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Vago por AthenaExclamation67

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VAGO

By AthenaExclamation67

 

 

 

Debilidad, mal humor, piel seca, ojeras...

Dita ya no podía ni con su vida, se sentía tan mal, tan cansado, estaba a punto de estallar.

Primero, se levantaba, preparaba el desayuno y recogía los platos de la cena. Después se iba a su exclusiva tienda "SWEET SMELL", preparaba para su larga y extensa lista de clientes esencias, perfumes, fragancias, toda clase de mezclas varias para un sin fin de usos. Terminaba la mañana y se iba para casa a preparar la comida, no sin antes hacer algunas compras para satisfacer las necesidades de su bello hogar.

Hacía la comida, Milo llegaba, comían, recogía la mesa y la cocina rápido para poder descansar un rato antes de volver a la tienda por la tarde, mientras que Milo, sólo se limitaba a comer y sentarse frente al televisor.

Cuando el escorpión se aburría, se acercaba a la cocina mientras él lavaba los platos y allí mismo lo seducía.

En ocasiones, lo abrazaba por la espalda, le desataba el delantal mientras besaba su dulce cuello, mordía los lóbulos de sus orejas, después seguía con su cuello. Le desabrochaba la camisa, acariciaba su pecho, le sacaba el pantalón y la ropa interior y para cuando quería darse cuenta, Milo ya estaba en su interior, poseyéndolo, haciéndole el amor, tomando su cuerpo y provocándole la mayor de las sensaciones. Acariciaba su sexo a la par que entraba y salía de su cuerpo hasta que ambos llegaban al orgasmo.

Milo era muy bueno para eso, a parte de ser un ejecutivo excepcional era mucho mejor amante, sin duda sabía como satisfacer las necesidades de él y como no, las suyas.

Cuando terminaban tomaban un café juntos y Dita se volvía a la tienda.

Seguía trabajando, elaborando esas magnificas esencias hasta que terminaba el día, recogía su preciosa tienda y partía para su casa deseoso de ver a su amado.

Para variar, cuando llegaba a casa, estaba todo patas arriba, Milo, no solo no había terminado de recoger la cocina, sino que había contribuido a aumentar el desorden.

Toda la ropa tirada por el suelo, la cama deshecha después de dormirse una larga siesta por la tarde, el baño hecho una piscina con el agua que había tirado fuera después de ducharse y para colmo, ni la cena estaba hecha.

Milo era un flojo, no sabía lo que era una escoba y mucho menos un estropajo. Nunca le ayudaba, el bendito escorpión era un vago.

-          ¡Pero Milo! - Maldecía - ¿No podrías haber acabado de recoger la cocina? ¿Y acaso ya no sabes lo que es un armario? Mira, toda la ropa tirada, el cuarto de baño esta inundado y toda la casa esta hecha una pocilga. ¡Es que ni siquiera pudiste hacer la cena! ¡Joder Milo, podrías ayudarme un poco!

La palabras quedaron en el aire ya que el bichito no se giró, seguía con lo suyo sin inmutarse. Dita ya estaba más que harto, su paciencia tenía un límite y ya lo había rebasado. Hasta palabrotas decía. Se fue furioso hacia la cocina, acabo con lo que antes no había podido y preparó la cena.

Decidió hacer algo de pasta y mientras esta hervía recogía el desaguisado que invadía la casa. Doblaba y guardaba la ropa de Milo, limpió el baño y todavía le sobró un poco de tiempo para preparar la mesa.

Milo como siempre, no se molesto en ayudarle, miraba la tele tranquilamente mientras él lo hacía todo.

-          Venga, ven a cenar. O es que también quieres que te lo lleve ahí - le dijo.

-          ¿¡De verás?! , no te importa - exclamó. ¡Que bueno eres! Así puedo terminar de ver el partido mientras ceno.

Aquello ya era el colmo de los calvarios. Dita tuvo que contenerse para no llorar. Terminó de cenar solo y cuando acabo recogió todo lo que quedaba por limpiar en la cocina para después irse a la cama sin dar ni las buenas noches.

Milo, pareció darse cuenta del enojo y reaccionó.

Se fue para el dormitorio, entro en el cuarto y allí encontró a Dita, tumbado boca abajo e ignorándole.

-          Vamos amor, que sucede - le decía mientras masajeaba su espalda - Déjame ayudarte a relajarte.

El bichito sabía muy bien que hacer para que el pececito le perdonase.

Tomó un frasquito con un aceite relajante afrodisíaco que el propio Dita a veces usaba con él y empezó a untárselo por toda la espalda, sus nalgas, piernas y brazos, claro esta, después de desnudarle.

Acto seguido lamió todas las partes visibles y ocultas de ese hermoso cuerpo, haciendo jadear como un loco a Dita. El pececito no sabía resistirse, Milo podía llegar a ser muy persuasivo. Tomó su cuerpo durante todo el largo y ancho de la noche, apenas si le dejó dormir, cuando tocó el despertador, Milo se levantó, se vistió y marcho a la cocina sin despertarle.

Unos ruidos despertaron a Dita, estaba cansado, dolorido y muerto de sueño. Aquello no era amor, solo sexo, sexo y más sexo.

Rápidamente se vistió y salio directamente hacia la cocina para tomar un café y lo que encontró allí acabó por derrumbarle.

-          ¡Pero bueno, que es todo esto! - gritó al aire.

-          Ya Dita, no te alteres, después lo arreglo. Ahora llego tarde.

-          Siempre dices lo mismo - recriminó - Después tengo que ir yo siempre detrás de ti arreglando todos los desastres que armas. ¡No soy tu chacha!

-          ¡Hey, que yo no te obligo! Lo haces...

-          ¡Lo hago, por que si por ti fuera Milo, nos comería la mierda! - interrumpió, ya muy dolido y enfadado.

Milo se acercó sensualmente a Dita e intentó besarle. Este se apartó y rehusó ser besado.

-          ¡Así no se arreglan las cosas Milo! Te crees que todo lo puedes arreglar follándome... A parte de tu chacha soy tu juguete. ¡Ya estoy hasta las narices!

Dita tomo rápido su chaqueta y se fue de la casa dando un sonoro portazo. Mientras bajaba la escalera las lágrimas resbalaban por su cara.

Deprimido y dolido vagaba por las calles, no fue a trabajar, necesitaba hablar con alguien, alguien que le comprendiera, que le escuchara.

Estaba agotado, no sabía a quién acudir, se encontraba tan cansado... aquella noche había sido interminable. Sin darse cuenta sus pasos le habían guiado hasta el apartamento de Saga, tocó a la puerta y rezó para que su amigo todavía estuviera en casa. Cuando le abrieron, no encontró a quién se esperaba.

-          ¡¿Aioros?! - Dijo sorprendido.

-          ¿Amor, quién es? - se oyó al fondo - Esa voz si era la de Saga.

Dita miró por debajo del brazo de Aioros que se encontraba sujetando la puerta, cuando Saga lo vio, no pudo esconder su cara de sorpresa la misma que el propio Dita tenía.

-          ¡Dita! - exclamó, carraspeo un poco y se fue a recibir a su amigo - Ejem... ¿Qué pasa? - preguntó - Ha ocurrido algo con Milo.

BINGO. Había dado en el clavo.

No se preocupó de hacer ningún tipo de pregunta del por que Aioros estaba allí, en fin, tonto no era, así que podía imaginárselo el solito perfectamente. Además de que si alguna duda le podía haber quedado, la falta de ropa que ambos tenían le ayudó a deducir que Saga y Aioros, Aioros y Saga, no estaban charlando precisamente.

Dita relató lo que le estaba ocurriendo últimamente. No pudo más y rompió a llorar, intentaba disculparse, pero tenía demasiada angustia, rabia e ira dentro que ya no podía controlarse.

Saga lo tranquilizó y le dijo que no se preocupase, que todo saldría bien, que hablaran tranquilamente y seguro que todo se solucionaba. Lo acompaño hasta la habitación de invitados y lo dejó allí descansando. Le hacía mucha falta, tenía la cara deformada de tanto llorar y su aspecto era deplorable, casi no podía ni andar del cansancio que llevaba encima.

Cuando Saga y Aioros se fueron, Dita dormía placidamente.

-          ¡Ese bicho me va a oír! - exclamó Saga - Como puede ser así, no puedo creer que Dita lo aguante.

-          Le ama Saga, por eso aguanta - dijo el sagitario - ¿Tú no lo harías?

Ambos muchachos continuaron su marcha hasta que llegaron al trabajo de Milo. Saga se despidió de Aioros con un dulce beso en los labios y entró en el edificio en busca del bicho.

Cuando lo halló, le pego un cate y le agarró lo más fuerte que pudo de una oreja, conteniéndose para no arrancársela y se lo llevó a algún lugar donde nadie los molestase.

-          ¡Se  puede saber lo que estas haciendo! - le recriminó al tiempo que le obligaba a sentarse jalándolo de la oreja - Acaso quieres perder a la persona que más te ama. Ha llegado a mi casa, destrozado, hundido. ¡Quieres hacer el favor de dejar de humillarle!

Milo se quedó pálido, no podía imaginar que le hubiese hecho tanto daño a la persona que amaba más que a su propia vida.

Recapacitó y después de darle las gracias a Saga se fue a hacer unas compras.

Dita despertó confundido en casa de Saga, se levantó y después de arreglar la cama, salió del apartamento, no sin antes dejar una nota de agradecimiento a sus amigos.

Se dirigía hacia su tienda, cabizbajo y triste. Abrió la tienda y se puso a atender a sus clientes, la tarde se le estaba haciendo muy larga, interminable, hasta que al fin llegó la hora de echar el cierre. Giró en busca de las llaves y se oyó como entraba alguien...

-          Disculpe, esta cerrado - dijo muy educadamente y sin girarse.

-          Dita...

Este se giró de golpe al reconocer la voz, era la última persona que esperaba ver por allí.

-          Milo... ¡Que haces aquí!

-          ¿Podemos hablar? - le dijo muy serio - Pero no aquí. Vamos a donde tú quieras. ¿Quizás a casa?

Dita se quedó perplejo, aquello le pareció el principio del fin... el tono que había usado Milo no era el acostumbrado, no lo conocía y se puso muy nervioso, por su cabeza pasaron todo tipo de cosas, y muchas preguntas.

Milo, esperó a que terminara de cerrar su tienda, cruzo su mirada con la de Dita y ambos partieron en silencio hacía casa. Así lo habían decidido, allí sería el combate, ninguno de los dos sabía como terminaría.

Subieron la escalera del edificio lentamente, Dita iba en cabeza, Milo se las había arreglado para que así fuera, no crean que quería ver su precioso culito mientras subía la escalera, lo tenía todo planeado, aunque... que tenía de malo alegrarse la vista. ^^

Cuando llegaron a su planta había un hermoso ramo de siete rosas esperándole, todas de un color diferente y una nota. Dita se agachó confuso y recogió el ramo para después empezar a leer la nota...

 

Una rosa roja, bella y hermosa al igual que tu.

Una blanca, símbolo de la pureza, como el amor que siento por ti.

Azulada, para que compruebes, mí cariño y afecto.

Otra gris de desconsuelo, ya que me muero si no te tengo.

Naranja, para demostrarte al ser que más amo la pasión, entrega y respeto que te mereces.

Una rosa negra, para que desde hoy todas nuestras noches sean un acontecimiento.

Y una rosada, para mi fiel amante, para agradecerte que me sigas aguantando a pesar de ser así.

 

"Dita...Te amo."

 

Milo

 

Dita conteniendo las lágrimas abrió la puerta y del interior del apartamento salió el aroma y perfume de decenas de rosas.

Milo encendió la luz del salón y Dita quedó maravillado con lo que vio allí.

Decenas de rosas de todos los colores adornaban el lugar, azules, amarillas, negras, rojas y blancas, y había miles de pétalos esparcidos por todo el suelo.

Dita se quedó estático, sin poder moverse, la emoción embargó su alma, su ser y todo su cuerpo. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, no lo podía creer... Milo llegó por detrás y lo abrazó e hizo que se  girara para obligarle a ver su cara.

-          No llores mi amor. Perdóname... me he comportado como un estúpido. Te juro que no lo volveré a hacer.

El pececito se dejó caer arrastrando a Milo con él, los dos cayeron de rodillas en el suelo que permanecía cubierto con los pétalos de rosa que el bichito coloco concienzudamente.

-          Pensé que ibas a dejarme, un millón de cosas pasaron por mi mente, por favor, no lo vuelvas a hacer...- Le dijo al mismo tiempo que se abrazaba a él.

-          Como voy a dejarte, yo no podría, en cambio tu si que tienes motivos, cuando te fuiste esta mañana, no reaccioné, pero después, cuando vino a verme Saga pensé que jamás te volvería a ver.

Una lágrima cayó en la mejilla de Dita, Milo estaba llorando también. Aquello le hizo ver cuan arrepentido estaba y creyó en sus palabras.

Dita se estremeció, jamás había visto llorar a Milo y para consolarle le besó. Sus bocas se unieron, sus lágrimas se mezclaron con el roce de sus mejillas.

Cuando se separaron de aquel beso, Dita estaba ardiendo, ver a Milo así, tan indefenso, provocó en él una gran excitación, quería sentir como su cuerpo se fundía con el de Milo, ser uno solo.

Dita observaba la fragilidad, la ternura que desprendía Milo, lo deseaba, necesitaba sentirlo, quería ser suyo, que lo amara con ese buen hacer que Milo tenía.

El pececito se puso en pie, beso la frente de Milo y se marchó al dormitorio, Milo se quedó extrañado, - ¿Por qué se iba? - se preguntaba. Él quería que se quedara ahí, con él, besándole...

-          PST... PST... - llamó Dita - Quieres venir para aquí...

Milo se giró al escuchar que lo llamaban y al observar aquel al que estaba reclamando su atención, no pudo más que empezar a babear. Dita se encontraba completamente desnudo, apoyado con un brazo en la pared y pidiendo guerra.

Ante aquella hermosa visión, se levantó y se fue hasta el ser que lo esperaba. Cuando llegó a su lado, le plantó un beso tan profundo, tan intenso, que el miembro de Dita quedo erguido y tenso.

Al terminar de saborear su boca, Milo hincó sus rodillas en el suelo y luego de besar hasta el último rincón de su torso, se dedicó a darle placer a aquel miembro erecto. Se agarró a las nalgas de Dita, suaves y bien formadas para degustar lo que ocupaba toda su mirada. Aferró su agarre sobre el precioso culo de Dita y empezó a deleitarse con el sabor de ese sexo firme y endurecido.

Primero, lo tomó con sus manos para lentamente introducirlo en su boca sedienta de placer, lo succionaba, lo acariciaba, hacia que Dita jadeara hasta más no poder. Tanto era así que su respiración entrecortada resonaba por todo el pasillo de la casa.

Milo sabía muy bien lo que hacía y como debía hacerlo para conseguir provocar ala excitación y el placer a Dita, era un experto, juntos habían aprendido a darse placer mutuamente.

Dita se encontraba al límite, pronto iba a terminar, se cogió a la cabeza de Milo para sentir como su miembro entraba y salía de su boca, lo cual Milo comprendió y dándole un ligero mordisquito a Dita (ya saben donde, no me hagan decirlo) hizo que estallara y el escorpión gustoso lo recibió.

Dita cayó desplomado por el agotamiento, Milo lo sujetó y lo recostó sobre su pecho, alzó su cabeza y lo besó suavemente dándole a probar su propia esencia. El pececito sonrió picadamente antes de que Milo volviera a besarle.

-          Que intenso - susurró provocando a Milo la mayor de sus sonrisas.

-          Si eso te pareció intenso, espera y verás - le contestó.

Milo se cargó sobre un hombro a Dita como si fuera un saco de patatas, le pegó un cachete en el culo y se lo llevó para la cama. El bichito lo dejó caer suavemente y comenzó a desnudarse mientras Dita le observaba.

Se relamía con solo ver el pequeño "striptease" que sin darse cuenta estaba protagonizando.

-          Espera que yo te ayudo - dijo después de acercarse hasta él.

Se apresuró a abrirle el cinturón y el botón del pantalón y se aseguro de que este cayera al suelo. Después de ayudar a Milo a desprenderse por completo del pantalón, observó lo hinchado que ya estaba el sexo de su compañero, pasó su lengua por sus labios y lentamente deslizó el slip que su bichito llevaba.

La excitación de Milo se hizo presente y Dita no le hizo esperar más. Pasó su lengua por toda la extensión de aquel miembro y luego lo introdujo en su boca.

Dita, al contrario que Milo, era delicado, le gustaba tomarse su tiempo, hacerle rabiar, desear con todas sus fuerzas que terminara con aquella agonía y lo hiciera estallar de placer.

Pero esta vez fue diferente, Dita no sospechaba nada hasta que Milo lo interrumpió en su labor.

-          ¿Qué pasa? - preguntó sorprendido al ver que Milo se había retirado de su boca voluntariamente.

-          Nada - le contestó. Solo que, quiero que esta vez sea diferente.

Milo se estiró y abrió sus piernas de forma muy sugerente. - Ven, te quiero sentir dentro de mí, sin preámbulos, ahora mismo... ¡Ya! - le rogó.

La leve erección que volvía a renacer en Dita se completó después de oír esas palabras. Con paso firme se acercó a Milo, el cual yacía expectante y ansioso como nunca lo había visto. Rara era la ocasión el que él le pudo poseer, que lo hizo suyo, siempre era al revés, pero algo en ese momento le hizo ver que no sería la primera ni la última vez.

El pececito hundió su lengua en la entrada de Milo que se arqueó por el placer, se levantó sobre sus rodillas y luego de besarle le penetró, sin prisa, pero sin pausa, sintiendo cada momento, cada sensación que eso le provocaba y viendo como Milo gozaba, embistiéndole con sus ataques lenta y suavemente.

Ambos estaban entregados a fondo para hacer disfrutar al otro. Dita con su delicada forma de hacer, hacia enloquecer a Milo que gemía y gemía hasta más no poder.

Sus vientres hacían que el sexo del escorpión quedara completamente oprimido y con el vaivén quedaba completamente masturbado.

Las caricias incrementaban, Milo se abrazaba fuertemente a la espalda de Dita, obligándolo a permanecer comprimido contra su cuerpo. Sintiéndolo así más cerca y aumentando su placer y el de Dita. Sus gemidos ya no resonaban, si no que retumbaban por todo el apartamento. Ambos estaban al límite, Milo ya no aguantaría mucho más y Dita terminaría con él. Juntos en un acuerdo silencioso, solo hizo falta el gesto de uno y el guiño del otro para perfectamente entender que no les faltaba demasiado.

Milo se incorporó sobre sus brazos para ver como el ser divino que tanto amaba terminaba en su interior y estallaba de placer.

Dita no se quedó sin hacer nada, y al ver que el miembro del bichito ya no era masturbado se encargó de él. Con una de sus manos lo agarró y después de masajearlo un par de veces liberó sobre sus cuerpos su semilla; Dita con un embiste más se le unió terminando dentro de él.

Milo vio la cara de satisfacción de Dita y se dejó caer sobre su espalda, feliz y contento de poder estar junto a él.

Dita se acomodó sobre su pecho y charlaron un rato de cómo Saga casi le arranca una oreja tratando de hacerle entender hasta que el sueño les venció y quedaron dormidos y felices sabiendo que todo se había arreglado.

Cuando Milo despertó, se levantó y preparó un suculento desayuno para ambos, se fue hasta la cama y despertó a Dita con un beso y una rosa que tomo de uno de los ramos había repartido por toda la casa.

 

- Fin -

 


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