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¿Niñera? ¡¡Dirás supernanny!! por devil may cry

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Notas del capitulo:

Bueno, allá va uno de mis peores temores, espero que lo disfrutéis. La verdad no me ha quedado para nada como yo quería, ni siquiera en esencia... pero no puedo tardar más en actualizar ó_ò

 

 

Capítulo 8: Pagliacci

 

Miércoles por la mañana y todo sucedía con normalidad. El rubio paseaba por los terrenos del instituto, pensativo. Hacía ya unos días, desde que vino la policía a casa, que Sasuke estaba terriblemente insistente con el tema. Naruto, por supuesto, no había hablado nada sobre el asunto y eso irritaba más al moreno. Paseando por detrás de la escuela se encontró con un grupo de jóvenes de espaldas a él. Cuando se giraron al oír los pasos del rubio éste se paró en seco y retrocedió un paso, poniéndose alerta. Los cinco muchachos le miraron y sonrieron amablemente. Tenían maquillaje en la cara; una cruz negra en el ojo derecho y la línea de fuera y de dentro en el ojo izquierdo. El maquillaje era negro.

 

 

– Buenos días por la mañana –sonrió uno anchamente.

 

– Hola –Naruto reaccionó secamente y siguió avanzando con la piel de gallina. Las modas de ahora no tenían ningún sentido; esas ropas llamativas, el cabello teñido de colores vivos y ese maquillaje le recordaban a los payasos. No tenía gracia.

 

– ¿Dolió mucho? –preguntó otro chico. Naruto se giró, mirándolo extrañado, y los chicos rieron.

 

– ¿A qué te refieres?

 

– A tu muñeca –rieron fuertemente. Naruto se cogió inconscientemente la muñeca derecha y apretó.

 

– No sé de qué coño me habláis, pero no tengo tiempo para vosotros –bum-bum, bum-bum, bum-bum. El corazón le iba a mil. Siguió con su camino sin mirar atrás. Los chicos rieron de nuevo.

 

 

Caminando llegó al cerezo en flor y se subió a una de sus robustas ramas, sentándose apoyado en el tronco. Puso sus manos detrás de su cabeza y cerró los ojos, dispuesto a descansar hasta que llegaran sus amigos. Sólo el aire entre las flores se oía pasar. Le llegó un dulce olor. Pensó. ¿Cuánto tiempo había pasado ya desde aquello? Fue un año después de la desgracia, el día en que perdió a su mejor amigo. Desde luego su vida no había sido un camino de rosas, merecía ser feliz.

 

 

– ¡Naruto! –se oyó a lo lejos la voz de Temari y de los demás.

 

– Hey, por fin llegáis, qué lentos –sonrió zorrunamente cerrando los ojos e intentando alejar esos pensamientos. Se colgó de la rama y pegó un salto–. ¿Por qué habéis tardado tanto?

 

– Perdona, Lee estaba hablando con el profesor –dijo Ten Ten.

 

– He estado pensando –dijo el rubio sentándose con los demás– en el grupo de música. No sé si lo dijisteis o no en serio, pero me gustaría hacerlo.

 

– ¡A mí también! – Kiba sonrió– Me pido la guitarra. No tengo ni zorra, pero dicen que se liga mucho.

 

– A mí me gustaría tocar el teclado, Gai-sensei dice que se me da muy bien –Lee intervino seriamente.

 

– Guay, ya tenemos dos instrumentos; faltan el bajo y la batería –dijo contando con los dedos–. Yo creo que podría con el bajo, lo he tocado alguna vez –miró a Gaara­–. Dime que sabes tocar la batería.

 

– No me metáis en vuestros asuntos –Gaara se cruzó de brazos.

 

– Vamos Gaara, no  te hagas de rogar –el rubio puso carita de pena.

 

– No insistas Naruto.

 

– Gaara sabe tocar el violín, la batería, el piano y el saxofón –intervino Temari–. Dejó la batería porque no le gustaba a nuestra madre –sonrió.

 

– Vaya Gaara –exclamaron todos–. Eres increíble.

 

– No es para tanto –se sonrojó–. Temari, ¿quién te ha mandado hablar? –miró a su hermana acusadoramente.

 

– Vamos Gaara, quiero verte tocar la batería otra vez –le suplicó.

 

– Lo pensaré –dijo aún sonrojado.

 

– ¡Bien! –exclamó Naruto.

 

– Oye, eso no significa que lo haga…

 

– ¡Yo también quiero participar! –Temari se veía muy entusiasmada– Quiero hacer de coro, me molaría mucho.

 

– Oye Temari, el coro no puedes ser sólo tú –dijo Kiba.

 

– Ellas me acompañarán –dijo abrazando con cada brazo a Hinata y a Ten Ten.

 

– Oye, ¿quién te ha dicho eso? –preguntó Ten Ten cruzándose de brazos.

 

– Cla-claro Temari-san – Hinata bajó la mirada avergonzada.

 

– Jajaja –rió el rubio–. Hinata si no quieres no tienes por qué hacerlo.

 

– N-no –la muchacha estaba cohibida–. M- me gustaría participar en algo.

– Genial Hinata –Temari estaba entusiasmada–. Es la primera vez que te veo participar activamente en algo –la chica se puso roja completamente.

 

– Lo harás bien –Naruto le puso la mano en el hombro y la muchacha miró al suelo sin decir nada.

 

 

Ultimaron los detalles de la banda entusiasmados. La mayoría de ellos no sabía tocar los instrumentos que debería (Naruto y Kiba) pero se pusieron de acuerdo para tomar clases y ponerse serios. Hablaron también de las canciones que les haría gracia tocar y se decidieron a apuntarse al torneo escolar. Kiba y Naruto irían después de clases a la sala de profesores a hablar con Kakashi-sensei para apuntarse. Esperaban que no hubiera tope de personas en una banda, porque de ser así lo habrían superado seguro: Ten Ten, Temari e Hinata como coro, Kiba como guitarrista y vocalista, Naruto como bajista y vocalista también, Gaara como batería y Lee como pianista y mezclador de sonidos. Chouji prefería mirar desde fuera, no era muy amante de los escenarios.

 

El timbre sonó y volvieron a las tediosas clases. Les tocaba con Iruka. Nada más entrar en clase tuvo que poner orden por el jaleo que había provocado la noticia del grupo de música que había hecho Naruto con sus amigos.

 

 

– Vamos, vamos, chicos. No queréis que me enfade, ¿verdad? –un silencio sepulcral invadió el aula después de la amenaza. Iruka era uno de los profesores más bondadosos, pero cuando se enfadaba era el más peligroso–. Gracias –sonrió–. Veréis, el bachillerato artístico ha montado un túnel del terror en sus aulas y nos ha invitado a asistir, así que durante esta hora los dos cursos estamos obligados a acudir –un murmullo recorrió toda la clase–. Silencio, por favor –se hizo el silencio de nuevo–. Es un proyecto muy importante para ellos así que quiero que os lo toméis en serio, chicos.

 

– Profesor –Sakura levantó la mano–, ¿iremos primero y segundo?

 

– Sí Sakura, primero y segundo –sonrió amablemente.

 

– ¡Sí! –murmuró la muchacha girándose hacia su compañera– Eso significa que Sasuke vendrá con nosotras, ¡¡kyaaaa!!

 

– Iruka-sensei, no me encuentro bien, ¿puedo ir a enfermería? –Naruto se levantó de repente, algo pálido.

 

– Vaya, ¿qué te pasa, Naruto? –parecía preocupado– ¿Así de golpe?

 

– Sí, yo… –miró a Kiba y al resto de la clase– Yo no me encuentro bien, tengo el estómago revuelto.

 

– Claro ve, pero luego dirígete al edificio de bachillerato artístico, por favor.

 

– Pero…

 

– Sin peros, Naruto. Te encontrarás igual de mal en la enfermería que en el túnel del terror –se levantó del asiento–. Andando chicos, formad una fila por parejas…

 

 

Naruto salió de clase y se dirigió a la enfermería, pero cuando perdió de vista la clase se desvió y se dirigió al terrado del edificio. No le hacía ninguna gracia tener que ir a ese túnel del terror. ¿Y si… y si había payasos? Sonaba estúpido, sí, pero su fobia no le dejaba actuar con normalidad, y no quería que el resto de sus compañeros viera esa debilidad en él. Definitivamente no iría a ese estúpido túnel del terror. No sería la primera vez que hacía campana y no sería la última. ¿A quién demonios iba a importarle? Se quedaría ahí toda la hora y luego volvería a clase, y nadie se daría cuenta de que no habría ido a esa tontería. Total; uno más uno menos…

 

Pero algo falló en sus planes. Alguien le siguió al terrado sin que se diera cuanta y alguien no le dejaría hacer lo que él quisiera.

 

 

– Uzumaki, ¿puede saberse qué está usted haciendo aquí arriba? Debería estar con sus compañeros dirigiéndose al edificio de bachillerato artístico –una voz seseante le sacó de sus ensoñaciones.

 

– Profesor, señor –se puso rígido al escuchar esa voz.

 

– ¿Y bien? –el hombre se acercó lo suficiente como para incomodarlo.

 

– Lo siento profesor Orochimaru, yo… –ladeó la cabeza hacia la izquierda al sentir el contacto de su viperina mano en su hombro.

 

– ¿Tiene alguna excusa? –levantó su barbilla con su otra mano.

 

– Yo… –sintió miedo con el contacto con su mirada– He ido a la enfermería porque tenía dolor de estómago y luego he salido para tomar el aire.

 

– Entiendo –sonrió–. Pero ahora deberíamos ir al túnel del terror antes de que nos echen en falta, ¿no crees? –le pasó el dedo gordo por sus carnosos labios– Cualquiera pensaría que no quieres ir –el rubio se apartó.

 

– En absoluto –entró al edificio seguido del profesor.

 

 

Ambos se dirigieron al edificio de las artes. ¿Qué remedio le quedaba al rubio si su profesor le seguía de cerca? Se notaba que estaba tenso, y no sólo por lo que podría encontrarse allí dentro, sino porque su profesor no le quitaba los ojos de encima. El rubio le miraba de vez en cuando, y cuando lo hacía el mayor le sonreía. Eso le ponía la piel de gallina y le hacía desviar su mirada rápidamente. Aún notaba su áspero dedo en sus labios, lo que le repugnaba. De algún modo se le hacía familiar y no le gustaba.

 

 

– Bueno, hemos llegado –arrastró las palabras el mayor– ¿quieres que entremos juntos? –sonrió– De algún modo no te veo dispuesto a entrar.

 

– No es necesario, profesor –tragó saliva–. Puedo hacerlo solo –cuando se dispuso a hacerlo Orochimaru lo cogió del brazo y le obligó a entrar en una clase.

 

– Naruto –el rubio le miró confundido–, eres un chico extraño. ¿Primero me provocas y ahora me plantas sin más?

 

– ¿Disculpe? –le miró extrañado– No entiendo a qué se refiere– el mayor le miró fijamente e incomodó al rubio, que giró la cabeza. Orochimaru le cogió por las mejillas con ambas manos y le obligó a mirarle. El rubio intentó deshacerse del agarre pero el mayor le besó con fuerza, mordiéndole salvajemente haciendo que el rubio abriera la boca de la sorpresa y permitiendo la entrada de la lengua del profesor en la boca del alumno. Naruto le dio un pisotón, asqueado por el contacto, lo que hizo que Orochimaru le soltara. Intentó salir corriendo pero el moreno le cogió de la muñeca derecha y lo tiró contra un pupitre dándole un fuerte golpe en las costillas. El rubio quedó sobre el pupitre, boca abajo. En la clase de al lado de oían gritos de alumnos asustándose por el túnel del terror. El mayor se puso encima de Naruto, riendo, le lamió la nuca y le quitó la muñequera de la mano derecha y miró su piel.

 

– Vaya, ¿así que esto es lo que siempre intentas esconder? –le lamió las cicatrices con lujuria.

 

– ¿Qué coño estás haciendo, capullo? –se removía bajo el cuerpo pesado del mayor.

 

– Uh, ¿y el respeto? –apretó su entrepierna contra el culo del rubio.

 

– ¿Qué respeto debo tenerte si puede saberse? –el mayor le mordió la oreja. Naruto, fastidiado, le dio un codazo en las costillas y el mayor retrocedió. Le dio luego un puñetazo en la nariz y recogió su muñequera del suelo. El moreno, desde el suelo, le cogió del tobillo y le tiró contra un pupitre dándole un golpe en la cabeza, haciéndole sangrar.

 

– ¿Quién te crees que eres, niñato? –se levantó con una mano en la nariz. Ésta le sangraba– Has sido tú el que se ha insinuado primero –le dio una patada en el estómago–. Si no querías nada conmigo no haberte acercado a mí en primer lugar –le dio otra patada en el mismo lugar y Naruto empezó a toser. Se agachó delante de él y le cogió del pelo–. Eres un calientapollas, rubito –le lamió la sangre de la frente y le subió la camisa para empezar a tocarle el abdomen.

 

– No me toques –le apartó la mano y le empujó enseñando los dientes cual perro rabioso.

 

– Supongo que te dejaré para otro momento –rió colocándose la camisa–. Pero no puedo quedarme así –dijo bajándose la bragueta y desabrochándose el botón. El rubio intentó levantarse, pero un fuerte dolor en el abdomen se lo impidió. Llevó su mano derecha a sus costillas–. Tranquilo, hoy no voy a tocarte –se sacó el pene y empezó a masturbarse rápidamente y a gemir el nombre del rubio delante del chico. El rubio sólo le miró asqueado. Apartó rápidamente la mirada y se levantó lentamente apoyándose en el pupitre. Orochimaru al ver esto paró de masturbarse y le dio una patada al pupitre haciendo que el rubio cayera de nuevo al suelo. Rió y siguió masturbándose–. Oh, Dios, sí, Naruto –se acercó al rubio, que intentaba de nuevo levantarse.

 

– Cállate, cállate, ¡¡CÁLLATE!! –gritó el rubio furioso apoyándose en el pupitre.

 

– ¡¡Sí, sigue, más rápido!! –se acercó más al rubio– ¡¡Ah!! –el muchacho al ver sus intenciones ladeó la cara y se la tapó y entonces el profesor se corrió en ella– ¡Sí, Naruto!

 

 

Naruto se quedó en shock. El profesor se colocó los pantalones y todo en su sitio y se apoyó en la pizarra observando la reacción de su alumno. El chico, sentado en el suelo y apoyado en el pupitre estaba cubierto de sangre y semen. Le miró sin poder creerse lo que estaba pasando.

 

 

– Sé que no le contarás a nadie lo que acaba de pasar –sonrió estirándose– porque es demasiado embarazoso y tienes demasiado orgullo, ¿verdad? –Naruto le miró a los ojos y miró su mano izquierda en la que vio semen. Empezó a temblar de rabia y asco– Tienes un poco en la mejilla derecha, justo aquí –se señaló a él mismo en la cara–. Bueno, tengo que irme, me estarán esperando –se dirigió a la puerta–. Será mejor que te limpies antes de salir –le dio un pañuelo–. Y ve al baño luego, estás hecho un asco –rió–. Espero que podamos llegar hasta el final –salió de la clase dando un portazo.

 

 

Naruto sólo se quedó sentado en el suelo pensando en lo que acababa de pasar. Se levantó por fin como pudo apoyándose en el pupitre y recogió el pañuelo que Orochimaru había dejado sobre la mesa del profesor. Se limpió la cara, las manos y los brazos además de la ropa y se quedó allí de pie, recordando las imágenes que le venían a la mente como un torbellino. Empezó a temblar y la rabia se apoderó de su cuerpo. Orochimaru. Ese hijo de puta se las pagaría. Y tanto que se las pagaría. Había pasado vergüenza en muchos momentos de su vida, pero hacía demasiado que no pasaba tanta. Salió de la clase y se dirigió al baño. Una vez dentro se lavó la cara con agua y jabón al igual que las manos y los brazos, tiró el pañuelo a la basura y se miró al espejo durante un largo rato. Se levantó la camisa y se vio los moratones en el abdomen. Ahora podía andar mejor, pero estaba claro que se notaba que algo le pasaba. Lo notarían. ¿Qué excusa debía poner? La puerta se abrió y se bajó la camiseta rápidamente. era Kiba.

 

 

– Eh, ¿dónde estabas? Te has perdido los túneles de primero –se acercó al rubio para ponerle una mano en el hombro pero éste retrocedió–. ¿Estás bien? –retiró su mano lentamente.

 

– No es nada –sonrió–, es sólo que me he caído yendo a la enfermería –rió–. Soy tan torpe –se puso una mano tras la nuca.

 

 – ¿En serio? –puso los brazos en jarras– Pues sí que eres torpe –le quitó hierro al asunto–. Vamos, que nos están esperando –le cogió del brazo y lo arrastró fuera del baño.

 

 

Los chicos estaban juntos fuera hablando de su experiencia en el túnel del terror cuando vieron a Kiba arrastrando a Naruto.

 

 

– Naruto, ¿te encuentras mejor? –preguntó Temari.

 

– Sí claro, gracias –agradeció el muchacho.

 

– Vamos al de segundo, seguro que da más miedo –Lee estaba emocionado, pero le temblaban las piernas.

 

– ¿Cómo ha estado, qué había? –Naruto estaba interesado.

 

– Hola Naru-chan –apareció un chico moreno detrás de ellos. El rubio se giró y vio a Sai.

 

– Ah, Sai, hola. ¿Vosotros también habéis entrado? –preguntó curioso.

 

– Claro –le cogió del brazo–. ¿Quieres que vayamos juntos? –miró a Gaara que estaba mirando hacia las escaleras– ¿Me presentas a tus amigos?

 

– Oh, claro –sonrió intentando despegarse del moreno– Ellos son Ten Ten, Temari, Gaara…

 

– Hola, mucho gusto, soy Sai –le interrumpió– soy amigo de Naruto, ¿sabes? –se dirigió a Gaara. Naruto no se molestó y le vio las intenciones a la legua. Sólo sonrió ante la tentativa del mayor. Gaara sí que se molestó.

 

– Hola –fue la simple respuesta del pelirrojo.

 

– ¿Cuáles son tus aficiones? –estaba entusiasmado– A mí me gustan las artes marciales, las series policíacas, la cocina, el arte…

 

– Oye, déjame en paz –Gaara estaba poniéndose nervioso, Sai estaba cada vez más cerca de él.

 

– ¿Quieres que entremos juntos al túnel del terror? –se agarró a su brazo– Será divertido –sonrió falsamente.

 

– Te he dicho que me dejes en paz –se soltó del agarre del mayor y se fue malhumorado.

 

– Lo siento, Sai, pero con Gaara no tienes ni una sola oportunidad –rió el rubio.

 

– ¿Eso significa que contigo sí? –le brillaron los ojos al girarse hacia Naruto.

 

– Ni lo sueñes –se fue con Kiba y sus amigos. Sai sólo se quedó allí de pie mirando cómo se iban sus dos presas.

 

– Oye –una voz le sacó de su ensoñación–, ¿vas a quedarte mucho rato más ahí parado?

 

– ¿Shino? –se giró Sai– No, ahora voy –se fue con sus amigos, desilusionado. Sonrió por un momento. Al menos había conocido al pelirrojo. Gaara.

 

 

 

oOoOoOoOo

 

 

 

– ¿Qué ha sido eso? –preguntó Kiba.

 

– Oh, creo que Sai está interesado en Gaara –sonrió Naruto mirando al pelirrojo.

 

– Qué gilipollez –dijo el chico adelantándose a la entrada de la clase.

 

– Chicos, creo que yo mejor os espero aquí –dijo el rubio apoyándose en la pared de enfrente de la puerta.

 

– ¿Pero qué dices, hombre? –se indignó Temari.

 

– No me apetecen estas tonterías, lo veo de niños pequeños –estaba nervioso y Kiba lo notó.

 

– Naruto, ¿estás bien? –se puso enfrente de su amigo.

 

– Claro, es sólo el estómago –Gaara le miró fijamente desde la entrada de la clase. Esa mirada le atravesó el alma. Sentía que no podía engañarle.

 

– No te obligaremos –dijo el pelirrojo–. Dejadle en paz –entró en la clase y los demás le siguieron, aunque estaban preocupados.

 

 

Naruto se quedó solo, fuera, en el pasillo, de pie, sin hacer nada. Pensativo, se fue sentando lentamente abrazándose las rodillas y apoyando la cabeza en las mismas hasta empezar a llorar. No supo por qué y tampoco se lo preguntó, pero estuvo así un buen rato. Los gritos no se hicieron esperar, y luego las risas. Una música tenebrosa acompañaba el ambiente, y luego más risas, pero esta vez unas risas tenebrosas. Se le puso la piel de gallina. Las luces del pasillo se apagaron y levantó la cabeza de golpe. Miró a derecha e izquierda y no se atrevió a moverse más. No se oía nada y de repente, sin saber desde dónde, se empezaron a advertir unos suaves pasos de un grupo de personas. Serían unos cuatro o cinco. Unas risas siniestras acompañaban los pasos. No le gustó. Se levantó lentamente y, nervioso, se dirigió a la clase vacía en la que habían estado anteriormente Orochimaru y él. Cerró la puerta y se sentó debajo de la mesa del profesor, encogiendo las piernas y escondiendo su cabeza entre las mismas, abrazándolas.

 

La puerta de la clase se abrió y el grupo de personas entró. Se cerró la puerta y rieron.

 

 

– Narutoooo –rieron los muchachos.

 

– Ja ja ja –reían fuertemente.

 

 

El rubio no decía nada. ¿Es que acaso le habían seguido? ¿Por qué se estaba escondiendo? Todo aquello le estaba dando mala espina, muy mala espina.

 

 

– Sal ratoncito, queremos verte la colita –rieron todos. Se acercaron a la mesa del profesor y uno de ellos se puso delante. El rubio no se atrevía a despegar su cara de sus rodillas, pero se armó de valor y miró hacia delante, encontrándose con unos grandes zapatos rojos y unos anchos pantalones azules con lunares amarillos. Se paralizó.

 

– Vamos Naruuu, ¿es que no quieres jugar? –el chico cogió la mesa con ambas manos y la lanzó hacia el otro lado del aula. Naruto, tenso totalmente, se tapó las orejas con ambas manos y puso su cara entre sus rodillas– Naru, yo soy Pagliacci, y ellos son mis amigos Colombaioni, Rivel, Al Ross y Tonetti, ¿quieres jugar con nosotros? –el rubio no se movía un pelo y eso no le gustó a Pagliacci– ¡Mírame! –le tiró de ambos brazos y le empujó lo que hizo que el rubio cayera al suelo y le mirara. El rubio comenzó a llorar recordando todo lo que le pasó hace años. Era un horrible payaso con una peluca lila con la cara pintada de blanco, los labios rojos, los ojos negros, una nariz roja y una pajarita verde, llevaba un pequeño sombrerito amarillo.

 

– ¡¡Aaaaaaaaaaaaaaah!! –se cogió del pelo y los payasos rieron. Le rodearon y se acercaron a él, se pusieron de rodillas y cada uno le cogió de una extremidad mientras Pagliacci le miraba desde arriba con una amplia sonrisa.

 

– Naru, Naru, Naru –rió con una fuerte carcajada–. ¿Tienes miedo? –el rubio estaba horrorizado, su cuerpo no paraba de dar espasmos y de sus ojos no paraban de salir lágrimas– Eso está bien –se puso de rodillas también, al lado de su cabeza –el rubio no podía parar de mirarlos. Muchas imágenes le venían a la mente y no podía pararlas– ¿Qué tal si…?

 

– Alguien se acerca –dijo Colombaioni. Los cinco payasos se miraron y se levantaron rápidamente.

 

– Es una pena Naru pero tenemos que dejarlo para otro momento –le acarició la mejilla y le miró fijamente–. Es una lástima… –le lamió las lágrimas. Naruto le miró a los ojos, paralizado. Pagliacci se puso en pie mientras los demás salían del aula, sonriendo– Por cierto –se agarró a la puerta–, Hikari te manda recuerdos –salió dando un portazo.

 

 

Naruto abrió los ojos sorprendido. Hikari. Hikari estaba metido en todo eso. Maldito sea. MALDITO SEA. Se acurrucó hecho un ovillo bajo un pupitre y siguió llorando, recordando y sin poder cerrar los ojos cuando oyó unas voces en el pasillo. La puerta se abrió de golpe y Gaara entró en el aula.

 

 

– ¡Naruto! –el pelirrojo salió corriendo en su dirección en cuanto lo vio– ¿Qué ha pasado? He visto a unos chicos que salían del aula, ¿estás bie-? –pero no pudo acabar la frase porque Naruto se le echo encima.

 

– Gaara por favor –le abrazaba con fuerza–, por favor, por favor no me sueltes –lloraba desconsoladamente–. Los payasos, los payasos están aquí, otra vez –balbuceaba y Gaara le miraba con preocupación–. Por favor no dejes que vuelvan a hacerme daño –apretó más su abrazo–… tengo miedo Gaara, por favor –lloraba con fuerza.

 

– Naruto –nunca había visto así a su compañero–, ¿puede ser que tú… tengas fobia a los payasos? –el rubio al escuchar esa palabra apretó más el abrazo– Naruto… –correspondió el abrazo con fuerza– Tranquilo, estoy contigo, no van a hacerte daño, nadie va a hacerte daño, estoy contigo –el rubio no paraba de hipar y de llorar con fuerza. Menos mal que Gaara les había dicho a los demás que les alcanzaba más tarde…– Ven, vamos al lavabo a secarte las lágrimas…

 

– Yo… Hikari… –Gaara le miró a los ojos.

 

– ¿Hikari? ¿Qué pasa con él, Naruto? –le apartó un poco para verle mejor.

 

– Ha sido culpa suya, Gaara, les enviaba él, estoy seguro, ha sido él –hablaba rápidamente mirando el suelo.

 

– Naruto cálmate –le cogió por los hombros–. Tranquilízate, ahora estás conmigo, yo te protegeré, siempre te protegeré –le miró con seguridad. El rubio le miró fijamente a los ojos y se calmó un poco. Le miró de manera extraña, cautivadora. Gaara enrojeció. Se quedaron así unos minutos. El pelirrojo estaba empezando a incomodarse, sobre todo cuando se dio cuenta de su posición; Naruto estaba sentado con las piernas abiertas, abrazándolo y él estaba de rodillas entre él, medio recostado en el suelo de la parte trasera del rubio. El corazón empezó a latirle rápido.

 

– Gaara –su voz había cambiado–. Gracias –sus rostros estaban muy cerca–, tú siempre estás cuidando de mí, siempre te preocupas por mí, ¿no es así? –una lágrima cayó de su ojo derecho y Gaara la recogió con su dedo índice.

 

– Yo… –Gaara se acercaba a él– Siempre estaré para ti –el rubio estaba muy vulnerable y Gaara estaba confundido. Juntaron sus labios en un casto y húmedo beso. Se separaron y se miraron a los ojos–. Perdona, no sé en qué estaba pen- –el rubio rodeó su cuello con sus brazos y le besó de nuevo. Gaara rodeó su cintura atrayéndolo con cuidado y volvió a recoger la lágrima que cayó por su mejilla.

 

 

CONTINUARÁ

 

 

 

 

Notas finales:

Espero que algo os haya gustado, lo siento no he dado más de mí misma ú^ù


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