golpecitos lo sacaron de sus pensamientos.

-          ¿Quién es? – preguntó con voz bajita, aunque él ya lo intuía.

-          Soy Ikki, ¿puedo pasar? – contestó una voz entristecida.

Hyoga saltó corriendo de la cama y abrió la puerta a su amigo.

-          Hola – le dijo. Creía que ya me vendrían a buscar.

-          No, yo solo quería darte esto – le dijo al tiempo que sus mejillas se sonrosaban y sus bracitos le acercaban un paquete.

El niño abrió el paquete con cuidado, sus ojos brillaban como hacía tiempo no lo hacían, se sorprendió tanto cuando vio el contenido de su regalo, era una cajita a modo de lapicero que Ikki había hecho para él.

-          ¡Ikki! – se oyó, venga tenemos que irnos.

-          Solo quería que tuvieras un regalo en el día de tu cumpleaños – le dijo, tengo que irme, prométeme que te cuidarás, te extrañaré…

Ikki beso en la mejilla al muchacho que aún permanecía atónito ante el regalo y se marcho corriendo antes de que lo volvieran a llamar.

Hyoga no supo reaccionar, cuando se dio cuenta, salió corriendo hasta el coche donde dónde ya había entrado Ikki y golpeó el cristal con todas las fuerzas que tenían sus pequeñas manitas, consiguiendo así que bajara la ventanilla.

-          Gracias – dijo casi llorando, no me lo esperaba. Yo también te voy a extrañar.

El coche emprendió su marcha justo cuando ya no pudo contenerse más y rompió a llorar. Ikki asomó su cuerpo por la ventanilla y agitaba sus manitas para despedirse.

-          No te preocupes – chilló, nos volveremos a encontrar.

Aquella frase calmo un poco a Hyoga que solo pudo levantar uno de sus bracitos y despedirse de él al tiempo que le gritaba un  - ¡Sí! – lo más fuerte que pudo.

Eso fue lo último que se dijeron, después se llevaron a Hyoga y todos empezaron a entrenar para conseguir sus armaduras.

Pasaron lo años, combates, guerras y duras batallas, todos tuvieron que afrontar. Todos aquellos chiquillos se convirtieron en hombres, jóvenes hombres maduros por la experiencia de luchar por su diosa.

Seiya seguía siendo el bromista de siempre, Shiryu el estudioso, Shun, el chico amable y simpático que todos querían, Hyoga, el tímido que se ocultaba tras el árbol, ya no lo era, ahora había ganado en confianza, todos ellos eran iguales pero distintos a la vez, hermosos por dentro y por fuera, habían cambiado muchísimo físicamente, claro, los años no pasan en balde y sus mentes eran más cultas. Solo Ikki se había convertido en un ser misterioso, aquella Isla, su maestro, las batallas y todo lo vivido, le habían cambiado enormemente, pero Hyoga todavía guardaba aquel recuerdo, aquel adiós de hace tantos años cuando le entregó aquel singular obsequio por su cumpleaños, las batallas en las que habían combatido juntos, ese nuevo ser que ahora Ikki era, le atraía, quería saber se esa mirada seria que tenia desde hacia tiempo cambiaria ahora que podía relajarse, ahora que las guerras habían terminado, ahora que todos volvían a reencontrarse.

 

“Nos dijimos adiós pasaron los años,

Volvimos a vernos una noche de sábado.

Otro país, otra ciudad, otra vida,

Pero la misma mirada felina.”

 

Todos se estaban arreglando, habían quedado para salir a celebrar, estaban guapísimos, primero irían a cenar y luego a bailar. Nunca se habían encontrado en esa situación, poder estar relajados, sin preocuparse de tener que salir corriendo a alguna batalla para salvar a la su diosa que siempre se metía en líos o se la pasaban secuestrándola (una tarada, ven que tengo razón). Ahora, podían estar tranquilos y divertirse, hacer el burro (unos mas que otros ^^) y festejar que al fin podían vivir una vida normal como los chicos jóvenes que eran.

Se fueron a cenar a un Italiano, una pizzería. Seiya tragón como es pidió una gran pizza para él solo, Shun, ordenó una ensalada Cesar y le robó una porción de su pizza a Ikki. Estaba tan cambiado, se notaba que ya no era el de antes, solo le sonreía a su hermano, solo había palabras amables para él, nadie más compartía ese honor. Hyoga se sentía muy desdichado, hubiera dado lo que fuera hasta su propia sangre por que Ikki le dedicara una sonrisa, una palabra amable, alguna cosa que no fueran los habituales gruñidos que siempre salían de su boca.

-          ¡Hyoga! – Vamos, come. Le dijo Shiryu. Quedamos en que compartiríamos la pizza y se esta enfriando.

El ruso solo asintió, tenia la mente ocupada, no podía dejar de pensar el motivo por el cual Ikki estuviera tan cambiado. Que pudo haber pasado en aquella Isla para que aquel niño que siempre se ocupaba de que su hermano estuviera bien y que alguna vez en las frías noches de Siberia también le gustaba pensar que se preocupaba por él, hubiese cambiado tanto, ahora parecía amargado, borde, arrogante y un sin fin de adjetivos desagradables que ahora lo definían de forma diferente pero no menos interesante.

Aquella mirada triste, perdida en el vacío de sus pensamientos de pronto se cruzó con la suya. Sin remedio, Hyoga se sonrojó ante el asombro de todos a lo cual Ikki sin perder la oportunidad aprovecho para ridiculizarle.

-          ¡Que tanto me miras! – le dijo. ¡Es que acaso tengo monos en la cara!

Shun casi muere ahogado al atragantarse, Seiya soltó una carcajada que enseguida callo ante la mirada del Fénix y Shiryu hacía lo posible por quitarle hierro a la situación. Hyoga se levantó colorado cual tomate y se fue directo al baño, Shiryu no tardo en acompañarle.

-          ¿Te gusta, verdad? – preguntó al encontrarle.

-          Shiryu… que quieres que te diga – le explicó. No se lo que siento, estoy muy confundido, a veces me da la sensación que le complace que le mire, que le gusto, pero se ha convertido en un estúpido arrogante, pero aún así, creo que me gusta.

El dragón escuchaba asombrado, algo había intuido, de no ser así nunca se hubiese atrevido a preguntar, pero creía que Ikki lo lastimaría, estaba muy diferente y él estaba casi seguro de que lo terminaría dañando.

-          Hyoga – añadió, ambos son adultos, no quiero que sufras, ya viste de lo que es capaz, yo creo que el te hará sufrir.

-          Que quieres que haga – le respondió. Desde que las guerras y las batallas terminaron ya no puedo dejar de mirarlo, esta muy metido dentro de mí, un buen día entró en mi mente y creo que ya nunca lo podré sacar de ahí. ¡Le amo, Shiryu!

 

“A veces te mataría, y otras en cambio te quiero comer

Ojillos de agua marina.

Como hablar, si cada parte de mi mente es tuya,

Y si no encuentro la palabra exacta, como hablar.

Como decirte que me has ganado poquito a poco,

Tú que llegaste por casualidad, como hablar…”

 

Seiya entró en el baño y se preocupó por el estado de sus amigos, los tres salieron del lugar y volvieron a la mesa con Ikki y Shun que le estaba regañando.

-          De verdad que no te entiendo ni-isan. Como pudiste hacerle eso después de lo que me contaste…

Hyoga se quería morir, Ikki lo había humillado, pero ¿Por qué? , en el fondo, a él le hubiese gustado creer que se acordaba de él de la misma manera en la que Hyoga lo recordaba, cuando le regaló la bella cajita para los lápices, cuando le dijo, te voy a extrañar…

Pero había llovido tanto desde aquello, Ikki, ya no era ese niño y debía tratar de sacarlo de su cabeza, solo podía dañarle, el joven amargado, arisco e irascible al que todo le molestaba, no era el amigo que Hyoga recordaba, se engañaba a sí mismo tratando de justificar ese desplante, pero como Shiryu le había dicho, Ikki, no podía más que lastimarle.

Todos los muchachos terminaron su postre y el café en silencio, el ambiente tenso que se había creado, estaba arruinando la que se suponía iba a ser una gran noche, una bonita celebración.

Cada uno pago su parte de la cena y se fueron a un “pub” a tomar unos tragos. Seiya junto con Hyoga, estaban

bebiendo demasiado, hablaban (si se le puede decir así) y seguían bebiendo intentando arreglar el mundo. Los dos chicos empezaban a estar ya borrachos cuando Shiryu fue a pararlos antes de que terminaran peor de lo que estaban; Seiya estaba en la barra pidiéndole al camarero que le llevara dos copas más, pero Shiryu cortésmente le dijo al camarero que no les llevara nada más. El joven Pegaso ante esta acción se enfado…

-          ¡A ver Shiryu! – espetó, ya somos mayorcitos, si queremos beber, déjanos tranquilos.

Hyoga no tardó en unirse a la “conversación” y entre los dos convencieron al camarero y les sirvió los dos tragos. De paso aprovecho y se desquitó con el pobre Dragón que solo estaba allí preocupándose por sus dos amigos, y también para no tener que oírles al día siguiente como se quejaban de la estupenda resaca que seguro iban a tener.

-          Shiryu – le dijo Hyoga, que después de brindar con el Pegaso ambos se tomaron las copas de un trago. No te preocupes, diviértete y no nos amargues la juerga a los demás. Mira, que de tan serio que eres nos estas fastidiando. No seas aguafiestas.

Seiya y Hyoga se reían de su amigo, el pobre se puso rojo de ira y dijo lo primero que se le pasó por su mente sin pensar en la repercusión que estas palabras iban a tener.

 -¡Tú, Burro con Alas! – dijo arrancándole el vaso de las manos. A ver si encaras la vida y aprendes algo, y tú ¡Pato desagradecido! Si tuvieras el valor que no tienes, le dirías a Ikki lo que sientes por él. Siempre os he ayudado a los dos, y así me lo agradecéis. Sois unos IDIOTAS.

Shiryu no se dio cuenta, pero Ikki y Shun estaban justo detrás de él.

Hyoga, miraba estupefacto, ahora si se moría de la vergüenza más que nunca en su vida, el estúpido Dragón acaba de delatarme, pensó. El alcohol y la rabia corrían por el cuerpo enfurecido de Hyoga que se tiró encima del Dragón, sus cosmos empezaron a arder con fuerza y allí mismo empezaron a pelear.

Rodaron por el suelo haciendo caer a Seiya, que borracho como estaba no pudo esquivarlos. Shun miraba atónito la escena, e Ikki que todavía trataba de asimilar lo que había escuchado, los agarró por el cuello de sus camisas a ambos, los separó y con un estirón los levantó del suelo a los dos.

El pobre de Shun ayudó  con mucho esfuerzo a Seiya y miraba a su hermano que extrañamente, lucía una sonrisa distinta en su cara, como de sorpresa y agrado.

Hyoga al verse nuevamente humillado quiso salir inmediatamente del lugar, se zafó del agarre del Fénix y salió corriendo en dirección a la calle, pero antes tuvo que detenerse en el baño ya que tenía el estomago tan revuelto que iba a vomitar en cualquier momento.

 

“Como un pájaro de fuego que se muere en tus manos,

Un trozo de hielo deshecho en los labios.

La radio sigue sonando, la guerra ha acabado,

Pero las hogueras no se han apagado aún.”

 

El pato, entró como alma que lleva el Hades al baño y metió la cabeza dentro del water para vomitar, cuando terminó, pensó que allí había dejado hasta su primera comida. Salió del baño y se refresco la cara. Se quedó ensimismado mirándose en el espejo, perdido en sus pensamientos. – Porque me sale todo tan mal – se dijo a sí mismo. Cuando volvió en sí, dio un respingo que lo dejo sin palabras, no solo se reflejaba él en ese espejo, también había otra cara.

Ikki estaba allí, con él, no sabia ni como, ni cuando, pero había entrado al baño y no se había enterado. – Hola – dijo Ikki, ¿te sientes mejor?  Hyoga no contestó, su piel lucia pálida y su cara de asombro no le dejaba reaccionar. – Ya veo que te quedaste sin palabras, bueno, igual que yo. Shun casi me obligo a venir para que habláramos.

-          ¿¡Oh, vaya!? Si era una molestia para ti, no hubieras venido. Acaso haces todo lo que Shun te dice.

-          No te metas con él, si no hubiese querido venir no lo hubiera hecho, aunque Shun puede ser muy persuasivo, pero a él vamos a dejarlo a parte. Yo vine aquí por otra cosa, no por que me obligaran, siempre hago lo que quiero.

Ikki se mostraba seguro, no tenia miedo, parecía dispuesto a todo. Acorralo a Hyoga contra la pared del baño y apoyo sus manos en ella, una a cada lado de la cabeza de Hyoga. Se acercó a su oído y le susurró  - Feliz Cumpleaños Hyoga, ya son las doce, ya ves que no me he olvidado. Sin darle tiempo a responder, le besó en la boca, Hyoga abrió sus azules ojos de par en par al sentir el roce de los labios de Ikki con los suyos, luego los cerró y continuó deleitándose con el beso que el Fénix le estaba dando, deseaba que si era un sueño, este no terminara nunca.

El calor se iba propagando por el baño al tiempo que la excitación crecía. Ikki medio desvistió al Cisne y sacó la camisa que llevaba de dentro de su pantalón para poder meter sus manos bajo ella. Hyoga se estremecía con el contacto de esas manos y con los labios de Ikki, recorriendo ahora cada milímetro de su cuello. El cisne se estaba derritiendo de placer, se había olvidado de dónde estaban, todo le daba igual, Ikki lo estaba haciendo suyo y solo eso le importaba.

Seiya, Shun y Shiryu estaban siguiendo con la velada, solo el último estaba algo distraído, un poco ausente, se sentía mal por haber descubierto a Hyoga, con el enfado, había soltado esas palabras de su boca y estaba muy arrepentido. El Dragón se dirigió hasta el baño donde estaba Hyoga, necesitaba disculparse.

Cuando llegó allí, entró, y no vio a nadie, pero si oyó unos extraños ruidos que provenían de uno de los lavabos, se sintió peor, creyó que Hyoga estaba llorando. Cuando abrió la puerta quedó boquiabierto, Ikki le estaba succionando los pezones a Hyoga y este no estaba precisamente llorando.

Ikki reaccionó primero, se incorporó y salió corriendo del baño, sin darle ningún tipo de explicación a nadie. Cuando el Cisne recuperó el sentido, se lamentó y avergonzado de ver allí a Shiryu, no supo que hacer y rompió a llorar. Shiryu se le acercó y lo abrazó, trato de consolar a su amigo y después se disculpó.

-          Vamos Hyoga… - decía, no llores. Yo lamento lo de antes, por mi culpa…

-          ¡No! Shiryu – le interrumpió, discúlpame tú, yo me comporté muy mal, soy yo el que debe pedir perdón, tú solo fuiste un buen amigo y yo te doy así las gracias. Soy un asco…

-          Tranquilo…, ahora ya no importa – explicó, solo quería ver si te encontrabas bien, lamento la interrupción. Veo que estabais entretenidos.

Hyoga continuó sollozando, estaba realmente hundido, todas las emociones vividas esa noche y el último encuentro con Ikki lo tenían completamente confundido. – Shiryu, no entiendo porque se ha ido, porque no se ha esperado para irse conmigo, yo que todo iba a ser diferente, pero veo que me equivoqué, tenías tú razón, solo puede hacerme daño – se lamentaba.

-          Hyoga – espetó Shiryu, debes pedirle una explicación, no se puede jugar así con las personas. ¡Te lo debe!

Ambos salieron del baño y se reunieron con Seiya y Shun que les estaban esperando. Los cuatro se marcharon del local y fueron a la mansión, todos fueron en el taxi muy callados, preocupados por lo que había pasado hasta que llegaron a la mansión. Cuando llegaron, Shun se quedó más tranquilo, allí estaba la chaqueta de su hermano, por lo menos sabía que estaba en casa.

Los chicos se fueron marchando uno a uno a sus habitaciones, Shun pasó primero por el cuarto de su hermano y estuvo con él un buen rato, cerciorándose de que estaba bien. Shiryu ayudó a Seiya y lo metió en la cama, el pobre estaba tan borracho que ni atinaba a sacarse los zapatos, se aseguró que el Pegaso quedara bien en la cama y marcho para su habitación. Hyoga pasó primero por la cocina, tomo un vaso de leche caliente y se fue hacía su habitación. Mientras subía las escaleras en dirección a su dormitorio su corazón palpitaba con fuerza, estaba inquieto, trataba de decidir si entraba al cuarto de Ikki, sabía que se encontraba en él y que estaba solo ya que había oído a Shun salir del lugar hacía un rato.

Cuando se encontró frente a la puerta, dudo por un segundo y se dijo a sí mismo, - valor Hyoga, valor – agarró el picaporte con sus manos y sin llamar a la puerta entró.

-          ¡Ikki! – exclamó, lo que vio lo dejo completamente sorprendido. Se puede saber…

Ikki se levantó rápidamente de la cama  y se abrochó el pantalón, el Fénix se encontraba en una ocupación un tanto delicada. Hyoga estaba por abrir la puerta para salir cuando Ikki lo atrapó.

-          ¡Suéltame, eres un cerdo! – le dijo, a saber en quién estabas pensando mientras… ¡Arghhh! Solo pensarlo se me eriza la piel.

Ikki lo tomo del brazo y lo obligó a verle la cara. – Estaba pensando en ti, patito tontorrón, fuiste tú el que me puso así. ¡Acaso crees que soy de piedra! – le dijo.

Hyoga se ruborizó, no pudo evitar mirar la entrepierna del Fénix que se encontraba muy hinchada. Se mordió el labio inferior y cuando levantó la vista el Fénix se encontraba muy cerca de él, respirando su mismo aire, la distancia que los separaba era tan escasa que incluso creía sentir el calor que desprendía aquel miembro erecto oculto bajo el pantalón.

Los labios de Ikki tomaron los suyos, besándolo insaciablemente, el Fénix estaba desatado, ardiente por el deseo, Hyoga no pudo más, la lengua de Ikki estaba invadiendo su boca, explorando todo su interior, sus brazos volvían a rodear su cuerpo, pero esta vez con más pasión.

La camisa de Hyoga estorbaba el camino de Ikki que sin preguntar abrió con un golpe seco y la dejó sin ningún botón. Hyoga estaba muy caliente, ayudó al Fénix y se terminó de sacar la camisa, la dejó caer al suelo y también hizo que Ikki se quitara la suya, él por supuesto le ayudó, no iba a dejar que hiciera todo el trabajo el solito. Cuando la camisa de Ikki voló por los aires Hyoga acarició el pecho del muchacho, la piel de este se estremeció, sus manos calidas recorrían todo su torso desnudo hasta que pararon en sus caderas, sus bocas se movían sin freno, ahora nadie los interrumpiría, nada ni nadie frenaría lo que habían empezado.

Ikki dejó un momento de besar a Hyoga e hizo que lo siguiera hasta la cama, dónde lo estiró y se sentó encima de sus caderas. Ante esta acción Hyoga en un movimiento impulso sus caderas hacia el Fénix victima de la excitación, no podía parar, necesitaba sentir el roce de ese cuerpo que se encontraba gimiendo sentado sobre él. El dueño de sus pensamientos, el mejor de sus sueños se estaba cumpliendo.

Ikki se abalanzó sobre el cuello de Hyoga, y lo besó y calidamente le susurró…

-          Perdona que me fuera antes, no debí, me arrepentí en el mismo momento en el que puse el pie fuera del baño.

-          Gracias – contestó, me quedé muy confundido después de eso, y…

-          ¡Sshh!, no pienses que jugaba contigo, solo es que me dio mucha vergüenza y reaccioné mal… Yo siento como me he comportado esta noche… solo es un escudo, una coraza, mi mecanismo de defensa. Después de todo lo que me pasó en esa Isla, cambié y solo Shun lo sabe, creo que él es el único que me sigue aguantando…

Hyoga se incorporó quedando sentado y dejando a Ikki de rodillas frente a él. – Ikki, a mi también me gustaría seguir aguantándote, que me explicaras y saber todo de ti – acto seguido le besó y las llamas de la pasión volvieron a inflamar la habitación.

Ikki, uso sus manos para abrir el pantalón de Hyoga, cuando terminó, le acarició el pecho y ejerció una ligera presión para que volviera a estirarse; así pudo librarlo del pantalón y de paso también de la ropa interior.

El Cisne estaba todo coloradito, a pesar de que lo deseaba con toda su alma, era la primera vez que estaba con Ikki así, desnudito. El sonrojo de Hyoga todavía provocaba más, al Fénix  que se le hacia la boca agua ante aquella hermosa vista, se levantó un segundo y terminó de sacarse sus ropas.

La belleza de Ikki quedó grabada en las pupilas de Hyoga que observaba atentamente lo esbelto y fuerte que se había vuelto el Fénix.

Ikki prosiguió, separó las piernas de Hyoga y tomo su miembro entre sus manos para empezar a acariciarlo, Hyoga suspiraba, jadeaba sin control, su sexo empezaba a arder y pronto se irguió firme, hinchado y duro a causa del masaje que Ikki le estaba propiciando. El Fénix no tardo en volver a besarle, se había situado encima del Cisne, el cual con mucho cuidado aprovechó la ocasión para tomar su pene con una mano y prosiguió a hacer lo que recién estaba aprendiendo y que tanto le estaba gustando. Ikki soltó un grito ahogado ante aquel contacto y profundizo el beso como señal de agrado.

Enseguida el pollito uso una de sus manos para buscar el orificio de entrada de Hyoga y con uno de sus dedos lo fue dilatando, Hyoga se tensó, sentía un ligero dolor con aquella intrusión que se incrementó al sentir que otro dedo se introducía en él.

Ikki lo notó, y se retiró de él, el pecho del Cisne respiraba fuertemente, sintió un ligero alivio cuando saco sus dedos y continuó masturbándole. Su miembro empezaba a estar muy húmedo, babeante, la sangre corría por él, sentía que iba a estallar y quería que Ikki continuara lo que hacía antes, ahora estaba completamente relajado y tenia ganas de probar otra vez.

-          Ikki…Mmmm… Inténtalo de nuevo…

-          Tranquilo, no hace falta que…

Hyoga no lo dejo que terminara la frase y guió el endurecido pene hasta la entrada, aquello lo volvió loco, el Fénix no se pudo contener y penetró por completo al Cisne que sin poder remediarlo se arqueó y soltó un grito de dolor. Hyoga  marcó todos sus dedos en la espalda de Ikki…

-          Hyoga lo siento yo…- le dijo al tiempo que le besaba, cuando hiciste eso… lo siento fue un reflejo, me estas volviendo loco.

Hyoga sonrió a la vez que dos furtivas lágrimas surcaban sus mejillas, alzó una de sus piernas y rodeó la cintura de Ikki dándole a entender que prosiguiera, que todo estaba bien. El Fénix fue muy obediente y empezó su vaivén, primero lento para que Hyoga se acostumbrara y más rápido después cuando quedaron perfectamente compenetrados.

Se movían acompasadamente, los jadeos sonaban por toda la habitación, el ritmo frenético que mantenían hacía que cada vez estuvieran más excitados, el miembro de Hyoga quedaba completamente aprisionado por sus vientres, Ikki incrementó la intensidad de sus ataques, estaba a punto de terminar y quería que Hyoga lo hiciera con él.

Ambos subieron el ritmo de sus caricias, sus besos eran eternos y pasionales e Ikki cuando notó que llegaba el momento se agarró fuerte al cuerpo sudoroso de Hyoga y con un último embiste terminó dentro de Hyoga que al sentir esta sensación culminó y su semilla baño sus cuerpos.

Ambos permanecieron quietos, Ikki sobre Hyoga que con un poco de esfuerzo se estiró al lado del Cisne para liberar el peso que ejercía sobre él.

Estaban estirados cómodamente, relajados, cuando Ikki se incorporo y besó a Hyoga en la frente, levanto las sabanas y mantas y lo tapó para meterse dentro él también. Cuando se estaba estirando Hyoga se abrazó a su cuerpo.

-          ¿Algún día me explicarás lo que te ocurrió en esa maldita Isla? – le preguntó al tiempo que bostezaba.

-          Claro que sí mi pato, pero eso será mañana, creo que ahora estas por dormirte y necesito que lo entiendas bien, duerme tranquilo que no me olvidaré.

Hyoga se abrazó más fuerte al cuerpo de Ikki y mientras este le hablaba el Cisne se fue quedando dormido.

-          Te amo Hyoga – le dijo mientras creía que este dormía. – Yo a ti también – contestó, dejando al Fénix sorprendido, se acurrucó en el pecho de Ikki que lo abrazó y se durmieron tranquilamente.

Por la  mañana Ikki se despertó primero y observo por un rato como Hyoga dormía arropado entre sus brazos hasta que empezó a despertarse. Ikki lo recibió con un beso muy cariñoso y sensuales caricias en su pecho.

El ambiente volvía a caldearse, Ikki quería repetir todo lo que había sucedido en la noche.

De pronto Shun entró sin tocar y se tiró corriendo encima de su hermano descubriendo así que Hyoga estaba con él. El golpetazo que recibió Ikki en las costillas lo hizo renegar…

-          ¡SHUN!, que no sabes tocar a la puerta.

El conejito se puso a reír, su hermano estaba rojo como un tomate y Hyoga trataba de esconderse tras de él.

-          ¡Hyoga! – Gritó, que bien, al fin se deciden. Mi niisan estaba insoportable, te tenia todo el día en su mente, que si Hyoga esto… Que lindo esta hoy…

Ikki no sabía dónde meterse e inmediatamente comenzó a perseguir a Shun por toda la habitación tal y como Dios lo trajo al mundo. Hyoga salió de su escondite y empezó a reír al ver esa escena tan divertida en la que los dos hermanos no paraban de correr uno tras del otro.

“Como hablar, si cada parte de mi mente es tuya,

Y si no encuentro la palabra exacta, como hablar.

Como decirte que me has ganado poquito a poco,

Tú que llegaste por casualidad, como hablar.

A veces te mataría y otras en cambio te quiero comer,

Me estas quitando la vida, como hablar…”

 

- FIN -


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