Susurro a media noche, la promesa maldita.
Capitulo I
Caminaba asustado por las calles de Tokio, últimamente tenia el presentimiento de que alguien lo seguía, lo observaba y lo asechaba con la mirada; no sabia quien o que era, pero de lo que estaba seguro, es que no le contaría a su amante, para que no se preocupara ni menos se encelara.
Sintió unos pasos duros, que rebotaban en el piso, giro su rostro y ante su persona, apareció lo que seria el fin de su…
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Miro el reloj de su portátil y le pareció sumamente extraño que su pelirosa no llegara, ni menos le fuera a fastidiar. Se molesto de cierta manera, esperaba a que “alguien”; principalmente que fuera su koi, le hiciera dejar de escribir y así poder al fin descansar un poco, pero esté aún no llegaba. Unos minutos más espero. Y cuando el reloj marco más de la media noche, se asusto de verdad. No recordaba que le halla dicho que tenia alguna fiesta o halla tenido que salir o que el ensayo era hasta tan tarde. Y se preocupo.
Marco como loco el número de Hiro, espero impaciente a que esté le contestara y le diera noticias de su amante, pero esté tampoco le respondía. Corto .Pensó en todas las personas a quien su loco amante conocía, llamo a cada una de ellas y nada.
En un impulso salio de su departamento y decidió buscarlos por las calles de la ciudad, en algún lado debía de encontrase: vivo o muerto, lo encontraría; pensándolo bien, lo prefería vivo, para que le siguiera fastidiando su rutinaria vida.
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—Vamos, tú lo prometiste— le hablo el pequeño niño, que vestía de extrañas vestimentas a Shuichi.
— ¿A dónde?— pregunto curioso y con un dejo de miedo, por no saber quien era ese niño.
—A mi hogar, lo prometiste…— volvió a repetir y su voz se fue a pagando.
— ¿Te lo prometí?—pregunto.
—Si, hace unos meses…
— ¿Eh? ¿Cuándo, no lo recuerdo?— le dijo intentando recordar algo de ese niño que se presentaba ante sus ojos.
— ¿No me recuerdas?— le miro con unos ojos vidriosos y tristes.– pero me lo prometiste…— una vez más decía esas palabras.
Promesa, ¿cuándo el había hecho una promesa con esas persona? Le miro nuevamente, lucia un camisón largo, blanco, tenia las mejillas pálidas y entre el puente de su nariz sobresalían unas graciosas pecas, que hacían juego con sus mechones castaños, que caían sobre su frente.
No lo recordaba y eso que tenia buena memoria para recordar a cualquier persona, pero ¿quién era ese niño?
— ¿Como te llamas?
— Soy Larg…
— ¿Eres un fan mío?— debía comenzar por lo básico, por el principio para descubrir la identidad de ese pequeño.
— ¿Eres Shindou Shuichi, verdad?
—Si…
—Entonces me conoces, debes venir conmigo.
—Pero no puedo. Yuki me esta esperando, no quiero que se enoje.
—No lo hará.
— ¿Por qué?—pregunto incrédulo.
—Porque ya no lo volverás a ver. — le miro con unos ojos dulces y malévolos.
— ¿Qué?— se asusto, sabia que no debía confiar en extraños y ahí lo tenían, hablando con uno.
Un impulso irracional, desesperado y humano. Comenzó a correr. Las calles estaban casi desiertas y los pocos transeúntes que lo observan, no le iban a prestar ayuda. Era un chico que corría por algo, no lo iban a tener. Se desespero, tenia que huir pronto, esa atmósfera, le era insoportable, quería a Yuki, quería que esté llegara y lo abrazara muy fuerte, no quería que nadie lo alejara de su amado escritor, no ahora, que todo iba de maravilla.
Yuki… pensó, para sus adentros….Yuki, volvió a repetir; saco su celular y marco el número de Yuki, espero. Espero mientras sus pasos comenzaban a resonar en la calle. Ya en aquel lugar por el que pasaba, no había nadie, nadie que por lo menos le prestara algo de ayuda.
— ¿Por qué huyes de mi?—le hablo el niño.
— ¿Dónde estas?—le pregunto el cantante. Y desesperado tenia en su oído su móvil, esperando a que Yuki, le respondiera.
—Donde tú vallas, estaré…
— ¿Dónde yo valla?
—Claro, las promesas no se rompen, las promesas se persiguen…
—Yuki. — y el teléfono no era respondido.
El niño, comenzó a fastidiarse de la actitud de Shuichi, ¿cómo podía huir de él? El viento silbó como queriéndole advertir algo, tenia miedo, mucho miedo. Marco otra vez y otra y otra… Una última, pensó.
—Vamos, contesta Yuki…—y al fin pudo conectarse. — Yuki…
— ¡Shuichi!, ¿dónde estas?
—Yuki— dijo con voz temblorosa— estoy, no sé… Pero tengo miedo.
—Voy por ti, dime algo como pueda ubicarte…
—Hay unos edificios, unos árboles, una calle, un auto negro y azul…
—Ya, creo saber. Voy a cortar.
—Noooo, no cortes.
—Esta bien. — dijo con tono preocupado, que paso desapercibido por el pelirosa, al estar asustado.
Al llegar, dejo aparcado su auto en una orilla, en la calle. Se bajo y encontró a su koi, sentado en la vereda; temblaba levemente y cuando se dio cuenta de la presencia de yuki, se levanto y corrió a abrazarlo.
—Yuki!!!
—Shuichi— estaba también feliz, por haberlo encontrado. — ¿te encuentras bien?
—Si mas o menos. Fue horrible, un niño, me dijo que tenia que cumplir una promesa y que me iba alejar de ti.
— ¿Qué tonteras dices?
—No son tonteras, es verdad.
—Mmm
—Yuki, ¿no me crees? Pero lo más extraño, que desapareció.
—Yo creo que es tu imaginación. — reafirmo el escritor.
—entonces ¿por qué estas aquí?
—Eh. — lo había descubierto. — porque salí a comprar cervezas…
—Ah…
—Vamos.
—Si.
Subieron al auto y este se perdió por la carretera. El niño observo como ambos amantes se marchaban del lugar.
— Shuichi…me lo prometiste…