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DEJAME AYUDARTE A RECORDAR por lyra

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Bill abrió los ojos de nuevo.

Sabía que estaba en una cama. En el hospital. Ya no sentía tanto dolor como antes. Los médicos se habían encargado de ello.

Pero había otro dolor que no le pudieron quitar. El de ver como su hermano estaba herido delante de él sin que pudiera hacer nada para ayudarle.

Sólo quería estar con él. Abrazarle en esos momentos y decirle que se pondría bien.

Pero los médicos no les dejaron estar juntos. Le dijeron que su hermano se pondría bien, que no era tan grave. Y que él ahora necesitaba descansar.

Pero él no quería hacerlo. No si su hermano no estaba con él.

Entonces los médicos le obligaron a descansar. Le dieron un sedante y le hicieron dormir.

Le hicieron quedarse sólo.

-¿Ya te has despertado?-le dijo Gustav.

Bill giró la cabeza lentamente. Todavía estaba atontado por el sedante y le dolía un poco.

-¿Dónde está Tom?-logró susurrar mientras las lágrimas volvían a aparecer.

-No te preocupes, que está bien-le contestó Georg.

-Está sólo. Y me necesita a su lado. Me lo ha dicho esta noche.-dijo sin pensar.

-Está descansando, que es lo que necesitas tú ahora. Te pondrás mejor enseguida.

-Sin él no puedo descansar. Sin él no estaré bien.

Cerró los ojos. El sedante no le dejaba mantenerse despierto. Y decidió tener un dulce sueño. Un sueño en el que se encontraba al lado de su hermano. Que le estaba besando con la misma pasión del primer beso. Que le estaba abrazando para que no le dejara sólo nunca más.


Han pasado dos días y no le han dejado verle. Dicen que todavía no se ha despertado, que el golpe que recibió en la cabeza le ha dejado en una especie de coma. Pero que en pocos días se despertará y se pondrá bien enseguida.

Quiere ir a verle, pero no le dejan levantarse de la cama .Se ha roto dos costillas y necesita reposo para que se curen. Necesita descansar.

Pero él no puede hacerlo. No quiere. Solo quiere ir a su lado y los demás se lo están impidiendo.

-Vamos Bill, compréndelo-le dice Gustav-necesitas descansar, sino tardarás en recuperarte y en volver a ver a Tom.

Bill mira a Gustav y ve que tiene razón. Siempre consigue hacerle ver lo que es correcto.

-Pero sólo quiero ir a verle-“Necesito verlo”-No sé nada de él desde el accidente. Sólo que me contáis- “Y eso no es suficiente”.

-Ya te lo hemos contado todo. Está bien, de verdad. No te preocupes tanto por él, hazlo un poco por ti. También estás mal y cuando te hayas recuperado podrás ir a su lado para cuidar de él. Te va a necesitar sano para que cuides de él.



Ya han pasado cuatro días y Bill está muy nervioso.

Ayer despertó su hermano y preguntó por él, pero los médicos no le dejaron ir. Decían que era muy pronto, que mejor esperara hasta hoy para que Tom cogiera las fuerzas necesarias.

Y ahora le han dicho que ya pueden ir a verle. Está esperando a que le traigan una silla de ruedas porque no le dejan caminar. Está muy emocionado por volver a verle.

-Deja de morderte las uñas, que enseguida le ves-le dice su madre para tranquilizarle un poco.

Bill se quita las manos de la boca deprisa.

-Sabes que yo no me muerdo las uñas. Jamás lo haría.

La puerta de la habitación se abre y aparecen Georg y Gustav empujando una silla de ruedas.

-El coche le está esperando, señor-bromea Georg.

Bill le sonríe encantado. Siempre tiene una respuesta a mano para hacerle reír.

Se levanta de despacio de la cama con la ayuda de Gustav y su madre. El pecho ya no le duele tanto pero al incorporarse nota unos pinchazos que le hacen poner un gesto de dolor.

-Si no te encuentras bien lo dejamos para mañana cariño-le dice su madre preocupada.

-No ha sido nada. Estoy bien-le miente. No puede esperar hasta mañana.

Su madre le ayuda a ponerse una bata sobre su pijama de hospital. Un pijama blanco que le hace parecer más pálido de lo habitual. Se sienta en la silla y Gustav comienza a empujarla.

-“Por fin le veré”-piensa más emocionado cada vez.


Llegan a la habitación de Tom y entran sin llamar. Y entonces le ve.

Su hermano está echado en una cama del hospital. Está lleno de cables por todos los lados. Parece que está dormido, pero cuando los oye llegar gira la cabeza lentamente y le dirige una sonrisa.

Pero él no puede devolvérsela. Le está mirando la cabeza. Una venda blanca le recorre la frente. Su pelo, ahora libre sin tener una de sus típicas gorras puesta, está echado por la almohada. Lo ve allí extendido. Tan largo, más que el suyo. Tan rubio, no como el suyo, que él decidió que fuera moreno.

Ve como levanta con esfuerzo una mano temblorosa hacia él.

-¡Bill!-le dice con voz ronca-por fin has venido.

-No me dejaban venir antes, pero yo quería hacerlo. Lo siento-le dice cuando su silla es acercada a la cama y puede coger entre sus manos la mano temblorosa de su hermano.

-Creo que lo mejor es que os dejemos un rato a solas. Tendréis muchas cosas que contaros-les dice su madre mientras se agacha a dar un beso a Tom en la frente y luego otro a Bill en la mejilla.

Cuando ya están por fin solos Bill nota que puede hablar con más libertad.

-Tenía tantas ganas de volver a verte.

-Y yo también. Bill, lo siento mucho.

-¿Por qué?-le pregunta por miedo. Teme que se haya arrepentido de esa noche.

-Por el accidente, me distraje y no vi el coche que se acercaba. Siento haberte hecho tanto daño.

-El dolor se me ha quitado en cuanto te he visto-le dice acariciándole la mejilla con mucho cariño mientras las lágrimas ruedan por las suyas.

-Vamos, Bill. No hace falta que te pongas a llorar. Ya ha pasado.

-Sí, pero me he llevado un gran susto. Pensé que no te volvería a ver. Pensé que nunca estaríamos juntos otra vez.

-Si, bueno…yo también-le dice Tom un poco incómodo por el tono en que su hermano le ha dicho esas palabras, y porque nota como la mano que estaba en su mejilla se acerca más a sus labios.

Bill le pone un dedo encima del labio y comienza a recorrer su borde con él cuando nota que Tom se lo coge con una mano y se lo aparta con un gesto raro en su cara, como si le diera asco.

-¿Se puede saber que estás haciendo?

Bill se le queda mirando extrañado. ¿Por qué ha reaccionado así a sus caricias cuando la esa noche le dijo que eran lo que más le gustaban?

A no ser que esté enfadado con él por ni haber ido antes.

No. No es eso.

Sabe que no podía venir, que por mucho que lo intentó no le dejaron.

Sólo hay otro motivo.

Y ese es el que más miedo le da. No quiere preguntárselo porque sabe que la respuesta le va a hacer mucho daño. Pero sabe que tiene que hacerlo.

-¿Es que no lo recuerdas?

Y allí quedó flotando en el aire una pregunta cuya respuesta vio en los ojos de su hermano.

-“NO”.

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