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Miedos por Konoto

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Notas del fanfic:

Los personajes aquí no me pertenecen, los miembros de Tokio Hotel son dueños de sí mismos, y este no es mas que un relato ficticio.

Se incluyen algunos fragmentos del fic "Soledades" de lyra, con permiso de la autora, claro está.

<center><b>Miedos

By: Konoto

***</center></b>


Una sábado más.

Otro día encerrado en aquel reducido espacio que era el bus de la gira.

A veces se sentía claustrofóbico encerrado en el vehículo tantas horas seguidas, y a veces le daban náuseas por el movimiento. El espacio de las camas era reducido hasta tal punto, que algunas veces se había golpeado la cabeza con el techo de la litera al levantarse.

Ahora, estaba desparramado sobre el fofo sillón de la salita, prácticamente en pijama y sin nada que hacer. Tom y Georg jugaban con la consola, prácticamente en una batalla campal para ver quien ganaba y mataba al personaje del otro primero; Gustav… no sabía dónde rayos estaba el rubio… quizás dormido, escuchando música por allí o hablando por teléfono, aunque dudaba que su móvil tuviese señal, puesto que estaban en medio de la nada, de camino a Paris.

Estiró un poco su cuello y vio por el ahumado vidrio el cielo plomizo, las gotas de agua se estrellaban con fuerza contra el cristal, escurriendo por el mismo hasta perderse de su vista.

Sin darse cuenta, se quedó dormido, hasta que sintió que lo zarandeaban.

Sus ojos castaños se abrieron con pereza y vio frente así la cara de su hermano mayor, quien le miraba interrogante.

--Qué?.-preguntó el pelinegro, tallándose con su puño un ojo, bostezando perezosamente, pestañeando repetidas veces.

--Que si vas a comer.-inquirió, incorporándose y caminando hasta la cocina sin decirle nada más, sin siquiera volverse para ver si se había levantado o no.

Mientras que el otro se quedó unos momentos más sobre el sofá, tratando de despertar completamente. Y, haciendo un esfuerzo que le pareció bíblico, se levantó, escuchando el crujir de su espalda y su cuello cuando se estiró. Caminó con paso lento y vacilante hasta donde estaban los demás, quienes, sentados a la mesa, comían algo de pizza y frituras.

Sin mucho ánimo, tomó un paquete de galletas y una soda, sentándose casi encima de Georg, el cual le picó las costillas en venganza.

--Gustav.-llamó, abriendo el plástico que mantenía cubiertas las golosinas.

--Mhh?.-fue la única respuesta.

--Me prestas tu ordenador?.-y aunque dudaba que el baterista tuviera idea de que rayos le preguntaba, porque se encontraba bastante entretenido mandando un mensaje desde su móvil.-Gustav?.-

--Ah, si.-le respondió, asintiendo con la cabeza.

El vocalista se alzó de hombros y se levantó del lugar que antes había estado ocupando, caminando hasta el “dormitorio”. Tomó el maletín donde estaba guardado el pc portátil, y llevándolo consigo, se sentó cómodamente de vuelta en el mueble de la sala.

Sacó la laptop, conectándola a la corriente y colocándosela en sus piernas; mientras la prendía y el Windows se iniciaba, se acomodó mejor subiendo sus pies descalzos al sillón, sentándose a manera india, encogiéndose lo mejor que podía, porque comenzaba a sentir frío.

Abrió una página de internet una vez que el molesto antivirus se actualizó, lo cual le llevó algunos minutos que se le antojaron milenios. Se quedó unos momentos pensando que buscar.

Pero sus dedos se movieron automáticamente.

Le gustaba entrar a páginas anti-Tokio Hotel, le entretenía el ver como se encargaban de tratar de difamarlos sin lograrlo o como ponían las peores fotos y comentarios, aunque, algunas veces se tomaba esas palabras muy a pecho hasta tal punto de sentirse mal.

Sin embargo en esos momentos no le importaba, no estaba decaído como para tomarse en serio cualquier comentario que le alterara.

Entró a un blog y se sorprendió al ver en la página principal las más recientes noticias sobre el grupo, las fans sí que eran rápidas.

Curioseó entre los artículos, textos, fotos, hasta llegar a la tan conocida sección twincest. Había fotos de él y su hermano en momentos normales, pero que eran sospechosos a la vista de muchas fanáticas.

Lo que ellas no sabían, era que su gemelo y él hacían mucho más que susurrarse cosas al oído, acercarse mutuamente en los conciertos, discutir, pelear “amistosamente” y molestarse el uno al otro. Porque era cierto que Tom y Bill sostenían una relación que iba mucho más allá de una relación de sangre. Era una relación entre sus almas, entre sus corazones, y de cómo se complementaban entre sí.

Y aunque trataban de esconderlo lo mejor posible, a veces simplemente no podían evitarlo.

Es cierto que a veces discutían y se peleaban y pocas veces llegaron a golpearse, pero en menos de 2 horas ya estaban reconciliados o besándose con pasión en la habitación de uno de ellos, tratando de acallar fonaciones para que estas no escaparan más allá de las paredes que les mantenían su amor a salvo de miradas indiscretas.

Pero hoy, apenas se habían hablado, y todo por una estúpida discusión que empezó por culpa de Georg, quien, para mala suerte de Tom, relató prácticamente para todas las personas que en esos momentos estaban en el bus como el chico de rastas había besado a una chica.

Cuando en realidad había sido al revés, pero el cantante no se quedó para escuchar eso, pues ya había salido de la estancia en la que estaban y del bus, el cual estaba aparcado en una estación de gasolina en lo que llenaban el tanque y algunos compraban provisiones y estiraban las piernas.

Aunque el moreno solo avanzó rápidamente, alejándose unos metros del transporte, sentándose en la acera de frío cemento.

Mantuvo la mirada baja, solo estando allí, sentado y en silencio, solo.

No supo cuanto tiempo pasó estando allí, solo sintió las frías lágrimas deslizarse por sus aún más frías y pálidas mejillas. El solo hecho de pensar en los labios de Tom besando a otros que no fueran los suyos le causaba una dolorosa punzada en su pecho, un molesto nudo en su garganta y un vacío en su estómago.

No se dio cuenta tampoco de cuando fue que empezó a llover, hasta que la sensación gélida le invadió y comenzó a tiritar. Las pesadas gotas de lluvia comenzaron a mojarle con rapidez hasta empaparle, pero de repente, el torrente de agua pareció desaparecer.

Entreabrió sus ojos y vio que a su alrededor el líquido vital seguía cayendo. Extrañado, elevó su mirada y se encontró con el rostro de su reflejo, quien sostenía un paraguas: eso era lo que le refugiaba de mojarse más, si es que eso era posible.

--Billa.-le llamó con voz suave.-Vamos, vas a enfermarte.-le tomó la mano para ayudarle, pero el menor no se movió.-Anda, Bill.-se arrodilló frente al otro y se llevó la mano del otro a los labios, con la intención de besar la fría y húmeda piel.

Pero el aludido al fijar sus ojos castaños en la boca ajena, alejó su mano como si estuviese tocando algún bicho horrible y peludo, se levantó, saliendo de la protección de la sombrilla, y aunque e agua le cubría, el mayor distinguió las lágrimas en el rostro de su igual.

El más pequeño de los Kaulitz caminó con rapidez hacia el bus, solo quería alejarse de su hermano, del dolor que le provocaba en esos momentos.

--Bill!!.—escuchó la voz del guitarrista, opacada por el ruido del agua al caer.-Bill, yo no la besé!... Bill!!.-

Hizo oídos sordos y entró, metiéndose al baño y cerrando la puerta, permaneció allí por unas dos horas y salió mucho más relajado después de tomar una larga ducha, aunque con un dolor de cabeza punzante y el cuerpo pesado, tirándose en la cama y durmiéndose al instante, sin siquiera molestarse en cubrirse con las mantas.

Y ahora estaba allí, solo en la sala y navegando en la red a falta de una mejor cosa en la que gastar su tiempo de ocio.

Si no estuviese enojado con su gemelo, de seguro estarían molestando a Georg o “jugando” entre sí, o cualquier cosa, pero todas eran mucho más atractivas que estar allí, prácticamente sin hacer nada.

Vio unas cuantas fotos, algunos fotomontajes bastante falsos y se encontró sorpresivamente con la imagen de él y su rubio mejor amigo, ambos sonreían y estaban sentados en un restaurante, comiendo, una fotografía obviamente tomada por un paparazi. Y a modo de broma, habían puesto debajo de la imagen: “Bill se cansó de esperar a Tom?”

Vio con asombro el ingenio de tal comentario.

Ciertamente, en ese tiempo, discutía mucho con su hermano, él mismo se sentía inseguro acerca de lo que sentía por el mayor y estaba casi seguro de que si los sentimientos que tenía por Tom éste terminaría odiándole, así que, reunió el valor para, por lo menos, desahogarse con Andreas, quien le apoyó incondicionalmente, le consolaba cada vez que podía y le daba ánimos. Le abrazaba hasta que paraba de llorar por el desconsuelo de nunca ser correspondido y pasar su vida en soledad.

Y más que un amigo, se convirtió en su protector, en su… amante.

Pero nunca llegaron más allá de besos, abrazos y tenues caricias, puesto que el rubio sabía que, aunque el pelinegro le quería, su alma y su corazón ya tenían dueño, o al menos un dueño casi total, así que, se conformaba con lo poco o mucho que podía obtener, atesorándolo celosamente, aquel pequeño espacio que su persona ocupaba en el corazón de Bill, aquel pequeño trozo de alma que podría obsequiarle…

Aunque creyó que se le rompería el alma cuando el vocalista llegó muy alegre, rebosando felicidad, le dijo que Tom le correspondía, que le amaba tanto como el cantante a él, pero antes de que el mejor amigo de los gemelos Kaulitz dijera algo, le contó que le había dicho al guitarrista el secreto de ambos.

Y a pesar de que el mayor se resistió, solo bastó una noche para que los otros dos le convencieran de lo contrario, y así, iniciaron una especie de relación entre los tres, aunque era más fuerte entre los gemelos, por el lazo ya existente entre ambos.

De eso ya hacía casi medio año. Y hacía mucho tiempo también que no veían a Andreas, casi tres meses enteros. Y ambos le extrañaban bastante.

Salió de su ensueño cuando un timbre proveniente de la pc se hizo escuchar. Bajó la mirada.

No sabía qué demonios había hecho, pero en la pantalla apareció una pequeña ventanita con una advertencia que decía: “Este fic es clasificación NC-17, pulsa Aceptar si eres mayor de 18 años”. Se había metido por error a una web de fanfics, bien… por lo menos se entretendría un rato leyendo alguna alocada historia de alguna fan.

El título era “Soledades” y contaba con escasos 6 capítulo y estaba terminado. Perfecto. Detestaba comenzar a leer algo, por más ridículo que fuese, y no terminarlo nunca, se quedaba con las ganas, y esa vez iba a evitarse esas ansias.

Dio clic en “Aceptar”, y el documento se abrió.
Era un formato simple, pero el texto se veía… sustancioso.

Sin más, comenzó a leer mientras comía tranquilamente las galletas.

Pero al finalizar el prólogo hizo una mueca de desagrado.
¿Acaso ésta era otra historia en donde le ponían como anoréxico o con desórdenes alimenticios o drogas?
Pero a pesar de esos pensamientos, continuó leyendo, hasta llegar a la mitad. Le parecía algo gracioso, era cierto que ambos se tardaban demasiado en el baño antes de salir a algún lado y había numerosos testigos de esto.
Siguió la lectura, avanzando letra por letra, palabra por palabra…

Y al avanzar con lentitud, por el capítulo, se sorprendió del brusco giro que la historia dio.

<i>“--Ellos están bien-se acercó a Bill y le tomó de los brazos mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla- Bill... Andreas ha muerto...-

Bill notaba que sólo seguía de pies porque Tom le sujetaba por los brazos. No quería escucharle, pero tenía que preguntarle muchas cosas. Con la garganta escociéndole por tratar de impedir que no salieran sus lágrimas consiguió susurrar.

--¿Cómo?-dijo casi sin voz.

--Ha sido en un accidente de tráfico viniendo hacia aquí. Murió en el acto, no sufrió.-

--¡No, es mentira!-Bill empujó a su hermano, que intentó volver a cogerle de los brazos-¡No me toques! ¡Estás mintiendo! Hablé con él hace una hora, estaba en casa haciendo las maletas. Mañana va a venir a pasar unos días con nosotros. Está ahora en su casa, no puede estar muerto...-

--No, Bill-no se atrevía a intentar volver a tocarle. Lloraba con cada palabra que salía de su boca-No te lo queríamos decir. Iba a venir a la fiesta de esta noche, a darte una sorpresa.-

--¡No!-gritó más fuerte, girándose y empezando a tirar todo lo que se encontraba en su camino.

Tiró una silla al suelo y cogiendo un jarrón lo tiró con todas sus fuerzas haciéndolo añicos contra la pared.
Entonces cayó de rodillas y dio rienda suelta a sus lágrimas.

Tom corrió a su lado y lo abrazó fuertemente mientras lloraba sobre su hombro.”</i>

Se alejó del computador unos momentos, viendo asombrado el texto, se llevó una mano al rostro, masajeándose las sienes con sus dedos con algo de rudeza mientras sentía una extraña sensación comenzando a formarse en su estómago, subiendo por su pecho y su garganta… una especie de vacío, malestar, aunque era más bien catarsis.

Y haciendo caso a su principio personal, de no dejar nunca nada inconcluso, hizo clic en “siguiente” para pasar al capítulo continuo.

<i>”Eso fue ayer. Hoy estaba otra vez metido en la cama con la cabeza tapada para no ver nada. No quería salir de la cama. No quería vivir.

--¿Bill?-Tom había abierto la puerta y estaba asomado a la puerta. Como no le contestaba entro del todo. Llevaba una bandeja con un tazón lleno de sopa. -Tienes que comer algo.

Bill se destapó la cara y negó con la cabeza mientras las lágrimas le iban cayendo. Tenía los ojos apagados, como sin vida.

--Si sigues así vas a caer enfermo-Tom dejó la bandeja en la mesilla y se sentó en la cama. Le cogió una mano y se la apretó-Vamos, hazlo por mí, o si no por mamá.”</i>

Se acomodó mejor, mientras mordía uno de sus dedos y sus ojos castaños seguían atentamente cada línea, sintiendo esa desazón acrecentarse a medida que avanzaba.

Devoró con ansias cada uno de los capítulos, hasta terminar los seis. Cuando sus ojos se posaron en el punto final, no se dio cuenta de que había estado llorando copiosamente y en silencio, hasta que sintió sus ojos escocer y la humedad en la camiseta roja que vestía.

Llevó sus dedos hasta una de sus mejillas, notando la piel fría y empapada.

Y se reprendió a sí mismo.

Cómo podía una simple y ficticia historia causarle tal… cosa.

Ciertamente, él no se pondría como el Bill ficticio de ese fic, si es que esa situación se llegara a dar… se pondría mucho peor, lo sabía, porque no podía imaginarse la vida sin su mejor amigo, así como sin su hermano.

Se tumbó en el sofá, dejando el ordenador en la mesita, cubriéndose los ojos con su antebrazo, las lágrimas no paraban de manar de sus orbes, y ya no tenía ánimos de intentar reprimirlas, pero sí mordía sus labios para que ninguna vocalización escapara de ellos, sintiendo un doloroso nudo en la garganta.

Y si… ¿Eso se hacía realidad?… ¿Y si… un día, de repente, le llamaba su madre para decirle que nunca más vería con vida a su rubio amigo?

El miedo a que eso pasara se volvió incontrolable, al igual que su llanto, que, aunque silencioso, le ahogaba lenta y tortuosamente; los temblores de su cuerpo eran bastante notorios y sus pulmones se negaban a respirar por momentos en los cuales los sollozos contenidos se atoraban en su garganta, impidiendo el paso del aire hacia su sistema.

Se quedó en la misma posición, hasta que, sin darse cuenta, se quedó dormido.

Cayó en un sueño errático, en donde imágenes confusas invadieron su mente, algunos susurros y sombras borrosas de distintos colores y matices.

Se acomodó de nuevo, dormido.

Y la pesadilla comenzó.

Al principio cualquiera podría decir que era un simple sueño más.

Llegaba a casa de Andreas junto con su gemelo, estaban felices, puesto que les habían dado días libres, los cuales podrían pasar con el rubio.

Él mismo llamó a la puerta, y esperaron, pero a pesar de que tocaron con insistencia por mucho tiempo, nadie respondía. Miró a su hermano con inseguridad y abrió la puerta, que estaba sin llave. Entraron y la casa estaba vacía, sólo ocupada por una sola persona.

Escucharon sollozos y caminaron hacia ellos. Llegaron hasta la sala. En el sillón individual estaba sentada la madre de Andreas, que lloraba desconsolada. Ambos se acercaron, asustados.

La señora levantó la mirada y les vio, sus ojos lucían cansados y llenos de dolor.

--Andreas… é-él… murió.-pronunció con voz ahogada, liberando un lamento.

Bill sintió que el alma se le iba del cuerpo y que su corazón se rompía en mil pedazos… destrozado completamente. Cayó de rodillas, sin poder sostenerse de nada. Sintiendo la desolación y el dolor… la desesperación y la tristeza…


***


Despertó en la madrugada, casi al amanecer, con un grito emergiendo de su garganta adolorida. Sus ojos rebosantes de lágrimas pestañearon intentando ver en la oscuridad.
Aun sentía lo de su pesadilla, el dolor, el desconsuelo, el sufrimiento.

Se sentó en el sofá, abrazándose a sí mismo, rodeando sus piernas con sus extremidades superiores mientras hundía su cabeza entre estas, llorando ahogadamente, sintiendo su cuerpo temblar no sólo a causa del frío, sino de temor a que fuera real.

El miedo a despertar y enterarse de que Andreas nunca iba a sonreírle de nuevo, a mirarle de nuevo con aquellos ojos que tanto le gustaban.

--¿Bill?.-una voz soñolienta se hizo escuchar entre la lluvia y el avanzar del autobús por la carretera. Era Tom. — ¿Billa?-

Hacía menos de 5 minutos estaba profundamente dormido, después de haber estado despierto muchas horas tratando de conciliar el sueño. Estar peleado con su gemelo era incómodo y no le gustaba.

Pero al fin, su cuerpo fue vencido por el cansancio y cayó ante los brazos de Morfeo. Pero tan solo con cuatro horas, un grito le despertó. Sabía de quien era la voz, así que se levantó sin más, avanzando con premura hacia la fuente de la vocalización. Avanzó, tropezándose con la pata de la mesa del diminuto comedor, maldiciendo.
Llegó al lugar y se encontró con un bulto, el cual era conformado por el cuerpo de su hermano el cual estaba hecho un ovillo, con su cuerpo sacudiéndose por los espasmos del llanto.

Se acercó lentamente, sentándose a su lado y colocando una mano en su hombro.

--¿Qué sucede? –le habla, suavemente.

Pero no recibió respuesta, solo un silencio roto únicamente por el ruido externo y los sollozos ahogados del menor. No pudo soportar verle así, tan frágil e indefenso, así que le abrazó, le atrajo hacia sí, rodeándole protectoramente con sus brazos, prácticamente sentándolo en su regazo.

Le arrulló hasta que los lamentos contenidos de su pequeño hermano aminoraron, así que le separó un poco para verle, notando, a pesar de la poca luz, que sus bonitos ojos estaban irritados y algo hinchados.

Sus dedos subieron, acariciando una de las arreboladas y mojadas mejillas, provocando que un suspiro abandonara los labios de su reflejo.

--Bill… si estás así por lo de ayer… yo no…-

Pero la negación silenciosa del pelinegro le calló.
Entre hipidos y con voz trémula y ahogada le contó todo, cómo se sentía, que le perdonaba lo de ayer e incluso la historia que leyó y le hizo saber que en cualquier momento podía perder a las personas que amaba.

El guitarrista le escuchó atentamente, mientras acariciaba aprehensivamente la espalda ajena, retirándole los cabellos del rostro.

Cuando terminó, el mayor le besó la frente, el puente de la nariz, las mejillas y por último los labios, tomándole de la barbilla con suavidad, acariciándole los carrillos con los pulgares, acariciándole los labios con los suyos con dulzura y ternura, al tiempo que una de sus manos bajaba por la estrecha espalda hasta la cintura, atrayéndole.

Al finalizar el beso, le miró, sonriéndole con una sonrisa muy diferente a como lo hacía en público, sólo le sonreía así a él.

--Eso no pasará, Bill, al menos no ahora y no en mucho tiempo. —intentó tranquilizarlo.

--Pero...—

--Nada. —le puso un dedo en los labios, haciéndole guardar silencio.

El vocalista vio como el otro se ponía de pie, apagando la pc y cerrándola, y ante la mirada incrédula de Bill, se encaminó hacia el dormitorio, y creyendo que le había dejado para volverse a dormir, se quedó allí, pero los pasos de su igual acercándose de nueva cuenta le hicieron alzar sus orbes.

Distinguió a Tom con una manta en las manos.

--¿Me haces espacio?—le preguntó, aún sonriéndole.

Inmediatamente, el cantante se corrió a un lado, pero el mayor tenía otras intenciones. Tomó a Bill de la mano y le hizo ponerse de pie, para él mismo recostarse, ocupando casi todo el mueble, jaló  al chico de negros cabellos, haciendo que se acomodara técnicamente sobre él. Cubrió a ambos con la manta, mientras el chico se acurrucaba cual minino, el otro le rodeaba cálidamente, atrayéndole a sí.

De esa manera durmieron casi hasta medio día, cuando sus compañeros de banda se decidieron a despertarles, puesto que estaban cerca de su destino.

A pesar del miedo constante y la preocupación del líder del grupo, el concierto fue de maravilla, aunque el chico de rastas vigiló constantemente y de muy cerca a su gemelo. Durante los tres días siguientes a ese sueño, notó que su reflejo casi no dormía, tampoco comía y se la pasaba en la luna, y eso le preocupaba.

Después del evento, el mánager les anunció que tendrían dos semanas libres y que podrían hacer lo que quisieran.

Regresaron a Alemania ese mismo día para alivio y alegría de todos. Eran cerca de las tres de la mañana cuando llegaron, cansados, soñolientos y con ganas de dormir el resto de sus vidas, así pensaban todos, excepto Bill.
Él sólo quería llegar, llamar a Andreas y asegurarse de que estaba bien y a salvo en su casa. Asegurarse de que no estaba… muerto.

La camioneta que los transportaba junto con sus maletas fue dejando a cada uno de los integrantes de la banda en sus respectivos hogares, la ciudad fue recorrida y al final, solo quedaron los gemelos en el auto.

El más pequeño iba pegado a la ventanilla, viendo un punto muerto a través del cristal, mientras su mano se aferraba a la ajena, sus dedos entrecruzados.

Al fin, el vehículo se detuvo frente al departamento de ambos y al cabo de menos de 10 minutos, ya estaban dentro, dejando las maletas de lado.

El castaño se tumbó pesadamente en la cama, suspirando al sentir el mullido colchón hundirse bajo su peso; el otro, por el contrario, caminó directamente al baño, tomando antes algo de ropa, y se encerró por algo más de media hora, saliendo aseado y con el cabello semi-húmedo, sin maquillaje y vestido no con pijama, como el guitarrista esperaba, sino con jeans y una camiseta negra.

La mirada ajena le siguió mientras él se colocaba rápidamente un par de tennis.

--¿Bill? –le llamó, dubitativo, a la par que el moreno se incorporaba y caminaba hacia la cama, tomándole una mano y jalándole para que se levantara.-¿Qué?—arqueó una ceja.

--Vamos, levántate. –le animó, haciendo que se parara.

--¿A dónde rayos vamos a ir?, son las 3:30 de la madrugaba. –inquirió.

--Tú ya sabes a donde. –

Si, el otro sabía hacia dónde, así que decidió no discutir.

Se dio una ducha rápida y salió, viendo como un ansioso Bill salía, encaminándose a la sala.

Contrario a lo que quería hacer, que era tan solo desvestirse y dormir, condujo por las desoladas calles hasta llegar a su destino. Aparcó el transporte cerca de una casa y los dos bajaron de este, el pelinegro más apresurado que el otro, quien le seguía a paso flojo.

El vocalista apretó el paso y llegó rápidamente a la puerta, tocando el timbre con insistencia; cuando parecía haberse pegado al interruptor, su gemelo llegó…

--Calma, con una vez basta. –le dijo tranquilamente, pero el otro le ignoró.

Esperaban impacientes.

5 minutos…

10 minutos…

20 minutos…

--¿Por qué no abre? –preguntó, apretando sus manos entre sí, al borde de un ataque de ansiedad.

--Tranquilo, tal vez no está o está dormido. –pronunció el mayor.

¿Y si pasaba como en su sueño? ¿Y si entraban y no había nadie más que la madre del rubio para decirles que éste jamás volvería a casa?

Se escucharon unos pasos lentos, y después el sonido del cerrojo al abrirse.

--¿Quién demonios…? –

La puerta se abrió, rebelando a un medio dormido Andreas en pijama y despeinado, que sólo pudo pronunciar aquellas dos palabras antes de que el vocalista se le echara encima, abrazándolo con desesperación. La acción ajena tomó por sorpresa al chico, que cayó de culo en el piso con el menor aferrado a él, por un momento creyó que lo estaban asaltando o algo así, pero vio a Tom, quien entraba y cerraba la puerta tras de sí como si la escena de los dos tirados en el suelo fuese de lo más normal.

El blondo le dirigió una mirada interrogante al Kaulitz mayor, pero éste solo se encogió en hombros.

--¿Bill, sabes? El piso es bastante incómodo, porque no… --pero su voz se detuvo al sentir las tibias lágrimas del aludido mojar la descubierta piel de su cuello. –Billa… ¿Por qué lloras? –le cuestionó, pero solo recibió un sollozo ahogado por respuesta.

Había estado a punto de echar abajo la puerta, hasta que, para su alivio, vio a su amigo abrir y el alma le volvió al cuerpo mientras la alegría de verle le invadía, no pudiendo reprimirse.

--Andy. –le escuchó pronunciar con voz trémula. –Te extrañé tanto. –el otro le vio alzar la mirada, y vio sus ojos rebosantes de agua.

--Yo también te extrañé… a los dos. –le besó suavemente los labios y alzo sus orbes para sonreírle a Tom, quien sólo le guiñó un ojo, caminando hacia la sala. –Ven, vamos a que tomes algo de agua y a la sala, vale? –le sonrió.

Y aunque el chico aceptó ir a la sala, declinó la oferta del vaso con agua, no creía que nada pasase por su garganta ahora mismo. El rubio le llevó a la sala, donde su gemelo yacía tumbado sobre el sillón más grande, y le hizo tomar asiento, aunque el menor se vio reacio a alejarse de su amigo,  este cedió, le abrazó con ternura y le acarició la espalda y los cabellos. Estuvieron en silencio, puesto que no había necesidad de palabras entre ellos.

El de cabellos oscuros se quedó dormido en brazos de Andreas, quien, con ayuda de Tom, le llevaron a su habitación, recostándole en la cama, acompañándole pocos segundos después.

Y arropándole, el chico de casi alba cabellera interrogo al otro sobre el extraño comportamiento de Bill, a lo que  el guitarrista no puedo evitar relatarle todo…

***

Aun no amanecía, lo sabía porque todo estaba en silencio y en penumbras.

Recordó de pronto su pesadilla y aquella historia sobre la muerte de Andreas, y comenzó a desesperarse rápidamente…

--Calma. –una conocida y queda voz le hizo tratar de ver en la oscuridad. –Estoy aquí, cariño. –le dijo dulcemente, mientras se incorporaba y le besaba una mejilla. –Vuelve a dormir y no te muevas mucho o despertarás a Tom. –

Bill se dejó atraer por los brazos ajenos, que le rodearon y a los pocos segundos, su gemelo le estrechaba contra sí por la espalda, aún dormido.

--Siempre voy a estar aquí para ti... para ustedes, siempre que me necesiten.--el rubio susurró al oído del moreno con voz de amante.

De sus ojos emergieron algunas lágrimas solitarias, pues sabía que aquella situación tan dolorosa, llegaría algún día y eso le daba mucho miedo... pero no podía vivir todo el tiempo aterrado... disfrutaría de cada momento e instante como si fuese el último.

Estiró su cuello un poco y besó la comisura de los labios de Andreas.

Y se quedó dormido, sonriendo, feliz.


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