Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Criatura Nocturna por broken black dreams

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: CRIATURA NOCTURNA
Capitulo #1
Autora: dark_lintu
Fandom: Yu-Gi-Oh
Pairing: Seto Kaiba - Joseph Wheeler
Disclaimer: Yu-Gi-Oh y sus personajes (excepto Markus que es de mi propiedad) son de sus respectivos autores. Este fanfic es sin fines de lucro.
Advertencia: Ninguna
Summary: Somos gotas de agua, creyendonos libres hasta que chocamos con la realidad de que nuestro destino es caer y nada mas.  Aunque tambien puede serlo el hecho de volver al ciclo, cayendo sobre el rio que otra vez nos arroja al mar con todas las demas.
La gloriosa noche, la oscuridad perfecta para acurrucarse y olvidarse de los desastres que el sol traía consigo. La luna impecable entre nubes negras, ¡qué importaba si llovía! Nada, no importaba nada en aquel momento. ¡Y qué importaba que las gotas estuviesen frías, que me congelaran la piel al contacto! Tampoco podía importar.

Era mi rebelión e iba a llevarla hasta donde hiciese falta. Después de todo, ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Un resfriado, una neumonía? Nada valía la pena, nada como estar bajo aquella magnifica noche lluviosa para recordarme que aun seguía vivo, que aun estaba en el “mundo”.

Caminar sin rumbo tampoco era malo, ver a la gente pasar presurosa intentando no mojarse. Esa misma gente que se quedaba viéndome como el idiota que era caminando lentamente sin paraguas o abrigo alguno. Pero me remito al hecho de que nada de eso era importante en aquel momento, que no me molestaba en lo absoluto sentir las frías lágrimas del cielo sobre mi piel, mi ropa, mis cabellos. Dada igual, como todo lo que había dicho o hecho en mi vida.

Las calles iban entremezclándose, perdiéndose en la noche; no había destino prefijado ni lugar al que ir. ¿Hogar al que regresar? Ni siquiera un lugar que llamar casa.

Las gotas comenzaron a precipitarse más fuertemente, resonaban en el silencio típico de la noche. Las nubes negras continuaron su camino hasta tapar por completo la luz de la reina de las tinieblas que hasta ese momento había brillado de forma refulgente, casi iluminando como si fuese su contraparte, el rey del día, el sol.

Mi cuerpo pedía descanso inmediato, pero mi mente seguía emitiendo pensamientos a mil por hora. Me era imposible hacer tregua entre ambos, por lo que preferí abandonar los pensamientos y sumirme al descanso, hacer lo que las personas solían hacer a aquellas horas: dormir.

Seguí caminando, buscando alguna pensión, algún hotel. Algún lugar donde pasar la noche e invitar al día a llevarse el último resto de cordura con la que cargaba.

¿Deseaba dormir? ¿Acoso mi cuerpo había olvidado por completo que también pertenecía a ese mundo? Aunque no fuese por gusto propio, también era parte del secreto que arrastraba la noche, era parte del placer nocturno y la otra vida que se llevaba a cabo. Era otra criatura más de la noche, mágica para algunos, trágica para otros.

No. Mi cuerpo no lo había olvidado, mi mente tampoco. Pero, ¡cómo hubiese deseado que así fuera, que por esos instantes me hubiese sentido un ser normal!

Miré a ambos lados antes de cruzar. Un auto, un deportivo rojo con detalles en negro para ser más precisos se deslizaba casi fantasmagóricamente por esa calle vacía en su extensión. Esperé a que pasara, a pesar de que iba lento. Pero el dueño no tenía el mismo pensamiento.

Sin intención alguna de continuar camino, se fue posando en la esquina justo donde yo estaba.

Lo que me faltaba, otro más que pensase que estaba a disposición de las necesidades de los demás. Sin mucho interés traté de ver por el vidrio polarizado, pero nada.

La puerta se abrió, lenta, sugestivamente. ¡Cómo si realmente necesitara que tratara de conquistarme! Pero lo que vi me descolocó. Aquella figura, aquel hombre... aquella mirada... Imposible no reconocerla.

-¿Wheeler?- esa voz tan conocida, odiada por momentos.

-Kaiba...- fue todo lo que dije, como si con decir más el universo fuese a colapsarse.

-¿Qué haces por acá, a estás horas y...- miró afuera, viendo las gotas caer y mojarme más, si eso era posible –con este clima?-

Una media sonrisa se deslizó por mi rostro. Si no conociera tan bien a ese ricachon engreído diría que lo que había en su tono de voz era preocupación dominando por sobre su característica indiferencia.

-Es una larga historia, Kaiba.- di por explicación, cerrando ese capitulo -¿Vos qué haces a estas horas?-

Se notaba a la legua su posición social. Iba de smoking negro, camisa blanca y corbata gris. Yo, por mi parte, iba con unos jeans desgastados y una remera verde de manga corta, algo desteñida, sin contar mis tenis viejos y embarrados. Parecíamos el hombre de negocios y el linyera de la esquina.

-Vengo de una junta que se alargó más de lo esperado. ¿Queres que te alcance hasta tu casa?-

¿Alcanzarme hasta mi casa? ¿Qué casa? La maldita noche era lo único que me quedaba.

-No, gracias.-

-¿Seguro? No es ningún problema para mí.-

-Seguro... Digamos que tuve problemas con mi viejo y no puedo volver...-

-Entra.- ordenó en ese tono tan autoritario y tan propio del CEO de Kaiba Corp.

Y sin saber porqué me dejé llevar por aquello, le hice caso y entré al auto. De inmediato lo puso en marcha.

-Voy a mojarte todo el asiento.- dije al notar como escurría agua de toda mi ropa.

-No importa. Imagino tampoco tenes lugar donde pasar la noche, ¿no?-

¡Bingo! Pero no iba a decírselo, aun algo de orgullo llevaba aunque mi cuerpo dijese lo contrario.

-Algo así...-

-Podes pasar la noche en mi mansión.- sólo él podía hacer sonar esa frase como una orden y no como un favor.

No contesté. No tenía ni las ganas ni la necesidad de hacerlo. Ya lo había decidido por mí.

Miré por la ventana, las luces difusas a lo lejos. Las gotas golpeando sin compasión. Y me sentí una gota de agua, miles iguales a mí, libres hasta que chocamos con la realidad de que nuestro destino es caer y nada más; peor aun, caer y nunca poder escapar o intentar siquiera cambiarlo.

Fue una triste comparación. Pero la verdad, prefería ser una gota de agua que ser Joseph Wheeler.

Vi como nos íbamos alejando del centro de la ciudad. Veía las calles por las que pasábamos. Las conocía como la palma de mi mano; era increíble que pasáramos por donde pasáramos conociera los hoteles que allí había. Me sentí de lo peor, pero esa era la vida que había vivido, la vida que quería desaparecer y olvidar, la vida que odiaba.

No entendía porqué las personas adoraban las noches.

-¿Por qué has estado faltando a la escuela estas semanas Wheeler?- preguntó sacándome de mis cavilaciones.

Lo medité un momento. ¿Querría la verdad o preferiría contentarse con un cuento tonto?

-Problemas en casa.- fue lo primero que cruzó mi mente.

-Eso no me convence perro. Vas a pasar la noche en mi casa, merezco saber.- exigió.

Me estaba exigiendo, como si fuésemos amigos cuando en realidad apenas podía decirse que éramos conocidos. Aunque tenía razón, iba a quedarme en su casa. Claro que la idea fue suya no mía, ¿Por qué tenía que contarle algo personal?

-Ya te dije, problemas con mi padre.- le contesté haciendo caso omiso del insulto.

Estaba pasando de pelearme con él, que se diera cuenta que ni ganas de respirar tenía y que me dejara en paz.

-Y yo ya te dije que eso no me convence.-

Mientras me hablaba no apartaba la vista del camino. No es que estuviera mal, pero me hacía sentir inferior, ¿acaso ni siquiera merecía que me mirara cuando me hablaba?

-Pues lo lamento por vos. Es todo lo que pienso decirte.-

-Si no me lo decís podes ir olvidándote de pasar la noche en mi casa.-

Encima me iba con amenazas, no le tenía miedo a ese gato faldero.

-Entonces déjame bajar.- estaba empezando a enojarme, si no iba a dejarme pasar la noche en su mansión entonces que me dejara bajar que aun no se había alejado tanto de la ciudad.

Ya vería después cómo me las arreglaba, después de todo no iba a ser la primera vez que la oscuridad taciturna me cobijara.

Frenó el auto de golpe. No iba a darle el gusto de seguir insultándome así que me dispuse a bajar. Estaba abriendo la puerta cuando me tomó del hombro y me giró bruscamente.

-Decime.- otra vez el tono autoritario y demandante.

-¡No!- y me sacudí el hombro para que me soltara.

Lo había logrado y cuando intentaba nuevamente abrir me tomó por el brazo e hizo lo mismo.

-¡Si no me decís no puedo ayudarte, perro estupido!-

¿Ayudarme? Ya nadie podía hacer eso, arruinaron esa oportunidad hace largo tiempo y ahora sólo quedaba el vacío y la intención de rescatar un alma insalvable.

-¡Pero adivina qué! ¡No podes! ¡No podes, Kaiba! ¡Ni vos, ni tu mugroso dinero, ni tu status social!- estaba sacado de mí, hablaba coléricamente, estaba descargando años de silencios en esos pocos gritos -¡El mundo no gira en torno al dinero, gato inútil! ¡Tu mugroso dinero no me sirve!- ni yo me creí esa frase.

Mi realidad giraba en torno a ese mugroso dinero que aprendí a despreciar. Ahora sé que no es cierto, el dinero no lo es todo, pero en ese entonces no lo sabía, no había logrado ver mas allá de lo que se me presentaba.

-¡¿Y si no te sirve mi dinero por qué tu pandilla de amigos no te ayudo ya?!- Kaiba estaba ofuscado igual que yo.

-¡Eso no es de tu incumbencia!- le dije, hice que me soltara y salí lo más rápido que pude.

Ellos no me ayudaron porque tampoco podían hacer nada.

Comencé a caminar de regreso a las calles principales de Ciudad Dominó. Oí un portazo, supe que el CEO venía tras de mí. Eso no cambiaba en nada las cosas, realmente no podía ayudarme, y no iba a ganar nada perdiendo el tiempo conmigo.

Sentí la brisa fría, las gotas heladas por mi piel. Aquella sensación tan placentera de sentirse libre, de no tener obligación para con nadie. No poseía esa libertad que tanto deseaba, pero podía soñar que la tenía, nadie podía impedirme sentirme libre por más que no lo fuera.

Sin darme cuenta mi paso presuroso fue volviéndose más lento. Fui cerrando mis ojos y me quedé ahí, parado en el lugar, sintiendo el aire calmo y refrescante. Había dejado de oír los pasos de Kaiba, no sé si fue porque él también estaba quieto ya o porque yo estaba demasiado concentrado en la lluvia que caía sobre mí.

-Wheeler...- escuché que me llamaba en un murmullo –Wheeler, vamos, vas a morir de una pulmonía.-

Supongo que en ese momento habrá pensado que ya se me había muerto la última neurona que me quedaba. Tal vez fue así, tal vez yo mismo las había estado matando para no pensar, no creer en nada más.

Sólo pude sentir cómo me agarraba de los hombros y me llevaba cuidadosamente hacia el auto. Ni siquiera me digné a abrir los ojos. Presentí que si lo hacía vería una mirada demasiado triste para los azules zafiros que él tenía por ojos.

No sé cómo, pero me acomodó de nuevo en el asiento. Otro portazo y el ruido del motor me hicieron aterrizar un poco en la realidad. Abrí los ojos y lo encontré mirándome.

-Mañana arreglaremos este asunto. Pero para que sepas nadie me desobedece... NUNCA...- fue todo lo que dijo.

Se dispuso a arrancar el auto y finalmente volvió su mirada al camino.

Sentimientos encontrados. No sabía que era mejor que mirase el camino en vez de a mí. Aquella confesión, aquella mirada; sólo pude sonrojarme un poco como colegiala abatida.

-Sí, lo que digas...- ironicé tratando de sacudirme el sonrojo de la cara.

Unos segundos después y el frío comenzó a invadirme. Debí saberlo, estuve como una hora parado bajo agua helada. Iba perdiendo la noción de por donde estábamos yendo, perdiéndome en la hora. Simplemente pensaba en el calor que el cuerpo a mi lado emanaba. ¡Qué ganas de abrazarlo!

Estaba durmiéndome, y el maldito frío no me dejaba caer en los brazos de Morfeo. Fui acercándome sigilosamente a Kaiba, pensando que se quejaría o algo. A medida que me acercaba sentía ese calorcito, era tan atrayente, tan tentador. Sin darle explicaciones ni nada me acurruqué pegado a él, apoyando mi cabeza en su hombro.

Me miró algo sorprendido.

-Tengo frío...- le expliqué y finalmente cerré mis ojos y me rendí al merecido descanso.


... ... ... ... ... ... ... ... ... ...


Era un calorcito delicioso. Me sentía como un niño que ha pasado la noche en la cama de sus padres, aunque ¿Cuándo sentí calor en su cama? Siempre fue un pozo helado; pasé demasiadas noches aferrado a aquellas sucias sabanas, a aquel dolor.

Me revolví sabiendo que estaba reaccionando, y no quería, no quería despertar. Hacía tanto tiempo que no dormía tan profundo, que no descansaba, que no encontraba ese calor absorbedor. ¡Hacía tanto tiempo que no utilizaba la noche para dormir!

Abrí los ojos lentamente acostumbrándome a la claridad que había. Estaba en una cama, en una habitación demasiado pulcra para ser de hotel. Toda blanca, las paredes, las sabanas, los muebles. ¿Estaba en el hospital acaso? No me dolía nada, ¿Qué podría estar haciendo ahí? Noté que llevaba un pijama celeste claro que quién sabe de donde había salido, y peor aun, ¿Quién me había cambiado de ropa?

Comencé a recapitular los eventos de la noche anterior. Caminar bajo la lluvia, entrar en el auto de Kaiba, pelear con él... ¿dormirme en su auto? Eso era lo último que recordaba al menos.

Me levanté buscando señales de alguien, no podía estar solo en aquel lugar, fuese el lugar que fuese. Salí de ahí y un largo pasillo se extendía, pero no parecía en nada estar conectado con la pequeña habitación en la que había dormido. Un bermellón muy sobrio cubría las paredes, todas las puertas que alcanzaba a ver eran de madera barnizada. Definitivamente no era un hospital.

No me interesé en ninguna puerta, continué mi camino por ese pasillo prácticamente interminable. Seguí caminando hasta que llegué a una puerta un poco más llamativa, una placa dorara llevaba el nombre “Oficina”. ¿Tenía una oficina en su propia casa? Kaiba sí que era raro.

Di unos golpecitos suaves y como no recibí contestación aparente abrí la puerta muy lentamente. Y ahí estaba, sentado frente a un enorme escritorio lleno de papeles, una laptop y una taza de café adornando aquel caos controlado.

Levantó la vista al notar que estaba presente. Dejó escapar un pequeño suspiro, cerró la laptop y tomando un sorbo de su taza me indicó que me sentara.

Había una silla frente al escritorio, del otro lado de donde Kaiba estaba sentado, pero también había un cómodo sillón así que opté por sentarme allí. Subí mis piernas apoyando mis descalzos pies en el borde del sillón y me abracé por las rodillas. Sentía algo de frío.

Seguía bebiendo su café por lo que me dediqué a echarle un vistazo al lugar en su totalidad. Las paredes azul oscuro, una ventana justo detrás del escritorio que daba a un jardín por lo que se veía, un estante con algunos premios escolares y una biblioteca envidiable; tenía más libros en ese mueblecito de los que yo tenía en toda mi casa, bueno, la casa de mi padre.

-¿Ya desayunaste?- preguntó apartando la taza, colocándola en la esquina más lejana para que no estorbara.

-No, recién me despierto.- dije y volví a fijar mi vista en él.

Era momento de inspeccionarlo. Llevaba el pelo húmedo, seguramente no haría mucho que se duchaba. Unos lentes de lectura sobre su nariz, con marco casi invisible. No llevaba traje; en cambio, una remera negra con botones hasta la mitad del torso, todos ellos desabrochados dando una vista del bien formado cuerpo que tenía, y con cuello de camisa; un pantalón gris ajustado a la cadera lleno de bolsillos y una cadena colgando a un costado.

Quería matarme por lo que estaba pensando: Kaiba se veía condenadamente sexy.

-¿Qué tanto me ves perro?- me dijo comenzando a enojarse.

¿Acaso tan obvio era que me lo había quedado mirando embobado?

-Na-nada.- balbuceé ruborizándome.

-Tsk, anda a ducharte para que podamos desayunar.- ordenó volviendo a abrir la laptop.

¿Podamos? ¿Dijo podamos? ¿Me estaba esperando para desayunar? Quedé en estado de confusión mental. Un bufido de molestia me trajo de nuevo al mundo real.

-Te podes bañar en la habitación en la que te despertaste, también tenes algo de ropa ahí.- me aclaró.

Aun así no conectaba bien todo. Me miró de nuevo con desaprobación. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a masajearse las sienes.

-Mira perro, no juegues con mi paciencia, ¿sí? Anda de una bendita vez a hacer lo que te digo.-

-Sí.- contesté en automático, ¿me estaba acostumbrando a obedecer a ese gato ricachon?


... ... ... ... ... ... ... ... ... ...


Hacía tanto que no me relajaba de esa forma tomando un baño. Usualmente eran rápidas pasadas por la ducha en un hotel de mala muerte en el que había terminado o aun más rápidas en mi casa porque tenía algún lugar al que irme, llámese escuela, trabajo, etc.

Pero en ese momento parecía que el tiempo se hubiese detenido, ya había perdido mi oportunidad de seguir estudiando, ya había perdido mi trabajo. Ya no eran frías gotas como la noche anterior, sino tibias que recorrían mi cuerpo. Sentía el peso de todo lo que había estado haciendo desvanecerse, sentía que las culpas que cargaba podían llegar a desaparecer si seguía un tiempo más allí. Era perdonarme por lo que me hice a mi mismo, por lo que me había dejado hacer durante tanto tiempo.

“Soy como una gota de agua, miles iguales a mí, libres hasta que chocamos con la realidad de que nuestro destino es caer y nada más; peor aun, caer y nunca poder escapar o intentar siquiera cambiarlo.” Y otra vez aquella frase golpeándome con la cruda realidad, devolviéndome al dolor de saber que no hay nada que pueda hacer, que ya estaba dañado.

“Somos gotas de agua, creyéndonos libres hasta que chocamos con la realidad de que nuestro destino es caer y nada más.”

“Aunque también puede serlo el hecho de volver al ciclo, cayendo sobre el río que otra vez nos arroja al mar con todas las demás.” Súbitamente me sentí feliz por aquella frase, si había tocado fondo, si había caído lo suficientemente bajo como para terminar mi ciclo, ahora debía comenzar de nuevo, ahora debía ser capaz de cambiar mi destino.

Estaba atrapado en mis pensamientos, en una realidad paralela hablándome a mi mismo sobre lo que deseaba hacer de ahora en más. Bajo las gotas que poco a poco iban dejando de ser tibias, iban enfriándose sin consideración.

Un ruido me hizo volver de mi ensueño. Un ruido fuerte y cercano. Un portazo. No pude ni cerrar las canillas de la ducha, no pude ni salir del baño para ver qué era.

-¡Maldito perro! ¡Te dije que te apuraras! ¡¿Qué tanto estás haciendo?!- no tardé en reconocer la voz.

Antes de poder defenderme o contestarle ya estaba en el baño, vi su sombra a través de la cortina de baño.

-Todavía me estoy bañando, ¡salí de acá pervertido!- le grité ruborizado.

Mala opción, porque en vez de irse hizo lo contrario, abrió de par en par la cortina para ir a mi encuentro. Sólo atiné a voltearme a verlo, grave error también debo mencionar.

-Whe... Wheeler...- murmuró entre cortado.

Estaba rojo como un tomate, y el pensamiento de a la mañana me vino: Kaiba seguía viéndose condenadamente sexy. Me miró por unos instantes, pero su mirada comenzó a bajar de a poco hasta posarse en mi entrepierna; sentí cómo se despertaba. Estaba ensimismado en lo que ocurría, pendiente de su rostro, que no pude conectar mi cerebro con mis músculos y no hice movimiento alguno tratando de taparme.

Tuve unas incontenibles ganas de meterlo bajo la ducha, pegar mi cuerpo al suyo y besarlo de la manera más desesperada que jamás haya usado. Pero mi cerebro seguía sin conectarse con mis músculos. Y él seguía viéndome sin pudor alguno, sin pronunciar palabra.

-Wheeler...- dijo bajito para luego aclararse la garganta –apúrate.-

Se dio media vuelta y como vino se fue, sin darme mayores explicaciones.

Un fuego dentro mío ardía, ni el agua más helada podía apagarlo. ¡Lo único que me faltaba, involucrarme emocionalmente con Kaiba!

Un rato más bajo la ducha con agua fría y pude bajar la erección que estaba teniendo. ¡Maldito gato ricachon! ¿Cómo me había calentado tanto tan sólo mirándome?

Me sacudí esa idea y salí por fin del baño. En uno de los cajones había ropa así que me vestí con lo que encontré: un jean común y una remera sin mangas negra, aun sentía un calor abrasador que no podía distinguir si era por lo que había pasado o porque realmente era un día caluroso.

En el pasillo me estaba esperando el CEO. Se acercó con una sonrisa triunfal y una mirada de superioridad, estaba complacido con lo que había pasado seguramente. Sin decirme nada siguió de largo y yo detrás suyo hasta llegar al bendito comedor donde estaba ya preparado el desayuno. Él se sentó en la punta y yo a su izquierda.

Una taza de café, un vaso con jugo de naranja y uno con leche, tres tostadas con mermelada, dos medialunas, un tazón con cereales. Nunca había visto tanta comida en un desayuno.

Como seguía con su sonrisa de superioridad me la pasé viendo mi desayuno sin dirigirle palabra. Estaba algo enfadado, pero más me preocupaba la atracción que estaba sintiendo. Queriendo pensar en otra cosa se me vino a la mente cierto pequeño pelinegro casualmente con el mismo apellido que la persona que estaba sentada a mi lado.

-¿Y Mokuba?- pregunté viendo para todos lados como buscándolo.

-¿Qué hay con él?- fijé mi vista en el azul de sus ojos.

-¿Dónde está el pequeño?- parecían un océano esperando ser descubierto, un pequeño océano personal que no daba tregua a quien naufragaba por sus aguas.

-En la casa de un amigo.- comentó a regañadientes.

-¿Acaso el poderosísimo CEO de Kaiba Corp. cela a su hermanito menor?- reí por esto, era una idea tan obvia pero tan graciosa.

-Mokuba es pequeño, sino me preocupo yo nadie lo hará.-

-¿Pequeño? Tiene como 13 años Kaiba, corta el cordón umbilical.-

-Tsk, qué puede saber un perro callejero al que su madre y hermana abandonaron sobre cómo criar a Mokuba.-

¡Maldito gato, ¿Quién se creía para decirme eso sin siquiera saber por lo que pasé?! Él no tenía idea de nada y venía a hablarme como si el abandono que sufrí fue mi culpa. Sencillamente lo miré con odio y seguí comiendo mi tostada.

-Se viene el fin del mundo, que el perro no me pelee... ¿no estarás enfermo?-

Ni le contesté, no valía la pena. Empezaba a dudar de que en verdad me atrajera ese tipo. Creo que un poco de incertidumbre fue lo que Kaiba sintió ante mi actitud.

-Wheeler.-

-¿Nh?- levanté mi vista para verlo bastante serio.

-Me tengo que ir a trabajar.- dijo sin más –Cuando vuelva vamos a hablar de lo que nos quedó pendiente, ¿estamos?-

¿Pendiente? ¿Iba a seguir insistiendo con eso?

-¿Y qué se supone que voy a hacer hasta que llegues?-

-Pensar cuidadosamente la manera en que me vas a contar la verdad.- una sonrisa de lado se le paseó por el rostro.

Y se fue. Me dejó “pensando cuidadosamente la manera en que le iba a contar la verdad”. Sí, eso quería. Yo tenía planeado algo muy diferente, le agradecería el haberme permitido quedarme para después irme y fundirme nuevamente con la noche, tendría que volver a mis desagradables hábitos nocturnos para poder sobrevivir un tiempo más. Volvería a enterrarme en la cama de alguien para no volver a hacerlo por mi padre.

No había nada que pudiera hacer, la noche ya me había marcado y por el momento me era imposible salir por completo de ese camino que había transitado por tanto tiempo.

Era una criatura nocturna dispuesta a dejar su cuerpo en el muro del deseo por salvar aunque fuese un poco a mi mente.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).