Se enterró con más fuerza en la cama aferrandose a sus recuerdos, recordándole. Oculto su delicado rostro en la almohada, aspirando profundamente aquella varonil fragancia, intentando por algún medio tener la certeza de que aún estaba a su lado.
Dejo de respirar solo por algunos segundos, tratando de mantenerle ahí, dentro.
No importaba cuanto llorara, cuanto tiempo estuviera ahí esperándole, no iba a regresar y nada ni nadie podían cambiar eso. Al principio no lo pudo creer, era demasiado irreal el pensar que su mejor amigo, líder y amante, la persona de la que más dependía, había cruzado las puertas de la muerte. Era sumamente doloroso el saber que ya no estaba mas con el, que una vez mas volvía quedarse solo en el mundo, todo parecía cernirse sobre su delicado cuerpo nuevamente, y esa fuerza que el otro parecía otorgarle mágicamente con sus besos, sus caricias, sus toques, parecía simplemente irse desvaneciendo poco a poco con el paso del tiempo.
Porque por mucho que se restregara contra aquella cama, aquellas mantas no poseían la calidez de Yunho. Porque por mucho que intentara recibir un poco de consuelo depositando su rostro sobre el blanco colchón, por mucho que le susurrara palabras de amor, nunca iba a recibir respuesta alguna, porque ninguna de las veces en que le dedicara alguna caricia esta iba a ser correspondida.
¿Por qué la vida era tan injusta? ¿Por qué nuevamente tenia que volver a sufrir? ¿No era ya castigo suficiente todo lo que había vivido?
Quería gritar. Deseaba hacerlo. Anhelaba decirle tantas cosas a ese alguien invisible, reclamarle a ese ser al que medio mundo recurría cuando se sentía desvalido, ¿por qué le causaba tanto dolor? ¿Qué había hecho para merecerlo?
"Nunca mas estarás solo, es una promesa"
Habían sido las palabras del menor luego de amarlo dulce y salvajemente -solo como el podía hacerlo- dentro de uno de los camerinos. Y ahora, solo podía creer que U-know no podía cumplir todo lo que prometía, que sería la unica vez en que rompería una promesa.
Apretó con más fuerza entre sus delgados dedos el edredón que durante muchas noches los cobijo, hundiéndose en sus recuerdos. Enterró sus dientes en la blanca almohada justo como las miles de veces en las que el mas chico le hizo el amor, tensiono su cuerpo exactamente de la misma manera en que lo hacia cuando su líder le hacia llegar al orgasmo y grito, chillo con fuerza clamando su nombre, berreo entre lágrimas y hondos suspiros, porque dolía.
Dolía saber que era tiempo de dejar de aferrarse. Era hora de decir adiós, de dejar ir los recuerdos, de comenzar a ser fuerte, y se acurruco lo más que pudo aún sollozando levemente, cerrando sus ojos, percibiendo su tacto, desprendiéndose de todo lo que lo representaba.
Su voz, su calor, su esencia.
Sintiendo como esa calidez en su pecho se escurría de su cuerpo dejando solo un hueco vació, lleno de nada.
Porque al final, mas tarde que temprano lo había comprendido.
Yunho, su Yunho jamás iba a volver.
Y con una ultima lágrima deslizándose por su perfecto rostro, se irguió. Suspirando profundamente y con desgano con una tremenda y pasiva calma, intentando no sollozar más, logro ponerse de pie, avanzando, deteniéndose a medio camino, deseando voltear atrás y mirar por última vez, apretando sus puños desistiendo de hacerlo.
Esa era la despedida, el final.
Y esta vez no se repetiría lo mismo, no iba a regresar nunca más, seguiría con la mitad de vida que le quedaba. Porque Yunho lo había protegido, porque había muerto por él y cuando su cuerpo había sido sepultado ese lluvioso día hace ya casi un año, se había llevado parte suya, dejándole incompleto.
Media vida aún era suficiente, media vida era lo que aún le quedaba.
Y tomando con firmeza el pomo de la puerta, ya sin dudas pero con un tremendo vació en el alma, la cerro. Despidiéndose, cerrando un ciclo, diciendo adiós a su más preciado, a su único y verdadero amor.
Fin-