El ansia le estaba carcomiendo. Llevaba horas en el mismo nivel de su videojuego y no podía concentrarse. Había algo en su mente más fuerte que el…algo que no lo dejaba en paz. Desde hacía un tiempo habían estado viviendo juntos por cuestiones de negocios, por no decir que Mello se había quedado sin ningún aliado y ninguna guarida después de volar la de la Mafia y desaparecerse. Escondido como una rata permanecía horas en el departamento de Matt masticando chocolate mientras mascullaba maldiciones entre dientes. Había que acabar con Near y eso lo tenía más tenso que nunca.
Matt conocía al verdadero Mello. No ese joven chiflado y maniático de malhumor adicto al chocolate. Matt conocía a un Mello que se hallaba oculto en su corazón. Pero aun no le molestaba del todo cuidar de Mello, puesto que alguien tenía que curarle sus heridas de la explosión. Mientras Mello permaneció inmóvil en cama era muy sencillo. Le llevaba sus chocolates y se sentaba a su lado mientras el dormía. Cambiaba sus vendas y limpiaba sus yagas. Por supuesto que Mello detestaba que cuidaran de él, pero no tenía otra opción. En la mente de Matt Mello tan solo era su amigo de la infancia y sentía que no podía dejarlo solo. Mello necesitaba un aliado y cuando se hubo curado salía a menudo del departamento enfundado en su chamarra de plumas y sus lentes oscuros. Había que investigar y por lo tanto Matt se quedaba en casa espiando al enemigo.
El cuartel de investigaciones de Japón llevaba horas en silencio. Era el trabajo más aburrido que alguna vez había echo. Pero había algo más que lo mantenía pegado a la empresa. Eso mismo que lo tenía sudando frio. Mello. Cada que lo miraba con el rabillo del ojo sentía que la piel se le enchinaba. Su cabellera menearse cuando se sacudía el agua después de salir de la ducha. Cuando le toco darle baños no había reparado en el de esa manera pero aun se sonrojaba al recordar el cuerpo desnudo de mello que sin vergüenza alguna se mostraba en la bañera ante él. ¡¡¡Pero qué estaba pasando!!! Mello era un chico como él. No podía enamorarse de un chico. A decir verdad las mujeres le atraían aun, pero en ellas no hallaba esa chispa que Mello encendía en el. Llevaba muchos días así. Con aquel deseo quemándolo por dentro. Sus fantasías ya lejos de ser placenteras parecían más dolorosas que nunca. Era un placer masoquista que estaba pudiendo con él. El desahogar su oculto y prohibido deseo en la ducha ya no era suficiente. Había que actuar.
El sabía lo que a Mello le podía. Esa misma mañana cuando Mello no estaba se marcho en su auto. Recorrió las calles de Japón en el buscando algo. Fue entonces cuando se detuvo a comprar cigarrillos. Camino en la tienda de autoservicio y algo ilumino su rostro. ¡Era perfecto! Su mente de habido hacker maquino un plan que no podía fallar. Esa misma tarde cuando volvió a casa Mello seguía ausente. Se dirigió a la ducha con una enorme sonrisa en el rostro. Sabía que Mello no llegaría hasta la noche así que se tomo su tiempo. Recorrió su cuerpo con aquella esponja para baño pensando en su compañero. Sintió esa inquietud en su bajo vientre de solo imaginar sus delicadas manos pasearse por su espalda.
Pero tan solo eran sueños. Matt sabia que Mello no era de ese tipo. Jamás le conoció algún gusto por alguna mujer, pero esa semana que había pasado en el baño de Halle lo hizo detenerse un poco a pensar en lo que haría. Pero si algo sabio era que Mello jamás podría resistirse al chocolate. Pero como deseaba besar aquel cuerpo delicado. Cerró los ojos y la imagen de Mello descansando en su lecho vino a su mente. Con aquella piel suave al descubierto. Como el ya lo sabía, Mello dormía sin ropa alguna sobre él. Despreocupado se despojaba de todas sus ropas antes de adentrarse en su cálida cama. Matt solo podía mirar a escondidas. Mirar la silueta trazada por la tenue luz de la ventana de aquel chico que conocía desde siempre. Aquel a quien deseaba con todas sus fuerzas y jamás tendría. Se conformaría con mirarlo así, desnudo con sus mejillas sonrosadas perdido en sus profundos sueños.
Así después de alistarse espero. Con su videojuego en mano. Con aquellos dedos que de tanto sudar se resbalaban en los botones. Estaba hecho un manojo de nervios. Esta noche intentaría dar un paso que jamás pensó atreverse. No perdía nada en sí. Sabía que lo mínimo que podría recibir seria una paliza. Tal vez un par de balazos en algún lugar no mortífero, pero Mello lo necesitaba por lo tanto ni lo mataría ni se marcharía del lugar. Tal vez…jamás podría mirarlo a los ojos.
Pero aun quedaba una posibilidad. Si, una remota posibilidad de que en la mente de aquel muchacho menudo pero fuerte hubiese confusión. Si Mello lo aceptara quizá moriría de la felicidad. El corazón le latía tan fuerte con el simple pensamiento que pensó le daría un infarto.
El tiempo acechaba. Mello estaba por llegar. Corrió de puntillas a la habitación. Tomo de la bolsa aquel objeto necesario para la conquista, se lo puso y se metió en la cama. El departamento solo tenía una cama, la que siempre ocupaba Mello. Matt no tenía otra opción que irse al sofá. Pero en esta ocasión necesitaba invadir el espacio personal de Mello para llevar a cabo su cometido.
La puerta dio un tremendo azotan que hizo vibrar los ordenadores abiertos en la mesa. Se escucharon maldiciones bastante comunes en aquella habitación. El ruido de la ducha. Matt trato con todas sus fuerzas de regular la velocidad de su respiración para que pareciera normal, pero el ritmo del latir de su corazón no se pudo ocultar, este latía como si se lo llevara el diablo. Mello había entrado en la habitación. Su cuerpo tan solo estaba cubierto por una pequeña toalla que cubría su entrepierna y nada más. Sacudió su cabello como de costumbre y miro fijamente el bulto que yacía respirando sobre su cama. Entonces el silencio. Algo no andaba bien. Mello volvió y de su boca no salió ninguna especie de grito enfurecido. Solo empujo a Matt levemente y lo despojo de la sabana que lo cubría para cubrir su cuerpo desnudo y sonrosado con ella. Se hecho en la cama con sus cabellos sobre la almohada y algunas gotitas recorriéndole el pecho y la cicatriz que se extendía en su hombro.
Entonces lo percibió. Era un olor en particular muy familiar. Un olor que le era irresistible. ¿Pero de donde provenía ese olor? Estaba demasiado cerca, despertando cada uno de sus sentidos. Rápidamente sus ojos se abrieron de par en par y con desesperación recorrieron la habitación. Estaba un tanto oscuro pero la ventana que estaba abierta podía iluminar un poco. Entonces se dio cuenta de que Matt estaba ahí. Ya había notado que estaba ahí, pero no le había dado importancia alguna. Estaba tan cansado que ya reprendería al muchacho en cuanto descansara un poco. Le daría la paliza de su vida por tomar su cama sin su permiso. Pero ese olor…Estaba matándolo, le cegaba los sentidos…no lo dejaba pensar. Que era aquello que olía tan bien…olía a...chocolate. Engullo aire con una expresión de sorpresa. Pero ese olor a chocolate no era el olor típico de los chocolates que el comía, tenía algo diferente. Entonces volvió a mirar…esta vez fue el movimiento de Matt lo que lo hizo girar su cabeza. El chico pelirrojo tenía el dorso descubierto, este ligeramente torneado lucia fresco y sus brazos fuertes despedían un aroma distinto al de Matt. Estaba demasiado cerca.
Se quedo paralizado. El cuerpo estaba respondiendo de una manera bastante extraña. Su instinto le pedía acercarse al indefenso y dormido pelirrojo. Su nariz no podía equivocarse, el olor, aquel olor que le atraía provenía de Matt. Tenía que comprobarlo. Matt estaba dormido. No se daría cuenta. Mello acerco su perfil al cuerpo de Matt. Recorrió con su aliento lentamente cada rincón de su pecho en busca de ese olor. Se bebió con su respingona nariz cada centímetro de aquella fragancia y sin querer rozó con la punta de sus labios los pectorales de Matt. Todo el olía a chocolate. Mello no podía resistirse. No sabía lo que hacía ya. Si Matt despertaba parecía ya no importarle. Tenía su brazo apoyado a un lado de su cuerpo y el otro en la almohada. Sus cabellos hacia cosquillas en la piel de Matt. Mail ya no podía permanecer más tiempo inmóvil, pero si despertaba, Mello se alejaría de él, tenía que aguantar un poquito más.
Pero el cuerpo de Matt ya no pudo más. Mello lo noto. Sobre la ligera sabana algo estaba cobrando vida. En su temprana adolescencia Mello sintió cierta atracción hacia un chico que había conocido en ese orfanato para niños en Inglaterra. Pero fue algo que el jamás compartió con nadie. Era un secreto que se había quedado encerrado en su corazón. Un secreto que nunca saldría de ahí. Pensó quizá que pasaría. Pero ahora estaba ahí. Sin poderse controlar. No quería despertarlo porque si lo hacía todo terminaría. Matt era un hombre a quien le atraían las mujeres, jamás había mostrado atracción por ningún varón. Incluso le gustaba la mujer del asesino, Misa Amane. Matt jamás aceptaría que alguien como Mello sintiera algo por él. Sería su hazmerreir.
Pero su piel estaba ávidamente despierta. Era tan suave que sus labios no pudieron más que postrarse sobre esta, adueñándose de esa calidez que desprendían. Sabían a chocolate. Todo Matt estaba rodeado de ese olor. Con sus caderas roso ligeramente la parte que se asomaba bajo las sabanas del cuerpo de Matt. Era un pecado aquello que estaba haciendo. Incitando a su cómplice en sueños. Indefenso jamás lo sabría. Como deseaba poseerlo. Rodearlo con su propio cuerpo. Tomar esos labios y apretarlo con fuerza hacia los suyos. Se había quedado mirando los labios entreabiertos de Matt como hipnotizado por aquellos carnosos y rojizos labios. Se acerco aun mas para apreciarlos, los acaricio con su nariz, robando su aliento. Fue subiendo las caricias hasta que su nariz se topo con la de Matt. Entonces algo se movió. Matt sintió que no podría soportarlo más. El aliento de Mello era tan dulce. Susurraba su nombre. Sus pequeños labios pálidos rozaban los suyos. Eterno ladrón de sueños ocultos no pudo evitar robarle un dulce beso, se quedo prendado a aquellos labios que sabían a menta y chocolate. Entonces los labios de Matt se movieron, masajeando y apretando los labios del rubio. Mello sintió algo de miedo pero no quiso soltarse. Estaba prendado a aquella calidez y humedad que producían espasmos en su cuerpo. La mano de Matt se movió ligeramente hasta llegar a su espalda provocando que la parte más privada del muchacho cobrara vida.
Se adentro en un sueño donde todo era posible. Se dejo llevar por aquel cause de los labios de quien secretamente había deseado por mucho tiempo. Nada más importaba en aquel momento. Cuando sus ojos se encontraron fue como una tormenta. El azul violento del cielo se entremezclo con el mar picado de verde de los ojos de Matt. Ambos pechos juntos latieron corazones en un mismo himno. La sangre subió a sus mejillas encontrando que las mejillas del pelirrojo estaban tan coloradas como sus cabellos y las suyas estaban ardiendo. Automáticamente quiso despegarse. Quiso alejarse como queriendo negarlo todo. Algo de pánico se asomo en aquellos ojos del azul más claro y mas frio que un tempano.
Entonces Matt lo miro de la misma manera que siempre lo había echo. Con un temple cálido y comprensivo. Le dijo sin palabras que lo entendía todo. Le expreso sus sentimientos con una caricia en su espalda que le impidió alejarse para siempre. Aquellos ojos de cachorro le estaban derritiendo. En algún lugar desolado de su mente considero que quizá tan solo era un sueño y que si así era no quería que lo despertasen nunca. Un beso apago toda duda de aquello sentimientos que le había guardado por tantos años. Aquella penuria de saber como estaba, Su eterna necesidad de seguirle, aquella inquietud por tenerle cerca no había sido tan solo una amistad como la que jamás había tenido con nadie si no un amor que había nacido desde que eran niños. Algo inexplicable para su mente. Se había enamorado de otro hombre como él. Algo en su corazón le daba tranquilidad ahora. Todo estaba bien.
Recorrió con sus suaves y cálidos labios su desnudo cuerpo. Beso la profunda cicatriz de su hombro y aquellas que tenía en otras partes de su cuerpo. El incendio había sido duro con el cuerpo de Mello, pero aun así permanecía atractivo. Mello permaneció con sus ojos cerrados aun aferrándose a aquello que parecía para él un sueño. Arqueo bruscamente su espalda cuando Matt llego a la parte baja de su abdomen. La emoción en sus ojos los hacía brillar. El chico de los googles estaba realizando aquella fantasía que no había salido de los rincones de su mente en el cuarto de baño de su sencillo departamento. Por fin poseía aquella parte sensible del chico en el que pensaba todos los días cuando posaba su mano en su parte liberando esa tención que le generaba esa fantasía. Desde la vez que lo vio cuando eran niños no podía dejar de pensar en alguna vez darle ese placer que nadie más le pudiera dar. La tomo entre sus manos y acariciándola la introdujo en su boca. Mello arrugo la sabana que estaba bajos sus cuerpos flameantes de pasión. Entonces un pensamiento se escapo de su garganta cuando Matt le masajeaba con su lengua mientras apretó sus manos en su espalda. “No te detengas”
Con sus sentidos nublados no podía dejar de suspirar aquel nombre. Que alguien le sacuda porque no podía ser un sueño. Sus cuerpos estaban tan juntos que podrían haber sido uno solo. El sudor y el olor a chocolate del desodorante de Matt le embragaban. Le hacían salirse de control. Azotó a Matt contra la cama, le tomo con ambos brazos y beso sus labios con desesperada locura. Bebió de ellos y le amo. Recorrió su cuerpo y tentó con sus delgados dedos hasta llegar a donde quería ir. Quería otorgarle ese placer. Quería hacerlo sentir que él era el único dueño de ese cuerpo resplandeciente en la oscuridad. Que cada latido, cada sentir, eran suyos. “Pelirrojo esta noche eres mío y de nadie más.” Encajo las uñas en las sabanas mientras desvariaba. Temblaba y se retorcía en aquella cama en la que no se le había permitido dormir. Ahora no dormía en ella si no era arrastrado a un mar de lujuria. Pero no una simple lujuria cualquiera, era un mar tormentoso de sensaciones inexploradas. Sentimientos entremezclados con una pasión infinita. Las células de su cuerpo explotarían con él al llegar al éxtasis, entonces sintió unos delicados dedos introducirse en un lugar prohibido y jamás tocado por ninguna persona.
El dolor que había comenzado impensable se fue tornando lentamente en placer mientras la boca de Mello continuaba entonando caricias. Entonces supo lo que vendría. Cuando él se separo de su lado solo fue para moverle. Casi por instinto se acomodo en aquella sabana revuelta. Entonces el pecho de su amigo estaba sobre su espalda. Su mano no se había separado de aquella parte que ahora parecía que rugía llamaradas. Se adentro en el. Sus ojos se cerraron de par en par aprontándolos arrugando su hermoso rostro. Estaba bañado en sudor. Aquellas embestidas bruscas e inexpertas buscaban aquellos rincones de el, que jamás habían sido tocados. No podía resistirse algo en el le estaba provocando una guerra, una revolución en su interior. Se arqueaba y de su boca escapaba el nombre de Mello provocando que este le diera más duro. No podía comprarse con ningún sentimiento en el mundo, con ninguna sensación. Su adicción al cigarro no podía compararse con esto que le provocaba Mello al tomarlo así. Su corazón latía con tanta intensidad que explotaría en un santiamén. Entonces el cielo se abrió y todo su ser se derramo sobre su propio cuerpo. Se desplomaron sobre aquella cama dejando que sus sentidos nublados por el éxtasis se vertieran en un profundo ensueño. Mientras sentían que sus cuerpos se alejaban de este mundo sus brazos se buscaron estrechándose con las últimas de sus fuerzas. Entregándose así uno en los brazos del otro. Nada los separaría jamás.