Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

The Curse of Being a Girl por beautiful demon

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

No tengo idea de lo que estoy haciendo, sólo lo empecé a escribir, mi intención no es hacerlo muy  largo, algo máximo de cuatro capítulos. No prometo actualizaciones rápidas aunque espero poder hacerlas. De antemano perdonen los errores de dedo o, bien, los ortográficos. Lo he escrito en una noche jaja así que mis ojos están cansados para buscar más errores. Gracias por atreverse a leerlo, no duden en comentar si les gusto o si soy terrible jajaja. Cuídense.

¿Cómo es que habían llegado tan lejos?
René le daba la espalda, tenía solamente sus jeans puestos. Ana seguía mirando al vacío, la sábana cubría su cuerpo desnudo.
Se ignoraban.
Había una nebulosa invisible, asfixiante, esa que no encerraba ningún sentimiento parecido al amor. Sólo arrepentimiento.
¿Qué había sido? ¿El deseo, el sufrimiento, los celos, el alcohol…? Los ojos grises de René miraron al suelo deteniéndose en sus pies descalzos ¿La soledad…? Los azul violáceos de Ana se cerraron fuertemente ¿Amor…? Los volvió a abrir sonriendo burlona para sí ¿amor? Lo único en común ahí era el amor no correspondido. Sintió a René moverse, ponerse el brassier, luego la playera y los calcetines.
-¿René?
-Me voy- se amarró los tenis, se levantó y agarro la chamarra olvidada en la silla cuando entró a la habitación.
-Nos vemos en la escuela…
La más alta se detuvo, no dijo nada, permaneció en silencio como si tuviera la intención de agregar algo más. Pero no lo hizo. Ana escuchó la puerta abrirse y después cerrarse. Se reincorporo, camino por la habitación recogiendo la ropa desperdigada por el suelo y se metió al baño. Mientras se secaba después de la breve ducha se miro al espejo que delataba su incertidumbre. Pensó, René debía estar confundida. Despertar al lado de tu compañera de equipo al siguiente día de una fiesta no debía ser lo más esperado para nadie, menos por la parte de “compañera”, no cuando también se es mujer. ¿Qué haría ahora?
Se vistió en sus jeans y botas altas de suela lisa, el suéter gris le despeino su cabellera negra lacia, de esos lacios que de repente hacia las puntas se enroscan. Buscó una secadora, no la encontró, tuvo que conformarse con la toalla. De nuevo, se topo con el espejo y ya se no atrevió a mirarse. Se sentó en la taza del baño sin saber qué hacer. Se mordió sus labios carnosos. Suspiró recordando los labios de René sobre los suyos; se sonrojo de pensar en su lengua jugando con la suya, de rememorar la desnudez de ese cuerpo trabajado y delgado. Lo había arruinado.
Se levantó de la taza, se secó el cabello y salió de la habitación. La casa era un desastre, bueno que no era suya. Pobre del dueño desaparecido, cuando regresara a sus cinco sentidos en una resaca insoportable vería el horror de casa con el que se había quedado.
Salió, dejando atrás la noche anterior porque si pensaba un momento más en ello se odiaría no sólo por lo sucedido, sino porque no era como ella hubiera querido que pasara.
René entró a su vida unas tres semanas después del comienzo del ciclo escolar, y no había llegado sola. Ese día había empezado como cualquier otro, en el ambiente seguía esa excitación por las chicas de nuevo ingreso. Ana sólo reía de ver a sus amigos embobados con las bonitas, pero ninguna otra causa la sensación que provocaron Zoe y su misteriosa mejor amiga, René. Se hablaba de ellas por los pasillos y en cualquier lugar y a cualquier hora en que sus compañeros tenían tiempo para hablar de ellas. Que si habían hecho esto, que si habían ido a quién sabe dónde, que si se habían vestido así ese día, que si hoy habían saludado a uno de ellos. Para ella eran todas iguales, un montón de niñas salidas de la secundaria todavía más inmaduras que ella; conocía a pocas, y pocas le habían caído bien. Realmente nunca le prestó mucha atención a los rumores suscitados por la presencia de esas dos así como evitaba escuchar cualquier otro; para ella nada existía además del futbol, la pasión por la cual le habían llamado niño desde pequeña hasta la secundaria cuando la pubertad la arrolló dejándole unas caderas anchas, unos senos no muy grandes y un metro sesenta y ocho de estatura. Su mundo giraba alrededor de su pasión por lo que entendía poco el mundo de las chavas que se arreglaban demasiado para atraer a los hombres, hombres que ella veía como amigos y compañeros de juego; muchas veces se sintió incomprendida hasta el día en que conoció a su mejor amiga en su primer año de preparatoria y después al resto de sus amigas en el equipo de fútbol. Y aún así, se sentía extraña refiriéndose al tema de los novios. Aunque sus amigas no se preocupaban tanto como otras por ser las más populares o bonitas de la escuela, tenían sus deslices con uno que otro chico guapo o una relación ya de dos más meses con otros. No era que ella no pudiera tener novio, había más de cinco prendidos de ella, pero nunca le había interesado eso. Hasta René.
Cuando René y Zoe entraron al equipo ella estaba calentando dentro de la cancha junto con Ilse, su mejor amiga, y Lidia, el resto del equipo hacia estiramientos y de la nada llegaron un séquito de hombres esperando en las gradas. Ella los vio extrañada, el equipo estaba acostumbrado a tener un público de no más de diez personas (algunos novios o pretendientes) pero hoy rebasaba los quince.
-¿Ahora qué pedo?
Ilse y Lidia pararon para comenzar sus estiramientos.
-Hoy van a venir las “famosas”
Ana las miro sin entender.
-¿No me digas que no sabías que esas chavas de primero van a entrar al equipo?
-¿Quiénes?
Las dos rodaron los ojos.
-Zoe y René.
Las miró confundida, abrió el compás de sus piernas y tocó el suelo con la nariz.
-¿Apoco saben jugar?-preguntó indiferente.
-He oído que son buenas, sobre todo René- contestó Lidia.
-¿René es la seria?- empezó a curiosear Ilse.
-Sí.
-La más popular es Zoe ¿no?
-Sí, es más accesible.
-La verdad no sé que les ven.
-Yo tampoco…
La plática de sus amigas le pasó como agua por sus oídos; sí, le era extraño, pero no relevante para su vida… sólo que si hacían perder al equipo tiempo serían un problema. Estiró una pierna y la otra, los brazos y el tronco. Se habían parado de nuevo calentando los cuellos y ellas seguían hablando de las dos nuevas.
-Por lo que escuché, René es la mejor de las dos, pero según juntas son como un dúo mágico.
Ana sonrió ante lo ridículo pero no dijo nada. El entrenador entró con las dos mencionadas atrás de él uniformadas en un short y playera de entrenamiento. Los chicos gritaron de la emoción y Zoe, de constitución pequeña, cabellos rubios rizados y cara de muñequita, sonrió linda. Ilse y Lidia se miraron entre ellas con cara de asco. René, de constitución alta y delgada, con el cabello corto, lacio y despeinado color castaño, apenas se inmuto. Ana vio lo que los hombres en ellas, eran bonitas y atléticas, entendía su gusto eufórico, parecían inalcanzables de cierta forma, una más que la otra. Pero su admiración acerca de su físico no fue más allá de eso. Lo verdaderamente asombroso fue su forma de jugar, no sólo jugaban bien, sino excelente; pasaron cada una de las pruebas superando las expectativas del entrenador, su condición era envidiable y, a pesar de la denominación que le había parecido idiota de “dúo mágico”, Ana lo comprobó ahí. La mayoría estaba sorprendido, no sólo por su habilidad, sino por el repentino cambio de René; si muchos comentaban que era un poco fría y distante y por lo tanto preferían a Zoe que era más extrovertida, la actitud de la castaña en ese mismo momento la hacía ver mucho más atractiva que cualquier otra persona que hubiese visto Ana. Determinada, asertiva, inteligente, arrebatadora y apasionada, la mirada fiera y penetrante en sus ojos grises dejó a todos con la mente en blanco siguiendo cada uno de sus movimientos como si vieran el nadar hipnotizador y perfecto de un tiburón cazando. Habían conseguido una nueva delantera. Zoe parecía ser más apta para el lugar de una media.
Sus ojos grandes y poblados de negras pestañas la vieron subir y bajar por toda la cancha, correr con sus fuertes piernas y mandar cañonazos a la portería. Y fue ahí, en ese momento en la anotación de un gol en que sonrió mostrando sus dientes blancos y perfectos, alargando sus labios delgados y alterando todas sus líneas de expresión haciendo a su rostro hermoso, cuando supo, se había enamorado. Por meses luchó contra eso; el horror de ser homosexual, aunque fuera lo que sintiera más natural para ella, le produjo insomnio por tres meses, depresión y falta de apetito. Bajo de talla, la risa que siempre contagiaba a sus amigos se desvanecía al verla y pensar de nuevo en el tema. Inevitablemente Ilse se dio cuenta, se lo confesó y lloró por horas atormentada por la idea del amor hacia el mismo sexo, pero peor que eso, el rechazo de sus sentimientos; bueno fue que no le causó repulsión a su mejor amiga, guardó su secreto e incluso la animó a confesarse.
El día de su confesión se vio interrumpido, sin embargo, por uno de los sucesos aún más inesperados. Fue un viernes, hace mes y medio, en la cancha de futbol, único lugar donde apenas interactuaba con ella. Su relación con René era nula, se limitaba a las prácticas y a los partidos, principalmente por sus nervios de estar cerca de ella y por la seriedad de René; en cambio con Zoe, hablaban como pericos, se habían vuelto cercanas también gracias a que su mejor amigo, Marco, había empezado a salir con ella recientemente. No sabía cómo aproximarse a René, se había dedicado a admirar sus rasgos afilados pero sutiles, su expresión apacible fuera de los juegos aunque últimamente de ojos llenos de rencor hacía ella. Pensó que le tenía odio o cierta animosidad sin entender por qué, y ese viernes en la tarde lo comprendió. Inquieta, había llegado más temprano de lo normal, supuso que se la encontraría pues René siempre llegaba minutos antes. Pero al llegar no vio a nadie.
Se ponía las espinilleras cuando escuchó los murmullos, murmullos que la guiaron detrás de las gradas. Lo que vio y escuchó ahí lo recuerda tan bien como el día de ayer, la sorprendió tanto que casi se tropieza más de tres veces ese mismo día durante la práctica. René y Zoe se besaban, y así como le dieron esperanzas se las quitaron de un jalón. Siempre hubo habladurías de la cercanía de René con Zoe incluso insinuaciones de que eran algo más, pero se habían disuelto con la nueva relación de Zoe y Marco. Al verlas no atino a nada más que esconderse y escucharlas. Zoe empujo bruscamente a René.
-No lo vuelvas a hacer- dijo entre dientes.
-¿Entonces qué? ¿Olvidamos todo y ya?
-Sí.
-Yo no puedo.
-Pues tienes que.
-Zoe, te amo.- oír esas palabras viniendo de la boca de la castaña la impactó, pero no tanto como en el momento en que llegaban casi al orgasmo y ella las escuchó de nuevo de esos labios ávidos, dejándolas ir con sus lágrimas silenciosas mientras terminaban.
-Yo no, esto ha terminado y si no puedes aceptarlo, es mejor que nos separemos.
A Zoe y a René no se les volvió a ver juntas exceptuando las prácticas de futbol. Zoe comenzó a juntarse con el grupo de amigas de Ana dejando a René sola rodeada de unas cuantas compañeras con quienes se hizo costumbre pasar sus recesos. Ana la observó a la distancia, en su soledad, triste aún jugando futbol. Por momentos odió a Zoe por no ser capaz de corresponder sentimientos de una persona que ella veía como imposible.
René no permitía que nadie se acercara a ella, no más allá, en ese lugar exacto donde estuvo y esta Zoe. La noche de la fiesta Ana las había encontrado de nuevo hablando, otra vez escuchó a Zoe rechazarla y después le vio hundirse en el alcohol. Ana acercó a ella alentada por su mejor amiga, la invitó a sentarse por donde estaban sus amigos pero le dijo que no, le pidió que mejor se sentara con a su lado y bebieran en compañía. Ana supo que se lo pidió gracias a la ebriedad. Bebió, en menos de una hora perdió la cuenta de cuántos caballitos de tequila tomaron y de repente su conciencia saltaba al momento en que le confesaba que sentía algo por ella, más que como una compañera de juego, más que como una amiga, dentro de esa habitación solitaria la cual habían encontrado ante la necesidad de amortiguar la música ensordecedora.
La castaña había permanecido inmutable con sus ojos fijos al techo levantando de cuando en cuando sus brazos, tratando de alcanzar en el aire algo que se le escapaba de las manos.
-¿En serio?
-Sí…
Sus cabezas giraban alrededor de esa habitación, sosegadas por el alcohol.
-¿Me amas?
-Sí…
Tanto como Ana se siguió preguntando al día siguiente el por qué René decidió levantarse y sentarse a horcajadas sobre ella y besarla con el sabor del tequila y la sal, René se siguió preguntando lo mismo: el por qué de incitarla al mover las caderas sobre su pelvis rozándose, mojándose, llevando al límite el calor de sus pieles y desvestirse para tocar un cuerpo ajeno que no había pensado en desearlo hasta ese día; la razón de rodearla con sus brazos, de besarla con la delicadeza que hubiera hecho con su amor no correspondido, de introducir sus dedos en esa cavidad húmeda gritando por su nombre; el motivo por el cual la había confundido con el objeto de su amor, la causa desde el principio de haberla invitado a subir a ese cuarto.
En medio del miedo, de la pesadumbre, llego el lunes para ambas. Por suerte, su diferencia de grados evito que se encontraran hasta la hora de la salida en la práctica de futbol. Se vieron la una a la otra, de lejos, sin decirse nada. Durante el juego evitaron tocarse, si una tenía el balón la otra no iba a peleárselo, esperaban a que se lo pasara a otra para ir por él o de plano se quedaban cerca de la portería contraria esperando a que sus compañeras subieran y le pasaran el balón creando una oportunidad para el gol. Afortunadamente, ambas eran delanteras por lo que sus encuentros podían permitírseles ser menos a pesar de los regaños del entrenador por que jugaran más.
El mes transcurrió sin que ninguna dijera nada, era como si en el silencio hubieran quedado de acuerdo para nunca volver a mencionar lo que paso esa noche en la fiesta. Y aunque Ana pensó en que el haber tenido sexo con René no cambió nada más que el surgimiento de la sensación de incomodidad entre ellas, lo hizo, y para ambas fue imperceptible.
René no se dio cuenta cuándo fue que empezó a ver más allá de los movimientos de la pelota para empezar a ver a la persona tras ella. Ana era inconsciente de que ella también cambiaba dentro de la cancha, y cuando la castaña lo noto fue quizás el día que se lastimo el tobillo y el entrenador la dejó descansando en la banca. Supo de la pelinegra el primer día de escuela debido a que los chicos interesados en Zoe y ella les habían perseguido toda la mañana invitándolas a dar un recorrido por la escuela para conocerla mejor. A René le importaba poco conocerla, lo haría más adelante o ahora mismo, todo dependía de Zoe y como la rubia decidió ir, ella fue. Al llegar a las canchas, los chicos les preguntaron si jugaban algún deporte en especial, Zoe contestó sin titubear que el futbol y ahí la vio por primera vez, de entre todas esas cabezas de niño jugando con el balón de cuero se distinguió una de cabellera larga; en un comienzo pensó que era un extraño hombre de cabello largo, nada más, pero al girarse, verla de frente, correr, recibir el balón con el pecho poco voluminoso y rematar para el gol, se dio cuenta de su error. Era tan sólo una chava, un chava jugando como hombre, alzándose la playera de la escuela para festejar su gol. Ulteriormente escuchó mucho sobre ella: iba en tercer año, la mejor jugadora del equipo oficial de futbol de la escuela, los reclutadores de las universidades estuvieron interesados en ella desde su primer año en la prepa, popular entre hombres y mujeres, una persona agradable, o al menos, eso decían.
Ese día en la banca con el tobillo alzado y cubierto por las bolsas de hielo, noto la seriedad transformándole por completo el gesto de su cara y su lenguaje corporal. Muy diferente a cuando estaba con sus amigas; dentro de la cancha nada quedaba de ese desorden andante, de ese ser disperso y olvidadizo que cometía tantas tonterías que hasta daba risa y ternura. Al principio de su entrada en el equipo, de ver cómo actuaba y hablaba, mucho se preguntó porqué era capitana; pero desde el día uno, después de haberles dado su uniforme y hacerlas oficialmente parte de él, lo entendió. Era imperturbable, escrupulosa en todos sus movimientos, decisiva para las jugadas que hacían la diferencia en sus partidos, aunque la pasión se le saliera de los poros tomaba todo con templanza y hacía lo mejor para el equipo, conocía a todas, desde sus debilidades con los pies hasta sus fortalezas y sacaba lo mejor de ellas, la perfecta líder, la capitana ideal. Y con todo esto, venía su talento natural, el hecho de nunca perder el principal objetivo del futbol: divertirse, algo fácilmente olvidado cuando se empieza a competir. No obstante, era sencilla, nunca subestimaba al oponente, se encargaba de hacerlas sonreír en los momentos más difíciles animándolas siempre sin tener que mentir. Todo eso y quizás más, ya lo había notado, pero antes no le había prestado importancia, no había llegado a perturbarla y cautivarla, no como en ese día que su débil tobillo se había torcido al tratar de evitarla.
Advirtiendo sus ojos profundos, astutos, de ese raro azul violáceo, recordó la suavidad de esos labios gruesos bajo esa nariz respingada, la tersura de la piel de sus mejillas o de sus piernas y el resto de su cuerpo. Mirándola detenidamente, podía volver a ver tras ese uniforme el abdomen marcado, los senos pequeños, los brazos trabajados, las piernas duras, los glúteos bien formados. A su memoria regresaron el sonido de su voz, la humedad de sus lágrimas, la dulzura de sus ojos empañados, la cascada negra cayendo sobre el colchón y las sábanas. Se sintió rara, observándola desde donde estaba de repente le pareció hermosa, más que aquella que le había dañado el corazón. Su mirada gris pesada la hizo voltear, sus ojos se cruzaron por un segundo para después ella atender de nuevo el balón que se dirigía hacia ella. Tan diferente de Zoe, no se sonrojo cuando sus ojos la penetraron tratando de desnudarla otra vez.
Parpadeo. Comenzaba a perder la cabeza.
Y se sintió así por mucho más tiempo intensificándose cuando reparaba de nuevo en Ana. Pero el sentido de las cosas regresó cuando Zoe le ofreció de nuevo su amistad, cuando le pidió disculpas y que todo quedara olvidado. El orden en su vida de repente confusa volvió con Zoe a su lado. Pero sintió algo diferente. Su admiración por ella seguía siendo desmesurada, la sensación de estar siempre a su lado, sin embargo, no era la misma. Compartir el tiempo con Zoe se había convertido desde la secundaria la cosa más importante, pensar en ella, vivir por y para ella, eran elementos fundamentales e incuestionables de su vida y ahora, era simplemente distinto.
La semana de la inmovilidad de su pie le hubiera sido insoportable de no haber ido a ver las prácticas. Ana la miraba llegar junto a Zoe, sonreír tan quedamente como siempre hacía con la rubia, opuesto a las últimas semanas, y sentarse en la tabla de las gradas. Le molestaba que volvieran a ser amigas, Zoe así le daba esperanzas ¿Qué no lo veía? Así que se dedicaba a ver al frente, en donde estaba el balón y la representación de su escape al pensamiento de que sólo venía para ver a Zoe… sólo Zoe… “Te amo Zoe”. Apretaba los dientes, tragaba eso que se atoraba en la garganta y respiraba aunque no le viera objeto. Y así lo hubiera creído también René, que su presencia era sólo para ver y apoyar a Zoe, aún así, últimamente no estaba tan segura.
A mitad de semana ese supuesto orden y sentido en su vida cayeron al suelo. Estaba sentada viendo la práctica, el sol le daba en la cara y se removía incómoda cuando vio a su antiguo rival acercarse. Marco era popular entre las chicas, alto y de espaldas anchas, tenía un rostro atractivo y moreno rematando con unos coquetos ojos verdes. Como lo odiaba cuando lo conoció porque vio el brillo en los ojos esmeralda de Zoe, el brillo de que le gustaba y se derretía por él. Se acercó a ella sonriéndole y sentándose a su lado.
-Hola…
Ella sonrió forzadamente en forma de saludo, seca, como lo era con quienes no eran Zoe y sobre todo, con quienes osaban a quitársela.
-Zoe me dijo que te torciste el tobillo ¿Cuándo vas a poder jugar otra vez?
-Hasta la próxima semana.
-Vaya, debes estar desesperada por jugar.
-Sí… eso creo.
Se quedaron en silencio, mirando a las chicas correr de un lado a otro soportando el calor que les quitaba el aire.
-Bueno, hasta eso estás tranquila, me sorprende- no repuso nada- no a diferencia de otras personas que conozco.
Volteo a verlo preguntándole con la mirada. Él sonrió galán.
-El año pasado, tu capitana se torció el tobillo también- miro hacia donde estaba Ana, ella lo imitó- aunque las lesiones son comunes, es muy difícil que ella se lastime, en fin, no pudo jugar por dos días, la hubieras visto, nunca vi a nadie más paranoica que ella por no poder pisar la cancha.
-¿A qué te refieres?
-El profesor tuvo que vetarla de venir a ver si quiera- se rió- era muy dramática, decía que se iba derretir si no jugaba.
René sonrió apenas sin darse cuenta.
-La verdad es que era muy ridícula, pero graciosa.
-Es rara…
-Sí ¿verdad?- se animó el chico al escucharla hablar- bueno, pero sigue siendo mi amor platónico.
La castaña le miro con el ceño fruncido más extrañada que enojada.
-No te esponjes, me gusta mucho Zoe, en serio sí.
-¿Entonces? ¿Por qué dices eso?
-Pues por lo mismo, es platónico, nunca va a pasar nada.
-¿Cómo sabes?
Él sonrió melancólico.
-¿Qué cómo lo sé? Es fácil, sólo lo sé. Conozco a Ana desde primaria, desde entonces es mi mejor amiga y yo soy su mejor amigo, ella no va a ver más allá de eso. El día que se me ocurrió insinuarle algo pensó que estaba hablando de Ilse, fue tan tonta que la golpee en la cabeza y aún así ella siguió sin comprender a quién me refería. Ana es muy despistada con eso.
-No me lo había imaginado, pensé que como era tan popular tendría pretendientes en cualquier lado.
-Los tiene- René quedó confundida-uno se siente absurdamente cómodo con ella, sin tener que ser o pretender se alguien diferente a ti, puedes decir la cosa más estúpida y ella no te dice nada, bueno, puede reírse, pero nada más- sonrió- y uno se empieza a clavar con ella sin darse cuenta hasta que estas embobado, hasta que en tu mente no hay nadie más que ella, y puf, ocurre, le dices y ella te ve como si le hablaras en hebreo.
-No te creo.
-Pregúntale a sus amigos o con los chavos con quienes se lleva, todos alguna vez estuvieron clavados con ella pero ella ni sus luces. Muchas veces llegamos a pensar que era lesbiana porque nunca mostró interés en nadie.
Estuvo segura, si estuviera tomando alguna bebida en ese preciso momento la hubiera escupido o se hubiera ahogado con ella.
-Aunque eso no me molestaría si lo fuera- bostezó.
El entrenamiento termino y Zoe se acercó a ellos. Los miró darse un beso y giró su rostro para no verlos, no era que le molestara, ya no, solamente se sentía fuera de lugar. Se fijo en Ana guardando sus cosas dentro de su maleta, más seria que otros días. Marco la llamo, se asusto sin que nadie se diera cuenta detrás de esa cara seria y la vio acercarse, lentamente, eternamente suspendida en ese camino hacia ella hasta que llego.
Marco abrazaba posesivamente a la rubia y le empezó a preguntar algo sobre una reunión. Todo el tiempo observó el pasto como si fuera la hierba más interesante del mundo. Ana estaba frente a su amiga y su novio, con la maleta al hombro, tratando de no mirarla hasta que no pudo evitarlo, gracias a su queridísimo amigo.
-¿Tu vas?
Nadie hablo, no contesto, estaba demasiado distraída en desenterrar los misterios del pasto hasta que escucho su nombre de los labios de Zoe.
-¿Eh?
-Que si vas.
-¿A dónde?
Zoe la miro extrañada.
-¿Pues qué no estabas oyendo? Ya te pareces a nuestra capitana.
-¡oye!-replicó la pelinegra- más respeto para tus mayores.
-Aquí no veo a nadie mayor
-¬¬ ¡yo lo soy! En menos de una semana lo seré ^^- signo de amor y paz en sus dedos, a René se le figuro como una niña.
Zoe se rió.
-Sí, cómo no.
-Claro que sí, los dieciocho bien redonditos.
-Dirás los ocho.
Las manos no le llegaron a ahorcar el cuello sólo porque Ilse la detuvo agarrándola de la playera.
-Déjame que aquí mismo la mato.
-No puedes.
-Bueno le daré al menos una lección.
-No eres su madre.
-¡Soy una mayor y exijo respeto!
Silencio mortal, toda la vieron con los ojos abiertos antes de carcajearse hasta más no poder. Ilse la soltó sólo para agarrase la panza y ella se cayó al no tener resistencia contra la fuerza que hacía.
-¿Exijo respeto? JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
-¿Por qué no me toman en serio?- sus ojos grandes parecían los de un infante a punto de llorar y René se río. A pesar de tener todas las ganas del mundo de alargar la risotada, los tres se quedaron callados al verla con tan extraño gesto en la cara, incluso Zoe la vio sorprendida. La vieron resistirse a la carcajada, pero igual que hace unos segundos los tres, no pudo aguantar.
-¿E-e-exijo respeto? JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA….
Entre los cuatro se miraron incrédulos, Zoe se fijo en ella y sonrió feliz.
-¿Se está riendo de mí?-preguntó Ana.
-¿Pues quién más dijo esa chorrada de “exijo respeto”?
Se rieron de nuevo acompañando a René y en Ana sólo apareció un puchero porque estaba hablando en serio cuando lo dijo.
En el balcón pequeño de su habitación, René se quedo pensando en esa tarde al ver las nubes tan blancas y oler en el aire la verdura de los árboles. Aún se sonreía al recordar. Y así se hubiera quedado recordando esa tarde de risa por el resto de la semana si el viernes Zoe no la hubiera invitado a salir y dicho de repente esas palabras perspicaces.
-Estás diferente.
René volteo a verla y la miro confundida. El local olía a café y a tabaco de fruta, su ambiente era adormecedor, tranquilo, perfecto para platicar.
-¿A qué te refieres?
-¿Pasó algo mientras no nos hablamos?
-¿Por qué preguntas?
Zoe entorno sus ojos esmeraldas. La escudriño sorprendiéndole no causar el sonrojo disimulado que habitualmente René tenía cuando la miraba tan fijo.
-Ya no me quieres.
La castaña la siguió mirando sin entender.
-¿Qué?
-Que ya no me quieres- enmarco la última palabra. La castaña frunció el ceño.
-¿Qué no me dijiste que lo olvidara?
-Sí- desvió su rostro- pero lo hiciste, realmente dejaste de quererme.
Parte de ella se entristeció al darse cuenta, René significaba una persona muy importante en su vida a pesar de no poder corresponderle. Se había acostumbrado a su compañía constante, a sus palabras de cariño, y por un tiempo pensó que sentía lo mismo. Después aparecieron las hormonas y los niños, tuvo que dejarla atrás, no sólo porque ella quería una relación sana con otras personas o por no ser homosexual, también porque ya no quería lastimarla. Aún así, se afligió de descubrir que ella ya no era por la que suspiraba René, la chica misteriosa y más que misteriosa, callada, de la que nadie conocía su pasado o sus deseos del presente, de la que nadie nunca había visto su ternura, su sonrisa, su verdadera yo hasta el miércoles pasado, cuando rio de una forma que solo hacía cuando estaban solas.
-¿Cómo sabes que no estoy fingiendo?
Zoe sonrió y la miró inclinándose sobre la mesa.
-No puedes, se te notaba hasta en la última punta del pie.
-¿Cómo puedes decir eso? -.-u
-Me daba cuenta cuando usabas zapato descubierto.
-Eso es ridículo.
La rubia no dijo nada más, se recargo de nuevo en el asiento y se distrajo igual que René hace unos momentos.
-Entonces dime ¿quién es?
-¿Eh?
-Sí, no te hagas tonta ¿Quién es el que te trae así?
-¿Así cómo?
Zoe sonrió, era una de sus tantas sonrisas bonitas que alguna vez la hicieron derretirse y querer besarla en ese mismo momento. La rubia la miro con cariño sintiendo ternura de su inmadurez para esos asuntos.
-Tienes todas las señales de una tonta enamorada- René la miró asustada y ella se rió.- ya dime ¿Quién es?
-Estás loca.
-Loca o no, tienes todas las señales.
René no podía llamar enamoramiento a eso, no. Era algo que no entendía, algo que no asimilaba. Las primeras veces que se dio cuenta de que amaba a Zoe fue cuando la terrible sensación de no quererse separar de ella la invadió, y lo supo, así de fácil. Pero ahora ¿A eso se le podía llamar amor? ¿A esa sensación de aprehensión, de confusión y dicha, ese nerviosismo detestable, esa sensación de estar volando y al mismo tiempo demasiado cerca de la tierra y querer ser tragada por ella? ¿Era eso? ¿Por qué no lo había sentido con Zoe?
-No cometas el error de comparar lo de ahora por lo que sentiste por mí.
René la miro serio, pero en verdad dentro de sí quería gritar del sobresalto que le causo el casual comentario de su amiga. Tal vez no tan casual, la conocía muy bien tanto así que parecía adivina de todo lo que pensaba.
-Esos casos siempre son diferentes, únicos, especiales, unos más intensos que otros- Silencio. Zoe espero alguna palabra con paciencia pues la noto muy contrariada. Sonrió-¿Te corresponde?
René se quedo pensando.
-No lo sé. Creo…
-¿No estás segura?
-Bueno ella…- miro el gesto de impresión de la rubia-¿Por qué pones esa cara?
-Vaya, no sé por qué pensé que era un chavo- sonrió.- pensé que lo mío fue una etapa, entonces eres verdaderamente gay ¿eh?
-Eso parece.
-Y bueno ¿ella lo es?
-Creo… sí.
-Mmm ¿entonces?- René la vio sin entender- ¿Qué esperas para decirle? La vida es corta mujer, díselo. Le gustas ¿No?
Sus ojos vieron la madera de la mesa extraviándose en esas hendiduras naturales.
-Yo… ya lo eche a perder- la rubia alzó una ceja- el día de la fiesta en que te pedí que regresaras conmigo, yo… me acosté con ella…
-¡¿QUÉ?!- el gritó se escuchó en todo el lugar. La clientela restante y los trabajadores las vieron como si se trataran de bichos raros, René se alarmo de su impresión y le suplicó que bajara la voz- ¿Tuviste sexo con ella?- le preguntó inclinándose de nuevo hacia la mesa atribuyéndole secretismo a sus palabras susurradas. René asintió. Se reincorporo- Increíble, quién diría que de nosotras dos tú serías la primera en tener sexo.
-¿Qué quieres decir con eso ¬¬?
-Y ¿cómo es?- la miro confundida- el sexo, carajo, de qué más estamos hablando.
-P-pues no sé, es raro… no es como si lo hicieras con un hombre.
-¿Y cómo lo hicieron?
René se sonrojo hasta las orejas.
-¡Déjame de preguntar esas cosas y mejor ayúdame!- de nuevo miradas en ellas.
-Jaja, bueno ya no seas tan tímida, luego me cuentas- guiño un ojo- pero en qué quieres que te ayude, si ya tuvieron sexo lo demás debería ser fácil ¿no?
Levantó los ojos de la madera, sus ojos grises le parecieron destellantes a Zoe, los volvió a clavar en la mesa.
-Pues… ah no sé, estábamos ebrias, me sentía triste, mal por lo que había pasado entre nosotras, y ella llego muy amable para invitarme a sentarme con sus amigos para que no estuviera sola. Pero yo la rechacé, la invité a sentarse a beber conmigo y ella no replicó. Después no sé cómo llegamos hasta la habitación y ahí me dijo que yo le gustaba. Pero a mí no me importo, sólo pensaba en ti Zoe y yo… no sé porqué lo hice, la besé y lo hicimos pero todo el tiempo te llamé a ti…
Zoe recargaba su mejilla sobre su mano, enterneciéndose con su actitud de primeriza y su rojizo rostro caliente de la vergüenza. Pero sus palabras… esa chica, esa pobre chica…
-Lo hiciste como si lo hicieras conmigo- René apenas se atrevió a mirarla y asintió- Y ¿Cuándo fue que te enamoraste de ella?
-No sé si lo estoy, pero cada vez que la veo… no lo sé… me siento rara.
-¿Cómo cuando yo te gustaba?
-No sé… sólo me pongo muy nerviosa, las manos me sudan, siento como si fuera a vomitar.
-Je, sí te gusta. Temía que fuera lastima, pero tú no sientes lastima ni por los pordioseros.
-¬¬
-Quizás es que como pensabas que la única persona que te podía gustar era yo, no consideraste a las personas que te rodeaban y afectaban, más bien, no permitías que nadie más te afectara. Y al ver esta chica, diciéndote lo que tú por tanto tiempo me dijiste a mí, empezaste a considerar la posibilidad de que había más peces en el agua- sonrió al verla levantar el rostro, suspiro- pero lo que hiciste… decir mi nombre, ella ha de pensar que no tiene oportunidad… ¿quién es, René?
No sabía si debía decirlo, titubeo. Tenía miedo a nombrarla, hacerla aparecer y concretar ese rostro en su mente, su sonrisa, todo; la ponía intranquila pensar en ella.
-Ana.
Tres letras, una palabra, y era suficiente para que se sintiera al extremo de sus sentidos, a la temperatura máxima de su cuerpo. Ana. Sólo Ana.
René espero su reaccioón. La rubia le miraba sin habla con un par de ojos de plato como el dicho popular diría. Su boca trataba de separarse y formular palabras pero le parecía imposible decir algo, hubiera gritado, pero la voz se le había ido. La castaña se removió en su asiento, miro a todos lados buscando quién sabe qué y la volvió a ver.
-Di algo.
Zoe trato y una vez más no pudo. Se acomodo en su respaldo, tomo un poco de su café y carraspeo.
-No me lo hubiera imaginado…
-Créeme que yo tampoco, mi reacción hubiera sido la misma sino hubiera estado ebria.
La rubia sonrió ante el comentario.
-Es que es increíble…- la penetró con los ojos- ¿desde entonces no has hablado con ella?- la otra negó con la cabeza- bueno, tampoco es que fueran las grandes amigas, casi no hablaban de por sí, no puedo creer que ella…
-Yo menos- chillo bajito René desesperada.
Zoe recargo sus codos en la mesa.
-Ok, entonces recapitulemos, ella te dice lo que siente por ti, lo hacen pero todo el tiempo gritas mi nombre, y después no se vuelven hablar. ¿Cuánto tiempo tiene de eso? ¿Un mes?- René asintió- Ay René, ya tiene mucho.
-¿Ahora ves mi dilema?
-Sí.- se quedó pensativa- ¿Segura que no te gustaba desde antes?
-No-frunció el ceño- ¿Por?
-Es que si lo pienso bien, siempre te le quedabas viendo cuando jugaba, la seguías fijamente sin quietarle los ojos.
-Pero es porque no podía creer que alguien como ella jugara tan bien.
-Oh vamos René, ni a mí me veías así cuando jugaba, y eso que yo te gustaba- de nuevo la vio contrariada-pero ya, olvidemos eso, la cosa es que te gusta, la cagaste y ahora no sabes qué hacer… veamos… pues lo único que puedes hacer es volver a hablar con ella, de una vez lanzarte y decirle lo que sientes- la vio asustada- ya sé, tú no eres así… pero lo mejor sería que hablaras con ella del tema y le aclararas las cosas.
-¿Cómo?
-Pues decirle todo René, o no sé, al menos aclara que quieres ser su amiga o algo así.
-Tú conoces más a Ana que yo ¿ella qué haría?
-Obviamente Ana no dijo nada porque tú no lo hiciste, pero Ana también es medio idiota para esto.
-¡Oye!
-Lo eres.
-Lo sé pero sé más sutil.
-La sutileza no nos va a servir de nada en estos momentos… -empezó a cavilar - no tienes otra más que hablar con ella, y yo sé de la ocasión perfecta para ello.
René la vio sonreír, y su sonrisa, no le gustó para nada.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).