Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

VIH por Supa_Mame

[Reviews - 153]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Aquella tarde hacía un poco más de frío que la tarde anterior. Como lo había prometido, Edward había vuelto a aquella habitación que sabía mejor que nadie que no era bienvenido. Se recargaba contra la pared junto a la puerta, su mochila roja en el suelo a su lado y sus ojos puestos en el techo.

Había logrado sostener su record de llevar más de diez minutos en aquella habitación mientras platicaba sobre su vida sin si quiera estar seguro que lo escuchaban. Se sintió ligeramente ofendido al notar que el pastel que le había traído el día anterior no había sido si quiera tocado... Era de esperarse.

 

-Después me di cuenta que había sido Ling el que se había comido el sándwich que Alphonse me había preparado...- Platicaba Edward riendo ligeramente ante su recuerdo.

 

Más el pelinegro estaba enfrascado en su mundo, continuando con su mirar en la ventana, ni había mediado ni una sola palabra con el rubio, ni siquiera para darle el paso, pero como era de esperarse, entró como cualquier persona.

Suspiró silenciosamente y se acomodó un poco mejor en la cama, sin prestar atención a Ed.

 

Edward rió varias veces más hasta bajar su mirada y colocarla en el hombre que aún desconocía el nombre. Se quedó callado varios segundos al averiguar que ni una de sus palabras había llegado a los oídos del otro y no pudo más que bajar la mirada y jugar con sus pies por un segundo.

-¿Qué haces para divertirte en este lugar?- Le preguntó alzando un poco la voz para captar la atención del pelinegro.

 

Pero el silencio fue quien le respondió, ligeramente el viento quiso platicar, pero el poco aire que entraba era muy tenue para si quiera ser escuchado, el pelinegro movió ligeramente su mano, justo la inyectada por el suero, más nada hizo.

 

Resopló con fastidio y desvió su mirada para así imitarle y quedarse callado por varios momentos al sentir como su orgullo le gritaba que ese hombre no valía la pena y que mejor se fuera y lo dejara solo pero... no podía... la culpa lo mataría.

 

-Eres tan molesto...-susurró con voz seca por la falta de agua y uso.

 

-¿Perdón?- Edward llevó su mirada encima del hombre al escuchar aquellas palabras.

 

-Y para colmo sordo...-soltó sin mirar aún a Ed -Eres molesto, fue lo que dije -aclaró y sin quererlo, sus ojos se posaron en el pastel aún lado de él, toda la noche había dejado un olor a vainilla que le causaba nauseas, por su enfermedad, esa clase de comida no la podía consumir.

 

-Pues no es mi intención serlo, señor.- Soltó Edward de verdad ofendido al apartar su mirada del hombre y cruzar sus brazos sobre su pecho. -Yo intento sacarlo de su nube amarga pero usted simplemente no se deja.

 

-¿Y a ti quien te dijo que yo quiero ser sacado de "mi nube de amargura"? -preguntó entre dientes, pero siendo lo suficientemente claro en cada letra que salía de su boca.

 

-Absolutamente nadie, esto es algo que hago por mi cuenta.- Contestó el rubio al cerrar sus ojos e intentando calmarse.

 

-Entonces atente a las consecuencias, no estoy obligado a ser cortes contigo, deja de perder tu tiempo y el poco que me queda a mí y haznos un favor: lárgate -soltó mirando a Edward  directo a los ojos al decir la última palabra -Ya te lo dije una vez, no quiero tu lastima.

 

-No estoy aquí por lástima, y también ya te lo había dicho antes.- Contestó el rubio abriendo sus ojos y mirándole con determinación. -Hablando de esa manera, ¿no le parece tonto encerrarse en su mundo por el simple hecho que está enfermo y evitar ver lo bonito que hay fuera de estas cuatro paredes?

 

Afiló la mirada por la imprudencia del rubio frente a él -¡Lárgate ahora! -gritó casi levantándose de la cama y lastimándose la garganta por la vociferación.

 

Edward dio accidentalmente un paso hacia atrás, golpeando así la pared con la suela de su zapato, por aquel grito que había recibido del hombre. Apartó la mirada de él y miró su mochila para así tomarla y colocársela sobre el hombro. Nuevamente dudaba si era buena idea volver a esa habitación...

 

Tomó la perilla y la giró para así abrir la puerta, salió de aquella habitación sin decir nada más que echarle un último vistazo por encima de su hombro.

 

-¡AHORA! -bramó con fuerza, teniendo la clara intención de querer aventarle algo.

 

Y cerró aquella puerta detrás de sí, realmente no sabía si aquello de visitar a ese hombre había sido buena idea desde un principio...

 

Lo miró marcharse, por alguna razón se sentía un poco más vivo con ese niño a su lado, pero detestaba su modo de ver la vida, tan vacía y vivida, uno no la valora hasta que se encuentra en una situación como la de él... ese niño no sabía nada, gruñó en silencio y se acomodó en la cama.

 

-¿Dices que te sacó a gritos del cuarto? -preguntó un chico de cabello rubio castaño y ojos almendrados, de mirada inocente y tierna -Hermano, déjalo ya... ese hombre no quiere nada de compañía...

 

-Realmente estoy muy tentado a ya no volver a pisar esa habitación después de lo grosero y chiflado que se ha portado ese tal hombre conmigo.- Contestó Edward al tomar una manzana verde en sus manos y caminar hacia el lavabo donde la comenzó a lavar al seguir hablando. -Mira que ni me agradece el hecho de ir a visitarle e intentar sacarlo de esa burbuja, ni nos conocemos y es el colmo.

 

Al, que estaba sentado en la mesa miró a su hermano de espaldas y se quedó pensando -Tal vez... es una suposición, pero... ¿y si es algo más lo que lo tiene así? No puedes culparlo tampoco, dices que está enfermo, de seguro ya no tiene nada por que seguir viviendo, ¿no has pensado en eso?

 

El agua del lavabo fue cerrada y Edward se recargó contra él para quedarse en silencio varios segundos y levantar su mirada al techo para asentir. -¿Pero como se supone que yo sepa eso si él no se digna si quiera a decirme su propio nombre?

 

-¿Cómo piensas que te va a dar si quiera su nombre si ni te conoce?, no te tiene confianza, y por como lo a puesto la vida, no creo que te la ganes muy fácil, no eres tu, hermano, ni él. Si quieres llegar a algo más que quedarte tu hablando como loco todo el tiempo, ten paciencia, estoy seguro que va a terminar viendo lo que haces por él y cederá -explicó Al sonriéndole de modo alentador a su hermano mayor.

 

Se giró quedando de frente y encarando a Alphonse mientras jugaba con la manzana en sus manos. -Pues... quizás y sí sea eso...- Contestó Edward pasando aquella manzana a su mano izquierda y después a la derecha. -Pero de verdad que ya no se me ocurre que más hacer para ganarme su confianza, Al.

 

Alphonse se quedó pensando un momento aquella traba, pues no era que su hermano lo hubiera intentado todo, pero si había sido muy detallista.

-Pues... tenle tu confianza a él -soltó un poco dudoso, pero la idea tampoco era comprar al sujeto con regalos -Paciencia, y demuéstrale que a pesar de cómo te trate, vas a seguir visitándolo... por que... lo consideras un amigo ¿no?

 

-Un amigo muy gritón pero si un amigo...- Confesó el rubio mirando la manzana en su mano y sacando una pequeña sonrisa de su rostro.

 

En la clase de arte, intentaban pintar el modelo de frutas que estaba en el centro del salón, cosa que parecía un tanto imposible para muchos del grupo.

Una rubia, terminaba de pedirle pintura amarilla a Ling cuando el chico se volteó enseguida para su mejor amigo -¿Entonces si lo vas a seguir intentando? Tú no te cansas de que te manden a volar.

 

-Ya sabes como soy yo, Ling.- Dijo el rubio mientras robaba de la pintura de su compañero e intentaba pintar unas uvas que de plano parecían todo menos uvas. -Soy terco y no me rindo hasta conseguir lo que quiero.

 

Ling rodó los ojos y miró el plátano que tenía rato que no había pintado -Como tu digas amigo, luego no vengas conmigo a llorar por no poder hacer nada -acusó, sin dejar de ver el frutero, para después tomar pintura azul y empezar a darle color al plato que en verdad era de color turquesa.

 

-No voy a llorar por nada por que lo voy a conseguir.- Dijo Edward con seguridad mientras terminaba de pintar las hojas de las uvas y dejaba su pincel descansar sobre la mesa mientras miraba su cuadro. -Aunque algo que no voy a conseguir va a ser pintar con pintura acrílica.

 

Ling miró a su amigo y luego al cuadro -Wakala -soltó con una gota enorme resbalando por su cabeza y ligeras líneas azules en su cara.

 

Guardaba las vendas blancas y esterilizadas en el gabinete junto con todos los demás materiales que se habían utilizado en el turno de él y Layla. Cerró con cuidado aquellas puertecillas y se giró sobre sus talones para así mirar a la enfermera del otro lado de la habitación.

 

Bajó la mirada por unos segundos mientras muchas preguntas y cosas llegaban a su mente. Se quedó en silencio y recargado contra aquel gabinete al estar perdido en sus pensamientos.

 

Layla justo había terminado de limpiar las pinzas cuando miró a Edward por el rabillo del ojo. Se acercó al chico y se quedó frente a él, con su cara muy cerca -¿Sucede algo, Ed? -preguntó la enfermera con voz cariñosa.

 

Edward levantó la mirada y no tardó en sonreírle al notar la preocupación escondida en el semblante de la mujer. -Layla, ¿cómo le haces para siempre sonreír y ser atenta con todos tus pacientes?- Preguntó el rubio cuyos orbes delataban que aquella pregunta ya tenía tiempo en la mente del chico. -No importa como te traten, siempre estar pensando positivo por el paciente enfermo y tratar de animarlos por más que le griten a uno...

 

Layla parpadeó ante la pregunta y se enderezó casi enseguida -Es una muy buena pregunta, Ed...-soltó la chica, para después recargarse también en el gabinete y quedarse pensando un momento -Pues, primero que nada te lo dicen los doctores, es como cuando trabajas de camarero, no puedes ser grosero con los clientes porque los pierdes ¿me explico? Pasa lo mismo aquí en los hospitales, debes ser atentos y corteses con los enfermos para que se sientan lo más cómodo posible en el tiempo que van a estar aquí. A veces si me sacan de mis casillas no te lo voy a negar, pero lo que yo hago siempre es respirar hondo y no verlo a la cara hasta que se me pase el enojo, a veces los ojos nos delatan más que las palabras o acciones.

 

-Ya veo...- Soltó el rubio dejando salir un suspiro que no sabía que se estaba guardando. -Pero... ¿no te desespera que siempre te griten y no valoren lo que haces TÚ por ellos?

 

-Si, al principio así era, pero después te acostumbras a lidiar con toda clase de pacientes y pues... empiezas a entenderlos e intentar ser empática con ellos, puede que nunca logres sentir eso que sienten ellos, pero logras hacerles ve que, aunque sea un poco, tu los puedes ayudar a sentirse mejor, aunque te digo... algunos si son muy difíciles de hacer entrar en razón, ya sea por su vida, pasado, el accidente, lo que sea... la clave está en ser paciente y tolerar hasta el insulto más horrible, claro, si trabajas aquí tienes todo el derecho de quejarte y ser transferido. Tampoco vas a estar aguantando cada cosa.

 

Edward asintió lentamente al mirar al suelo y de nuevo perderse en sus pensamientos. ¿Entonces la clave era en ser paciente y esperar a que el hombre (ya que así le llamaba él por no saber su nombre) realizara todas las cosas que Ed estaba haciendo por él? Tal y el mismo mensaje que le había llegado de su plática con Alphonse...

-Ya veo... tienes razón en ello...- Dijo Ed al levantar su mirada y ponerla en Layla junto a la sonrisa que se formó en sus labios.

 

-¿Por qué me preguntas eso, Ed? -preguntó la enfermera con duda, pero respondiendo a la sonrisa -¿No te estas metiendo en problemas, verdad?

 

-N-no, claro que no.- Soltó el rubio que sudaba una gota ante aquella suposición de la enfermera.

‘Bueno... eso creo', pensó Ed al reír nerviosamente.

-Te prometí que ya no te metería en problemas, Layla...

 

-Eso espero -soltó la chica agarrando el mechoncito que sobresalía de la cabeza de Edward y jalándolo con suavidad -O te corto la antena -amenazó con una sonrisa cómicamente malvada en la cara.

 

-¡Waaah! ¡Todo menos eso!- Dijo Edward cubriéndose aquel mechoncito con sus dos manos y mirando a Layla con una lagrimilla saliendo de su ojo derecho y haciendo un puchero. -¿Sabes que tanto me ha costado hacerla crecer y mantenerla así parada? ¡Es mi obra maestra!

 

-Pues si quieres tenerla aún con vida, no seas problemático -soltó con un bisturí en la mano y los ojos brillantes de maldad.

 

-D-de acuerdo...- Contestó el rubio sudando una gota y con un tic nervioso en sus ojos. Uno nunca podía saber que tan peligrosa era una enfermera con el bisturí en manos y Edward no lo quería averiguar.

 

El viento entraba tranquilo en la habitación dejando mover las cortinas con calma y suavidad, el pelinegro se quedó ensimismado con aquel ondear, su respiración tranquila y faz neutra era evidencia de su pasividad.

Miró por inercia el taburete de noche, ahí seguía el pastel, las enfermeras habían querido llevárselo, pero por alguna razón el decía que no... no lo entendía... pero, ver ese pastel encajetado, le daba un ligero calor en el pecho.

Pensó en el rubio que lo visitaba, sabrá él porque y suspiró pesadamente.

-Chico idiota...

 

Podría decirse que esas palabras habían "invocado" al trenzado que se encontraba detrás de la puerta blanca y acomodándose la mochila que siempre llevaba consigo sobre su hombro pasa así mirar la puerta y alzar su mano para tocarla dos veces.

 

Miró su reloj y rodó los ojos, el chico siempre llegaba a esta hora, no dijo nada, solo se hundió más en las sábanas, tal vez, si era extremadamente grosero, altanero y sangrón, el chico entendería la indirecta, directa de hacerle entender que ya estaba harto de él.

 

Se escuchó un suspiro del otro lado de la puerta y después el crujido de la puerta abriéndose lentamente y con cuidado. Odiaba entrar sin ser invitado a pasar pero... ese hombre no le dejaba ninguna otra opción más que entrar así y sin permiso.

 

El cuarto estaba en total silencio, las cortinas ondeaban, y un ligero olor a medicina combinado con invierno se colaba en aquel lugar, una nueva bolsa de sangre estaba ahora en el porta sueros.

El pelinegro estaba acostado de un lado, dándole la espalda a la puerta.

 

Edward le miró por varios momentos y buscando el coraje y el valor para enfrentarse a fuese lo que fuese a enfrentarse aquella tarde con el pelinegro. Se aventuró a abrir un poco más la puerta y adentrarse en aquella habitación portando una sonrisa en el rostro.

-Hola...- Le llamó al cerrar la puerta detrás de si y dar unos pasos hacia el frente, quedando a un lado de la cama donde el moreno descansaba. -¿Cómo haz estado?- pregunto siendo atento.

 

-Eres como un molesto mosquito -se quejó el hombre, sin mirar al chico -Y tus preguntas no dejan de ser estúpidas y poco prudentes.

 

Edward iba a dar otro paso al frente pero aquellas palabras lo detuvieron, logrando que el chico mirara la espalda del hombre y suspirara calladamente por aquel intento de alejarlo. Si ese hombre lo quería lejos de su vida, tenía que buscarse otra manera de apartarlo pues él no se daría por vencido con insultos como esos.

-Una vez me dijeron camarón por mi estatura pero jamás me han dicho mosquito, esa es nueva.- Comenzó el rubio intentando mantener la calma y seguir sonriendo y animado. -¿Qué haz hecho en toda la mañana?

 

Rodó los ojos y gruñó ruidosamente -¿Qué tengo que hacer para que me dejes en paz de una maldita vez? -preguntó ahora encarando al rubio, para después parpadear y mirar ligeramente hacia abajo -En verdad eres un enano, no lo había notado -soltó honesto el pelinegro y colocando una mano bajo su mentón.

 

Apretó sus puños y una discreta vena apareció en su nuca. Se aguantó las ganas de gritar con fuerza que él no era un enano y desvió la mirada para asentir varias veces y exhalar el aire que respiraba.

-Si... me lo han dicho mucho en la preparatoria...- Admitió queriendo cambiar de tema.

 

-¿Preparatoria? Estás muy joven para querer dártelas de Madre Teresa y fastidiar a los enfermos ¿Qué quieres aquí? -preguntó cruzando sus brazos sobre su pecho y recargándose sobre su almohada, ignorando el enfado notorio del chico.

 

-Ya te lo dije, quiero ser tu amigo.- Contestó Edward dejando su mochila a un lado de él y mirando nuevamente hacia la silla que no estaba muy lejos de la cama del pelinegro. -¿Me puedo sentar?- Preguntó como ya se le había hecho costumbre preguntar siempre que visitaba al hombre de aquella habitación.

 

Se encogió de hombros, restándole importancia al asunto -Ya entraste, que más de que te sientes -soltó irónico el sujeto -¿Y se puede saber que te hizo pensar que yo quiero un amigo? Tú no puedes hacer nada por mí y no me interesa nada de lo que tú puedas ofrecerme.

 

El rubio caminó hacia la silla mentalmente agradeciéndole a los cielos que al fin el hombre lo hubiera dejado tomar asiento. Se sentó en aquella silla y la sonrisa volvió a aparecer en su rostro. El tipo al fin entablaba una conversación fija con él, eso era un avance.

-Pues a la gente nunca le cae mal conocer a más gente y tener amigos por más que no los quiera o crea no necesitarlos.- Contestó Edward estirando sus piernas discretamente hacia el frente mientras miraba al hombre.

 

-¿Siempre eres así de molesto? Pienso que el que no tiene amigos es otro fastidias al primer idiota que veas, en este caso, yo. Para mi mala suerte -soltó el hombre con fastidio y mirando hacia el techo y después al rubio con una mirada que denotaba prepotencia y frialdad.

 

-No tengo muchos amigos por que en realidad soy muy callado en clases, pero me la pasó muy bien con mi mejor amigo Ling y mi hermano Alphonse...- Contaba el rubio que miraba sus piernas mientras ligeramente las movía simultáneamente hacia delante y hacia atrás. -Mi hermano dice que debería ser más abierto con las personas que se me acercan pero... no sé...

 

-¿Qué no sabes? -preguntó el pelinegro, sin mirar al rubio ahora y regresando su mirada a la ventana, dejando escuchar en su tono de voz poco interés en el tema y era lo que sentía, ese chico no despertaba nada en él, salvo una increíble molestia.

 

-A veces uno siente miedo que, cuando la gente vea como es en realidad, no la acepten o simplemente la hagan a un lado para buscar en otros lo que no tienes o lo que ellos quieren de ti...- Explicaba el rubio de mirada dorada y puesta en el suelo mientras meditaba sus palabras. -Pero... Ling dice que en la vida hay que arriesgarse, conocer, darse a conocer... y mirar el resultado de ello.

 

Ahora si le estaba mirando, completamente asombrado por las palabras del chico, que no pensó que tuviera aquella mentalidad tan madura...

Miró sus propias manos, con el suero y la sangre pasando por sus venas, pero no dijo nada.

 

El silencio prolongó en aquella habitación y Edward lo notó. Se sujetó de la silla y movió sus pies nuevamente de lado a lado mientras se mordía el labio inferior al pensar en una forma de cómo deshacerse de aquel silencio.

-¿Te gusta leer?- Preguntó el rubio así de la nada al levantar su mirada, sonreír y mirar al pelinegro.

 

Se encogió de hombros -Siempre que sea un buen libro -dijo con normalidad, la pregunta le había tomando desprevenido, se había metido tan hondo en sus pensamientos que había olvidado con quien estaba y de que estaban hablando. 

 

Edward se levantó de su asiento sin decir nada más que portar su sonrisa y caminó hacia su mochila de donde, al abrirla, sacó un libro de grosor grueso.

-Yo acabo de terminar de leer este.- Dijo Edward mostrándole el libro en cuyo lomo decía "Mágicas". -Me gustó y pues... si lo quieres leer, te lo puedo prestar por un tiempo indefinido hasta que lo termines.

 

El sujeto miró el libro y lo tomó entre sus manos pálidas y casi esqueléticas, teniendo que enseguida esforzarse para poder sujetarlo y no tirarlo, miró el nombre con cuidado y después la portada, con un collar un tanto extraño y brillante.

-¿Es de fantasía? -preguntó el pelinegro mirando al rubio ahora -No tienes cara de que te guste la fantasía.

 

Edward se rascó detrás de la oreja con algo de nerviosismo por que notara aquello y asintió. -Es muy raro que lea de fantasía pero este me gustó.- Admitió el trenzado con honestidad.

 

-Ya veo... te preguntaría de que trata, pero prefiero averiguarlo por mi cuenta -soltó honesto, dejando el libro en el taburete de noche, siendo muy cuidadoso, que no le agradara el chico no significaba que destruiría todo cuanto le perteneciera. Nuevamente el silencio reinó, él no haría una plática con ese chico, se dijo que actuaría grosero y eso haría.

Aunque empezaba a sentir ligera empatía con el chico, pero muy poca.

 

Edward desvió la mirada hacia la ventana y notó la bonita vista que se podía ver desde allí.

-Woah...- Soltó el rubio al caminar hacia la ventana y moviendo las cortinas para que no le estorbaran su vista. -Las cosas se ven muy bien desde aquí.- Confesó el rubio que miraba con los ojos bien abiertos hasta el exterior, paseándolos por los árboles y por los jardines que desde allí se podían ver.

 

Miró sin interés hacia donde el rubio se dirigía -Sí, es una linda vista, si puedes disfrutarla -dijo entre dientes y con el cejo fruncido -¿Cuándo se supone que te vas? -preguntó con cansancio y aburrimiento.

 

Edward lo miró por encima de su hombro y después suspiró. -Oye, ¿Por qué no me das una oportunidad?- Preguntó el rubio que ahora se recargaba contra la ventana. -No muerdo ni soy una persona con malas intenciones...

 

Sintió algo en el pecho tras escuchar la pregunta del rubio y casi enseguida le miró con duda, más regresó a su postura recelosa -No me interesa conocerte, y no se porque haces tanto esfuerzo por querer conocerme a mi, estoy enfermo, mocoso. ENFERMO, me voy a morir no se cuando, ¿quiere seguir aquí fastidiando mi poca vida? -dijo afilando la mirada e intentando controlarse para no pararse y sacar a ese chico por la ventana.

 

-Mi madre también murió por una enfermedad... pero no por eso dejó de sonreír.- Contestó Edward con una sonrisa nostálgica y, después caminó hacia su mochila para levantarla del suelo y sujetarla. -De hecho, mi último recuerdo y el menos borroso de ella es su sonrisa...

 

Caminó hacia la puerta con pasos suaves, dejando en claro que ya se iba como tanto quería el hombre en la cama.

 

Se quedó boquiabierto al escuchar esa historia, a simple vista, ese chico parecía el típico niño con vida alegre feliz y de color rosa, nunca espero creer que le faltara su madre... él que sabe más que nadie lo que es que tu madre te falte cuando más lo necesitas.

Un crudo recuerdo de un grito desgarrador y después el caer de un cadáver invadió su mente... apretó los puños con fuerza.

-Roy...-susurró sin saber por que.

 

-¿Eh?- Salió de la boca de Edward al detener sus pasos y dar una vuelta hacia atrás para mirar al hombre en cama. -¿Roy?- preguntó sin entender que tenía que ver ese nombre con él.

 

-Mi nombre es Roy...-dijo para mirar después a la ventana -No "sujeto", ni "hombre", mucho menos "señor", no estoy tan viejo, ¿entendiste? -miró ahora a los ojos dorados del chico, siendo serio, pero se podía apreciar una ligera, mínima, chispa de simpatía.

 

Edward sonrió ante aquel detalle y el por fin conocer del nombre de esa persona. Asintió sonriente y reafirmó el agarre en su mochila sobre sus hombros.

-Está bien- Contestó el rubio alegre. -Tú me puedes llamar Ed.

 

Abrió la puerta y se despidió con un movimiento de su mano. -Nos vemos mañana, Roy. ¡Adiós!- y el rubio se marchó, cerrando la puerta junto a su ida.

 

-¡¿Qué?! -preguntó con varias gotitas de sudor en la cabeza y después suspiró en derrota -Ya que me queda -soltó dejándose caer en la cama, para después dirigir su vista hacia el libro que había traído el chico de nombre Ed, lo tomó y miró detenidamente, una sonrisa tenue salió de sus labios.

-Ese chico... es un tanto interesante, pero no deja de ser un idiota.

 

El viento soplaba con fuerza aquella mañana cuando Edward caminaba con una gabardina roja, un tanto gruesa, y sus manos enguantadas por el frío clima que le tocaba sentir. Caminaba con pasos un poco apresurados y en un intento de llegar más aprisa con su destino ese sábado.

 

Sonrió al divisar del otro lado de la calle una casa estilo oriental pero su sonrisa se borró cuando una hoja chocó contra su mejilla.

-Estúpida hoja...- se quejó al cruzar la calle y retirar aquella hoja de su rostro para mandarla volar al tocar el timbre de la casa.

 

Abrió una mujer de estatura media y vestida de negro y un delantal grande amarrado a su cintura, una sonrisa amigable y ojos rasgados miraban al rubio frente a ella.

-El joven Ling ya lo espera en su habitación, sígame -pidió la mujer dejando entrar a Edward y guiarlo a su destino.

 

-Gracias...- Dijo Edward con una gentil sonrisa y cerrando la puerta detrás de él para así seguir a la mujer.

‘La casa de Ling parase de millonarios.', pensaba el rubio que no se hartaba de mirar a su alrededor e inspeccionar la casa de rincón a rincón siempre que visitaba aquella morada. ‘Esta casa es como tres veces la mía...'

 

Llegaron a un pasillo con duela en el suelo, así que tuvieron que quitarse los zapatos para poder pisar por éste. El pasillo estaba demasiado sobrio, sin cuadros, ni adornos, llegaron a una puerta hasta el fondo del pasillo, muy grande y la mujer se hizo a un lado.

-Aquí es la habitación, si desea algo más, me llama -dijo cortes la mujer y enseguida dejó solo a Edward.

 

El trenzado no dudó en tocar la puerta varias veces como ya costumbre se le había hecho y abrió la puerta enseguida. -Hey Ling, ¿Qué hay de nuevo?- Preguntó el rubio al introducirse en aquella habitación igual de grande como toda la casa lo era.

 

Ling volteó enseguida al escuchar su puerta abrirse y sonrió a su amigo -Que tal, Ed -soltó Ling, dejando su video juego de lado y apagándolo para prestarle atención a su amigo -¿Cómo te fue ayer con el enfermo? Ya no me dijiste nada -se quejó sentándose en su cama, que era un tanto grande para él solo, bueno, encima de que era litera. A veces Edward acostumbraba quedarse a dormir.

 

-Pues tú que no contestas tu celular cuando te llamo.- Soltó Edward cerrando la puerta detrás de él y riendo un poco mientras caminaba hacia la cama de su amigo y se sentaba a su lado. -El teléfono está para contestarlo cuando le llaman a uno, no solo está de adorno.

 

-¿Me marcaste? -preguntó Ling, para después buscar en su cajón el susodicho aparato, encontrándolo bajo miles de cosas y chucherías, miró la pantalla "4 llamadas perdidas" -Ups...-soltó con una gota en la cabeza -Bueno, accidentes que pasan, además, es culpa de mi mamá, ella se la pasa comprándome celulares más y más pequeños, ¿Cómo se supone que debo de ver esto? -preguntó mostrándole a su amigo la miniatura de aparato.

 

Lo sostuvo en su mano y rió ante lo que decía su amigo. -Yo sigo con el mismo celular desde la secundaria.- Afirmó el chico sacando el suyo de su bolsillo y comparando tamaños. El celular de Ed era enorme a comparación del de Ling y obviamente el de Edward lucía muy raspado y usado. -Cuando te compre otro, dame este celular a mí.

 

-Na, quédatelo. Al rato no tarda en traerme otro -soltó sin mucho interés -Eso sí, nada más dame el chip -aclaró a su amigo con una sonrisa cómplice.

 

Edward rió y acató la petición de su amigo par así abrir el celular, sacarle el mencionado artículo y mirar a su amigo.

-Pues ayer duré un poco más de media hora con Roy.- Contó el rubio con una sonrisa en su rostro al entregarle el chip a Ling sobre su mano.

 

-¿Con quien? -preguntó el pelinegro, tras dejar el chip en su mesa de noche y prestarle atención a su amigo.

 

-Roy.- Repitió el trenzado guardándose ambos celulares en su bolsillo y recostándose en la cama del chino. -Así se llama el hombre que he estado visitando los últimos días.

 

-Ah, ya. -soltó una vez acordado el tema -¿Y que tal? -preguntó sin apartar la vista de su amigo.

 

-Logramos tener una plática civilizada sin que me gritara o me intentara correr por lo menos un momento. Le presté mi libro, el que había estado leyendo últimamente...- Dijo Edward adorando lo suave que era esa cama donde estaba acostado. -Después, cuando ya me iba, me reveló su nombre sin si quiera pedírselo...

 

Ling ladeó la cabeza -Oye, Ed... no es que me haga ideas raras, ni nada por el estilo, pero...-su amigo se quedó meditando sobre como poner su cabeza en orden -¿No crees que le estás tomando mucha importancia a ese sujeto? -preguntó con algo de intriga -Incluso solo hablas de él.

 

-¿Eh?- Edward levantó ligeramente su rostro y miró a su amigo para después sentir como ligeramente sus mejillas se enrojecían. Desvió casi inmediatamente su mirada de Ling y se pasó su lengua sobre sus labios resecos para después hablar. -Son ideas tuyas...

 

Ling ladeó la cabeza -¿Y porque te pones rojo? -preguntó gateando hacia su amigo y jalarlo del hombro -¡Ah! Dime, ¿Por qué le tienes tanto interés? -preguntaba como un niño pequeño que necesitaba saber porque el cielo es azul.

 

Edward le miró por varios segundos y después se giró, dándole la espalda a su amigo mientras palpaba sus propias mejillas y realizaba que, en efecto, estaba rojo. -No sé, tu cuarto está muy caliente y ya...

 

Ling parpadeo ante la mentira -¡Eres un idiota! -soltó resentido -Bueno, da igual. ¿Vas a ir a verlo ahora? -preguntó a un lado de Edward y esperando a que le mirara de nueva cuenta.

 

-Oye, ¡tú nunca me llamas "idiota"!- Se quejó el rubio girándose y mirando a su amigo nuevamente al mostrarse inconforme con aquella manera de referirse a él. -Me ofendes, amigo.

 

-¿Yo te ofendo? Tu eres el que no me tiene confianza y das la espalda -se defendió Ling ahora siendo él el ofendido y con el cejo fruncido en molestia.

 

-Pero es que ni yo sé por que estoy rojo.- Confesó el rubio que se sentó en la cama y miró al chino a su lado. -Si lo supiera te lo contaría y lo sabes...

 

Ling enchuecó la boca ante la respuesta de Edward  y después miró a la nada -Ya olvídalo ¿Qué se supone que harás? ¿Vas a seguir yendo con él? -preguntó echándose a la cama con los brazos tras su cabeza.

 

-Le dije ayer que lo visitaría...- Contestó cruzando sus piernas sobre la cama y jugando con el cabello largo y negro de su amigo. -Más creo que es lo que menos quiere que haga.

 

-Entonces ¿Por qué sigues yendo? -preguntó mirando a los ojos de su amigo, no era que le molestara que fuera al hospital pero no le gustaba que un total desconocido trata tan mal a su amigo -No es justo...

 

-Ni yo sé por qué hago las cosas a veces, Ling...- Decía mirando a su amigo de vuelta y sin dejar de pasar sus dedos por el cabello de su amigo. -Pero me da la impresión de que lo que hago por él, al final, valdrá la pena. ¿Sabes a que me refiero?

 

Ling suspiró pesadamente y levantando un brazo, lo pasó tras el cuello del rubio, jalándolo hacia él para abrazarlo con camaradería -Creo...-soltó el pelinegro sin entender en verdad a su amigo.

 

Edward sonrió ante eso y devolvió el gesto al abrazarle de vuelta. -No pasa nada Ling, me gusta saber que te preocupas por mí pero, enserio, todo estará bien...

 

-Lo sé... tu siempre encuentras el modo de que todo te salga bien -motivó el pelinegro a su amigo, aunque por dentro no estaba nada de acuerdo con la insistencia de Edward, creía entenderlo y como amigo que era, debía apoyarlo.

 

-El cielo está más oscuro de lo que estaba esta mañana cuando salí de casa...- Aquellas palabras rompieron el silencio e aquella habitación blanca donde un rubio, sentado sobre una silla, y un pelinegro, en cama, se encontraban ambos mirando hacia la ventana. -Tal parece que lloverá para cuando anochezca.

 

-Sí... será mejor que te vayas si no quieres que te agarre la lluvia -propuso el pelinegro, con el libro en sus manos, por increíble que pareciera, ya llevaba más de la mitad leído, Roy era rápido.

 

Edward colocó su mirada en el pelinegro y sonrió, ese hombre no perdía la oportunidad para correrlo de su habitación. -Lo haría pero mi hermano Alphonse está en casa de un amigo cerca de aquí y quedamos en que me hablaría para que fuera por él dentro de un rato.

 

Soltó una risilla discreta ante la cuartada -En verdad no tengo como sacarte antes de tiempo -soltó el pelinegro y continuando con la lectura del libro que Edward le había prestado, hasta que cayó en la cuenta de algo -¿Tienes un hermano? -preguntó, sin mirarlo, ya que eso era demostrar más interés de lo que en verdad sentía.

 

Edward negó ligeramente su cabeza para después colocar uno de sus flequillos dorados detrás de su oreja y asentir varias veces ante aquello. -Si, es menor que yo por un año.- Comenzó Edward al llevar su mirada nuevamente a la ventana. -Ya te lo había mencionado antes pero creo que se te había olvidado...

 

-Tal vez -soltó el hombre cerrando el libro y ahora mirando el cielo gris que dejaba ver su ventana -En un tiempo así... solo se cierra la ventana -soltó Roy para después mirar a Edward directo a los ojos.

 

El rubio parpadeó varias veces, llevó su vista a la ventana, después la volvió a poner en Roy y repitió la rutina hasta captar el mensaje.

-Ah, si.- Dijo el rubio al pararse de la silla y caminar hacia la ventana para cerrarla como indirectamente se lo había pedido el pelinegro. Se volteó hacia el frente y se recargó contra la ventana para así mirar al hombre. -Listo...

 

Roy sonrió a su modo -Tal vez no sea mala idea tener aquí, después de todo -dijo mirando de reojo al rubio ya que había vuelto a dirigir su mirada al libro.

 

-Si, tienes a alguien que te abra y cierre las ventanas.- Rió al levantar su mirada y colocarla en las luces en el techo. -Y que te traiga buenos libros que leer de vez en cuando...

 

-Aunque ese "alguien" sea un tanto molesto, parlante, enano, impuntual, despistado...-enumeraba el pelinegro los "defectos" que había encontrado en el rubio que le acompañaba.

 

Una venita apareció en la frente del rubio al escuchar la palabra prohibida  que empezaba con "e" descartando automáticamente todas las demás.

-Oye, no me llames enano.- Pidió haciéndolo sonar como una orden.

 

-¿Cómo? Entonces puedo llamarte como todas las anteriores -aclaró Roy ahora mirando al chico de frente y sonriéndole con oportunismo -Pero son muy largos, yo prefiero decirte inoportuno, ya que engloba muchas cosas de ti, aunque también eres despistado.

 

-¿Por qué despistado?- Preguntó el rubio sin entender del todo aquello que decía el pelinegro. -Yo veo y se toooodo lo que pasa a mi alrededor...

 

-Si tú dices -soltó regresando su mirada al libro y volviendo a ignorar a Edward.

 

Edward miró a Roy por varios segundos mientras le miraba detenidamente el rostro y cada una de sus facciones. A simple vista podía verse que Roy era una persona fría y amargada que solo se preocupaba en todo lo que a él y solo a él le concerniera pero, si mirabas sus ojos detenidamente, podías notar que ese hombre tenía mucho cariño que entregar al igual que amor que se ahogaba por no ser entregado.

 

Negó varias veces con su cabeza y desvió su mirada al realizar en las cosas que estaba pensado.

 

-¿Qué ocurre? -preguntó sin dejar de ver el libro. Había sentido la mirada pesada del chico y escuchado el sonido de su ropa al moverse, le había llamado la atención.

 

-N-nada, nada Roy.-Edward contestó al instante mientras sus mejillas se tornaban ligeramente rosas y aquello abochornaba el rostro del trenzado quien se abanicaba a si mismo aire con su mano derecha que seguía enguantada de blanco. -Todo está perfectamente bien por acá.

 

Ahora así volteó a verlo de frente -Con el primer "nada" bastaba -aclaró ante la insistencia del rubio por que todo "allá" como el le decía, ya que no estaba nada lejos de él -¿Tienes calor? -preguntó al verlo abochornado.

 

-Un poco pero ha de ser por mi gabardina.- Contestó rápidamente mientras reía nerviosamente y se la quitaba para doblarla y colocarla sobre su silla.

‘¿¡Qué demonios me está pasando?!', se preguntaba el rubio en silencio y sintiendo su corazón acelerado.

 

-Sí -soltó levantando una ceja al ver lo nervioso que se veía el chico, muy extraño, ni cuando se vieron por primera vez se había puesto tan nervioso.

Cerró los ojos con cansancio, sintiendo un extraño mareo y unas horrendas nauseas, se tapó la boca.

 

Ver esa reacción venir de Roy alarmó al rubio que no tardó en olvidarse de todo lo que acababa de suceder y rápidamente se colocó a un lado del pelinegro mientras en su rostro se notaba la preocupación que sentía. -¿Qué tienes, Roy?

 

No pudo contestar, ya que sangre había empezado a salir de la boca de Roy, manchando su mano y el suelo, ya que se había volteando para no ensuciar la cama ni la bata de hospital, la sangre cayó espesa al suelo, el pelinegro tosía con fuerza, sintiendo un horrible dolor en su abdomen.

-¡Argh!...

 

Edward abrió sus ojos ampliamente y negó ligeramente con la cabeza. Sin pensarlo, presionó el botón de emergencia que estaba a un lado de la cama de Roy, esperando que alguna enfermera viniera a revisar a Roy y ver que era lo que le sucedía por que él sinceramente no sabía que rayos hacer.

 

En menos de medio minuto, varias enfermeras llegaron, entre ellas estaba Layla, quien miró a Edward sorprendida.

-¿Qué demonios haces tu aquí? -preguntó la chica, tomando a Edward del brazo y sacándolo del cuarto enseguida, para tenerlo enfrente de ella.

 

-S-soy amigo de Roy...- Se defendió el rubio que intentaba zafarse del agarre de la enfermera que lo conocía bastante bien. -Venía de visita, lo juro.

 

-Como sea -soltó la chica para después regresar al cuarto de Roy y cerrar la puerta con fuerza tras ella. Dejando solo al rubio.

 

Tenía la mano levantada, como si fuera a decir algo pero todo había sido callado cuando la puerta casi le pega en la nariz al ser cerrada en su cara. Edward suspiró y se giró para bajar la mirada y recargarse contra la pared. -Que este bien...- Susurró al cerrar sus ojos con esperanza.

 

Media hora había pasado cuando las enfermeras salieron de la habitación de Roy, una llevaba una bandeja con gasas llenas de sangre, mientras que otra revisaba una tablilla, de seguro era el control del paciente y Layla cerró la puerta tras ella y miró a Ed.

-¿Sigues aquí? -preguntó con sus manos en su cadera -Vete a tu casa.

 

-¿Pero cómo está?- Preguntó Edward sonando realmente preocupado y mirando a Layla con preocupación. -¿Está bien? ¿Ya pasó el peligro?

 

-Vete a tu casa, Edward y deja descansar al paciente -soltó Layla señalando la puerta y enseguida ella se marchó a las escaleras, para darse la vuelta -Hablo en serio, Edward -ordenó la chica mirando a Ed con el cejo fruncido.

 

Edward la miró irse y bajó la mirada ante las órdenes que prácticamente le había dado Layla. Suspiró y miró la puerta por unos segundos para así colocar su palma sobre ella y quedarse pensando varios segundos frente ella.

‘Lo más probable es que... este dormido.', pensó el rubio al abrir la puerta con cuidado e introducirse nuevamente en aquella habitación. Tenía que sacar sus cosas.

 

Una maquina rompía el silencio de aquella habitación con sus incesantes "Pip... Pip", otra bolsa de sangre nueva y medicamento descansaba en el porta suero, una mascara de oxigeno con un pequeño tubo que se adentraba en la boca de Roy era lo que le ayudaba a respirar.

Su faz era intranquila y se veía más pálido que antes.

 

Edward sintió como si le golpearan el pecho al ver a Roy de aquella manera. Caminó torpemente hacia él y se arrodilló a su lado mirándole con sus cejas encorvadas hacia arriba y sintiendo un dolor en su corazón al verle así.

No supo cuando su mano se había colocado en la mejilla pálida del pelinegro y cuando comenzó a acariciarla con cariño en un intento de brindarle la seguridad que en aquel momento le urgía al hombre.

-Vas a estar bien...- Susurró con una sonrisilla en sus labios inseguros. -Ya verás. Cuando despiertes estarás mejor...

 

El libro estaba tirado en el suelo, con la contra portada manchada de sangre y al parecer, se le había zafado una hoja al momento de la conmoción en aquel cuarto.

 

Edward notó aquello y por inercia se inclinó para levantar el libro pero se detuvo al ver la sangre. Algo de miedo invadió su cuerpo sin poder dejar de mirar la sangre sobre su libro. ¿Y si al tocarla se contagiaba del SIDA?

 Negó varias veces y miró nuevamente al hombre.

 ‘El SIDA no se contagia tocando la sangre con mi mano...', pensó el rubio mirando a Roy por varios segundos. ‘Se contagia si su sangre toca la mía...'

 

Pero la mano de Roy se movió con mucho esfuerzo sobre el hombro de Edward, mirando al chico con apenas los ojos abiertos, justo antes de que tocara el libro.

No podía hablar con el tubo atravesando su garganta, pero en sus ojos se podía ver cierto miedo a que Edward tocara la sangre... negó con suavidad.

 

Edward se sorprendió al sentir aquella mano sobre su hombro y realizar como le miraba y le pedía que no tocara aquel libro. Le miró por varios segundos y después al libro en el suelo, terminando mirándolo nuevamente.

-Pero si no lo limpio... ¿Cómo lo leerás tú?- Preguntó el rubio justificando por que insistía en levantar aquel libro.

 

Negó con suavidad otra vez, dejando caer su mano pesadamente, le cansaba el siquiera intentar moverse, pero el ademán con su cabeza seguía siendo negativo.

 

Le ayudó al colocar su mano con cuidado sobre la cama y a un lado de su cuerpo y le miró nuevamente pensando en las posibilidades que había respecto al libro hasta que una idea llegó a su cabeza.

-¡Ya sé!- Comenzó Edward sonriendo ampliamente. -Compraré otro, no importa. Si te sigues sintiendo mal para mañana, yo te lo seguiré leyendo en voz alta desde donde te quedaste y así podrás saber el final del libro

 

Pero Roy tenía sus ojos cerrados, sin poder escuchar aquella propuesta que de seguro, solo por no perder la costumbre, hubiera desaprobado.

 

Acarició la mano pálida del hombre que ya consideraba su amigo y le dedicó una sonrisa mientras se paraba de donde estaba arrodillado y le miraba por varios segundos. Caminó hacia su gabardina y se la colocó encima de su ropa con cuidado, caminando ya hacia la puerta de la habitación del moreno.

Vendría el próximo día y cumpliría con su promesa al traer aquel libro consigo...

Sayonara Sweet Days: http://www.youtube.com/watch?v=slLTpcyRNKs

 

Notas finales:

El Universo Mágico de SupaMame

¡PALO!

Minna, aqupi actualizando VIH, vamos, chicos que el fic se está poniendo cada vez más tienro, aunque no sea el típico de engaños, y desamores, es un amor dulce y tierno de Roy y Edward, queriendo luchar contra una enfermedad tan mortal como lo es el VIH.

Ahora Roy se ha abierto un poco más a Edward, ojalá que la proxima vez que se vean ambos puedan convivir un poco mejor.

¡Minna, seguimos esperando el apoyo de quienes únicamente leen y no aportan nada! ¡No sean malas, un review para que la historia continue.

Recuerden que sus reviews son nuestra gasolina para actualizar.

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES A:

SAMIYUMI

HANEKO

YUKI KUNIMITSU

SEIKETO NAYSET

SOGUI CHAN

MABELING

MARIETH

¡GUBAI!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).