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La Fiesta por Alchemyca

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Escondida en la esquina, vigilaba la puerta de la casa. Apoyada en la pared del edificio de enfrente, con el largo abrigo negro y un cigarro consumiéndose en mi boca daba la impresión de estar aguardando que apareciese cualquier persona con la que asistir a la fiesta de cumpleaños de Maria.


No estaba en la lista pero me daba igual. Tenía que verla, aquella era la oportunidad perfecta para conquistarla. Ya podía imaginarlo, una fiesta, el ambiente relajado, la gente bailando y ella deseosa de pasárselo bien. Era ideal.

 

 El único fallo en mi perfecto plan era el hecho de que no estaba invitada a la celebración, aunque de todos modos no lo esperaba ¿Cómo iba a invitarme Maria, la chica mas popular y admirada del instituto a mi, una chica con escasa (por no decir ninguna) aceptación en el instituto? Lo tenía todo en contra, pero aun así estaba decidida a hacerlo.

 

Además ella era hetero, lo sabía de sobra, había visto demasiadas veces su imagen besándose con Ignacio, el jefe del club de voleibol y el que ostentaba el titulo del "Tío más Buenorro del Insti". Hasta yo, lesbiana convencida, tenia que reconocer que era excepcionalmente guapo.


Me sentía insegura, para que negarlo, era una ofensiva desesperada y solo había una probabilidad entre un millón de triunfar, pero los días que llevaba colgada de Maria eran demasiados.

 

Demasiados días admirando su melena negra siempre a la última moda. Demasiados días deseando perderme en esos ojos oscuros e irresistibles resaltados por unas pestañas largas y rizadas. Demasiados días anhelando tocar y sentir el calor de su piel pálida y pecosa, de acariciar su rostro fino de barbilla puntiaguda, de ceñir su talle de avispa y sus caderas estrechas aguzadas por lo que decían, un problema de anorexia nerviosa.

Sí, era la tía mas popular, obsesionada con la moda, el estilo, el estar siempre "perfecta, sexy e impecable" que había conocido en mi vida. Pero también era una mujer competitiva, luchadora, deseosa de ser siempre la mejor tanto en notas como en deportes y quizás por eso me atraía de una forma tan fatal y profunda.

De pronto la vi. La oportunidad de oro. La gente entraba y salía en tropel y nadie me miraba. Espere con paciencia el momento justo para colarme adentro sin que nadie lo notase. Fui silenciosa y actué con el aplomo necesario como para que ninguno de los asistentes dudara de que yo era allí un miembro en pleno derecho (aunque el barullo originado por las continuas salidas ayudaba bastante, reconozco).


Allí en la casa, coloque mi abrigo en uno de los percheros y me mire en el espejo por vigésimo cuarta vez en la noche. El cristal me devolvió una imagen que considere óptima. Si con eso no caía en mis redes nunca lo haría.

 

Lo que vi reflejado, fue a una chica de piernas morenas, firmes y torneadas ataviada con una mini túnica naranja que resaltaba el bronceado dorado de su piel. Un cinturón de cuero y bronce de estilo grecorromano ajustaba más aun la túnica a su vientre liso. Zapatos altos de tacón también en tonos broncíneos y unos largos pendientes de este metal eran los únicos complementos que llevaba. Tenia un rostro de rasgos marcados, ojos negros almendrados y labios destacados por un suave brillo labial. Melena negra que le llegaba por la base de la mandíbula y cuyas puntas salían hacia todos lados junto a un flequillo que casi alcanzaba a taparle un ojo.



Perfecta, estaba perfecta. Nada me haría afirmar lo contrario. Sesiones de gimnasio extra, peluquería y maquillaje habían conseguido un efecto que hasta a mi me asombraba. Sonreí y saque de una bolsa de plástico escondida en el abrigo. Era una botella de Malibú, su bebida favorita.

 

"Allá vamos" pensé,"Es ahora o nunca".Entre al salón rebosante de confianza en mi misma. La estancia iluminada con luces de colores estaba repleta de niñas monas de mi instituto y de jugadores del equipo de voleibol y fútbol. Anduve buscando con la mirada a algún conocido, un chaval que me debiese algún favor y que fuese capaz de llevarme ante Maria y presentarnos debidamente. La conocía del instituto y había hablado con ella numerosas veces (ventajas de estar en su clase), pero esta era su casa y necesitaba a alguien que, como mínimo, me diese una razón ficticia para estar allí.

La vi pasar cerca mía, apareciendo de la nada, como si hubiese surgido de alguna de las columnas del salón. Sin poderlo evitar, me escondí en las sombras. Aun era demasiado pronto.

 

Con los ojos fijos en Maria, evalué su aspecto en un segundo. Estaba radiante. Con un recogido muy natural que destacaba sus suaves ondas, un maquillaje simple que acentuaba aun mas la fuerza de sus ojos negros y un vestido transparente rojo que relucía sobre su piel y con el que iba provocando a  todos los asistentes. Imposible no fijarse en ella. Imposible resistirse al embrujo de su mirada lánguida y sus labios pecaminosos.

 

Eleve una suplica muda al cielo, rezando para que no se fijase en mi, pero para espanto mío, ella me vio. Con suavidad, se acerco "¿Quién te ha invitado?" el ruido de la música ahogaba cualquier sonido, pero ese susurro suyo - el murmullo de su voz- llego alto y claro a mis oídos. Mi corazón se fragmento en varios pedazos y mi seguridad quedo aplastada bajo una montaña de dudas.

 

Aun así volví a mirarla a la cara. Había pasado muchas horas pensando en ella y no iba a rendirme sin lanzar siquiera el último cartucho. "Yo misma" le respondí, con mi sonrisa mas radiante y mostrando un aplomo que estaba muy lejos de sentir "Para compensar te traigo esto" añadí mientras hacia aparecer la botella de Malibú.

 

Para mi sorpresa, se echo a reír. Alargo la mano hasta la mesa más cercana y cogio dos vasos sin usar. "Sígueme" fue lo único que oí salir de su maravillosa boca.
Atravesamos el salón y salimos al jardín, en el estaban todas las parejas de rigor metiéndose mano amparadas en la oscuridad de la noche. Sin embargo, no nos detuvimos ahí. Silenciosamente ascendimos por una escalera exterior hasta una terraza situada en el segundo piso y desde la cual había una impresionante vista de los chalets cercanos.


La terraza poseía la ventaja de que tener unas balustradas tan altas que nadie desde el jardín podría ver lo que pasaba en ella. Además, lo único que había allí aparte de nosotras dos era un conjunto de una mesa y dos sillas de hierro forjado. Es cierto que también había un cactus en una esquina, pero eso no le importa a nadie.

 

Ignorando completamente mis constantes preguntas de que hacíamos allí, Maria tomo asiento y puso las dos copas encima de la mesa. Me senté en la otra silla y saque el Malibú que había traído conmigo "¿Quieres que bebamos así sin más? Puedo traer un poco de zumo de piña y leche si quieres".

 

Su voz, inesperadamente suave me respondió  "Sabes perfectamente mis gustos, ¿No es cierto, Lora?" Una sonrisa maliciosa brillo en su cara "Iré yo a por los ingredientes. La piña colada es nuestra bebida favorita y yo soy la anfitriona"


El hecho de que supiese que esa era también mi bebida favorita me desconcertó por completo. Se me pasaron por la mente diez mil posibilidades de cómo y porque lo sabia, a cual mas descabellada. Creo que solo salí de mi estado de shock cuando la oí volver con todas las cosas necesarias "¿Cómo sabes..." fui a decir, pero ella me interrumpió descaradamente  "Ya están listos, ahora vamos a beber y a terminarnos la botella"


  OoOoOoOoOo


Cuatro piñas coladas después veía el mundo tambalearse y a nuestros ojos encontrándose mas veces de las que podía soportar. Mientras bebía la quinta copa y me fijaba como sus pechos suaves se transparentaban a través de la tela, su garganta  consumía el líquido y sus labios acariciaban el vaso - hubiera dado el mundo por estar en lugar de ese puñetero vaso-, descubrí a Maria observándome con mas fijeza de la necesaria, con el fuego en los ojos y la boca entreabierta "No me mires así" fue lo único que me dijo.


Maldita sea. Me había pillado mirándola descaradamente, imposible esconderse. Maldije en voz baja al jodido alcohol que hace que las emociones se pongan sobre la mesa. Maldito sea mil veces. Resignada, hice lo único que se puede hacer en una situación tan incomoda como aquella.

 

 Me puse chula.


Con lentitud me levante y la invite a hacer lo mismo. Una vez de pie, me acerque a ella suavemente. "¿Por qué no quieres que te mire así?". Esta vez fue ella la que se acerco a mi, alzo levemente la vista y clavo sus pupilas de fuego en las mías. Era competitiva, la reina de la escuela. No iba a permitir que nadie le hablase así y yo lo sabia. Saco su faceta más pasional, aquella que me fascinaba por completo.


"Porque no soy una jodida lesbiana" contesto. Había golpeado donde mas dolía. Esboce una mueca y me dispuse a seguirle el juego. Si quería pelea, la tendría.

"Pues entonces esto no te va a gustar" susurre mientras la besaba.


Sus labios eran lo más calido de este mundo, su perfume a fresas aumentaba mi deseo. Aunque al principio se revolvió un poco, luego cedió. Sus labios suaves eran un infierno de lujuria. Por eso introduje mi lengua en su boca, anhelante de exprimir ese beso único al máximo. Solamente la falta de oxigeno me obligo a separarme de ella

.
Cuando termine, la mire con fijeza. Estaba esperando la repulsa, el escándalo, un tortazo en la cara, lo que fuese. "Me ha besado Lora...¡¡es una puta lesbiana!!" me imagine su voz consternada mientras se lo contaba a sus amigas. Había sido una imprudente; el lunes lo sabría todo el instituto y alrededores. Pero había conseguido lo que tanto ansiaba y aquello era lo único que me importaba.


Como ya he dicho, me esperaba muchas cosas, pero no lo que sucedió a continuación. Maria suspiro cansada "Supongo que estoy borracha, por decirte esto, pero deseaba que vinieses. Hace semanas que te observo y cada día que pasaba, me obsesionaba más contigo. No se que me ocurre. Y ese beso no me aclara las ideas, solo las confunde mas"


No salía de mi asombro, ¿Maria? ¿Maria la reina del instituto? ¿La que desde los últimos meses se había convertido en mi única religión? ¿Aquella que reverenciaba como la diosa que era, se había enamorado de mí?


Obviamente volví a besarla, esta vez con mas técnica, intentando proporcionarle mil y unas razones por las cuales debía hacer caso a esa vocecilla interior suya que gritaba ¡¡Lora!!


Cuando termine, volví a mirarla y esta vez su contestación fue clara:"Maldita sea, soy una jodida lesbiana" fue su único murmullo antes de apoyar la cabeza en mi hombro y cerrar los ojos.

Estaba eufórica, el corazón parecía a punto de estallar en mi pecho y las estrellas del cielo jamás me habían parecido tan brillantes. El jaleo de la fiesta era como un coro celestial a mis oídos.  El plan había triunfado y ahora estábamos juntas. Abajo empezó a sonar la canción de Mecano "En tu fiesta me cole".Que apropiado. Sonriendo para mis adentros, volví a besar a Maria, mi diosa de ojos negros y piel pecosa que se exasperaba pensando como demonios íbamos a ocultar esta relación a todo el mundo.

Supongo que en algunos casos si existen los finales felices ¿no?

 

 

Notas finales:

Espero que os haya gustado, es mi primer yuri y lo he escrito con ganas

En principio no tiene continuacion pero si veo que gusta, quizas vaya poniendo pequeñas historietas del tipo... "Como fue su primera cita", "Que paso cuando Ignacio se entero de Por que habia cortado Maria con el" ....

Pero para eso hace falta una cosa....

Rewiews!!!!!


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