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CORAZONES EN LLAMAS por lyra

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¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Ese es el pensamiento que pasa por la cabeza de Tom mientras acuna entre sus brazos el cuerpo inconsciente de su hermano.

La casa está en llamas. Ellos encerrados en el baño. No saben si saldrán vivos de esta. Si alguien les estará buscando para salvarles.

Abraza a su hermano más fuerte. El humo entra por la rendija de la puerta a pesar de las toallas que han puesto. El baño se va llenando cada vez más y más de ese humo negro que amenaza con arrancar de sus jóvenes cuerpo la vida.

Una vida tan corta que no quieren que termine de esa manera, reducida a cenizas llevadas por el viento.

Todavía les quedan muchas cosas por hacer, no han vivido lo suficiente. 17 años son muy poco tiempo para una vida tan intensa. Todavía no se han enamorado, no han encontrado a su amor verdadero.

¿O sí lo han hecho?

Puede que hayan estado muy ciegos estos años, no se han dado cuenta de que la persona que aman está bien cerca.

Tom se ha dado cuenta de que la tiene entre sus brazos en esos momentos, a punto de morir sin saber cuales son sus verdaderos sentimientos.

-“¿Cómo puedo decirte lo mucho que te quiero? ¿Tengo que dejar que este incendio acabe con mi cuerpo o dejar que las llamas de mi corazón se extingan para siempre?”

Mira la cara de su hermano. Nunca habían estado tan cerca para fijarse en sus detalles. La misma nariz. Los mismos ojos. Los mismos labios.

¿Las mismas ganas de besarlos?


¿Qué puede hacer? ¿Le da el último beso? ¿O quizás le da el primero de muchos?


Da igual lo que venga después. Solo importa el presente, un presente que amenaza con terminar bruscamente y de la peor manera posible. Asfixiados. Quemados.

Acerca su cara al rostro de su hermano. Le retira el pelo con una mano. Acaricia su mejilla. Le pasa un dedo por los labios.

Pero su cara no da signos de vida. Está dormido, inconsciente. O puede que peor. Puede que se haya decidido demasiado tarde.

Nota como las lágrimas bajan por sus mejillas. No es por el humo que cada vez va llenando la habitación. Es por el dolor que paraliza su corazón.

Solo quería darle un beso, saber que es lo que pensaría de él. Pero ahora ya no puede saberlo, porque parece que ha muerto. Allí entre sus brazos. Su hermano se ha ido y él no se ha enterado.

Contiene un sollozo. Lo hará de todas maneras. Besará esos labios sin vida, sin aliento. Le transmitirá el suyo, para que se lleve algo suyo al otro lado. Para que le espere, pues pronto se reunirá a su lado.

Posa lentamente sus labios en ellos. Besa tiernamente a su hermano. Le da su último aliento.

-Mmmmmm………-emite Bill muy bajito.

Tom se separa del susto. No está muerto, todavía respira, todavía vive, todavía le puede decir lo mucho que le quiere.

-¿Bill?-le llama acariciándole la cara.

-¿Tom?-logra susurrar con los ojos cerrados-¿Por qué no lo has hecho antes?




TRES HORAS ANTES


-¿Conocéis esa casa que hay en las afueras, cerca del puente?-pregunta Georg a sus amigos.

Los demás le miran interesados, dejando de comer para prestarle toda su atención.

-Me acaba de llamar un amigo que conoce a un amigo cuyo amigo va a dar una fiesta allí-les explica sin respirar.

-Eso suena interesante-dice Tom sonriendo-Es una casa que está abandonada, una fiesta en un sitio así es una buena idea.

-¿Ir a una casa que estará sucia y olerá mal? A mí no me parece una idea muy buena, todo lo contrario-le contesta Bill negando con la cabeza.

-Tranquilo, que la han limpiado y no te mancharás tu preciosa ropa-le asegura Georg sonriendo.

-¿También la han desinfectado?-le pregunta sin sonreír.

-¡Vamos! No seas tan exagerado. Va a ser una fiesta estupenda. Me muero por ir-afirma Tom .

-Pues yo me muero por no ir-sentencia Bill.

-Nos han invitado a los cuatro. Venga Bill, te lo pasarás muy bien y te prometo que no te mancharás.

-¿Y que mejoras han hecho aparte de limpiar? Espero que haya un sitio decente donde sentarse, que los vasos estén limpios y sobretodo que haya un baño en condiciones.

-Sí, si, y hay más de uno-contesta por orden Georg.

-Yo solo espero que haya un lugar lo bastante decente para llevar a una chica-dice Tom guiñando a su hermano.

-Tú siempre igual, usando la polla en vez del cerebro-le suelta dejando el tenedor y saliendo de la cocina.

-¿Y eso a qué ha venido?-pregunta Gustav, que se había mantenido en silencio hasta entonces.

-Estará nervioso por la fiesta. Ya hablo yo con él-contesta Tom saliendo de la cocina.

Comienza a subir las escaleras pensando el porqué de la reacción de su hermano a sus palabras. Aunque él también se tenía que haber cortado un poco, no decir en voz alta sus deseos. Sus más íntimos deseos, esos que nunca saldrán a la luz por el miedo.

Bill se mira en el espejo de su habitación. Sabe que se ha comportado como un niño pequeño, saliendo de lsa cocina enfadado por una broma de su hermano, aunque a él no le ha hecho ninguna gracia.

Ya no ha sido por el comentario en sí, se esperaba eso y más de él. Ha sido porque lo ha dicho mirándole a él y guiñándole un ojo. ¿Por qué lo ha hecho?

Suspira y frunce el ceño a su reflejo.

-¿Qué creías? ¿Qué lo decía por ti? ¿Qué es a ti a quien quiere llevar a un sitio decente?-le riñe a su reflejo- Tonto, despierta de una vez. No se fijará en ti, ni siquiera si le besas esos suaves labios.

Suelta una risa al decir esto último. Pero que loco estaba. Hablándole al espejo. Pensando en besar en los labios a su hermano.

Una llamada en la puerta de su habitación le hace pegar un salto.

-¡Qué!-grita a quien está llamando.

La puerta se abre y aparece la cabeza de su hermano.

-¿Puedo pasar sin que me grites?-le pregunta con una sonrisa.

-Pasa, tonto, es que me has asustado-le contesta devolviéndole la sonrisa.

-Venía a disculparme por si mi comentario te ha molestado-le dice entrando en la habitación y cerrando la puerta.

-No me has molestado-le dice deprisa.

-¿Seguro? Porque tu contestación me dejó de piedra.

-Solo me molesta que pienses que para divertirte tienes que estar con una chica, hay más maneras de divertirte.

-¿Si? Dime alguna-le pide sentándose en su cama.

-Pues, con tus amigos, o conmigo por ejemplo-le dice bajando el tono de voz en la última frase.

-¿Divertirme contigo? Si nos pasamos la mitad del tiempo discutiendo y peleados.

-Bueno, la otra mitad del tiempo estamos…….-deja la frase sin terminar esperando que la termine él.

-…..sin hablarnos-le termina por él.

Bill suspira de frustración. ¿Por qué su hermano tiene la cabeza tan dura? ¿Por qué no ha podido decir que la otra mitad del tiempo disfrutaba de su compañía?

A no ser que él no lo viera así. Que no viera como disfrutaba cuando le miraba, cuando le sonreía, cuando le abrazaba para consolarle de cualquier cosa que le hubiera salido mal, o simplemente porque era su hermano y le quería por eso.

Claro, porque era su hermano. Eso le obligaba a quererle sin ninguna razón aparente. Si le miraba era con los ojos de un hermano. Si le sonreía era con la sonrisa de un hermano.

-¿Por qué suspiras?-le pregunta sacándole de sus pensamientos.

-Nada, es mejor olvidarlo, no pensar en eso nunca más.

-Lo que tú digas. ¿Vas a venir a la fiesta o no?

-Iré, aunque el sitio sigue sin convencerme. Seguro que no está lo suficientemente limpio.

-Venga, que te ayudo a elegir la ropa que te vas a estropear en la fiesta-le dice levantándose y abriendo su armario-¡Joder! Aquí hay ropa para vestir a un regimiento.

-Bueno, que no hay tanta-le dice avergonzado.

Observa como su hermano rebusca entre sus prendad hasta que le saca unos vaqueros y una camiseta negra sin ningún estampado en ella.

-Me gusta más cuando no te pones esas camisetas con dibujitos-le dice tendiéndole la ropa.

-¿Y las tuyas no tienen dibujitos?-le pregunta negando con la cabeza y cogiendo una blusa de manga larga blanca.

-Mis dibujos son más artísticos que este sol en tu camiseta-le dice enseñándole una camiseta blanca con un gran sol en ella.

-Esa es de hace mucho tiempo, ya ni me la pongo-se excusa viendo lo fea que le parece ahora.

-Bien, ya has elegido el vestuario. Vístete y nos vemos abajo en media hora-le dice tendiéndole los vaqueros.

Entonces ocurre algo que nunca había ocurrido. Tom se acerca a su hermano y le da un beso en la mejilla.

-¿Y esto?-le pregunta Bill sin aliento.

-No sé, me pareció que lo necesitabas-le responde encogiéndose de hombros.

Sale de la habitación antes de que haga algo más de lo que pudiera arrepentirse más tarde.



Media hora después están todos abajo listos para la diversión.

-¿Cómo vamos a ir?-pregunta Gustav.

-En coche, los cuatro en el de Tom-le contesta Georg.

-¿Y que le pasa al tuyo?-le pregunta el aludido.

-Que no es tan bonito. Vamos, presume de coche delante de las chicas. Seguro que más de una cae rendida a tus pies cuando te vean conducir una maravilla así.

-Está bien-aceptó a regañadientes.

Se montan en el coche y parten hasta esa fiesta.

Bill está sentado delante, al lado de su hermano. Mira por la ventanilla para no tener que hablar con él. Ha accedido muy deprisa a lo de llevar su coche. Seguro que esa noche una chica estará tumbada en el asiento de atrás con su hermano dentro de ella.


Llegan a la casa y Bill tiene que admitir que se han esmerado. Aunque la fachada se la ve muy deteriorada por dentro han hecho un trabajo magnífico. Las habitaciones se las ve muy limpias, con focos por todos los lados iluminando la estancia.

De las paredes cuelgan serpentinas y del techo una gran bola de espejos.

-¿Qué te había dicho?-le pregunta Georg dándole un codazo en las costillas.

-No está mal-admite frotándose el estómago.

-Vamos a pedir algo y a perdernos entre la gente.

Se dirigen a la “barra” y piden cuatro cervezas. Con ellas de la mano se van a una de las habitaciones llenas de gente.

-¿No hay mucha gente aquí metida?-dice Bill sin dirigirse a nadie en particular.

-¡Bill! Deja de poner pegas a todo. Bébete la cerveza y disfruta de la noche, o al menos no nos la amargues a los demás-le dice su hermano.

-Eres un imbécil.

Se da la vuelta y sale de allí en busca de un rincón a oscuras en donde refugiarse, en donde nadie vea el dolor que su hermano le ha causado, otra vez.

-Espera-le llama Georg tomándole del brazo-No te enfades, Tom está nervioso por la fiesta.

-Tom es un capullo.

-Venga, diviértete un poco, olvida por una noche que tienes un hermano.

Eso es lo que más le gustaría a él. Olvidar por una noche que son hermanos.

-Necesito ir al baño. ¿Dónde hay uno?

-Creo que en el piso de arriba. Ya te dije que había varios.

-Lo buscaré. Nos vemos.

Sube por la destartalada escalera hasta el piso superior, en donde ve más gente en cada habitación en la que se asoma.
Por fin da con uno de los baños. Le ha tocado subir hasta otro piso.

Se encierra en él mientras las lágrimas le bajan por la cara.

-Deja de llorar-le exige a su reflejo al mirarse en el sucio espejo-él no se lo merece.

Aprieta el puño con rabia. No se merece sufrir por alguien así, por una persona que solo se preocupa por su bienestar, que nunca mira más allá de sí mismo.


-¿Y mi hermano?-le pregunta Tom a Georg al cabo de 10 minutos.

-Ha subido a un baño, creo que está en el segundo piso.

-Iré a ver si se encuentra bien.

Sube por las escaleras hasta la segunda plante. Allí va llamando puerta por puerta hasta que da con el baño en donde se ha refugiado su hermano.

-¿Bill?-pregunta llamando a la puerta.

-¡Vete! No quiero volver a verte en mi vida-le grita tratando de que sus sollozos no se oigan.

-Por favor, déjame entrar.

-Nunca. Vete, no quiero amargarte la vida nunca más.

-Cabezota-susurra dándose la vuelta.

No sabe porque se ha molestado en ir a buscarle. Está claro que ya no aceptará su perdón. Por mucho que se haya equivocado, no le dejará demostrarle que se arrepiente mucho.

Se arrepiente de haberle dicho esas dolorosas palabras, de haberle echo llorar.

Se arrepiente de no poder dejarle de amar.

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