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Madness por Miya_0322

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Notas del fanfic:

¡Hola!

Les comento que esta idea ya me venía dando vueltas en la cabeza desde que comencé a escribir el fic "Premonición de Muerte" de Death Note, pero no fue hasta hoy que me senté a plantear un bosquejo.

La idea me surgió al escuchar la canción "Brake Me, Shake Me" de Savage Garden, la cual voy a ir dejando en pequeñas frases a lo largo de la historia (pero esto no es un song fic).

De todas formas, les agradezco a todos los que leen la basofia que escribo, y con el disclaimer, esta historia me pertenece todita, salvo los recortes de la letra de Savge Garden, la cual ya aclaré en el párrafo anterior.

Notas del capitulo:

¡Primer capítulo de la historia! Temo que me quedó un poco corto, y que va a ir un poco lento al principio, pero prometo un lemon, y de los buenos!! jojojo

De todas formas, agradecería mucho a queines me dejen review para saber lo que opinan, ya que este ese el primer original yaoi que escribo, y me gustaría conocer su opinión. ¡Prometo responder!

Los dejo con la historia: 

“azules como el cielo tormentoso en una noche de verano donde el calor sofoca e invita a la tentación”

 

 

            Era un lujoso departamento el que tenía, para tratarse de un simple soltero de 22 años. De cabellos castaños oscuros y lacios, tenía los ojos turquesa brillantes y anhelantes, pero perdidos en la tesis que estaba redactando en su laptop. Estaba sentado en el sofá del living, con las espaldas recargadas en el mismo, y la portátil sobre las piernas, las cuales tenía abiertas, y flexionadas.

Sobre la mesa ratona que tenía enfrente, había muchos libros y papeles regados, así como pilas de libros alrededor, y otra portátil ahora apagada. Las palabras fluían desde su mente hasta la computadora a través del teclado, hasta que su móvil comenzó a sonar. La polifónica melodía inundó el ambiente, al tiempo que el aparato se sacudía brioso sobre la mesita, con su pantalla iluminada. El joven alargó la mano, y sin quitarse los lentes para leer, enfocó la pantalla, para luego abrir el celular y atender la llamada.

- Madre… -dijo con su voz grave, pero ausente.

- ¡Dean, hijo! –la mujer al teléfono tenía una voz aniñada, pero modulada y muy expresiva- Sé que debes estar haciendo tu tesis, pero tus tíos Schedler llegaron esta tarde a la ciudad, ya que se mudaron aquí, y los hemos invitado a cenar… -hizo una pausa, y al no escuchar respuesta, agregó- Tu primo también viene esta vez, y a todos nos gustaría que nos acompañaras…

El castaño se tomó un segundo para meditar si le convenía salir o no; de todas formas, se había pasado el fin de semana completo armando su tesis. Sin embargo, no conocía a su primo, el hijo de los Schedler, ya que siempre que estos aparecían lo hacían sólos, o cuando el joven iba, era él quien no podía estar presente. Jugadas del destino. Tampoco era que le interesara conocer a ese primo: su tesis de Licenciado en Literatura y Letras era más importante.

- Está bien, madre, asistiré… -confirmó, luego de unos segundos- ¿Dónde se reúnen?

- Esta noche a las 21 en el restaurante ‘Golden Bird’ –anunció la madre, mientras se escuchaba que movía unas hojas de papel- Tenemos una reservación privada, el VIP 2, así que te esperamos puntual, hijo… Vete de traje, que el lugar…

- Ya sé, es un lugar prestigioso… ¿Hay estacionamiento?

- Sí, también reservamos lugares, el tuyo es el 2-4… Ahora te dejo que sigas estudiando, estoy orgullosa de ti… Nos vemos esta noche…

- Gracias, hasta entonces…

Dean cerró su teléfono cortando la comunicación, y elevó su vista dándole una rápida ojeada al reloj que tenía colgado en la pared: eran las 17:03 de la tarde; al menos todavía tenía tiempo suficiente como para terminar el capítulo de su tesis. Pasó dos horas tecleando y leyendo libros, mientras revisaba sus apuntes, cuando por fin se cercioró de que ya era tarde; apagó su computadora, y se encaminó al dormitorio donde se quitó la ropa, para llevarse una toalla al baño, y ducharse.

Corrió la mampara de la ducha, pues no estaba de humor para un baño en la tina, y abriendo el grifo esperó a que el agua saliera tibia, y comenzó a limpiarse. Mientras el agua recorría su cuerpo, pegando sus cabellos castaños a su piel blanca y tersa, sintió recordar aquellas memorias que si bien no quería recordar, sabía que nunca podría olvidar.

Cuando él tenía sólo siete años, su casa se incendió por un accidente, y sus padres biológicos fallecieron en él, junto con su hermano, dos años mayor que él. Sin embargo, jamás podría olvidarse de los ojos de ese niño: eran azules, azules profundos como el impetuoso océano que arrastra y devora con fiereza a todo aquel que se le opone, azules como el cielo tormentoso en una noche de verano donde el calor sofoca e invita a la tentación.

Cerró los ojos mientras se pasaba el champú en el cabello, y continuaba recordando ese nombre que jamás olvidaría: Dalton, el nombre de su hermano, aquel que siempre lo había cuidado y protegido… sin embargo, esa noche, la del accidente, se había olvidado de él: había desaparecido.

 

“[…] Rómpeme, sacúdeme, ódiame, acábame;

cuando la locura termine entonces estarás solo […]”

 

Acabó de bañarse rápidamente, y sólo con su toalla en sus cabellos, se dirigió hacia el dormitorio, adentrándose en el vestidor, para elegir un traje y comenzar a vestirse, mientras recordaba la noche del accidente.

Los bomberos lo encontraron en el incendio de su casa, y como era el único sobreviviente, lo llevaron a la comisaría, envuelto en una frazada color verde esmeralda. Estuvo sentado junto a una mujer policía, hasta que una mujer de casi 30 años y su marido no demasiado mayor, llegaron frente a él, con sonrisas en el rostro, diciéndole que ellos lo adoptarían. Nunca les preguntó cómo fue que lo encontraron, pero tampoco se quejó.

La familia Wagner era de muy buena posición económica, y durante todos los años que vivió con ellos, lo habían cuidado muy bien, dándole todas las comodidades, y una educación excelente, en la mejor escuela de su ciudad. Cuando terminó el colegio, se graduó con honores y sus padres le regalaron el lujoso departamento en el que vivía, el cual quedaba muy cerca de la prestigiosa universidad a la que había ingresado en la carrera de Letras y Literatura.

Incluso, y con el pasar de los años, había empezado a considerar a los Wagner como su verdadera familia, si bien nunca olvidaría a su hermano. El verdadero apellido de Dean era Lambert, pero cuando lo adoptaron, le dieron la posibilidad de elegir si conservar o no su apellido, y él había elegido cambiarlo. No se arrepentía: no quería llevar una mancha sobre él.

Terminó de vestirse, se acercó al espejo y se arregló el cabello, el cual se acopló inmediatamente a la forma que él le había ordenado. Cerciorándose de llevar todo lo necesario, tomó su billetera con documento y licencia para conducir, las llaves del departamento, las llaves del coche, y abriendo la puerta al hall y luego al ascensor, bajó de su piso hasta el subsuelo, lugar del estacionamiento de autos.

Caminó a largos pasos hasta el lugar donde dejaba su coche, y sacando el llavero, desactivó la alarma de un imponente Nissan Skyline color negro, coupé, de pronunciado alerón y curvas deportivas. Abrió la puerta, y tras acomodarse, comenzó a conducir hacia el restaurante donde había quedado en encontrarse con sus padres y tíos.

El viaje duró solo quince minutos que para Dean fueron eternos, y al llegar, bajó el vidrio polarizado para poder hablar con el cadete que guardaba las reservaciones del estacionamiento del lujoso y privativo restaurante. No tardó demasiado en que el chico lo reconociera como el hijo de la familia Wagner, y pronto lo dejaron entrar. Estacionó su deportivo en el lugar reservado, el 2-4, justo al lado de un BMW y un Mercedes Benz, pertenecientes a sus tíos y padres respectivamente. Sin embargo, el lugar 2-3 permanecía vacío: seguramente era para el auto de su primo. Obviando estos pensamientos, se dirigió hacia el restaurante en cuestión.

Al entrar, sintió las miradas de las féminas y también de algunos hombres posarse sobre él, pero pasándose la mano sobre el lacio cabello, los ignoró, para luego dirigirse con la mirada al mozo que aguardaba en la entrada. Alzó su mano izquierda, y moviendo levemente sus dedos índice y mayor, le llamó la atención a éste, quien se acercó presuroso, al ver que nos e trataba de un cualquiera.

- ¿En que puedo ayudarlo, monsieur? -preguntó el mozo.

- Soy Dean Wagner, tengo reservación en el VIP 2… -contestó ignorando al hombre, y haciendo un paneo del lugar con su vista.

- Por supuesto –afirmó el mozo, mientras extendía su mano en señal de que el castaño lo siguiera- Sígame, s'il vous plaît…

Sin decir nada, Dean caminó tras el mozo, y doblando a la derecha divisó un pequeño pasillo que tenía un panel a la derecha que cubría la entrada de la parte general del lugar, y a la izquierda se veía la puerta de entrada al Vip. Con un leve gesto despachó al mozo, y moviendo el picaporte, entró en el lugar.

El lugar era bastante espacioso, las paredes color beige tenían réplicas de cuadros de pintores famosísimos, mientras que la mesa para seis personas de roble, estaba servida con platos de porcelana y cubiertos de plata, mientras cuatro personas mayores, de cercanos o pasados cincuenta años, lo miraban contento. Sonriendo amenamente, procedió a saludar a su madre con un corto abrazo, y a su padre estrechándole la mano, para luego repetir el proceso con sus tíos.

Tomó asiento donde su madre le indicaba, en uno de los laterales de la mesa al lado de ella, y justo estaba por preguntar por su primo, del cual ni siquiera conocía su nombre, cuando el teléfono de su tía comenzó a sonar insistente. Disculpándose, la mujer atendió.

- Mamá… -dijo una varonil voz al teléfono- ¿Cuál es el número de la reservación en el restaurante? Es el ‘Golden Bird’ ¿verdad?

- Sí, ese mismo… -la voz de la mujer era tranquilizadora y apaciguante, como si siempre fuera la voz de una madre que le canta nanas a su hijo- La reservación para tu coche es el 2-3, y nosotros te estamos esperando en el VIP 2, puedes preguntarle al mozo de la entrada…

- Está bien… -la voz titubeó, pero luego agregó- Llego en unos minutos, espérenme…

Sin decir más nada, cortó la llamada. Ante la mirada de los demás, la mujer se limitó a sonreír, y explicarle que se trataba de su hijo, diciendo que pronto llegaría. Dean bajó su vista para enfocarla en el Rolex de platino que tenía en la muñeca, y se reprochó a si mismo la inocencia con la que había calculado esa tarde terminar con la cena para las 23 horas: ya eran las 21:30, y su supuesto primo no llegaba. Estaba tan perdido en sus cavilaciones, que no se percató de la mirada cómplice que sus tíos y padres se dirigían mutuamente, mientras mantenían una formal, vana e inútil charla sobre los motivos de los tíos para mudarse a la ciudad.

En eso, unos golpes se hicieron presentes en la puerta, y tras la voz de “pase” que dijo el padre de Dean, la misma se abrió, dando paso a un joven alto, de cabellos renegridos y los ojos azules más profundos que jamás se habían visto. El recién llegado paneó levemente a sus padres y tíos, hasta que su mirada se clavó en el joven castaño que ahora lo observaba de pie, y con las manos sobre la mesa.

Dean, por su parte, no podía creer lo que estaba viendo. ¿Es que acaso el destino le estaba jugando una mala pasada? Sintió su corazón acelerarse, y su mente confundirse, cuando su garganta sólo pudo pronunciar una pregunta, tonta, y vacilante:

- ¿Dalton?

Quince años de creer que estaba muerto. Quince años para volver a ver a su hermano.

Notas finales:

¡Esto ha sido todo! Recuerden que sus reviews me inspiran, y que siempre termino mis historias.

Gracias a los que lean, y nos estamos viendo en el próximo capítulo, fic, review, o lo que sea... ¡Éxitos! 


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