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Presencia por KakaIru

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Notas del fanfic:

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Notas del capitulo: ...

Las cosas ya no tienen sentido, ¿no es verdad? Estás ahí, y sabes que estás muriendo. Sabes que si no haces algo pronto entonces llegará tu final, pero prefieres desaparecer. Te mueves lentamente, tus pies se sienten pesados como piedras, y te acercas al cerrado, pútrido, sucio cuarto de baño. El olor a vómito invade tus fosas nasales y te revuelve el estómago. No vomitas nada porque no has comido nada en tres días y a duras penas puedes mantenerte en pie. Te diriges al pequeño espejo mohoso y hasta partido, y entonces te observas. Con macabra fascinación contemplas tu rostro ahora ojeroso, oscurecido, tus ojos apagados, ¡estás casi en los huesos!

Estás horrible. Casi podrías ser un cadáver de cualquier morgue de la ciudad. Pero estás vivo, aunque ya no seas capaz de sentir nada más que no sea el sufrimiento, el dolor, la alienación. Quema tan horriblemente, tu pecho, y de pronto tu vista se empaña y sabes que estás llorando. Sollozas en silencio porque no quieres que nadie más se entere de lo que haces. No quieres que nadie se acerque a ti y finja querer ayudarte. Nada tiene importancia ya, ¿no es cierto? Ni las personas que alguna vez formaron parte de ti, de tu pasado, tu vida y tu corazón. Les restas importancia porque les has perdido así como te has perdido a ti mismo.

No te reconoces.

Porque ese que está ahí... ese no puedes ser tú. Tú no tenías esa apariencia tan frágil y enfermiza, tú nunca lloraste tan amargamente, tú nunca vestiste de negro, como si te prepararas eternamente para un funeral que no termina de llegar. Y sin embargo, cuando mueves tu mano, cuando tocas el vidrio, allí estás. ¡Eres tú!

Lloras más fuerte y estrangulas un grito en tu garganta. ¿Qué ha sido de ti? ¿Cómo has podido llegar a eso? Intentas recordar, en vano porque tus memorias no son más que una bruma borrosa. Y tu corazón duele como nunca antes. Sabes perfectamente cómo llegaste a esa situación. Sabes que fue por él, por su causa es que estás así. En eso piensas, duramente, mientras te observas sin perder detalle. Casi como al descuido tomas la pequeña navaja que descansa a un lado del lavamanos. Está sucia, casi sin filo, y te trae recuerdos que preferirías olvidar.

¿Por qué había tenido que irse?

¿Por qué partir tan abruptamente?

Lo amabas, tanto tanto. Pero ya no tiene sentido pensar en él, te dices, porque no hay forma de recuperarlo. Así que tomas la navaja, piensas que fue un lindo regalo de su parte, y te arrodillas en el suelo. Tu boca permanece abierta, como si no supieras bien qué hacer. Pero lo sabes. Aprietas el pedazo de metal que sostienes entre tus manos y lo acercas suave y lentamente a tu antebrazo. Contemplas, como fascinado, las venas azules que resaltan en tu blanca piel que reluce aún cuando te encuentras en medio de la penumbra.

Allí está la carne, y la sangre, y el objeto que podría acabar con todo. Duele, tu pecho escuece, tus lágrimas se secan, te muerdes los labios. Estás desesperado porque no eres capaz de ver una salida. Ellos dicen que estarás bien, que te repondrás más adelante, ¡pero sabes que no puedes! Le extrañas demasiado, no puedes vivir sin él. Es impensable. ¿Cómo pueden siquiera sugerir que vas a recuperarte? Sabes que no puedes, no quieres, lporque o necesitas. Sufres por él, porque nunca más le verás, y sabes que no hay vida para ti ahora que él se ha marchado para siempre.

Y no quieres sufrir, ¿verdad? Es por eso que tiemblas, y te sientes pequeño en este ancho mundo lleno de personas que ven a través de ti, que te tratan como a un fantasma. Sinceramente estás harto de vivir esa vida de mentira, esa falsedad incansable que te enferma el alma. Por eso le habías amado tanto a él. Porque desde un principio sabías que era diferente. Él era increíble, era todo lo que esperabas de una persona. Pero ahora...

Prefieres no pensar en eso. Sabes que no tiene sentido.

Suspiras.

Cierras los ojos y vuelves a abrirlos. Despacio, muy despacio, acercas el metal a tu carne. Contienes el aliento mientras observas la punta afilada incrustarse contra tu piel. Duele, un dolor físico que, sin embargo, resulta perfectamente soportable. Nada puede dolerte más que vivir sin él. Por eso estás dispuesto a buscarle. Por eso hundes con zaña la cuchilla, y ahogas un gemido de dolor y de pronto... ¡de pronto es insoportable! Lloras con más fuerza, hundes la navaja, tu brazo parece va a desprenderse en cualquier momento. ¡Pero no te detienes! No puedes parar porque tienes que encontrarlo. Ya lo había dicho él, que siempre viviría dentro de ti. ¡Pues hay que sacarlo! ¡Hunde más la navaja!

Mátate.

Muere de una vez.

No te obligues a soportar esa agonía. Busca la libertad que tanto has ansiado y deja atrás el tormento de la carne. Deja atrás la vana mortalidad y despréndete de todo. Búscale ahora que el dolor se hace casi sublime y por momentos olvidas que te encuentras en un apestoso baño, completamente solo, sin nadie que te ame porque la única persona que lo hizo ya está muerta. Pero vas en su busca, ¡le encontrarás!

Hunde el metal, clávalo más en ti, ¡mira la sangre!

Tu sangre es espesa, roja y brillante. Lo inunda todo a una velocidad vertiginosa y entonces te mareas porque es casi demasiado para ti. El tiempo, de repente, pasa más lento. Los segundos se tornan horas y los mintuos son eternas condenas. quieres desaparecer, y presientes que la Muerte se encuentra muy cerca ya. Está bien, sonríes débilmente. Tibias lágrimas mojan tus mejillas. No vas a extrañar nada. Ni la aburrida vida que llevabas ni tu problemática existencia. Ahora estarás mejor, lejos de los abusos, de los maltratos, lejos de todos los que te dañaron tanto. Estás feliz, ¡sí! Ahora es que te das cuenta pero estás feliz de verdad. Porque finalmente estás haciendo algo que tú quieres hacer, algo que tú decidiste. Elegiste morir y lo haces por tu propia cuenta, ¡por eso te sientes tan satisfecho!

Estás muriendo, mira ya. La sangre ha empapado tu ropa, la navaja ha resbalado de tu mano, tu piel luce incluso más pálida que antes. Casi ni puedes permanecer con los ojos abiertos, y tus miembros se han entumecido. Te sientes liviano, como una pluma, como si no pesaras absolutamente nada. Sólo eres tu alma, y tu pensamiento, y todo es puro aún en su putrefacción. ¿No es esto lo mejor? Estás desapareciendo, poco a poco. Ya no oyes los ruidos lejanos, ni el molesto goteo de una de las cañerías.

Echas la cabeza hacia atrás.

El techo es blanco. Todo a tu alrededor se empaña. Mueves lo labios una última vez y llamas su nombre. Quieres que venga a por ti, que te busque. Pero no está. Y no importa. Porque finalmente acabaste con todo. Ya no hay nada de lo que puedas arrepentirte.

Siéntelo.

Por última vez, siente lo que es estar vivo.

Porque una vez cierres los ojos, ya no volverás a abrirlos nunca más.

Piensa, todo está acabando, ¿lo sientes?

Sí, eso que se va... es tu vida.

Cierras los ojos entonces, y sonríes. Sonríes porque aunque estés muerto, eres libre. Y todo acaba, de la misma forma en que comenzó. Porque has dejado de ser un juguete. Finalmente, ahora, cuando todo queda atrás, eres completamente dichoso.

Sonríe, lov.

Sonríe ahora que estás muerto.
Notas finales: ...

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