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Christine por Nicoleta Kahlo

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Notas del capitulo: Lamento la tardanza! Final de semestre xD ya saben como es esto.

2 Cap. “La cristiana”  

A pesar del desastroso inicio con la familia de su adorado, la madre de este, había quedado encantada, y asegurándole que sería una y mil veces aceptada en el hogar, aun o sin la aceptación de la mocosa que de seguro se había vuelto a perder con su amante.  

Su vida no cambio durante algunas semanas de trabajo, revisando papeles y escuchando peticiones, pero había algo que la inquietaba y hasta cierto punto molestaba… recordar ese par de ojos verdes odiarla y reprocharle la lejanía del hombre de familia, y al mismo tiempo encogerse sintiendo un suave cosquilleo entre sus piernas, un sentimiento repulsivo y a la vez tentador.  

-¡Una bruja! –se dijo sentada en su trono soñando despierta.  

En ocasiones en las mañanas solía ir a la Iglesia confesarse como buena cristiana y regresa a casa, pero ahora algo le hizo quedarse sentada en las bancas de ébano, mirando el grandísimo altar, rodeado de flores y remontarse a los tiempo en los que pasaba jugando entre los escalones y columnas, con sus vestiditos de tonos pasteles y la nodriza rezando ciegamente arrodillada en las bancas. Un cirio pascual y su llama en medio del altar y bajo la cruz, le pareció por unos momentos lo más atractivo del altar. Entre sus dedos estaba un rosario que llevaba desde su presentación al templo, oro puro en forma de rosas armaban todas las cuentas, sus ojos almendrados miraron más arriba encantada con la imagen benevolente de la virgen María, amaba esa expresión maternal, eterna, tan dulce y complaciente.  

-No creí que la realeza perdiera el tiempo mirando estatuas  

Respingó a aquel susurro a su oído, volteo con el escozor en su oreja encontrándose con esas maldecidas esmeraldas, las dulces facciones de la chiquilla transformadas en la picaresca hada de los bosques, una diablilla que andaba por el mundo con los hombros y cabeza descubiertos. Myrna se sintió ofendida de ese saludo tan inapropiado, y su expresión lo delataba, miraba con cierta intolerancia a la muchacha que se iba poniendo en pie para ponerse a su lado, con sus largas faldas ese día blancas con las costuras y bordados dorados, con amplias mangas y encaje en el corpiño que le daban un aire excesivamente infantil quitándole un par de años.  

-Se siente ofendida, su majestad? –dijo en un tono juguetón e insolente- Lamento lo del otro día –se recargó en un hombro por unos segundo 

Tomo uno de sus rojos mechones que iban en una media coleta, todo lo demás cayéndole por los hombros y rulitos por la frente, haciéndola un pecado infantil y virginal… claro si cumpliera la ultima palabra. La castaña le miraba sin contestar, aun estaba ofendida, pero más que nada estaba cautivada por su encanto salvaje y juguetón, era como un pequeño zorro en las praderas inglesas, jugando, cazando y viviendo de lo que era capaz de hacer, ahora entendía porque su hermano siempre la perdonaba y sobreprotegía, si… no la hubiera visto tras los matorrales juraría que era la chica más puritana, aunque esa falta de cobijo en la cabeza y la actitud desinteresada por los signos religiosos denotaba que la palabra “puritana” no era la palabra adecuada.  

-Fue grosero y más después de no decir … de… lo que tu sabes –respondió al fin vencida por esos ojos  

-De lo de Matías? –se mordió el labio inferior- Bueno debe comprender, Leonard, es mi hermano, mi único amigo si quiere verlo de ese modo. Y quizás no merezca su perdón –deslizó buscando su mirada  

Al volver encontrarse con esos ojos sintió desfallecer, ¡Dios! De que estaba echa esa mirada!... era un demonio seductor que la hacía olvidar al hombre que batallaba protegiendo su nación y quedar atrapada en algo que no entendía, ¿cómo no perdonar ese cordero?.  

-Si lo amas… deberías decirle a tu madre  

La muchacha se echó a reír con esa risita cristalina, tan limpia y entonada, en nada insoportable y menos grosera, eso sí demasiado viva y burlona en ocasiones, la niña siempre que reía cerraba sus ojos abandonándose por completo a ese subir y bajar de su vientre haciendo que a los de su alrededor se contagiaran de esa risita, de su alegría.  

-No lo amo –dijo simplemente- Solo… fue un par de veces –dijo como si hablara del tiempo  

La castaña sintió que se le iba el aliento, ¿cómo ella podía hablar de eso con tanta simpleza?, ¿dónde había quedado lo de mantenerse pura y casta hasta el matrimonio?, ahora entendía porque la madre se lamentaba y maldecía a la mocosa, no era más que una invocación diabólica con ese cuerpo de ángel llegado del cielo, una pequeña y dulce tentación, una pecadora.  

-Es acaso que no tienes moral? –le dijo en voz baja apretando el rosario  

-Es acaso que por ser mujer no puedo acostarme con tantos hombre como mujeres hace el hombre –respondió con agudeza 

-Es ridículo!  

-¡Más ridículo es someterse a las leyes de un Dios que sus lacayos rompen! –murmuró encolerizada  

Le lanzó una mirada a la pelirroja, feroz y devastadora, ¡un demonio!. Se levantó molesta dando un jalón a sus faldas y salir caminando por el largo pasillos con bancas a cada lado por paredes, la pelirroja le siguió con premura, escuchaba el rozar de la tela y como de un rato ya la tenía aun lado, hasta ahora notaba que era más pequeña que ella, quizás por una pulgada y media, Myrna era alta para el común de las mujeres, pareciendo a si un tanto más imponente pero aun así la pequeña no parecía intimidada.  

-Christine te ruego que te vayas de mi lado, no soporto tu insolencia!  

-Entonces ya no seré insolente si con ello puedo formar una mejor relación con mi cuñada   

Myrna volteo con las manos en la cintura, escudriñando los ojos verdes que juraban vanamente, dio un largo suspiro… no… simplemente no podía odiarla, la conquistaba y devoraba.  

-¿Por qué dices eso, de hombres justos y mi Dios misericordioso?  

Ella parecía ahora en contradicción, y más que eso pensando su respuesta.  

-Porque son así, muchos son así –dijo en un tono de reproche- Tu Dios es selectivo porque nunca ha oído mis plegarias  

-Es porque tú nunca haz seguido sus preceptos –respondió 

-El nunca jamás probó mi creencia  

La castaña no entendía esa vitalidad y destreza mental, parecía tener respuesta a todo lo que se le diría, su lengua era afilada y aunque ella era de principios fuertes la muchacha le hacía dudar de ella misma, y eso le era más odioso que agradable, pero el terror la suplantó cuando bajó los ojos al escote donde ese pecho subía y bajaba por la respiración lenta y pausada de la niña que tenía en frente, ese vacío en el estómago le era repulsivo y digno de irse al infierno.  

-¿Se encuentra bien? –preguntó Christine a la súbita palidez de la princesa 

-Sí –dijo nuevamente tomando aire 

-Entonces estamos ya a mano? Digo no es verle los pechos a una mujer ser cortés  

Ha esto Myrna sintió que las mejillas le quemaban, se había puesto roja comparándose con una cereza, le había descubierto!, pero una extraña calma vino al encontrar la sonrisa traviesa de la ojiverde, la pequeña diabla parecía encantada del efecto que habían ocasionado sus palabras.

-Si quiere puede tocarlos –dijo tomando la mano de la mayor y poniéndola sobre uno de sus senos  

Y aunque no había tocado más que el peto del vestido quitó la mano como si le hubiera quemado, le volvió a mirarla con reproche y aspereza,  la mocosa reía de lo lindo, dio un pujidito de inconformidad para volver a tomar camino a su carroza que ya la esperaba desde bastante rato. La chiquilla volvió a seguirle entre disculpas y dulces palabras. 

-¡Eso fue grotesco! –exclamó la castaña  

-También lo fue verme haciéndolo con mi semental  

Se giró señalándola con la punta de su librito de rezos, si volvía a decir algo más juraba que no la dejaría ir viva. Era irrespetuosa y su lengua no estaba solo echa de plata si no que era obscena, aunque no se podía negar su audacia. 

-Deberían mantenerte encerrada –murmuró 

-Ya lo intentaron –dijo la chiquilla levantando los hombros

-Es difícil hablar contigo, ¿sabías?

-Todo mundo lo dice –dijo con un suave gesto haciendo una circunferencia con la muñeca- Lo que importa es que no importa cuando digan yo hago lo que me he dictado hacer, nací… -le miró subir a la carroza- En un tiempo que no era el mío  

-¡Exacto! –cerró la puertita ella misma en un golpe- Y no creo que exista ese tiempo  

La carroza avanzó dejando atrás a Christine. Parecía eterno el tiempo al que llegó a palacio, buscaba en su interior la calma, aquel demonio encarnado le ponía todo a temblar, y aun su mano sentía que le quemaba. 

 

Los días pasaron entre ligeras lloviznas, más cartas, peticiones, proyectos y algunos detalles de palacio, su coronación también se encontraba cerca y era motivo de dicha y emoción entre la gente y ella misma.

Una satisfacción nacía en volverse por fin la soberana de esas tierras, que aunque ya lo era necesitaba consolidar ese título otorgado a ella durante tanto tiempo.  Sus noches se basaban en leer pergaminos, libros de cuentas y cuentos de hadas, tenía un deje de fascinación por esos cuentos e historias románticas, y aun más soñaba ser parte de ellas, que algún día los libros de historia hablaran de ella como la Reina amada y justa. Una noche mientras que se desprendía de sus vestidos y el apretado corsé no pudo evitar caer en las observaciones estelares, notar como aquellas joyas le miraba y la hacían parte de su vida. ¿Era acaso que la eternidad realmente existía?, ¿Era acaso que esa pelirroja tenía razón? ¿Dios era selectivo?, negó molesta consigo misma, ¿por qué de repente dudaba de algo que había creído correcto e intachable durante toda su vida? Y aun más su desprecio creció en ella al notar que le daba mucha importancia a las palabras de Christine, pero… si no le importa ¿porqué les recordaba tanto?.  

Se echó en las frías sabanas, mirando su ventana, y sin darse cuenta era abrazada por Morfeo, sin dar oración nocturna cayó profundamente dormida, siendo trasportada en medio de esos matorrales… pero no era el joven apuesto el que estaba entre las piernas de la pelirroja ¡si no ella! Acariciándole fielmente los senos, pellizcando los rosados pezones, y la súcubo le metía la rodilla entre sus piernas, presionándole deliciosamente, dejándola sin aliento, mientras su virginal cámara era frotada con lujuria, con esa sonrisa traviesa y los ojos verdes brillantes y deliciosos, tan eternos y maravillosos… y cuando un calambre le atravesó todo el cuerpo… despertó de un golpe, tocándose las mejillas, mirando todo a su alrededor, asegurándose de estar en su lecho, ¡Maldita fuera! Y maldita ella… sentía latir entre sus piernas, un latir delicioso pero totalmente sucio y amargo, pidió a su cuerpo detenerse pero solo le dio por respuesta emitir un suave jadeo.  

Se levantó de la cama como alma que lleva al diablo, se metió al baño y sin importarle lo helado del agua empezó a lavarse, a limpiarse todo, cualquier parte de su cuerpo, le quemaba, las mejillas le ardían y no paraba de culparse y orar, era una abominación que esa mujer apareciera en sus sueños para atormentarla, era una bruja que le había hechizado y condenado, temió regresar a dormir y encontrarse de nuevo entre esos delgados pero firmes brazos, ahogarse en el aroma de los rojos cabellos ¡ah! Porque su cabellera no era ese rojo anaranjado ¡no! Era un rojo intenso como esas llamas infernales que pintaban los artistas y con los cuales las madres atemorizaban a sus hijos y a ella. Se echó de rodillas rogando por su eterna alma, rogando por calmar esos deseos impuros que manchaban su mente y encontrar la explicación de una innegable y creciente obsesión.  

La mañana siguiente no fue mejor, desvelada y sin apetito llegó a la casa de la condesa, a la cual tuvo que esperar sentada en aquella salita donde maldijo aquellos vidrios que la habían hecho preguntar por primera vez la presencia de su pequeño tormento. El día en sí era malo, tormentoso y frío, era tonto pensar que se podría disfrutar de él, en especial porque nunca agradó de ellos, prefería un día soleado, más no caluroso, más bien venteado y fresco, pero con el sol radiante y sublime. Mientras esperaba Morfeo la volvía a abrazar en el sueño como lo había intentado hacer desde que había terminado de jurarle a Dios que haría lo que fuera por librarla de aquellas pesadillas.  

-¡señorita!  

El gritó la hizo sobresaltar y hasta dar un pequeño salto, unas risitas y la corrediza por el pasillo fueron lo suficientemente tentadores para que Myrna se atreviera asomar la cabeza. Una mujer que ya no podía llevar el ritmo de la carrera, por los años y las carnes extras se recargaba cansadamente contra una mesa, sosteniéndose el corazón en una mano, su pecho subía y bajaba con violencia. Salió de la habitación con paso firme, el abanico tinto entre sus manos, acercándose a la vieja mujer, y tomándole del hombro le miró con preocupación, a lo que solo esta respondió con una sonrisa torcida y como complaciente.  

-ah… ah…. Ya no estoy para estos trotes –dijo simplemente poniendo una mano en la espalda- Ya no es una chiquilla ni yo una mujer joven –sonrió dando un suspiro  

-Se refiere a Christine?  

-Sí! Esa mera! La niña de la casa! –dijo con una alegría que había llenado sus palabras y mirada 

Myrna no entendió la actitud de la mujer que parecía revitalizarse a la pronunciación de ese simple nombre, se puso ambas manos en la columna haciéndose hacía atrás y con un tronido que le pareció doloroso, la vieja mujer empezó de nuevo una andanza esta vez más tranquila, un cabello canoso y espeso le caía en una trenza por la espalda. Los pies de Myrna le volvieron a llevar al lado de la mujer y sus labios titubearon antes de empezar a hablar.  

-… yo no la llamaría niña –deslizó tanteando el terreno  

-¡Oh! Es usted también partidaria de mi señora?! –le recriminó- Es una niña encantadora! ¡Yo la críe! –dijo orgullosa- Buena educación irlandesa, firme como los robles y fiera como ella sola –rió con aquella boca sin dientes- Y tan inteligente! –suspiró- ¡Le aseguro sin equivocarme que mi niña habla más idiomas que usted!  

Frunció un poco el ceño, ¡era una insolencia asegurar tal apuesta! Realmente parecía orgullosa de su creación, pero aun así sus años en el convento debieron enderezarla, pero claro eso de “expulsión” le dejaba en claro que no. Le hacía pensar que la causa de esa actitud era la formación hereje que se le había inculcado, pero no era acaso que ella misma había hablado ya de rezar?. Una  brisa fría y húmeda le pasó por debajo de la falda acariciándole los tobillos y aun un poco más arriba, recordando su pesadilla erótica. De nuevo aquel jardín se habría a ella pero ahora la visión era diferente con el agua cayendo a cantaros y el viento haciéndole caer en diagonal perfilaban una delgada figura. Bailaba, bailaba como poseída por la lluvia y el viento, tan libre y salvaje como ella misma, la vieja nodriza empezó a aplaudir el acto de su protegida con un ritmo que a la misma Myrna sorprendió y aun más inquieto, ya que al fijar de nuevo su mirada en la muchacha sintió una fuerte oleada de calor. La muchacha sin más que su blanco jubón pegándosele al cuerpo dejando a la maravilla del ojo sus generosas proporciones a pesar de la edad, unas caderas amplias perfectas para engendrar, la delgada cintura que aun sin corsé le parecía perfecta, y los pechos que ya había visto, ya fuera por su accidente o en el sueño, redondos y firmes, el tamaño perfecto de una manzana y al cual el frío endurecía los pezones mostrándoles aun bajo la tela, los brazos levantados, tan pálidos y firmes, hasta juraría que tenían algo de músculos, y un gato negro bailando alrededor de ella, ¡un gato negro!.  

-¡bruja! –exclamó  

La pelirroja ceso sus bailes mirando a la castaña que desaparecía por el pasillo, y sin decir más tomando de las bondadosas manos de su nodriza un lienzo salió tras la princesa que ya iba a mitad del vestíbulo, le tomo con sus dos manos la muñeca deteniendo su huída, pero Myrna se soltó con desprecio, casi con asco.  

-¡Bruja! –repitió con desprecio- ¡Es por eso que maldices a Dios! Era una bruja! ¡Una amante de Satán!  

Christine, le volvió a mirar y echándose a reír se le arrojo al cuello, abrazándole con ese par de brazos que mezclaban la fortaleza de un varón pero la finesa y delgadez de lo femenino, la ojimiel le volvió a alejar con desprecio como si se contaminara de esa piel.  

-No, no –soltó la muchacha- Porque crees que soy bruja, Myrna?  

-Tu! –le señalo con el abanico y enfado- Recuerda quien soy!! –exclamó- No soy solo la futura esposa de tu hermano! ¡soy la futura reina del piso en el que andas!  

La pelirroja realizo una perfecta circunferencia con sus ojos y con un suspiro, hizo la reverencia acostumbrada.  

-Larga vida a nuestra soberana, Myrna! –soltó con un tono de fastidio- Ahora sí, dime querida cuñada, porque me acusas de bruja?  

-¡Y aun preguntas! –respondió con los dientes apretados- ¡Bailas bajo la lluvia como poseída! Y luego ese gato negro a tus pies! ¡los gatos son de brujas!  

Un maullido la hizo soltar un gritito de sorpresa, la bola de pelos se le frotaba en los tobillos y la hubiera pateado si no fuera porque la muchacha lo cargo dignamente haciéndole cariñitos y uno que otro besito entre las orejas. 

-Carlomagno –dijo como si nada- Ese es su nombre, Carlomagno  -Es el nombre de un nuevo demonio?!  

-No, es el nombre de mi gato, que pone en raya a ratas y ratones –le miró- Los días lluviosos son mis favoritos en los cuales puedo salir a jugar y divertirme con ese minino que me ha acompañado durante muchos años  

Y podía creerlo! El gato era más grande de lo normal!, quizás del tamaño de un perro entre la talla pequeña y grande, con pelaje negro y aterciopelado, ojos verdes iguales a los de la dueña.   

-Madre dijo que podía conservarlo –continuó con su relato- Dijo que podía seguir siendo mío, mientras le cuidara y lo mantuviera lejos de ella, tampoco le gustan los gatos –miró a la castaña- Lo creo injusto porque nunca a habido una rata o ratón en nuestra casa desde que él esta  

Los nervios de Myrna se habían ido calmando progresivamente, ahora sintiéndose culpable de haberla acusada de esa manera, no lo creía justo, simplemente estaba alterada de su sueño y de aquella imagen silvestre y provocadora.  

-No vuelvas hacerlo –le dijo- Si… te viera alguien más, sería tu perdición –le aseguró 

-Lo sé –sonrió 

Bajó al minino que huyó a ponerse calientito junto al fuego, y al regresar los ojos a la criatura un golpe similar al que había sufrido hacía minutos le volvió a invadir  encontrándose con las translucidas telas, le arrebató el lienzo para ponérselo bien en los hombros, cubriéndole en lo que se tomaría en un gesto protector pero para  ella no era más que la apuración en tapar el pecado de la carne, haciéndosele terriblemente irónico que el significado de Christine, fuera La Cristiana.

Notas finales: CHao!!!! xD  nos vemos en la proxima

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