I’ll kill for you
Vos me arrastraste a esto. Por tu culpa ha pasado lo que pasó. Sí, sé que contribuí, que me dejé llevar, que me envenené con tus dulces palabras. ¿Pero, es que no hay remordimiento en tu mente por lo que le has ocasionado a la mía? Fui un simple idealista que creyó de más, que pensó que la felicidad realmente era algo que se podía alcanzar. Fui un idiota con letras mayúsculas, tatuadas en rojo en mi frente. Fui todo eso que ya sabes de mí hasta hartarte.
Fue simplemente el impulso del momento. Un pensamiento rozando el borde de mi locura. Una idea propasando el límite de la cordura. Un vacío claro e impío denigrando y destrozando de a poco lo que llamamos corazón. Una pasión mal oculta, un dolor propagado. Una duda que clavaste presuroso en mi conciencia y alma.
Finalmente abrís tus ojos, aun con lágrimas en ellos. Tus ojos claros a duras penas pueden enfocarme. Buscas ahogar el hipido y las leves convulsiones que te restan del llanto. Seguís sentado a su lado, sosteniéndolo en vano como si en algún momento pudiese volver a levantarse.
¿Si me arrepiento? Aun no lo sé. ¿Si me siento mal? Tampoco podría decírtelo. Hay un tornado de emociones sin definir dentro de mí; hay millares de cosas que pienso, que intento razonar y, sin embargo, están estáticas; hay cientos de cosas que quisiera gritarte y gritarle a él y, sin embargo, sigo mudo. Realmente quisiera poder ir hasta ahí y tomarte entre mis brazos, besarte y pedirte perdón, rogarte por perdón y susurrarte suave que todo va a estar bien.
Pero no lo va a estar. Nada de esto está bien. Y podría pasarme el día viéndote en este delirio que es real.
-¿Por qué...?- preguntas bajito, afianzándote más a su cuerpo.
Medito qué decirte, cuando entré creí que sabía las palabras exactas y, ahora, que me reclamas, con la mirada triste y enajenada, una explicación siento que todo se ha borrado de mi mente. Menos el odio que cargo hacia ese ser; menor el amor que aun siento por vos.
-¿Por qué?- repetís más seguro, enjugando las lágrimas.
-No fue mi intención.- es lo que termino por decir, ni siquiera un “perdóname” ha asomado.
-Pero aun así, lo hiciste.- musitas compungido.
Sí, lo hice. Sin pensarlo, pero lo hice. Me tiento de preguntarte si acaso vos nunca hiciste algo sin pensar de lo que terminas arrepintiéndote. Me tiento, pero no lo digo.
-¡Aun así lo mataste!- gritas separándote y dejando que su cuerpo choque con el piso sin delicadeza.
Veo tu ropa, esa remera blanca que tan bien te queda está llena de sangre; de su sangre para empeorarlo. Estás parado dándome la espalda, contemplando el cadáver del que hasta hace horas era tu amante. Noto lo agitado de tu respiración y, al darte vuelta, lo pálido enfermo que parece tu rostro, incluyendo que tus rosáceos labios han perdido color.
-¿Por qué?- volves a decir, con ese tono que te hace lucir como un desquiciado.
El sentimiento de que todo esto lo has producido vos y tus engaños vuelve. El dolor por creerme lo que acabo de hacer no es nada comparado con el dolor de saber que aun a pesar de todo te sigo amando.
-¡¿Por qué?! ¡Decime!- y en ese arrebato me tomas por los hombros para sacudirme.
Se te olvida que te saco una cabeza y que solamente logras moverme centímetros. Se te olvida que por más que me pegues y tortures el tiempo no da marcha atrás.
-¿Por... qué...?- pronuncias de nuevo, abatido; demasiado dolido como para continuar en tu actuación de enfurecido; demasiado débil, por lo que al final me abrazas.
Tu llanto regresa y te abrazo tan fuerte como puedo. Te estrujo contra mi pecho tratando de confirma tu existencia al lado de la mía. Me sujeto a tu cuerpo, mientras veo con desprecio como el cuerpo de ese tipo sigue tirado, manchando con su sangre el piso.
-No lo veas...- me pedís.
Y yo accedo. Aparto mis ojos de allí para divisar tu mirada perdida en mi rostro. Tu exquisita piel sigue igual de blanca, pero tus labios se ven tentadoramente cerca. Sé que no es el mejor momento, pero eso no hace que no desee tus besos.
-¿Qué vamos a hacer ahora?- inquirís sin poder soportar mi mirada y apoyando tu cabeza en mi hombro.
Lo que siempre he hecho de mi vida, eso voy a hacer: enfrentarme a las consecuencias de mis actos. Lo maté, por algo tan vano y enfermizo como son el amor y los celos en extremo. Lo maté por idiota, por creerte más a vos que a mi propia conciencia.
-Nada.- respondo seguro.
Pero, al menos, me voy a podrir en la cárcel vagamente feliz. ¿Sabes por qué? Porque cumplí con mi palabra, de la cual estabas advertido.
Te amo. Y sería capaz de dar mi vida por vos.
Y más, yo moriría y mataría por vos.