Te necesito.
‘Duele necesitar. Y, sin embargo, vivimos necesitando.’
Duele.
Estar conciente duele.
Ser parte de la realidad duele.
Y me duele el alma. El espacio que debería ocupar mi corazón también duele.
Pero por sobre todo, lo que más me duele, es el pecho... Ahí donde debería guardar todas mis emociones duele... porque no entra este amor inmenso que siento.
Las paredes parecen comprimirse y el aire tan denso parece arremolinarse y estrujarme el cuello con la fuerza suficiente como para hacerme olvidar de respirar. Es que mi cuerpo parece estar en coma.
Miro el techo como si fuese lo más entretenido que veo en meses. Y lo peor es que escucho tu voz en cada susurro inexistente; encuentro tu rostro tatuado en mis pupilas cada vez que cierro los ojos.
Todavía me repito aquella frase: Te necesito. Y me arrepiento de haberla pronunciado alguna vez, de haberte hecho saber lo inestable y patético que puedo llegar a ser.
Duele necesitarte. Duele estar necesitando tus abrazos y palabras.
Y estar conciente de eso duele el doble.
Después de estas lágrimas ya no podré llorar más. Mis ojos, rojos e hinchados, ya están secos.
Los cierro observando tu rostro en esa oscuridad. Vuelvo a abrirlos por miedo a seguir diciéndote lo que siento, por miedo al rechazo inminente.
Aun lo pienso, ¿Cómo pude ser tan idiota como para dejarlo ir? ¿Por qué tuve que decirte la verdad después de intentar ocultarlo tanto?
¿Por qué será que la verdad duele?
Te lo dije sin pensármelo y ahora estoy pagando las consecuencias de mi inseguridad. Tan sólo te vi y lo sentí, necesité decírtelo; no pude contra mi corazón, caí ante el amor que llevo y me arrastré entre murmullos para decírtelo.
Te miré a los ojos como siempre lo hago y lo hallé. Ese diminuto brillo de esperanza. Ése que ahora me parece un arrebato de idiotez.
¿Por qué será que duele serte sincero?
Corrección: ¿Por qué será que duele esperar que correspondas cuando tengo la certeza de que no vas a hacerlo?
Mis labios se movieron solos.
-No te vayas.- balbuceé.
Reíste, reíste fuerte y con gracia.
Duele que te rías cuando hablo en serio.
-Te necesito.- arrojé finalmente.
Detuviste tu risa, mas esa sonrisa sarcástica y burlona no desapareció. Me observaste con detenimiento esperando que me retractara. Pero aquella negación nunca llegó.
¿Cómo negar la verdad?
Te levantaste sin decir nada y te fuiste. ¿Habrás tenido miedo de sentir algo parecido?
¿Tenes miedo de que duela?
Quedé en este raro silencio en el que ahora estoy sumergido. Alejaste tu tersa piel, tus ojos negros, tu cabello reluciente... tus labios que a cada palabra y gesto dañan. Me dejaste solo como a esa otra tonta que alguna vez habías dicho que querías.
Duele que la historia se repita.
La cama se volvió de piedra y el cansancio trata de apoderarse de mi mente, mi cuerpo ya cayó en coma prácticamente. Y aunque lo lamento, creo que ha sido lo mejor después de todo; porque la verdad no ofende pero sí duele. No obstante, esta verdad es una de las pocas verdades de las que me enorgullezco, creo que contrario a todo pronóstico habrá un momento en que pueda desligarme de esta sensación.
Duele necesitarte, cuando realmente debería amarte.
Duele deliciosamente ser egoísta alguna vez.
A pesar que mis ojos gritan por cerrarse y dejarse vencer por el agotamiento me niego rotundamente a ello. ¿No te he dicho ya que no puedo soportar ver tu rostro en la oscuridad mientras espero que me correspondas?
Lancé las primeras palabras y la contestación no debería tardar en llegar. No quiero dormirme antes de verte, así que espero que estés emprendiendo el camino de vuelta.
¿Por qué será que duele esperarte?
Me pegunto si vas a enfadarte; o gritarme; o quizás hacerte el que no sabe nada, el que no escucha lo que digo; o... ¿podrás decir que también me queres?
Unos pasos me distraen. Unos pasos que juraría son los tuyos. Deseo que sean tus pasos.
Unos golpes en la puerta y el silencio.
¿Estarás del otro lado?
-¿Puedo pasar?-
¡Y es la gloria oír tu voz! Es el paraíso después de encadenarme a pensar que me odiabas.
-¿Estas ahí?-
No me digno a responder, mi cuerpo ya está en coma prácticamente.
-Si estás enojado porque me reí de vos, perdóname.-
¿Enojado? ¡Jamás!
-Mira... yo...-
Duele que vuelvas sin un discurso.
Duele. Porque no quiero promesas vacías.
No dudes. Es lo único que te pido.
No me des esperanza donde no la hay. Sé firme y decime las cosas de una vez. ¿Crees que pueda soportar seguir en esto?
Jugar es muy divertido. Lo es hasta que los sentimientos se atraviesan.
-Lo que te quiero decir es que...- ¿sí? –Que yo también te necesito.-
¿Y sabes que duele más?
Sufrir en vano.
Esperar la respuesta deseada cuando el otro ya la tiene pensada de siglos.
Duele que ninguno tenga el valor de ver más allá...