Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

VIH por Supa_Mame

[Reviews - 153]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

PARA LOS LECTORES

Se agradecen la correcciónes, pero como se pidió con anterioridad, no las den. No por que no nos interesen, pero desde un inicio se advirtió que no las queremos porque ya el FIC está escrito y de nada sirve que nos digan cosas como "la localizacion y desplazamiento de las salas, o de que va la enfermedad VIH"

Se advierte, otro review que comente una corrección de ese tipo referente a la enfermerdad o "corrigiendo" algo, será borrado.

Y otra cosa NO DEJEN SUS MAILS EN LOS REVIEWS, gente, no por nosotras, son REGLAS  de la pagina y si se descubre a otra haciendolo, nos veremos en la penosa necesidad de Reportarla.

Respeten la reglas de AMOR YAOI para que la pagina funciones de modo correcto.

Gracias.

Atte:

SupaMame.

 

Un nuevo día asomaba en la ciudad que mostraba un extraño invierno, ya que el sol se mostraba con fuerza por los cielos, el hospital central estaba tranquilo, como siempre acostumbraba, con sus enfermeras trabajando, sus doctores atendiendo a los pacientes y los intendentes limpiando con esfuerzo el lugar.

Maes revisaba una carpeta con ojos críticos, sin distracciones y Layla estaba con él en total silencio.

 

Aquel silencio fue interrumpido por varios golpeteos en la puerta de madera en aquella oficina sencilla del doctor Maes Hughes. Se podía ver una sobra por debajo de la puerta de alguien que esperaba a ser atendido, y al parecer estaba impaciente.

 

-Adelante -soltó la voz de Maes sin prestar mucha atención a la puerta, estaba más ensimismado con lo que leía en el fólder.

Layla volteó por inercia a la puerta, ladeando la cabeza.

 

La puerta se abrió al instante de recibir aquel permiso y reveló a Edward que lucía ligeramente preocupado pero casi no era notorio.

-Doctor Hughes, me dijeron que aquí estaría la enferme...- Pero cayó al topar sus ojos con Layla, que estaba también en aquella oficina.

-Ah... aquí estas enfermera...- Dijo Elric sonando aliviado.

 

-¿Qué sucede, Edward? ¿No te dijeron que me esperaras en recepción? -preguntó Layla al ver al chico frente a ella. Maes lo miró por el rabillo del ojo y después continuó con su revisión.

 

-No, Sofi sólo me dijo que estarías aquí.- Se defendió el rubio que aún tomaba la perilla de la puerta.

 

Layla posó sus manos en su cadera y frunció el cejo -Que mala de Sofi -soltó la chica -Espérame afuera, enseguida voy -ordenó y enseguida volvió su mirada al doctor Hughes.

 

Edward asintió y miró con curiosidad por unos segundos al doctor que no le dirigía palabra alguna. Suspiró, cerró la puerta detrás de si mismo para así recargarse en aquella puerta y mirar al suelo mientras esperaba que Layla terminara cualquiera que fuera la cosa que estaba haciendo en esa oficina.

 

-Disculpe doctor -soltó apenada Layla sin mirar a Maes a los ojos.

-Descuida, ¿Cómo vez al chico en el área de enfermos terminales? -preguntó sin pensarlo ni un poco, Layla casi se queda muda ante tal pregunta y después bajó la mirada para pensar como contestar.

-La verdad, mal... si apenas y puede ver un vendaje usado sin asco, creo que los enfermos no lo aceptarían -soltó honesta mirando al doctor a la cara y con una duda en ella. Maes asintió ante las palabras de la chica.

-Sí, tal vez tengas razón, puedes retirarte -soltó, Layla asintió y se marchó del despacho del doctor, cerrando la puerta enseguida y mirando a Ed con reproche.

 

Edward volteo a verle y la duda se mostró en su rostro. -¿Qué?- preguntó con inocencia.

 

-¿Qué? ¿Cómo que qué? ¿Qué estuviste haciendo durante la hora de descanso? -preguntó caminando hacia las escaleras para bajar a su piso.

 

Sudó una gota. -Um... ¿Paseándome por el hospital?- Dijo Edward sintiéndose un poco nervioso por ello.

 

-Ah, que sencillo lo dices -al llegar a las escaleras, Layla encaró a Edward -El doctor Maes me dijo que te vio como dos veces merodeando por los pasillos sin mi supervisión y que me mandó llamar con Sofí y claro está que la malvada ni me avisó, pero ese no es el punto, te dije que no quería que te vieran y lo primero que haces es meterme en problemas.

 

-Perdón.- Se disculpó parándose a un lado de ella y sin poder evitar sentir la culpa invadirle, él no quería meterla en problemas. -Es que apareció de la nada y... pues...

 

-¡Ningún de la nada! No tenías nada que estar haciendo en este pasillo, tu lugar es el segundo piso y ya, no otros -sentenció y bajó la escaleras enfadada y ofendida.

 

‘Ay no...', pensó el rubio al llevarse una mano a la cabeza y seguirla bajando las escaleras.

-Perdóname, es en serio...- Se disculpaba el rubio bajando las escaleras aprisa para así pasar por un lado de ella y terminar frente a la enfermera. -No fue mi intención meterte en problemas. Dime, ¿qué puedo hacer para remediarlo? No me gusta cuando la gente se enoja conmigo por mis tonterías.

 

Layla se paró con los ojos abiertos al ver al rubio frente a ella y enchueco la boca -Pues ya nada, solo que ahora, en ves de que te vayas a pasear por todo el hospital, vas a continuar con mi trabajo, yo te enseñaré a limpiar y colocar vendas en los pacientes, eso lo harás por una semana -sentenció, dejando en claro que esa sería la única condición para que Edward fuera perdonado.

 

-¿P-poner vendas? ¿Yo?- Preguntó el rubio que no podía esconder su desacuerdo con esa sentencia que Layla le había dado. -¿Pero que tal si por mi culpa les pasa algo a los pacientes?- Comenzó Edward negando ligeramente con su cabeza. -¿O si les aprieto tanto la venda que se les corta la circulación y les terminan amputando la pierna? No estoy listo para cargar con eso en mi conciencia.

 

-Pues para eso tienes que prestar atención, eso o te transfiero con el doctor Hughes al tercer piso, me comenta que necesita mucha ayuda arriba -afiló la mirada violeta y sonrió de modo malicioso.

 

-¿A-al... tercer piso?- Comenzó Edward y rápidamente dio dos pasos hacia atrás, colocó ambas manos sobre sus caderas, inflando el pecho y luciendo como un héroe. -¡Dominaré el arte del vendaje! ¡Ya verás! ¿Para que transferirme al tercer piso si lograré ser todo un experto vendando pacientes?

 

Layla sonrió con más malicia -Eso quiero verlo -soltó y terminó de bajar las escaleras, dejando olvidado a Edward.

 

Edward la miró irse y suspiró pesadamente al relajar sus brazos y rascarse la cabeza.

-¿Por qué siempre me meto en este tipo de cosas...?- Se preguntó el rubio sintiéndose decepcionado por si mismo y terminar de bajar las escaleras para salir de ellas en busca de Layla.

 

Al pasar parte de la tarde, Layla ya había instruido a Edward en lo más básico del vendaje, como desenvolverlo con cuidado, como desinfectar la herida, como aplicar pomada si se necesitaba y cerrar el vendaje con cuidado de no presionar de más en el brazo del paciente.

-Ahora hazlo tu -soltó Layla ya más calmad ay sin ser rencorosa, más bien como un profesor que enseña alguna materia difícil.

El paciente, con una horrible cicatriz en la cara en forma de X, miró con recelo al rubio inexperto y temiendo por la herida en su brazo.

 

-Bueno...- Fue lo que salió de la boca de Edward al notar como ese hombre le miraba y poniéndose un poco nervioso pero vendar ese brazo no era algo que él no pudiera hacer.

 

Aplicó la pomada con cuidado en el brazo del hombre y aguantándose las ganas de soltar algún gesto, sacó un vendaje nuevo de su paquete y comenzó a envolver el brazo moreno del hombre de la cicatriz.

-Usted me dice si le incomoda...- Le dijo al hombre y sin retirar la mirada del brazo que vendaba.

 

El sujeto solo asintió, mirando su brazo también, para después mirar a la nada, aburrido.

Layla miraba atenta todo, viendo cada paso que el chico hacia y no podía negar su sorpresa de ver lo rápido que aprendía Edward.

 

Fue cuidadoso como Layla le había instruido. Edward terminó vendando aquel brazo y una sonrisa, de orgullo por lo que había logrado, se mostró en el rostro del rubio.

-Listo.- Dijo el trenzado mirando a lo que él llamaba "obra de arte".

 

-Está muy bien, Edward -soltó Layla con orgullo por el trabajo del chico, el paciente solo afirmó y en seguida Layla empezó a recoger las cosas y ponerlas en una bandeja para salir del cuarto junto con el rubio.

-Estoy muy orgullosa, Ed. Eres bueno en esto ¿no te interesa ser enfermero? Se te da muy bien.

 

-¿Yo? ¿Enfermero?- Preguntó Edward al voltear a verla y seguir caminando a su lado por aquel extenso pasillo. -No lo sé...  ¿No es un trabajo de chicas?

 

-¡¿Qué te pasa?! Claro que no, que machista -soltó Layla ante el reprobante pensamiento -Por si no lo sabes también hay enfermeros aquí y a veces están vestidos de pitufos o tienen su uniforme blanco -aclaró Layla yendo al almacén para tirar lo usado y limpiar los utensilios.

 

-¡Wah! Perdona, yo no sabía de eso.- Se defendió el chico sudando una gota y mirando como la enfermera limpiaba las cosas que se habían usado con anterioridad. -En la televisión jamás me ha tocado ver más que enfermeras y doctores en los hospitales.

 

Edward se recargó contra la pared y miró al techo.

 

-La televisión, Edward. Ese aparato solo le muestra a los hombres su supuesta superioridad sobre la mujer -secó las herramientas y después sus manos para ver cara a cara a Edward -Recuerda que no todo lo que brilla es oro, así que deja de irte con la primera impresión de las cosas, a veces son mentiras o mascaras.

 

La miró y se mordió el labio inferior para así asentir de inmediato sintiendo como Layla tenía razón en cada palabra que decía. Edward no era machista, simplemente era muy ignorante de lo que veía en el mundo.

-Si... creo que tienes razón, Layla...- Dijo el rubio.

 

Se abrió la puerta en ese momento, revelando a la recepcionista -Layla, te busca el doctor Maes, quiere que subas al tercer piso -miró a Edward con recelo -Con el chico -y cerró la puerta enseguida.

Layla frunció el cejo ante el modo de hablar de su compañera -Bueno, ya oíste al jefe -soltó Layla saliendo del almacén con Edward.

 

Caminaban por aquellos pasillos que al rubio ya le eran familiares por sus "aventuras" del día anterior en "zona prohibida". Habían hablado con el doctor ojiverde, quien les había encargado que cambiaran el vendaje de un paciente que el nombre ni era de interés de Edward. Él tan sólo iba metido en sus pensamientos y casi inconsciente de los pasos que daba siguiendo a la enfermera de blanco.

 

-Edward -soltó Layla antes de entrar al cuarto con el número 467 -Quiero que seas muy cuidadoso, quiero que hagas exactamente todo lo que yo hago ¿de acuerdo? El paciente que vamos a atender ahora, tiene SIDA... ¿sabes los riesgos que hay en esto, verdad?

 

‘¿Sida?', Edward sintió como se ponía blanco al escuchar aquellas palabras y asintió.

-S-si, descuida.- Contestó el rubio encogiéndose en hombros. -Me informaron mucho en mis clases de educación sexual, sé de los riesgos que hay.

Acomodó sus flequillos detrás de su oreja y siguió hablando. -Yo tan solo miraré tu trabajo y no haré nada más...

 

-Perfecto -soltó Layla ante la madurez de Edward, tocó la puerta y abrió sin esperar autorización -Buenas tardes -soltó cortes la chica.

-¿Qué le ve de buenos? -preguntó irónico una voz resentida y monótona.

 

Edward puso su pie izquierdo dentro de aquella habitación y se quedó hecho piedra al ver a la persona en cama.

‘¡Pero si... es el hombre malhumorado de ayer!', pensó el rubio que lucía un tanto sorprendido desde el margen de la puerta.

 

-Vengo a cambiarle el vendaje, espero que el chico que viene conmigo no le incomode -soltó calmada ante la hostilidad del paciente.

El sujeto ni miró a Edward y solo gruñó en acuerdo.

 

Edward suspiró silenciosamente y cerró la puerta detrás de sí para allí mismo quedarse y ver desde lejos lo que Layla llevaba a cabo.

Miró al hombre sobre la cama con detenimiento e intentando memorizarse las facciones de su rostro.

Esos ojos finamente rasgados, la piel pálida pero con atractiva tonalidad, el cabello azabache que lucía suave a pura vista... ¿Por qué la vida era tan injusta con ese hombre?

 

-Vaya... ¿Por qué no había reportado que la herida no estaba siendo curada? -preguntó la chica al ver el antebrazo del paciente de cabello negro, era una herida un tanto profunda, pero nada de cuidado.

-A quien le importa, de todos modos... me voy a morir, ¿no? -soltó mirando que la chica se había puesto guantes para poder atenderlo, suspiró ante esto.

 

Edward bajó la mirada al escucharle decir aquellas palabras y no pudo más que encogerse en hombros.

‘Qué triste...', pensó enfrentando la depresión por el dolor ajeno. ‘Su enfermedad es el motivo de su enfado...'

 

-No diga eso... ha estado respondiendo muy bien al medicamento, estoy segura que le queda más vida que a un gato -motivaba Layla desinfectando la herida con cuidado y después empezar a aplicar la pomada que el doctor Hughes le había dado.

El pelinegro se quedó callado y volteó su cara harto de la plática que era melosa.

 

Edward se tensó un poco al sentir aquella mirada color azabache mirar hacia su dirección. Se sintió ligeramente incómodo y así desvió la mirada a un lado.

 

Rodó los ojos y devolvió su mirada hacia la herida que ya estaba vendada -¡Listo! -soltó Layla poniendo lo usado en la bandeja -Cuídese esa herida, señor. No queremos que empeore.

Miró el vendaje con desinterés y no contestó ni agradeció, solo se quedó callado.

 

Edward miró como uno de los vendajes caía al suelo y como aquello pasaba desapercibido por la enfermera. Miró al hombre y después al vendaje para terminar viendo a Layla.

-Se cayó...- Murmuró el rubio señalando el vendaje en el suelo.

 

Layla, con la bandeja en mano parpadeó ante las palabras del chico -Ay, recógela, por favor, Edward -pidió la chica que le daba flojera agacharse.

El pelinegro rodó los ojos ante la poca caballerosidad del rubio.

 

El rubio caminó con sus ojos enfocados en el suelo para no intercambiar miradas con el hombre y se agachó a un lado de Layla para sostener aquel vendaje y, al enderezarse, ponerlo en la bandeja de que cargaba la única mujer en aquella habitación.

 

-El mirar a una persona con SIDA no es contagioso -soltó al resentir esa mirada evasiva en su persona. Layla apretó los dientes y miró de reojo a Edward.

 

Edward sintió un golpe en su pecho al escuchar aquellas palabras salir de la boca del pelinegro. Él no era de ese tipo de personas, sabía claramente como esa enfermedad era contraída y jamás haría menos a alguien enfermo de ella.

Se atrevió a mirarle aún un tanto inseguro y buscó las palabras indicadas para hablar.

-Lo sé, pero no es por ello que no te había dirigido la mirada...- Comenzó Edward al enfrentar al hombre. -Si no por lo de ayer.

 

-¿Ayer? -preguntó el pelinegro con duda. Layla miró a Edward ante lo que decía -¿Qué de ayer?

 

‘¿Ahora resulta que también tiene amnesia?', pensó Edward con algo de fastidio. ‘Layla se va a enojar...', pensó.

-Cuando entré sin permiso y me corrió a gritos.- Soltó girando ligeramente la cabeza temiendo por la reacción de la enfermera.

 

-¡Edward! -soltó Layla ante la imprudencia del rubio. El pelinegro levantó una ceja ante la intriga.

-No tengo ni idea de lo que hablas, entran muchas personas sin permiso a esta habitación -soltó mirando a la chica con ironía y después al rubio.

 

-Me estaba escondiendo del doctor Hughes, Layla.- Se defendió el rubio ante la llamada de atención que la vestida de blanco le había hecho. -Si no hubiera entrado, me hubiera visto por tercera vez y estaríamos en más problemas...

 

-¡Esa no es razón para perturbar a un paciente enfermo! -soltó indignada la mujer y reprochando la acción del rubio menor.

-Sigo sin saber cuando -soltó el hombre sintiéndose ignorado de repente.

 

-De acuerdo, de acuerdo. No lo volveré a hacer, ya con el castigo que me diste por esta semana tengo.- Admitió el rubio con sus manos frente  su pecho y desviando la mirada de la enfermera molesta.

 

-Eso espero, que escarmientes -soltó Layla negando varias veces.

-¿Entonces? -preguntó el pelinegro, para después rodar los ojos -¿Pueden irse? Quiero descansar -soltó en un tono frívolo y poco condescendiente.

 

Edward llevó su mirada hacia el hombre del cual aún desconocía su nombre y, ante la petición, sólo bajo la mirada metiéndose sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

 

-Es verdad, usted necesita descansar, nos retiramos -soltó Layla caminando hacia la puerta, esperando a que Edward la alcanzara para que le abriera la puerta ya que ella no podía sola.

El sujeto solo asintió y miró la ventana con cierta nostalgia.

 

El rubio ya no podía quitar sus ojos de aquel hombre que lograba hacerle sentir un extraño nudo en su garganta al verle de aquella manera.

‘Dime, ¿Por qué quieres quitarle el brillo que llega a tu vida cuando sabes que tus días estás contados?', pensaba Edward portando un rostro serio que ligeramente se mostraba triste.

 

El pelinegro sintió la mirada del rubio, pero no volteó, tan solo continuó mirando a la ventana, sumido en sus pensamientos.

-Edward...-soltó Layla esperando a que el chico la siguiera.

 

-Ah, si...- Dijo Edward al ser sacado de sus pensamientos y quitar sus ojos del pelinegro para así caminar hacia la puerta y abrirla para Layla. -Dame las cosas, yo las cargo...- se ofreció tratando de ser caballeroso.

 

Ling bostezó con fuerza recostado en su banco, sin mirar a su maestra de gramática que les mostraba una película un tanto fuerte para muchos del salón, "El Cubo" algunos ya se habían salido del asco, otros, solo cerraban sus ojos del miedo, mientras que los demás se dormían, como él, o eso intentaba, pero con un amigo como Edward Elric cerca, era un tanto difícil.

-¿Vas a quedarte más tiempo? -preguntó en susurró y con voz monótona.

 

-Sólo hoy.- Contestó el rubio recargado sobre la planta de su mano mientras miraba con aburrimiento a su amigo. -El hombre de que te conté, no sé, quiero ir a verlo después de mi turno...

 

-¿Para que? -preguntó con flojera, para después fruncir el ceño en molestia al escuchar el grito de una compañera, miró la pantalla del salón y vio a un sujeto con la cara carcomida por algo que Ling no tenía ni idea de que era -Según tu dices que te trató mal y ni siquiera se acordó de ti, ¿entonces? -miró de nuevo a su amigo.

 

-Pues me siento mal por él, es todo.- Edward se justificó ignorando completamente la cinta que veían en clase y ahora entreteniéndose con sus flequillos y soplándolos hacia el frente. -Está solo y está enfermo mortalmente, no me gustaría estar en su lugar y amargarme la vida en la soledad.

 

Ling sudó una gota -Sí, como sea...

-¡Corre! ¡Corre! -gritó una chica con voz aguda, Ling rodó los ojos y se recostó más en su banco.

-Te acompañaría, pero mi turno termina hasta las siete de la noche -soltó con voz tristona.

 

-Descuida...- Soltó Edward al terminar recostado de igual manera que su amigo sobre su propio banco. -Lo más que puede hacerme es correrme como lo hizo anteayer. Así que mientras me desees suerte, estaré bien.

 

Ling sonrió -Suerte -soltó, levantando su mano para chocarla con la de Edward en modo silencioso, como buenos camaradas.

 

-Payaso.- Edward sonrió cuando levantó su mano y la chocó contra la de su amigo. -Tu ten suerte con tus amados archivos.

 

-Cállate -soltó escondiéndose tras su libro de historia (clara evidencia de que tenía rato de no prestar atención a clases), y gruñendo a su suerte.

 

Acomodaba las gasas, las vendas y las demás cosas que se utilizaba diariamente cuando se ejecutaba la profesión de enfermería. Cerró el gabinete con cuidado y se giró para mirar a la pelinegra detrás de él. -Listo Layla, ya acabé.

 

-Bien, Ed. Ya puedes irte -soltó la chica con una tablilla en sus manos y revisando lo que hacia falta en el almacén para mandar pedir más.

 

-¿Estás segura? ¿No se te ofrece nada más?- Preguntó Edward al meter sus manos con cuidado dentro de sus bolsillos y así mirar a la enfermera. -Hoy... no tengo mucha tarea y pues...

 

-Segura, Edward -soltó con una sonrisilla y sin despegar su mirada de la lista y los gabinetes que revisaba con mucha cautela.

 

Edward suspiró en derrota y asintió para así tomar su mochila del suelo y colocarla sobre su hombro. A decir verdad, Edward estaba un poco nervioso por los planes que tenía para hacer al terminar con su servicio social.

-Bueno entonces... te veo mañana Layla.- Dijo Edward al caminar hacia la puerta de aquel lugar y abrirla.

 

La chica le miró y sonrió con cariño -Descansa y gracias -dijo para después regresar su mirada a los estantes con medicinas y jeringas.

 

Cerró la puerta detrás de si al salir y dirigirse camino al elevador mientras su mente divagaba en lo que iba y tenía planeado decir y hacer. Su mochila estaba algo pesada pero no era por los libros de texto que normalmente cargaba y juraba que un dulce aroma podía llegar hasta su nariz por cada paso que daba.

-Sólo espero que sea bien recibido...- Pensó el trenzado al entrar al elevador y presionar el numero tres cuando las puertas se cerraron frente a él.

 

Leía un libro sin el mayor interés en verdad, ya que sus ojos estaban fijos en la nada, perdido en recuerdos que eran vagos o muy fijos.

Suspiró con pesar y cerró con fuerza el libro de piel color vino, guardándolo en el cajón de su mesa de noche, se recostó en la cama y miró la ventana, como siempre, el cielo azul.

 

Dos golpeteos, uno inseguro y uno firme, se escucharon venir de la puerta blanca del otro lado de la habitación.

 

No hizo caso, ni si quiera pronunció palabra, si era alguna enfermera, siempre entraban como si nada en su habitación.

 

Pero aquellos golpeteos sonaron nuevamente en la puerta, definitivamente la persona detrás de la puerta no cometería el mismo error que días atrás había cometido.

 

Rodó los ojos con fastidio y soltó un aburrido -Adelante...-pero no se movió de su pose. El suero que pinchaba su brazo goteaba con suavidad y su semblante ojeroso dejaba ver lo desvalido del hombre.

 

La puerta se abrió un poco, mostrando el rostro del rubio que no tardó en agarrar un poco de confianza y adentrarse en aquella habitación.

-Hey...- Saludó el rubio al dar vario pasos dentro y sujetando fuertemente su mochila para así terminar parado frente a la cama del hombre. -No te digo "buenos tardes" por que creo saber tu respuesta.

 

El pelinegro volteó al ver al rubio frente a su cama -¿Qué quieres aquí? -preguntó devolviendo su vista hacia la ventana.

 

Buena pregunta. Ni él mismo sabía por que estaba allí... ¿Estaba haciendo una obra de buena caridad? No... era algo más.

-Vine a saludarte, ayer te notabas algo solo y pues quise venir a hacerte compañía un rato.- Admitió el rubio viendo una silla del otro lado de la habitación y regresando su mirada al hombre. -¿Puedo sentarme?- Preguntó educadamente.

 

Soltó una ligera risa sarcástica -¿Qué se te removió la fibra lastimera? Lárgate de aquí, no quiero tu compasión -soltó sin autorizar nada al rubio.

 

-No es compasión, solo intento hacerme tu amigo.- Continuó Edward aún de pie puesto que ese hombre no le había dado la "autorización" para sentarse.

Odiaba que lo trataran de aquella manera pero algo en él le decía que siguiera luchando por abrirle el corazón al pelinegro. -¿Cómo te llamas...? Yo soy Edward Elric.

 

-No me importa -soltó afilando la mirada y centrándola en el rubio frente a él, molesto, terco y enano. Gruñó mentalmente ante la insistencia.

 

Se mordió su labio inferior, se llevó una mano a su cabeza para así sobársela por varios segundos y después optar por mirarle de vuelta. -¿No estás de humor, verdad?- Preguntó resintiendo todo aquel rechazo que el pelinegro le entregaba con sus actitudes.

 

-Eres listo -soltó con ironía para después pasar toda su mirada de arriba abajo en el niño frente a él, rodó los ojos y devolvió su vista a la ventana.

 

‘¡ARGH! ¡VIEJO GROSERO! ¡¿QUÉ LE SUCEDE?!', Gritaba el rubio en sus pensamientos al sentir como su orgullo era pisoteado por aquel hombre altanero. Se aguantó las ganas de insultarle o hacerle señales obscenas y decidió mejor inhalar y exhalar aire para tranquilizarse.

-Está bien, vendré mañana entonces...- Soltó colocando su mochila en el suelo y abriendo el cierre con cuidado para así sacar el contenido que había dentro de ella.

 

Roy no dijo nada respecto a lo dicho por el rubio de nombre Edward y continuó ignorándolo.

 

Sacó una caja de plástico no muy grande pero no demasiado chica de color amarilla. -Llegó a salvo.- Murmuró para si mismo al abrir un poco la caja y mirar el pedazo grande de pastel sabor vainilla que había adentro.

Cerró la caja nuevamente y caminó hacia la mesa junto a la cama del pelinegro, llegando en cierto punto a bloquearle la vista al hombre que miraba hacia la ventana, y colocó la caja a un lado del reloj que había en dicho lugar.

 -Espero que te guste la vainilla, te traje del pastel que hizo mi hermano a noche.- Dijo Edward para terminar apretando ligeramente sus labios y seguir hablando. -Te veo mañana...

 

Y así, caminó hacia la puerta por donde había entrado para salir por ella después de tomar su mochila roja.

 

Miró la caja un momento, para después escuchar como el chico salía de su habitación, ¿Tenía un hermano? Ese chico no tenía ni la menor idea de en lo que se estaba metiendo.

Suspiró pesadamente y continuó viendo la ventana, cansado de la vida y su enfermedad.

-Chico idiota...-soltó de modo frívolo y resentido.

Sayonara Sweet Days: http://www.youtube.com/watch?v=slLTpcyRNKs

 

Notas finales:

EL Universo Abrumado de SupaMame

¡PALO!

Gente, aquí seguimos actualizando fanfics para que ustedes se deleiten con nuestras historias, jaja soke?.

Seguimos escribiendo para que tengan historias que puedan disfrutar. Continuamos con VIH. Gracias a todo@

AGRADACIMIENTOS ESPECIALES A:

HANEKO

AKAI

MABELING

ROSALIND PEGASUS

SEIKETO NAYSET

SAMIYUMI

ELHY

YUKI KUNIMITSU

¡GUBAI!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).