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Con la mirada por Gadya

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Notas del fanfic:

No soy Kurumada... con eso lo digo todo XP

Notas del capitulo: Las cosas que una puede imaginarse de camino a la escuela en un autobús...

 

                                                              CON LA MIRADA

 

          El calor agobiante se cuela por las ventanas del amplio salón, castigo del mar imperante en las costas griegas, y su húmeda presencia se pega en nuestras pieles,  compitiendo en brillo con el dorado resplandor de las armaduras, que agobian nuestro cuerpo con su cálido peso. La monótona voz del Patriarca envuelve nuestros seres en sopor, impulsándonos a un viaje más allá de su presencia, y el ambiente cerrado, sin una mínima ventisca que nos reviva de nuestros vuelos hacia insospechadas regiones, se disuelve en la mortal charla que nos aprisiona en ese infierno.

 

          Suspiro fastidiado,  secando una gota de sudor que, rauda, huye de mis manos a través de mi cuello, y casi sin darme cuenta, mis ojos se enfocan en tu figura, sentada al otro lado de la sala. Luces igual de hastiado que yo, y aquello me hace sonreír, en las pequeñas cuencas que tu entrecejo marca... siempre tan apuesto, aún con aquella expresión de querer marcharte cuanto antes de allí, escapando del rutinario monólogo del Gran Maestro, ni aún en aquella situación pierdes tu gallardía. Tus muecas de cansancio hacen escapar una leve risa  de entre los azules cabellos que cubren mi rostro, condenándome con un codazo de mi gemelo por no prestar atención, a pesar de él estar tan aburrido como yo,  y entonces, la luz se hace en aquel gris universo... tus pupilas verdosas se posan sobre las mías, y la sonrisa que despliegas acaricia mi alma.  

 

            Aquella mirada lo es todo... me siento morir y renacer mil veces, amparado por el esmeraldino brillo de tus ojos, que a la distancia me besan con pasión arrebatadora, como en las noches en las que tus brazos me cobijan del brillo de la luna. Tus labios, sonrientes, me invitan a soñar los oscuros momentos en los que, entre ellos, me deshago, sin misericordia de tus impulsos, mientras tus ágiles manos pretenden acariciar mi espacio vacío a contraluz, enredadas en tu pelo ensortijado que, con dicha, se esconde tras tus orejas. Me pierdo en el verde mar de tus pupilas, y en el calor reinante en la habitación, te sueño, tus manos sobre mi cuerpo, marcando el recorrido que, cada noche, tu deseo tatúa en mi piel con delirio, tu boca sobre la mía, robándome el aliento, todo tu sobre mi cuerpo, mostrándome el paraíso que tus palabras de amor me prometían cuando jóvenes, antes de que la muerte te arrancara de mi lado, comandada por mis propias palabras de ambiciones imposibles.

 

            Tu cuerpo, a metros del mío, atrae mis recuerdos, mis deseos, todo mi ser, condensado en una mirada, una simple demostración de cuán lejos estoy de allí, aunque mi ser continuara sentado en aquella odiosa silla de madera, y eres tú, arquero, el camino que mis pies quieren tomar, para escapar del asesino encierro que aprisiona mis anhelos de estar con tigo en ese momento, mi necesidad de tenerte, de entregarte todo mi ser, escondido en un beso sin reservas, de crear, inclemente, un instante con retazos de poemas sin palabras, de horas compartidas en una cama, como única forma de ser uno siendo dos, triste intento de ritual para jamás separarnos, aún, estando tan lejos como tú lo estas de mí  en aquel salón envenenado.

 

            Mis pulmones entregan, desganados, el aire que, descarados, se habían robado de la sala, y todo mi cuerpo siente como tus ojos se pasean en mi talle, sublimes caricias negadas que, a la distancia, me regalas, como preludio de lo que, esta noche, me entregarás como boleto al Edén, una estancia para los dos lejos del mundo, de las pretensiones, de ocultar éste, nuestro romance, de los ojos de los hombres, prohibidos como estamos, de estar juntos, por lealtad, por devoción a la Diosa Virgen que jamás entendería que me ames, que te ame, que nos necesitemos pese a todo, pese a todos, sin importar traiciones ni rencores diluidos en el pasado oscuro de nuestras vidas libres de vida y colmadas de batallas inútiles en  su nombre; y es que ella nunca podría ver cuánto de ti hay en mi, cuanto de mí hay en ti, cuanto de nosotros hay en este estúpido teatro que actuamos para ella, fingiendo desconocer que el motor de nuestros días se encuentra por las noches en compañía...

 

              Kanon vuelve a llamarme la atención, y en su ligero golpe me reprendo, pero no puedo escapar de tu mirada, de tus ojos que me atrapan, me encierran, me someten sin que pueda ni quiera evitarlo, y es por ello que vuelvo a encontrarlos en mi camino a ti, a tu cuerpo desparramado en el asiento, a metros del mío... son tus pupilas las que me llaman, son ellas las que, hechiceras, me embriagan con sus pequeños universos brillando en su danza, las que, con gracia, me hacen llegar todo el amor que me dispensas en la lejanía de tu contemplación, sumido en el tedioso discurso que resuena en al eco de estas albas paredes, y sonrío, sonrío en el placer que me de saberme en reflejado en tus ojos, cazador por fin cazado con tus redes esmeraldas, sin derecho a libertad.

 

               La voz de nuestro Capitán da fin a su parlamento, y entre exclamaciones de júbilo, me levanto de mi silla, sutil refugio de mis pensamientos esa tarde, todos abocados a tu ser, feliz ladrón de mis sentidos, y son tus ojos los que busco, en medio de la multitud, esperando encontrar tras ellos, lo que en este momento me han prometido... Minutos, horas, o tan sólo un momento, el tiempo no existe si son tus ojos el reloj y la habitación para encontrarnos, pues me has mirado muchas veces ya, pero nunca como esta tarde...  porque es la primera vez queme haces el amor, tan sólo con la mirada...

 

Notas finales: Sin comentarios...

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