Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lágrimas del Corazón por KakaIru

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Jooo!!! Este One-shot va dedicado, sin duda alguna, a mi amada Keichan, porque está cumpliendo años y, más que eso, porque no tengo forma de pagarle todo lo linda que ha sido conmigo. Un beso, hermosa, y que cumplas muchísimos años más. ^3^

Notas del capitulo:

Ueno, esto es un One-shot (medio largo ._.) que empecé a escribir hace tieeeeempo y que pude recuperar hace poco. E historia que dedico a mi linda Kei, porque sin ti... jejee sin ti, niña, no soy nada ^^

¡¡¡FELIZ CUMPLE!!!

-Te quiero...

Apretó las sábanas cuando la experta lengua jugó con uno de sus pezones.

-Te quiero...- repitió enterrando el rostro en su entrepierna, saboreando la delicada piel de sus muslos.

-Yo también te quiero.

-Shh...- le acalló mientras sus manos acariciaban la esbelta cintura- no es cierto.

Subió el rostro hasta alcanzar nuevamente uno de los sonrosados pezones, el cual mordió, lamió y besó hasta cansarse, sintiendo al chico bajo él estremecerse.

-G-Gaara...- gimió el pelinegro con voz suave aunque necesitada.

El pelirrojo correspondió besando su cuello, rozando su propia erección contra la del otro, disfrutando de la deliciosa fricción cada vez que sus miembros desnudos se tocaban. Lee se mordió los labios cuando la pálida mano se cernió sobre su hombría, masajeando lentamente toda la base, jugando casi.

-Ah... Mmm... Basta...

-¿Deseoso?- bromeó el pelirrojo besando su oído- Te quiero...- susurró sensualmente mientras descendía, besando el pecho, el abdomen, el vientre.

-¡Gaaahhh!- gritó Lee al sentir la lengua de su acompañante acariciar su sexo.

Gaara lamió el pene duro de su amante, extasiado al escuchar los roncos gemidos de Lee ya imposibles de ocultar. Como si se tratara de un dulce lamió la base y jugó con sus testículos, ayudándose con ambas manos. Saboreó la punta y el salado sabor del pre-semen.

-¡Aahhh!- un extenso gemido brotó de la garganta del pelinegro al sentir la húmeda y caliente cavidad de Gaara envolver todo su miembro- Ah... Mmm... Gaara...

Sus manos apretaron con fuerza las suaves sábanas, mientras su espalda se arqueaba ante el enorme placer que sentía. Simplemente no tenía comparación, cada vez que la punta de su pene golpeaba contra la garganta del pelirrojo y él tenía que contenerse para no arremeter y embestir. Y Gaara lo hacía tan bien que... ¡Demonios! No había hecho demasiado y él ya sentía que se correría.

Tenía que detenerlo, ¿pero cómo hacerlo cuando ni siquiera podía moverse? Así que tan sólo se limitó a soltar jadeos entrecortados y roncos gemidos, cada vez que el pelirrojo entre sus piernas chupaba frenéticamente, su cabeza subiendo y bajando, sus rojizos cabellos bailando.

-¡Gaara! ¡Voy a... voy a...!

Estaba cerca, tan cerca. ¡Ah!

-¿Q-Qué pasa?- preguntó entre jadeos mientras observaba al pelirrojo dejar de lado su entrepierna y limpiar la comisura de su labio- Estaba... ah... estaba a punto de correrme.

-Lo sé- respondió Gaara con una media sonrisa.

Lee le observó, no entendiendo nada hasta que el pelirrojo abrió sus piernas y las colocó sobre sus hombros. Entonces comprendió lo que quería hacer el otro, y se preparó mentalmente para sentirle entrar.

Gaara soltó un gruñido al percatarse de la entrega de Lee y su erección se hizo aún más dolorosa. Simplemente... no podía más. Cuidadosamente separó las níveas nalgas y contempló la entrada rosa que tantas veces antes había cobijado su sexo. Y le deseó como siempre, con insana desesperación.

-¡AH!

Entró sin delicadeza y sin preparación, pero Lee no se quejó por la rudeza, tan sólo se mordió los labios y se apresuró a acostumbrarse a la intromisión. Gaara salió de él y volvió a embestirlo, sintiendo las tibias paredes aprisionar su hambriento sexo. Volvió a salir y a entrar, afianzó las caderas del pelinegro y no volvió a detenerse.

Le embistió una y otra vez, cada vez más fuerte y calando más hondo, escuchando los eróticos gemidos de Lee llenando la habitación.

-¡Gaara! ¡Ah! ¡Dios...!

Gritos de éxtasis brotaron de la garganta del pelinegro cuando el más joven golpeó su próstata, casi nublando su vista. Sin duda alguna no había nadie como Gaara cuando se trataba de esas cosas, de embestir salvajemente y morder sus labios hasta dejarlos rojos. ¡Y cuando comenzó a masturbarlo! Lee pensó que no lo soportaría, y Gaara se inclinó sobre su oreja y murmuró entecortadamente: "Te quiero".

Como siempre.

-¡Aaaahh!- gritó al sentir su pene estallar, llenando de semen su abdomen y parte del pecho de Gaara, quien le penetró aún más profundamente, casi de forma violenta.

Pequeños jadeos brotaban de los sonrosados labios y a Gaara no se le pudo hacer más sensual la imagen, cuando Lee cerraba los ojos, sus mejillas ruborizadas, su cuerpo moviéndose frenéticamente sobre la cama y su semilla esparcida por todos lados. Y es que era tan hermoso, sobretodo cuando lo hacía suyo y dejaba su marca en él, en su cuello, su pecho, sus muslos, todo su cuerpo.

Cómo le gustaría poder marcar también su interior, pero lo único que podía hacer era penetrarlo, tratar de alcanzar lo más hondo, hacerle gritar y retorcerse para, finalmente, dejar salir su ardiente semilla y llenarle las entrañas.

-¡Lee!- gimió Gaara llegando al éxtasis, corriéndose en el interior del pelinegro, colapsando sobre él, completamente exhausto.

Delicadamente y con sus últimas fuerzas, besó su mejilla mientras trataba de calmar su respiración. Lee le dejó estar dentro de él un tiempo más, sintiendo los latidos de su desbocado corazón.

Pasados unos segundos, Gaara finalmente salió de su interior y se levantó lentamente de la cama dirigiéndose al baño. Dio una última mirada al cuerpo que yacía aún entre las sábanas y cerró la puerta detrás de sí, sin decir nada más. Lee, por su parte, le observó encerrarse en el pequeño habitáculo, sabiendo que las palabras de cariño morían cuando terminaba el sexo.

Y estaba bien.

Con extrema pereza, el pelinegro se levantó, tomó su ropa tirada por el suelo y salió rumbo a su propia habitación.

Dentro de la pequeña ducha, Gaara frunció el ceño y cerró los puños con furia.

 

*

 

Lee caminó sigilosamente hasta llegar a su cuarto. De forma cuidadosa abrió la puerta y la cerró sin hacer el menor ruido. La verdad es que... estaba muerto. El sexo con Gaara siempre lo dejaba sin fuerzas, pero sin duda valía la pena porque lo ayudaba a...

... a no pensar.

A no pensar en él. A olvidarse, por momentos, de su amor no correspondido.

La verdad es que ni él mismo podría decir el momento exacto en que todo aquello había empezado. Si había sido antes o después de darse cuenta de que estaba perdidamente enamorado del hermano mayor de Gaara o si las cosas habían salido solas con el transcurso del tiempo.

Gaara y Lee habían estudiado juntos en la primaria, habían tenido sus encontronazos y habían peleado un par de veces. No eran especialmente amigos y no fue sino hasta la secundaria que empezaron a conocerse bien. Finalmente, en la universidad, habían decidido rentar juntos un departamento. Ya por ese entonces ambos eran más o menos como los mejores amigos, si se tenía en cuenta que vivían juntos, se soportaban a diario y no causaban muchos problemas.

Entonces, un día, había aparecido Kankuro.

Sabaku no Kankuro, un moreno precioso y sexy que había dejado a Lee viendo de colores. ¡Amor a primera vista, eso era! Desde el primer momento, Lee no había podido sacárselo de la cabeza, ni la hermosa sonrisa ni la bromista forma de ser. Y es que Kankuro era perfecto: era inteligente, apuesto, iba a la Universidad (apenas era dos años mayor que Gaara) ¡y hasta trabajaba! Sólo tenía un único pequeño gran defecto, y esto era...

Heterosexual.

Cuán grandes habían sido la desilusión y el dolor de Lee al enterarse de esto, que Kankuro amaba a las mujeres, estaba como un loco detrás de ellas. Y eso rompía con todos los esquemas de Lee y la oportunidad de poder declararse al castaño.

Entonces había empezado a sufrir de amor, deprimirse, no comer. Y una vez, sin saber cómo ni cuándo, Gaara había aparecido en su habitación, se había acercado, le había dado un beso con lengua y le había hecho el amor toda la noche.

A la mañana siguiente, el pelirrojo tan sólo había dicho, en su defensa, que se trataba de una distracción para que Lee dejara de atormentarse. Afortunadamente Lee le había creído, y más distracciones como esas fueron presentándose; cuando Kankuro abandonó la ciudad, cuando regresó y se fue a vivir a su propio departamento, cuando dio la noticia de que había conseguido una novia, cuando rompió con ella y Lee comprendió que aún así no tenía esperanzas, cuando Kankuro volvió a regresar con su novia y, finalmente, esa tarde cuando había dado la noticia de su compromiso.

Esa había sido la más devastadora de todas, la que había obligado a Lee a lanzarse en busca de los brazos de Gaara y tener sexo hasta quedar exhausto. Cualquier cosa con tal de olvidar tan terrible momento, la desastroza noticia, el pensamiento de que la boda sería en menos de tres meses.

Sí, lo que fuese con tal de no pensar en ello.

Pero ahora...

Ahora Gaara estaba en su habitación como si nada, tomando un baño y, probablemente, se acostaría a dormir y descansaría. Todo eso mientras Lee se dejaba caer sobre la cama y contemplaba ensimismado el techo.

-¿Por qué tuve que enamorarme de la persona equivocada?- preguntó en voz alta como si la lámpara que pendía en lo alto pudiera darle algún tipo de respuesta.

Cerró los ojos, quedándose tan sólo allí tirado, como si se tratara de un muñeco abandonado, sin preocuparse por lavarse o quitarse de encima el olor a sexo. Pero es que...

... no tenía fuerzas; para nada.

 

*

 

El menor de los Sabaku soltó un gruñido de exasperación mientras se lanzaba descuidadamente sobre la cama. Golpeó el colchón una y otra vez, molesto al sentir el olor de Lee aún invadiendo sus sábanas, su cuarto, todo. Y es que...

¿Por qué tenían que ser así las cosas?

¿Por qué Lee había tenido que enamorarse de otra persona?

¿Por qué Kankuro, de entre todos los seres humanos en el bendito planeta?

¿Por qué no él? ¿Por qué no Gaara?

Gaara no tenía necesidad de fingir cuando tenían sexo; tan sólo, para él, pensaba que era algo más, que en realidad estaban haciendo el amor, como si de verdad ambos sintieran ese sentimiento. Cada vez que él le decía que lo quería, ¡era en serio! ¡Lo quería de veras! De hecho lo que sentía por ese chico iba mucho más allá del simple querer, pero no podía arriesgarse a susurrar un 'te amo' o Lee podría ver la verdad en sus palabras; y entonces se alejaría ¡y Gaara no podría vivir sin su presencia!

Aquella lejana primera vez, en realidad, no lo había hecho para reconfortarlo ni había sido movido únicamente por la amistad. Aquella noche Gaara había llegado a su límite de tolerancia. ¡Quería a Lee sólo para él! ¡Que dejara de pensar en Kankuro!

Pero no importó cuántas veces lo besó, le hizo llegar al éxtasis, Lee seguía pensando en su hermano.

¿Cuánto podría soportar, entonces, antes de estallar?

-Estúpido- maldijo por lo bajo; y realmente no supo quién era el estúpido, si Lee o él.

 

*

 

A la mañana siguiente se encontraron para el desayuno y, como usualmente sucedía, ninguno de los dos comentó lo ocurrido la noche anterior.

Lee tan sólo saludó, como de costumbre, y se sentó a la mesa a comer su cereal, dejando a Gaara beber tranquilamente de su jugo de naranja.

El pelirrojo no solía hablar mucho, así que tan sólo se concentró en el centro de mesa con el intrincado diseño de la lámpara. No, no era un silencio incómodo lo que reinaba porque ellos ya habían hecho un pacto. Sin importar lo que hicieran, ellos serían siempre amigos. No importaba si se acostaban, si se besaban, Gaara tenía claro que Lee amaba única y exclusivamente a Kankuro. Pero eso no hacía que doliera menos...

-¿Habrá buen clima hoy?- preguntó Lee antes de salir.

Gaara se encogió de hombros mientras se acomodaba los zapatos.

Ya era cosa normal, irse juntos a la universidad, intercambiar un par de palabras durante todo el trayecto y, finalmente, despedirse para ir cada uno a su respectiva clase. Esa mañana, sin embargo, sucedió algo ligeramente distinto.

Ese día alguien más apareció, y Gaara contempló con absoluto odio la siempre amistosa figura de su hermano.

-¡Ohayo, Lee-chan, Gaara-chan!- saludó el castaño efusivamente y, como de costumbre, Lee se sonrojó.

-Ohayo, Kankuro-kun- respondió el pelinegro con una sonrisa enamorada en el rostro.

Gaara tan sólo se limitó a asentir, dándole a entender que le había visto.

Entonces Lee y Kankuro se enfrascaron en una animada conversación mientras caminaban. Y el pelirrojo no pudo evitar notar la forma en que Lee se sonrojaba ante cada cosa que el otro decía, o la manera tan especial en que sonreía, ¡y todo eso no hacía sino hacerle hervir la sangre! En ese instante sentía tantas cosas... la actitud de Lee lo enfermaba, pero también lo molestaba, le daba celos, lo entristecía, ¡lo volvía un caos! Eso era.

-¡Nos vemos, Kankuro-kun!- se despidió Lee animadamente del castaño.

Gaara le vio suspirar y llevarse una mano al pecho, y este gesto lo hirió más que cualquier otra cosa.

-Gaara, ¿estás bien?- preguntó Lee pasados unos segundos, con el rostro preocupado al notar el enajenamiento de su mejor amigo.

-Hai- respondió el pelirrojo mientras trataba de no mostrar una expresión dolida.

-¿Entrenaremos hoy? He estado esperando toda la semana a que llegara este día- recordó Lee con suma alegría.

Ambos chicos pertenecían al club de karate (o más bien Lee había arrastrado a Gaara consigo) pero únicamente podían entrenar un día a la semana, el cual Lee esperaba con ansias pues adoraba enfrentarse a Gaara. Su amigo también era, sin duda, su mejor oponente. Ambos se conocían tanto que resultaba casi imposible que alguno de los dos ganara. Lee era muy fuerte físicamente, pero Gaara era listo y no dudaba en leer sus movimientos, lo cual era todo un reto para el pelinegro.

Pero, lo que más le gustaba de todo, era estar cerca del pelirrojo. Cuando ellos entrenaban era... era como si ascendieran a un plano superior, donde sólo estaban ellos dos, donde realmente podían entenderse. Gaara no tenía que hablar, Lee tampoco, pero ambos se comunicaban a la perfección, como si fuesen...

... como si fuesen almas gemelas.

-Sí- respondió Gaara finalmente.

-Entonces te espero a la salida- se despidió Lee alejándose por uno de los pasillos.

Gaara le vio marchar y suspiró cansadamente. Cada vez se le hacía más difícil fingir. Pero haría todo lo que fuese necesario para no perderlo. Para no perder, al menos, su amistad.

 

*

 

-¡Gaara-kun!

El aludido alzó la vista, encontrándose a un pelinegro que corría a toda velocidad en su dirección.

-¡A tiempo!- exclamó Lee llegando a su lado y sonriendo encantadoramente mientras mostraba en alto un pulgar- ¡Yosh!

En el fondo, y aunque Gaara no lo demostrara, su actitud le causó una secreta alegría y, de haber podido, él mismo habría sonreído con dulzura y habría besado sus cabellos.

-¿Nos vamos?- preguntó con voz suave. Lee estuvo a punto de asentir cuando...

-¡Lee, Gaara!

Kankuro apareció y Lee inmediatamente dirigió toda su atención a él, ajeno a la inconformidad de su mejor amigo.

-Que bueno que los encuentro- dijo tratando de calmar su respiración debido a la larga carrera.

-¿Sucede algo, Kankuro-kun?- preguntó Lee sinceramente preocupado.

-No, es sólo que... ¿podrían acompañarme a... a un lugar?

Lee y Gaara le miraron.

-Es importante- añadió el castaño sudando del nerviosismo.

-Estamos ocupados- respondió Gaara inmediatamente.

-¡Pero Gaara-kun! ¡Tu hermano ha venido justamente por nosotros! No estaría bien que no le ayudáramos- ese, por supuesto, era Lee, quien habría acompañado a Kankuro al mismísimo infierno tan sólo si éste se lo hubiese pedido.

-No importa, Lee-chan, si están ocupados no quiero interrumpirlos.

Sí, Gaara asintió.

-¡No! ¡No estamos ocupados!- replicó Lee de inmediato, y Gaara mostró un rostro especialmente incrédulo. Lee no iba a hacer lo que él creía que haría, ¿verdad?

Pero, contra todo pronóstico y aún sin creérselo, el pelinegro volteó en su dirección, mirándole no sin cierta vergüenza, y Gaara odió más que nunca las palabras que le dirigió.

-¿Podemos posponer el entrenamiento para otro día, Gaara-kun?

El pelirrojo estuvo tentado de abrir los ojos con suma sorpresa, o mostrar el terrible dolor que lo consumió al darse cuenta de que Lee prefería estar junto a Kankuro que con él, pero tan sólo asintió y dio la media vuelta dispuesto a marcharse. El castaño observó a su hermano fijamente, pendiente de su reacción, para luego despedirse y marcharse junto a Lee.

 

*

 

-¿Para qué me trajiste aquí?- preguntó Lee contemplando la pequeña cafetería que le recordaba a esa casa de caramelo, vivienda de la bruja del cuento que había leído alguna vez.

Kankuro sonrió, lo tomó de la mano y lo guió a una de las mesas:- Hay algo que debo decirte.

El corazón de Lee pareció detenerse y sus mejillas se ruborizaron con fuerza al sentir la masculina mano de Kankuro tomar la suya. "¿Algo qué decirme? ¿Qué puede ser?"

Una de las camareras se acercó a ellos. Lee pidió un jugo de fresa y Kankuro le acompañó con un café. Cuando estuvo revolviendo el azúcar, minutos después, Lee le notó extraño, sumamente nervioso, pero indudablemente feliz.

-¿Pasa algo, Kankuro-kun?- preguntó mirándole fijamente.

-Quiero que tú y Gaara sean los padrinos de mi boda- soltó sin más.

-¿Qué?- los ojos de Lee se abrieron como platos, el aire encerrado dentro de sus pulmones y aquel insistente dolor invadiéndole el pecho, humedeciendo peligrosamente sus ojos.

No podía ser cierto lo que escuchaba...

-¿D-De verdad?

-Nada me haría más feliz.

Y Kankuro no le podía estar pidiendo precisamente eso. ¡No a él!

-C-Claro, Kankuro-kun, será todo un honor- mintió aún sintiendo como si metal ardiente fuese presionado contra su pecho.

-Me alegra escucharlo- respondió Kankuro con una gigantesca sonrisa de felicidad en el rostro.

Entonces siguió hablando, pero Lee no pudo escuchar nada más, de todos modos, Kankuro únicamente hablaba de su futura esposa, de lo hermosa que era, de lo maravillosa que sería su vida juntos. Y eso era, para Lee, simplemente demasiado.

 

*

 

Gaara se movió con suma pereza ante los insistentes toques en su puerta. Tras haber dejado a Lee se había devuelto inmediatamente al departamento, tratando de olvidar la forma en que el pelinegro lo había abandonado momentos atrás. De haber podido, el pelirrojo no se hubiese levantado de la cama. De hecho, lo que él quería en ese momento era estar solo, hundirse en su propia miseria, en su propio amor no correspondido que le rompía el alma.

Pero, a pesar de no quererlo, obligó a sus pies a moverse, lentamente, de forma pesarosa hasta llegar a la puerta. Abrió con parsimonia, no deseando encarar a la persona que le esperaba del otro lado y, contra todo pronóstico, su corazón latió desbocado cuando contempló la llorosa figura de Lee que se lanzó fuertemente contra su pecho.

El pelirrojo no tuvo más remedio que abrazarle, aún sin entender lo que sucedía. O, más bien, entendiendo a la perfección lo que estaba pasando y lo que ocurriría a continuación.

Fue como si todo estuviese preparado, lo de siempre. De forma suave y cortés le condujo dentro de su recámara, cerrando la puerta a su espalda mientras permitía a Lee besar sus labios con desesperación. Gaara casi se permitió olvidarse de todo en el momento en que los labios de Lee tocaron los suyos.

Esa era la misma suavidad que lograba siempre sorprenderlo y que, con tan sólo un roce, era capaz de encender en él hasta la llama más oculta. No pudo detenerse entonces, cuando sus manos acariciaron por encima de la estorbosa ropa y se internaron por los pliegues levantados hasta encontrar la suave, deseable y apetecible piel. Casi como si no tuviesen tiempo, Gaara lanzó a Lee sobre la cama y besó apresuradamente sus labios.

Lentamente descendió, depositando húmedos besos por todo su expuesto cuello mientras sentía las manos de Lee enredarse en su rojizo cabello. Tenues lágrimas abandonaban sus oscuros ojos, esta vez luciendo más profundos que nunca antes, a pesar de los ahogados gemidos al momento en que Gaara se entretuvo jugando con uno de sus pezones. En realidad, a ambos los movía la desesperación.

Desesperación por parte de Gaara, encerrado sin saber qué hacer o cómo actuar ante un amor que se aleja más y más con cada segundo que pasa. Desesperación al no poder retenerle ni siquiera con el más ardiente de los roces o la más lujuriosa de las sensaciones. Ni siquiera cuando aquella suave voz clamaba su nombre por lo alto, uniéndolos de una forma tan pasional y tan pura al mismo tiempo. Se desesperaba, ¡tenía que desesperarse! Porque no hallaba una salida a toda aquella vorágine de sentimientos que lo consumía.

Entonces le acariciaba fuertemente, profundamente, arrancando eróticos gemidos también guiados por la propia ajena desesperación de Lee al saber que nunca sería correspondido, al ver en Gaara a un reemplazo que nunca llegaría a calmar el desasosiego de su corazón.

-Gaara...- gimió quedamente cuando los candentes labios descendieron por su vientre y las blancas manos recorrieron sus delgados y tersos muslos.

-Te quiero- musitó Gaara mordiéndose los labios, tratando de captar en su boca aquel sabor que lo enloquecía y lo volvía adicto.

Las lágrimas volvieron a formarse en los ojos de Lee, deseando que esas palabras fuesen pronunciadas por otra boca. Pero se rindió. Simplemente... eso nunca pasaría, ¿no es cierto? Cerró los ojos y atrajo a Gaara hacia sí, besándole apasionadamente, tratando de fundirse con los labios que sabían tan bien y que siempre estaban dispuestos para él.

En el exterior, la lluvia dio paso.

Las finísimas gotas cayeron y Lee arqueó la espalda cuando Gaara entró en él cuidadosamente, asegurándose de no lastimarle. Poseía esa misma delicadeza con la que se tratan las obras de arte y le besó dulcemente en el pecho, la cara, las mejillas y los labios. Besó con adoración las hebras de pelo negro y sintió la deliciosa sensación al sentirse por completo dentro de él, llenando incluso aquellos vacíos que nadie más podía llenar. O, al menos, eso quiso pensar.

Le embistió entonces cuidadosamente, maravillándose ante el rostro congestionado de placer que se apoderó de las dulces facciones de Lee. Se maravilló cuando los delgados labios se abrieron y gimió su nombre en pleno frenesí, cuando su propio miembro golpeaba aquel sensible punto en su interior que le hacía ver las estrellas.

-¡Gaara!- gritó, más bien gimió, mientras sus manos se aferraban a la ancha espalda.

El pelirrojo, por toda respuesta, besó sus labios y los mordió con ahínco y entró aún más profundamente. Quería ir más hondo, mucho más hondo, y dejar una huella imborrable que ni siquiera Kankuro pudiese desaparecer. Quería ser el único para Lee si no en su corazón al menos en su cuerpo, dejando aquí y allá pequeñas marcas, su nombre grabado en cada palmo y en cada estremecimiento, en cada sacudida y en cada gutural gemido que abandonaba sus entreabiertos labios.

Entonces sentía ese placer consumirlo, para poseelo siempre, a su Lee.

Lo tomó por las delgadas caderas, salió de él casi por completo y volvió a arremeter con violencia. Se movió en ese vaivén casi eterno y sintió su miembro pulsante por el próximo orgasmo, y supo que no duraría mucho más. Sintiendo el límite tan cerca se encargó de llevar también a Lee, penetrándolo sin descanso y hasta casi quitarle el aliento.

Gritos, gemidos y jadeos rompieron contra sus oídos, cuando Lee y él llegaron al orgasmo al mismo tiempo y el moreno esparció toda su espesa semilla sobre su abdomen al tiempo que Gaara entraba profundamente en él y le llenaba desde adentro, dejando la huella que tanto ansiaba.

Entonces ocurrió. No supo por qué, o si su cerebro lo pensó o tan sólo se dejó llevar, pero lo dijo. Su voz fue entrecortada, apenas recuperándose, pero las palabras salieron prístinas y claras, dolorosas y fuertes.

-Te amo.

Lee entreabrió los ojos, confundido un poco, sintiendo a Gaara aún en su interior mientras le abrazaba de forma casi posesiva. Entonces esas palabras... ¿Le habría engañado su imaginación? Pero no, volvieron a repetirse y Lee supo que aquella ansiada frase provenía del chico que yacía sobre él, hundiendo el rostro en su cuello.

-Te amo, Lee.

-G-Gaara...- no supo qué hacer, cómo reaccionar. ¿Qué quería decir con eso? ¿Amarlo? ¿A él? No podía ser posible.

Permaneció en silencio, de pronto incómodo y con el corazón palpitando fuertemente dentro de su pecho. ¿Qué decir a aquello? No podía corresponderle, Gaara lo había sabido desde el comienzo, ¿por qué le decía aquello entonces? ¿Para confundirlo aún mucho más?

-Gaara, yo...- un sonido le interrumpió.

La cadenciosa musiquilla de su celular acabó con la tensión del momento. Lee se removió debajo del pelirrojo, reconociendo la melodía. Gaara se negó a dejarle ir, pero finalmente se rindió ante la figura que intentaba escapar de él.

El pelinegro, tratando de ignorar la penetrante mirada clavada en su espalda, se levantó de la cama y se acercó hasta sus ropas esparcidas por el suelo. Tomó el pequeño aparatito y lo acercó a su oído. Su corazón dio un brinco al escuchar la sedosa voz del otro lado.

Por su parte, Gaara le observó de forma perdida y quiso llorar y quiso gritar y perder el control. A pesar de que su rostro no denotaba ninguna emoción, en su interior ocurría todo lo contrario. Cada vez que Lee se alejaba, quedaba en su lugar una terribe y fría sensación. Y se presentaba entonces, ese muchacho, tan distante e inalcanzable.

-Gomen ne, Gaara-kun...- la voz de Lee se encargó de sacarlo de sus pensamientos.

Los ojos azules se posaron en él y Lee decidió ignorar la dolorosa sensación que lo recorrió al verle.

-Debo irme- murmuró antes de tomar sus cosas y salir a todas prisas de la recámara.

En su sitio, Gaara le observó marchar.

Y se sintió vacío.

Más vacío que nunca antes.

 

*

 

La lluvia empapó sus hombros e hizo que la ropa se pegara obscenamente a su piel. Los mechones de cabello negro que se pegaban a su frente le impedían ver con claridad, y su piel relució entre las prístinas gotas de lluvia. Aún así, contra todo el mal tiempo que arreciaba, con sus nubres grises e imponentes, pudo ser capaz de contemplar a aquella persona por la cual su corazón latía.

Se acercó rápidamente y, una vez a su altura, lo atrapó entre sus brazos y acunó su rostro.

-Kankuro-kun...

Su voz sonó apagada a causa de la inclemente lluvia, pero el castaño que se revolvió entre sus brazos le escuchó a la perfección.

-Me engaña- murmuró con la voz congestionada y los ojos vidriosos.

Lee le estrechó aún más fuertemente, sintiendo sus propias lágrimas acompañar a aquel que gobernaba en su corazón y que en ese momento sufría lo indecible.

-Se burlaba de mí- repitió Kankuro mientras apretaba contra sí el delgado cuerpo del pelinegro-. Nunca le interesé. A la menor oportunidad...- su voz se quebró un instante- a la menor oportunidad se fue con él...

-Shhh- le acalló Lee dulcemente mientras acariciaba con delicadeza las húmedas hebras marrones que adquirían un tono oscuro y brillante.

En su interior no supo cómo sentirse. Por un lado se sentía triste pues su persona más preciada estaba sufriendo muchísimo, pero por otra parte sentía que tal vez esa era su oportunidad, la única que tenía para lograr estar con la persona a la que amaba.

A la que amaba...

Su mente volvió a las palabras dedicadas a él momento atrás.

"Te amo".

Se mordió los labios al recordar a Gaara, al percatarse de la abismal soledad en su mirada, de la dolida decepción al saber que no había significado nada para él. ¿Pero qué significado podía tener realmente? Lee no supo, no supo qué hacer. Gaara era su mejor amigo, era un ser infinitamente importante que le había ayudado cuando más le había necesitado. Y aún así...

Lo amaba.

Gaara lo amaba.

¿Por qué? Lee amaba a Kankuro, no a Gaara. Kankuro era su persona más preciada, era el chico que hacía latir su corazón, era...

-K-Kankuro-kun- le llamó, desconcertado al sentir las frías manos que buscaban acariciarle por debajo de la ropa.

El castaño no respondió, tan sólo se lanzó contra sus labios y lo sumió en un feroz beso. El corazón de Lee palpitó con violencia. ¡Tanto tiempo había estado esperando por eso! ¡Y ahora podía sentirle! Sus besos eran... sus besos eran fríos, pero esto era entendible. Lo importante era que lo tenía para sí. A su hermoso Kankuro-kun...

-Sé que me amas- susurró el mayor mientras acariciaba el trabajado abdomen del pelinegro.

Lee ahogó un gemido:- S-Sí... te he amado siempre...

Kankuro soltó una risa amarga y procedió a besar su cuello, lentamente. No supo por qué lo hizo o qué lo motivó a acercarse a Lee de esa forma. ¿Tal vez para alejar la frustración? ¿El desengaño? Lo único que quería era un cuerpo en el cual descargar toda la ira que sentía, el desencanto de la traición. Y Lee lo amaba...

-K-Kankuro-kun...

No fue más que un escalofrío, pero cuando los labios de Kankuro se cerraron sobre los suyos, algo lo recorrió. Algo al ver la negación en la mirada de su acompañante y el odio que tal vez sentía hacia sí mismo en ese momento. También contempló la infinita tristeza y el dolor al saber perdida a aquella que amaba. Entonces lo comprendió... Comprendió que Kankuro, por más que dejara a su prometida, no iba a amarlo nunca como le amaba a ella y tal vez incluso lo que sentía hacia él no era ni siquiera parecido.

A Kankuro tan sólo lo movía la desesperación.

No el amor.

-Detente... por favor...- pidió llorando de nueva cuenta ante el duro entendimiento.

Pasara lo que pasara, el castaño no le correspondería.

-Basta, Kankuro- pero no se detuvo, tan sólo aprovechó el momento para colar su lengua dentro de la boca del otro. Lee se removió entre sus brazos y desvió el rostro, acalorado ante la ruda intromisión.

-¿Qué sucede?- preguntó Kankuro con la vista empañada- ¿Acaso no me amas?

Un nudo se hizo en la garganta del pelinegro.

-Sí... te amo pero... tú sólo me estás usando para olvidarla a ella.

Sí. Dolía pensar en ello pero esa era la verdad. Kankuro tan sólo lo estaba utilizando para no pensar en ella, para no sufrir por ella.

Entonces ocurrió lo que no habría previsto. Kankuro soltó una carcajada sarcástica y, con los ojos húmedos, le dijo:

-¿Y no es eso lo que haces tú con Gaara?

Lee le contempló como si hubiese dicho una abominación.

-N-No... yo...

Abrupto silencio.

El corazón de Lee se congeló ante esto. Abrió los ojos al máximo, se mordió los labios con fuerza y se llevó una mano al pecho, sintiendo de pronto un dolor mucho mayor. Kankuro se separó de él y se alejó rumbo a quién sabe qué sitio, pero Lee no intentó detenerlo.

En su mente se repetían esas palabras y de pronto su cabeza parecía querer estallar. En su pecho sintió como si un agujero enorme lo consumiera.

¿Era eso? ¿Era eso lo que estaba haciendo con Gaara? ¿Le estaba haciendo algo tan terrible a su mejor amigo? ¿A la única persona a la que tenía? ¿A quién únicamente lo... lo amaba?

Lo comprendió entonces. Cruel y despiadadamente, su corazón entendió todo aquello que no había querido entender. Dejó de lado todas las dudas y tan sólo se presentó ante él la dura y esclarecedora verdad.

Había lastimado a Gaara.

Había herido al pelirrojo y este pensamiento no le dejaba ni respirar. ¿Cómo había podido ser tan egoísta? Se había preocupado tan sólo por su dolor, como si el propio Gaara no tuviera otra condena que padecer. Y siempre se lo había dicho... que le quería. Nunca le había engañado. Pero no lo había visto, no había querido comprender que aquello que sentía, aquello podía ser real.

Y esas palabras... ese "te amo" de pronto escoció dentro de su pecho.

Y volvió a llorar pero, esta vez, por una razón diferente.

En esta ocasión, mientras daba la media vuelta y corría rumbo al departamento, en su interior se formulaba ya la respuesta a esa pregunta nunca hecha.

Y esa respuesta era...

 

*

 

Cuando entró al departamento las luces estaban apagadas y el ambiente se sentía mucho más gélido que en el exterior. Lee entró con pequeños pasos y sus pies húmedos hicieron ruido contra el suelo de madera. Temblaba casi imperceptiblemente y su rostro pálido resplandecía a causa de las gotitas de lluvia que reflejaban el brillo de la luna que entraba por la única ventana abierta. Buscó su camino hacia la habitación que tan bien conocía ya, pero al pasar junto a la cocina cayó en cuenta de que había alguien allí.

Y su corazón se revolvió dolorosamente dentro de su pecho al ver de quién se trataba, al contemplar la figura silenciosa como la de un fantasma, de cabellos oscuros y apagados, y ojos tristes y mirar pesaroso. Temió, por momentos, acercarse a él. ¿Tendría caso? Pero entonces volvía a escocer aquel sufrimiento y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

-Gaara...

Su voz apenas audible rompió el aullido del viento que arreciaba en el exterior, con las últimas reminiscencias de lluvia apenas visibles en las copas de los árboles y algunos agujeros en la carretera. Pero, más que todo, era simplemente la tristeza casi palpable, cuando el pelirrojo alzó la mirada y sus usuales ojos cortantes tan sólo reflejaron un angustioso sentimiento que Lee reconoció de inmediato.

-Lo siento- murmuró el pelinegro agachando el rostro, incapaz de contemplar aquella imagen que le partía el corazón. ¿Gaara estaba así por él? ¿Por su rechazo? ¿Por haber elegido la fantasía junto a Kankuro antes que el amor garantizado a su lado?-. Lo siento mucho, Gaara-kun.

Pero el pelirrojo no reaccionó ni contestó. De hecho fue como si ni siquiera le hubiese visto. Y, de algún modo, dolía más su silencio que cualquier palabra hiriente.

-Sé... Sé que fui egoísta- reconoció Lee sintiendo su garganta arder, y las lágrimas humedecer su rostro y descender por su barbilla hasta reconocer el límite de su ropa-. Yo... lo lamento tanto- un sollozo le interumpió-. No quería lastimarte, yo no sabía que tú... Que sentías eso por mí.

-¿Amor?- preguntó Gaara, su voz ronca y rasposa.

Lee nunca le había escuchado así.

Pero asintió, derrotado, avergonzado.

-¿Me perdonas?- se mordió los labios.

-¿Cómo podría no hacerlo?- preguntó a su vez Gaara, pero Lee supo que tras sus palabras no había ninguna emoción. Gaara no le estaba perdonando de corazón, simplemente lo decía por decir.

¿Acaso se había perdido todo ya?

Al pensar en esto, Lee se estremeció y una horrible presión le trancó el pecho. ¡No quería! ¡No podía! Sus ojos se abrieron como platos al pensar en lo que podía convertirse su vida si tan sólo Gaara no le perdonaba. No podía siquiera imaginarse cómo serían las cosas sin su siempre callada presencia, sin las cortas palabras durante el desayuno, sin los entrenamientos que tanto adoraba. Y más aún... sin su conciliadora forma de ser y sus tímidas y ocasionales sonrisas, sin el timbre de su voz que siempre lograba relajarlo y sin las largas horas frente a la televisión cuando las noches se tornaban demasiado aburridas. ¿Acaso también eso acabaría? ¿Así sin más? ¿No más abrazos febriles y breves? ¿No más pequeños besos en la mejilla cuando Lee quería acercarse a él y convencerle de hacer cualquier cosa? ¿Ya no más?

Volvió a llorar.

-Basta- ordenó Gaara con voz decidida pero débil-. No llores.

¿Pero cómo evadir las lágrimas si Lee sentía que no podía respirar?

-Perdóname, Gaara, por favor- pidió de nueva cuenta, su corazón palpitando con fuerza-. Estuve tanto tiempo pensando en Kankuro, en lo mucho que lo quería, que no me di cuenta de que estabas a mi lado. No me di cuenta de que podía tolerar mi vida tan sólo porque tú estabas aquí. Nunca aprecié lo que hacías ni me interesé por lo que tú sentías. Y hoy... Hoy comprendí que te estaba lastimando.

Hizo una pausa cuando le atacó un súbito dolor de cabeza.

-Lo siento- repitió, los ojos fijos en el frío suelo-. Ahora sé lo que sufrías por mi causa y saber lo mucho que pude dañarte es lo peor que me puede pasar. Y es que yo...- se estremeció, tembló, un espasmo lo recorrió- No quiero perderte, Gaara-kun. ¡No quiero! ¡No podría soportarlo!

Apretó los puños con fuerza, sintiendo el repentino silencio. Tan sólo se escuchaban sus sollozos y el frenético ondear de las cortinas. Y Gaara... no decía nada. Lee tuvo miedo de alzar el rostro y encontrar la decepción en sus ojos, y el reproche y el perdón que nunca sería otorgado. ¿No lo perdonaría? No, no podía pensar en ello. Dolía tanto estar consciente de la posibilidad de una separación, de una pérdida de semejante magnitud.

Los segundos pasaron y se transformaron en terribles minutos marcados por el silencio. Lee se sintió realmente desesperanzado. Porque Gaara... no le había perdonado.

Sonrió entonces tristemente, sabiendo que no había vuelta atrás y que todo era su culpa.

Trató, inútilmente, de limpiarse el rostro.

-Ya veo- susurró sin muchas fuerzas, sintiendo que podría desfallecer-. Yo tan sólo... tan sólo quería decirte algo.

Se iría. Era la única salida. Se marcharía y se separaría de Gaara e intentaría vivir sin él, por más que el pensamiento le resultara imposible.

-¿Qué cosa?- su corazón dio un vuelco al sentir la grave voz tan cerca de él, y los suaves dedos alzar lentamente su barbilla hasta encontrar los ojos cristalinos que le miraban con algo que nunca pensó encontrar.

Esperanza.

¿Acaso Gaara aún...?

-Yo también- dijo, y una chispa brilló en los ojos del pelirrojo-. Yo también te amo.

Y, aún cuando parecía haber perdido toda esperanza, Gaara le besó suavemente, haciendo rozar sus labios.

-Gracias- murmuró sin siquiera separarse.

Lee tan sólo lo estrechó en sus brazos, sintiendo un enorme alivio en su corazón. Porque aquello que había dicho era verdad. A Gaara...

A Gaara lo amaba inmensamente, desde el principio.

Finalmente se había dado cuenta de ello y, contrario a lo que pensaba, era completamente feliz.

 

 

Fin.

Notas finales:

Espero que les haya gustado ^^ (aún sigo practicando en mis lemons xD), en especial a ti, Kei ^^

Así que pues, sus críticas son siempre bien recibidas. Pero ya por haber leído esta historia, muchísimas gracias! ^3^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).