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Puerto Escondido por crimsonShadow

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Notas del fanfic:

Historia en proceso de reedición

 

Escrita por el día del amigo~

Cuando la terminé, la emoción por esta historia me duró varios días, así que, aunque tenga una trama casi nula, espero que al menos no se les haga pesada la lectura (:

 

Notas del capitulo:

Explicaciones del título al final.

Puerto Escondido

 

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                -Pero es el día del amigo, Rose... no es para pasarlo en pareja –trató de justificar el chico, intentando que el hastío no se hiciera presente en su voz.

                -¿Acaso estás diciendo que no me consideras tu amiga también, Francis? –preguntó la joven de rizado cabello castaño con expresión molesta.

                -Sabes que no es eso, cielo, es solo que... –trató de explicarse, dejando la frase inconclusa. Bendito el momento en que había decidido comenzar una relación con esa chica tan histérica a sus 20 años. Miró de reojo su reloj. Faltaba poco para que comenzara a caer el sol y temía no llegar a tiempo.  

-¡Ya sé cual es el maldito problema! –Le gritó ella al parecer sin importarle que estuvieran en medio de la vía pública- Es el niñato ese ¿verdad? Prefieres estar con ése que conmigo –habló fríamente remarcando con cinismo la referencia al otro chico.

-¿Qué has dicho? –le cortó él en tono peligrosamente bajo.

-¡Lo que has oído! Siempre se está metiéndose en medio de nosotros y...

-¿Disculpa? ¿Has dicho “nosotros”? déjame decirte que no considero que haya ningún “nosotros” en una relación en la que tu prefieres ir de compras a que estar conmigo. Y si piensas que voy a pasar por alto como lo tratas, estás equivocada. No tengo idea de cómo te soporté tanto tiempo. Ya no quiero verte –su expresión era totalmente seria-. Ahora si me disculpas –comenzó, tratando de no reír ante la cara de shock de su ahora ex, empezando a alejarse- tengo una cita con el niñato.

Francis caminó a paso tranquilo hasta la esquina donde giró y comenzó a correr con todas sus fuerzas. Le quedaba menos de media hora. Su cabello castaño claro volaba suave hacia atrás debido a la inercia y sus ojos verdes estaban algo rojos por la velocidad con la que impactaba el viento contra ellos.

Era un día realmente agradable. El cielo permanecía despajado sólo con algunas nubes en el horizonte, la temperatura simplemente perfecta. Sin embargo, si no llegaba a tiempo toda la perfección de ese día se vería arruinada.

Cada año, desde hacía 5 que se conocían, habían pasado ahí ese día, como una especie de aniversario desde la primera vez que se habían hablado.

Ya comenzaba a verse el agua. Se encontraba en una parte alejada del centro de la ciudad donde se ubicaba el puerto. Varios barcos oxidados y grandes bloques de cargamento no hacían demasiado agradable el pasar por allí, pero claro que ellos no lo veían de ese modo, sin contar la preciosa playa que se encontraba a poca distancia, la cual poca gente conocía, haciéndola un lugar espacioso, limpio y tranquilo.

Algo jadeante, Francis comenzó a disminuir la marcha al ver no tan lejos la delicada figura que, posada sobre el muelle, se recortaba contra la luz del sol que ya comenzaba a descender para perderse en las aguas. Su pálida piel tomaba un tinte anaranjado  debido a las proyecciones de ese maravilloso atardecer y al estar tan cerca del agua el viento lograba que su renegrido cabello ondulara en todas direcciones.

Estando un poco más próximo –tratando de no hacer ruido para no alertarlo de su presencia- notó que estaba apoyado sobre sus manos que descansaban a los lados de su cuerpo, mientras que sus pies colgaban en dirección al mar.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca se inclinó sobre él cubriéndole los ojos y besándole luego la mejilla.

-Adivina, adivinador ¿quién es el apuesto joven que tiene sus preciosas manos sobre los ojos más hermosos del mundo? –preguntó susurrando sobre el oído del moreno, que respondió con una risita divertida a la vez que tiraba sus brazos hacia atrás para alcanzar su cuello y así abrazarlo contra él.

-Has venido –dijo el de apariencia más frágil, con tono suave pero emocionado-. Creí que lo habías olvidado.

-¿Cómo puedes pensar que lo olvidaría? Es sólo que Rose estuvo más insoportable que nunca y no pude venir antes –explicó el casi-rubio aún sin destapar los ojos del más chico.

-Deberías dejarla. Ella no es buena para ti.

-Eso mismo acabo de hacer, Millie. Y sólo porque te llamó niñato. –El ojiverde por fin le descubrió los ojos abrazándolo más contra él mientras se acomodaba para quedar sentado a sus espaldas, colocando su rostro sobre el hombro del otro, ambos contemplando el hermoso espectáculo que se presentaba frente a ellos, el sol comenzando a esconderse de a poco sobre el océano mostrando una magistral gama de colores que daban un aire  simplemente mágico a todo.

El moreno se recostó más sobre el otro cuerpo y luego volteó el rostro para también besarle la mejilla.

-Me alegra oírlo. Realmente era una arpía –dijo bajito.

-No seas malvado –le reprochó aunque riendo ligeramente-. Sólo estaba celosa.

-No es justificación. Yo también estaba celoso y nunca la insulté. No cuenta lo de hoy –se apresuró a añadir, ligeramente sonrojado, lo que en su blanco rostro era muy notorio, aunque la iluminación lo disimulaba un poco.

-Eres realmente tierno, Millie –murmuró el mayor abrazándolo más –y sabes que por más impresionante que sea mi próxima novia, tu  siempre serás mi personita favorita en todo el mundo –le dijo sonriendo mientras lo zarandeaba dentro del abrazo.

Cuando el moreno se pudo separar, volteó quedando arrodillado frente al otro, develando unos enormes ojos casi-negros extrañamente cálidos, demasiado brillantes, quizás debido al reflejo del sol.

-Nunca me habías dicho que soy tu personita favorita en todo el mundo, Francis –expresó el ojinegro cruzando los brazos tras el cuello del otro, pestañeando repetidamente.

-Es cierto, bien que lo sabías –apuntó el ojiverde rodeando su cintura.

-Quizás –aventuró el moreno mirándolo de reojo mientras sonreía de lado-. Míranos, Franky –pidió con una sonrisita insinuante bailoteando en sus labios carmín-, mira el lugar, el ambiente, a nosotros... –fue bajando la voz a la vez que jugaba a enredar los cabellos casi dorados que rozaban la nuca del otro, entre sus dedos.

-¿Quieres que empeore? –preguntó divertido el mayor bajando una de  sus manos hacia la cadera del otro, empujándolo también de la cintura, quedando así pegados sus cuerpos.

-Bajemos a la playa a hacer el amor, cerca de alguna fogata donde estemos lo suficientemente visibles  al resto si quieres que siga empeorando –propuso siguiendo el juego, sin dejar de observar los labios ajenos, pronto sucumbiendo a la tentación de acariciarlos con sus dedos.

-O vayamos a beber algo bien fuerte para olvidar esta conversación que mañana no habrá existido –finalizó Francis riendo divertido, terminando de juntar sus rostros para depositar un rápido beso sobre los labios de Millie.

-Sí... supongo que será lo mejor –concordó el moreno soltando un suspiro, luego devolviéndole el beso para voltear nuevamente, recostando su espalda en el pecho del otro, dejándose abrazar.

-Mira, allí está –susurró Francis al oído del de ojos oscuros, tomando una de sus manos con la suya para señalar entre ambos la brillante estrella que se veía entre los últimos tonos violáceos que se perdían tras el mar.

-No deberíamos pedir el deseo en voz alta ¿verdad?

-No. Hasta ahora siempre funcionó, así que no te diré lo que pido, Millie –advirtió el mayor, dando un claro aire de actitud infantil.

-Por mí está bien. No se lo pediré a la tonta estrella sino a ti... –dijo el ojinegro algo contrariado, sintiéndose demasiado expuesto-. Sólo quiero que me prometas que esto no se acabará, o al menos espera hasta que madure y no me importe perder a mi mejor amigo. –No quería, en verdad que no, pero su voz había dejado traspasar todo el miedo que había estado sintiendo los últimos días.

-Eres un tonto, Millie. Tu nunca madurarás, acéptalo –respondió el ojiverde con falso tono serio para aligerar la situación-. Por lo que no voy a dejarte... –finalizó en tono bajito.

-Creo que está bien así –dijo con una sonrisa realmente sincera sobre sus labios, sintiéndose mucho mejor.

-Sí. Supongo que sí.

-Feliz día, Franky.

-Muy feliz...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Lo cierto es que odio la playa por razones que no vienen al caso, pero hace algunos años visité una en la costa de Mar del Plata que, justamente, se llamaba Playa de Puerto Escondido. El olor a pescado era bastante fuerte, pero la verdad lo valía. Era hermosa, limpia y no había casi gente <3

La última vez que la escuché nombrar fue este verano porque estaban presentando un restauran de mariscos que estaba en la misma ):


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