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Inolvidable por metafora89

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Notas del fanfic:

¡Muchísimas felicidades, TsukiDei!

Su cumpleaños fue ayer, 5 de octubre. Hace tiempo ya que me pidió este fic como regalo.

¡Viva el todo-el-mundo-con-Dei! 

Bueno, en este caso, sólo Itachi y Madara 

Advertencias: Hay algo de violencia y tortura. Nada demasiado explícito, pero es mi deber avisar XD También hay spoilers

Disclaimer: los personajes son de Masashi Kishimoto 

Las explosiones resonaban por todas partes. Varios shinobi se movían de un lugar a otro, apresuradamente, esperando unas órdenes que no llegaban. El caos era completo.

-¡Nos atacan!-gritó uno de ellos-¡Avisad a Iwa! ¡Necesitamos refuerzos!

Las paredes temblaron con un nuevo estallido. Los ninja se giraron hacia el lugar del que había procedido, queriendo encontrar al causante. Sin embargo, no había tiempo para nada en ese momento. Tenían que salir de allí antes de que la torre se viniera abajo con ellos dentro.

Aquella construcción era el lugar desde el que se guardaba una de las múltiples entradas a la Villa Oculta de la Roca. Se alzaba por encima de los árboles de un bosque cercano a ésta y, dentro de ella, los guardias vigilaban el paso e impedían que nadie sospechoso pudiera llegar hasta la aldea.

Un muy tentador objetivo para los terroristas.

No era el primer ataque que recibían. Hacía ya meses que vivían con aquella amenaza; exactamente, desde que la Villa Oculta había hecho oficial su apoyo al Señor Feudal. Éste había heredado el cargo recientemente y, nada más hacerlo, había implantado rigurosos impuestos a la importación y había aumentado el control en las fronteras, queriendo disminuir la dependencia frente al resto y ampliar su riqueza interna.

Los precios de los productos consumidos diariamente por los habitantes subieron y muchos de los que querían acceder al país vieron impedida su entrada. Hubo voces de protesta en contra de las medidas tomadas, esperando que sus quejas dieran frutos y que el líder de la Villa Oculta, el único que podía tener algo de influencia sobre el Señor Feudal, hiciera algo al respecto.

Sin embargo, El Tsuchikage dejó claro que Iwagakure era completamente leal al País de la Tierra y a quien gobernara sobre él y que iba a responder a cualquier petición por parte del Señor Feudal, y envió a algunos de sus mejores ninja a protegerle como prueba de ello.

A los terroristas, quienes consideraban aquellas decisiones opresivas para los aldeanos, no les gustó la posición adoptada por Iwa y decidieron demostrar su disconformidad a su manera. Desde entonces, no habían perdido una sola oportunidad de atentar contra ella. Elegían objetivos fáciles, atacaban rápidamente y de una forma sorprendentemente organizada y se escabullían. Por ahora, sólo eran pequeñas advertencias.

No obstante, todos temían el momento en el que decidieran dar un golpe mucho mayor y, por ello, aquellos shinobi estaban ahora poniendo todo su empeño en intentar capturar o acabar con sus atacantes, con la intención de que eso pusiera en jaque a la organización terrorista y se viera en la obligación de disolverse o desaparecer por un tiempo.

Todo por evitar más muertes innecesarias. La mayoría de esos ninjas ya habían vivido la terrible guerra contra el País del Fuego hacía trece años, la cual había abierto profundas heridas que aún no habían acabado de cicatrizar. Además del peligro que el propio grupo terrorista suponía, sabían que cualquier muestra de debilidad por su parte podía ser suficiente para que otro país decidiera invadirles.

Fuera cual fuera la opinión de cada uno de ellos respecto al factor desencadenante de aquello, todos tenían claro que no podían dejar que eso fuera a más. Temían la guerra por encima de cualquier otra cosa.

 

#

 

Ninguna de las preocupaciones de los habitantes de la Villa Oculta de la Roca interesaba al hombre de pelo largo, oscuro y desordenado y brillantes ojos rojos - señal del Sharingan que poseía - escondido tras uno de aquellos árboles. Desde el lugar en el que estaba, podía observar la fachada de la torre y parte de la lucha que se estaba originando dentro y alrededor de ella. Algunos de los terroristas se encargaban de distraer a los shinobi, mientras otros arrojaban bombas y colocaban sellos explosivos por doquier. Debía admitir que se compenetraban bien. Sin embargo, esto tampoco era lo suficientemente llamativo como para prestarle atención. Se preguntó si no habría sido una pérdida de tiempo ir hasta allí. Luego, se dio cuenta de que el tiempo era algo que él podía dominar y de que, por lo tanto, esa expresión no era la más adecuada para ser utilizada por él.

Después de todo, era Uchiha Madara. Si había alguien que conociera el tiempo, era él.

Se cruzó de brazos, ignorando completamente las voces y detonaciones a su espalda. Aquello estaba resultando incluso aburrido.

Desde que Orochimaru había abandonado Akatsuki, estaban necesitados de otro miembro. Pero no habían vuelto a encontrar a nadie con las habilidades suficientes como para formar parte de aquella organización. Al fin y al cabo, se suponía que tenían que ser lo bastante fuertes como para capturar Jinchuurikis con poderosos Bijuus en su interior. No era algo que se pudiera considerar sencillo.

Por ello, cuando había tenido noticia de los ataques terroristas en Iwagakure y de su efectividad, había acudido hasta allí, esperando encontrar a alguien que mereciera la pena. Un verdadero artista.

No obstante, de momento, estaba resultando bastante decepcionante.

Suspiró levemente y separó su espalda del tronco, dispuesto a volver a macharse: ya no tenía nada más que hacer en ese sitio.

Y, de pronto, la oyó: una enorme explosión cuya onda expansiva alcanzó incluso el lugar donde él estaba, haciendo que su capa se alzara y los árboles se tambalearan, dejando caer algunas hojas.

El hombre sonrió. ¿Puede que aún estuviera a tiempo de...?

Su expectación era tal que ni siquiera fue consciente de que había vuelto a hacer uso de una expresión que incluía el tiempo. Asomó la cabeza ligeramente, buscando con la mirada al causante de aquello. En el suelo, sólo había escombros. Gran parte de la torre se había venido abajo. Alzó la vista lentamente y, entonces, pudo divisar un pájaro de enorme tamaño surcando el cielo.

Se escondió con rapidez cuando escuchó un ruido, pero siguió vigilando desde su posición. Detrás de una roca junto a la torre apareció un hombre que Madara reconoció como uno de los terroristas.

-¡Vamos! ¡El trabajo está hecho! ¡Nos retiramos!-exclamó.

Sus compañeros fueron abandonando los escondites poco a poco, reuniéndose alrededor del que sería su líder para huir de allí. Madara no pudo evitar insultarles mentalmente. ¡¿Cómo podían ser tan estúpidos?! Bajar la guardia así...

No pasaron más de unos pocos segundos hasta que los ninjas de la Roca salieron de diversos lugares y rodearon al grupo, que pareció sorprendido.

-¿Seguís vivos?-preguntó uno de ellos.

-No sois los únicos que sabéis cómo poneros a cubierto.-explicó uno de sus oponentes, con un tono algo burlón.

Algunos de los otros shinobi rieron o hicieron gestos de diversión. Estaban de buen humor. Después del aprieto que les habían hecho pasar, una simple torpeza de los terroristas había bastado para tener a la mayor parte de éstos a su merced.

Tan satisfechos se encontraban con su logro, que no detectaron la presencia de unas pequeñas figuras de arcilla blanca que habían caído del cielo y ahora usaban sus largas patas para acercarse a ellos y escalar por su cuerpo. Figuras que, por el contrario, sí habían sido vistas por Madara, quien, tras el escrutinio de su Sharingan, pudo comprobar que estaban bien cargadas de chakra. Un chakra brillante y perfectamente mezclado con aquel material del que estaban hechas. Indudablemente, peligroso.

Algo le dijo al Uchiha que estaba a punto de ver una técnica que iba a ser de su agrado y quedó plenamente convencido al ver aquel chakra concentrarse repentinamente para dar paso a las detonaciones, las cuales destrozaron, en cuestión de milésimas, extremidades y cuerpos enteros de aquellos ninjas que apenas pudieron llegar a percatarse de lo sucedido antes de que su sangre bañara el lugar y a la pequeña comitiva terrorista frente a ellos.

Veloz y escalofriantemente letal.

Madara sabía que el responsable era el mismo que el de la explosión que había presenciado antes. También supo que, definitivamente, acababa de encontrar al nuevo miembro de Akatsuki que había estado buscando.

Se quedó a la espera de que aquel pájaro que había visto antes aterrizara. Sin duda alguna, aquella persona iba en él.  Se percató de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba excitado. Adoraba que le impresionaran. Quizá por ello le gustaba tanto haberse convertido en el maestro de Itachi.

Siguió vigilando la escena, con sus pensamientos aún puestos en su alumno. Sin embargo, en ese momento, el ave por fin se acercó a la tierra y la persona cuya aparición Madara tanto había estado esperando saltó y cayó al suelo, junto a sus compañeros, e hizo que cualquier otra cosa fuera olvidada por el veterano Uchiha.

Debido a los cuantiosos años de vida a sus espaldas, su experiencia y su orgullo, eran escasas las ocasiones en las que Madara permitía que algo le sorprendiera. No obstante, esta vez le fue completamente imposible evitarlo: aquella esbelta figura, el brillante y largo cabello rubio y los llamativos ojos azules pertenecían a un adolescente que apenas tendría quince años.

-¿Pero qué estabais haciendo? ¡No os descuidéis así!-exclamó el joven.

El resto le miraron. Muy lejos de tomarle poco en serio debido a su corta edad, parecían respetarle. Se mantuvieron en silencio, siendo el líder el único que se dirigió a él.

-Gracias, Deidara-kun.-dijo, pasando la vista por la escena a su alrededor-. Esto... realmente es arte.

-Por supuesto, hmm.-el rubio dibujó una sonrisa altiva, en parte escondida por el pelo que caía por la zona izquierda de su cara. Un gesto simple que pareció embellecer aún más su ya atractivo rostro.

Madara también sonrió. Deidara. Aquello era, simplemente, magnífico. Volvió a acordarse de Itachi. Debía contárselo. Oh, seguro que la noticia le iba a encantar, pensó con malicioso sarcasmo: un nuevo miembro, incluso más joven que él, arrogante, capaz de preparar explosivos que podían acabar con un grupo de experimentados shinobi en tan sólo un instante, a lo cual había denominado arte. Con lo que a Itachi le gustaba el ruido...


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