Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sentimientos peligrosos por tenshi_kun

[Reviews - 453]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!!!

Aqui les dejo este capi, a las primeras horas del dia 25 de abril... 0sea, ¡Mi cumple!

Espero que lo disfruten, pasaran muchas cosas interesantes. Besos :) 

Leonidas Lucius Malfoy nació 12 días después del rompimiento obligado entre Draco y Harry… y esos días, habían sido un verdadero infierno para Draco. Pero ahora, con su bebito en brazos, con Leo, como solía llamarlo, se sentía mucho mejor.

 

Leo Lucius, había roto con una tradición familiar, ya que no poseía el cabello platinado característico de un Malfoy. Su suave y finito pelo era negro azabache y contrastaba dulcemente con su piel sumamente blanca y sus enormes ojos grises.

 

Draco se encargaba de todo lo referido a su hijo, no quería que los elfos lo cambiaran o lo alimentaran, él mismo lo hacía. Necesitaba tener a Leo todo el tiempo a su lado para recordar que había dejado al amor de su vida para protegerlo, para que llenara ese vacío inmenso que Harry había dejado… pero que iba a recuperar.

 

Astoria estaba satisfecha con el cambio de su esposo, ya no pasaba tantas horas en el laboratorio y, como habían acordado y mediante la poción de vinculación que ella misma controlaba, sabía que no había vuelto a ver a Potter.

 

Draco se encontraba en una mecedora con su hijo en brazos en el balcón de la habitación. Leo era bastante inquieto por ser que apenas tenía un mes de vida… no se dormía fácilmente.

 

-Vamos Leo… –le hablaba Draco–, duérmete ya, papá tiene que trabajar mañana.

 

Pero Leo Lucius seguía con sus ojos grises bien abiertos, mirando las estrellas.

 

-¿Ves ese grupo de estrellas ahí? –seguía su papá– Es la constelación del León, se llama Leonidas, como tú.

 

El bebé parecía estar escuchándolo atentamente, mientras apretaba fuerte el dedo índice de Draco con su manita.

 

-La mayoría de los Malfoy llevamos nombre de constelaciones… y tu nombre es el más bello de todos… porque te lo puse pensando en la persona más bella de todas.

 

El bebé seguía mirándolo, Draco no podía creer como a tan corto tiempo de haber nacido, podía sonreír de esa manera tan notoria, como si comprendiera lo que se le decía.

 

-Algún día Leo, conocerás a ese hombre, es el León más noble que he conocido, y seremos muy felices los tres.

 

Gracias a Merlín, cuando Draco dejó de ver las estrellas y miró a su hijo, éste estaba dormido. Con delicadeza, lo acostó en su cunita y luego se acostó él en la cama de su antigua habitación, ya que jamás volvió a compartir el cuarto con Astoria.

   _____________________________________________________________________

 

Narcissa descubrió que las tiendas de New York eran totalmente adictivas. Por suerte se había adaptado perfectamente a su vida allí y conoció a muchas mujeres de un club muy prestigioso, con las que solía ir de compras y charlar… ¿Narcissa Black con mujeres muggles? Jamás nadie lo hubiera imaginado.

 

Compró infinidades de cosas para su nietito Leo, para Severus, para su hijo y también para Harry… aunque ella no estaba enterada de lo sucedido, y por el momento seguiría sin saberlo.

 

-Hola hijo –saludó la mujer cuando llegó a la oficina de Draco. Ella iba a verlo ahí para no tener que cruzarse con su despreciable nuera, aunque hacía ese sacrificio siempre que iba a visitar a su nieto.

 

-Hola mamá, que sorpresa.

 

-Lamento venir sin avisar, es que compré muchas cosas y quería traértelas.

 

-Deja de gastar.

 

-Nada de eso… mira –dijo mostrándole un hermoso enterito blanco con las iniciales I love NY, y el “love” era un corazón rojo.

 

-Jaja, es adorable.

 

-Todo esto es para Leo.

 

-Gracias, mamá.

 

-Hijo… jamás me cansaré de felicitarte por el nombre que le has puesto, es perfecto.

 

-Ja, si lo es.

 

-¿Qué piensa Harry del nombre?... debe estar feliz.

 

Draco sintió como si un troll le hubiese apretado el corazón, tuvo que darse vuelta y fingir que buscaba unos papeles, para que su madre no notara su tristeza ni sus ojos llenos de lágrimas.

 

-Si, esta muy contento.

 

-Y no es para menos, Leo se parece mucho a él ¿Lo has notado? Es como una combinación perfecta de Harry y tú.

 

-Si, si… también –dijo tratando de cambiar su tono de voz. Él sabia muy bien que Leo se parecía a Harry, y eso era lo que más le destrozaba.

 

-¿Estas bien, Draco?

 

-Si, sólo un poco estresado.

 

-Si, Severus está igual… ah, me olvidaba. Esto es para que se lo des a Harry.

 

-Ok, déjalo en el escritorio.

 

-Draco… ¿no vas a verlo?

 

-Si mamá, lo haré luego, en verdad tengo mucho trabajo.

 

-De acuerdo, de acuerdo… ya me voy. No te olvides de dárselo, y mándale muchos besos de mi parte –le dijo, mientras agarraba cientos de bolsas de compras y se acercaba a su hijo para despedirse.

 

-Lo haré.

 

-¿Estas seguro que estás bien? –luego de darle un beso. Draco acertó con la cabeza– Ok, cuídate.

 

Narcissa se fue y Draco se desplomó sobre su silla, no pudo evitar llorar a mares, como se estaba acostumbrando a hacer. Pasó su mano por sus largos cabellos, ya que se lo estaba dejando crecer… en realidad, no tenía ni siquiera ánimos para cortarlo.

 

Abrió el fino cofre que su madre había dejado para Harry y encontró un hermoso reloj de oro… seguramente Harry lo adoraría, era exquisito y de muy buen gusto. En el reverso, grabado con finas letras, se podía leer “Harry Potter”. Draco suspiró pesadamente al saber que no podría entregárselo… aun. Se lo puso en su muñeca izquierda, lo tendría siempre con él, hasta el día en que pudiera dárselo.

   __________________________________________________________________

 

Los meses seguían pasando y Harry desistió en entablar cualquier tipo de comunicación con Draco, ya que éste jamás respondió sus cartas, ni contestaba el diario, ni le quitaba el hechizo de bloqueo a las chimeneas.

 

Harry sufría, pero se aferraba a la esperanza de que algo extraño ocurría. Lo que Draco le había dicho no podía ser verdad.

Pronto terminaría sus estudios, y seguramente el trabajo lo mantendría ocupado y distraído.

 

Ese fin de semana era un día muy especial para Harry, ya que sus dos mejores amigos, Ron y Hermione iban a comprometerse. Para celebrarlo, daría una hermosa fiesta en la madriguera con todos los amigos y familiares más cercanos.

Pero Harry se dio cuenta que no tenía nada decente que ponerse, por eso decidió ir a Hogsmeade y comprar un hermoso traje nuevo.

 

Primero iría a cortarse el nido que tenía por pelo, luego iría a comprarse un traje y, porque no, algunas túnicas y algo más que le gustara. Cualquier cosa era válida para mantener su mente ocupada.

En realidad, Harry no estaba triste, más bien se sentía amargado e impotente. Muy dentro de él sabía que algo malo estaba pasando y que Draco no lo había dejado en realidad. Se había prometido investigar acerca de eso, pero sospechaba que eran cuestiones familiares, del bebé y de Astoria, así que lo mejor sería esperar a Draco… aun más.

  

Entró a la nueva y refaccionada tienda de túnicas de Madame Malkin, y se quedó paralizado cuando vio lo más hermoso y tierno que jamás hubiese imaginado. Muchas de las personas ahí dentro y algunos que pasaban por la calle se quedaban mirando esa escena al pasar.

 

Draco estaba parado en la tienda, cerca de los probadores, estaba bellísimo, como siempre, vestido con una túnica negra que resaltaba su pelo rubio y combinaba con el del niño que tenía en brazos.

Harry tragó duro, Draco aun no lo había visto y seguía jugando con Leonidas. Recordó cuando había leído su nombre en “El profeta”, y como lloró al no tenerlos a los dos, como tanto habían soñado.

 

Leo Lucius ya tenía unos nueve meces de hacer nacido y se moría de risa cada vez que Draco jugaba a fingir que lo mordía. La risa del bebé era muy contagiosa y angelical, lo que producía que las personas a su alrededor rieran también.

 

Seguramente sería un niño muy listo y perspicaz, ya que en un momento dejó de reír y miró a Harry directo a los ojos, lo que hizo que su papá también mirara en esa dirección.

Los ojos verdes y grises hicieron contacto, el corazón de ambos se detuvo.

 

-Hola… –fue lo único que se atrevió a decir Harry, apenas se oyó su voz.

 

Draco lo miraba fijamente y Harry pudo notar como en sus ojos comenzaban a agolparse las lágrimas… definitivamente, algo andaba mal. Se acercó.

 

Draco estaba tan sorprendido que no podía reaccionar, estaba algo hipnotizado mirando a Harry, se lo veía realmente hermoso.

 

-Hola Leonidas –dijo Harry con voz chistosa hacia el niño, éste le dedicó una pequeña carcajada y se escondió en el pecho de su padre.

 

Harry tenía una sonrisa inmensa que abarcaba toda su cara, ese niño era una belleza y, al estar los tres juntos ahí, parecían como la familia que habían planeado ser una vez. Sin embargo Draco sentía una angustia invadir su pecho. No quería hablarle, ya que Astoria estaba en el probador y, seguramente, se daría cuenta debido a esa maldita poción, de la que aun no encontraban un antídoto que la revirtiera.

 

-¿Cómo estas, Draco?

 

-…

 

-Obviamente que bien.

 

Pero Draco le negó con la cabeza.

 

-¿Qué sucede, mi amor? Por favor, dime. Yo puedo ayudarte –le suplicó Harry, acercándose, aferrando del brazo a Draco.

 

-Nadie puede –se atrevió a contestar.

 

Pero antes de que Harry pudiera contestar de alguna forma, Astoria salió del vestidor, con una mirada molesta y odiosa. Draco instintivamente, abrazó más fuerte a Leo.

Astoria estaba acribillando a Harry con la mirada, pero en unos segundos volvió a su postura de mujer feliz y elegante, caminó con paso seguro hasta su esposo, lo tomó de su cuello y lo besó.

 

Harry pensó que en cualquier momento sacaría su varita y utilizaría por primera vez el Avada Kedavra, pero justo la mujer se detuvo, Harry pudo ver la expresión de dolor en la mirada de Draco. Astoria besó a su hijo en la cabeza y dijo:

 

-Espérame en Honeydukes, aun debo pagar mi túnica.

 

Harry se dio cuenta al instante que Astoria era el problema, era el estorbo que les impedía estar juntos. Cuando Draco salió y pasó por su lado, le dirigió una mirada de súplica, de ruego.

 

-Harry Potter… –dijo ella, con voz arrogante, produciendo que Harry la mirara con desprecio–. Yo soy mucho peor que ese mago loco que mataste… te lo advierto de buena manera: aléjate de MI esposo y de MI hijo.

 

Finalmente, con una última dura mirada, la mujer salió del lugar, dejando a Harry con una sensación de impotencia y confusión… ¿Qué haría ahora? ¿Debería ayudar a Draco? ¿Y si lo metía en problemas? ¿Debía ir y buscar a Narcissa? Esa salida que se había propuesto para distraerse, quedó oficialmente arruinada.

    ________________________________________________________________

 

Al otro día, Draco se encontraba en su oficina, cuando su secretaria personal entró y le dio una información:

 

-Señor Malfoy, en la entrada hay un joven que quiere verlo.

 

-¿De quién se trata?

 

-Me dijo que su nombre es Blaise Zabini.

 

-¿Blaise?... Hazlo entrar.

 

¡Su mejor amigo! No lo veía desde su boda, ni siquiera conocía a Leo. Que bueno que estaba ahí, tal vez él lo podría ayudar con su problema.

 

La puerta se abrió, pero no era exactamente el morocho Slytherin, sino Harry.

 

Éste le dedicó a Draco una sonrisa de costado, mientras que el corazón del rubio se aceleraba a cada segundo y notaba como el aroma del ambiente cambió cuando Harry ingresó.

 

-Si decía que era yo no me dejarías entrar.

 

-… –Draco no quería hablar, si lo hacía Astoria lo sabría al instante.

 

Harry se acercó lentamente hasta quedar muy cerca de Draco, pero cuando intentó besarlo, éste se apartó, ya que si había algún contacto físico entre ambos, Astoria también lo sabría.

 

-Me estoy muriendo Draco, por favor.

 

Draco miraba al piso para no tener que enfrentarse a esos ojos que amaba.

 

-Mírame Draco –intentó tocarlo, pero el rubio se apartó, generando una reacción algo violenta en Harry– ¡Pero que mierda sucede! ¡Ni siquiera quieres que te toque!

 

Draco negó con la cabeza, apartándose aun más. Dentro de su cabeza estaba ideando alguna forma de comunicarse con Harry, que pudiera entenderlo.

 

-Draco, yo sé que algo malo está pasando. Dímelo, por favor, lo enfrentaremos juntos, como siempre lo hemos hecho.

 

Harry respiraba de forma acelerada por la presión en su pecho, por la angustia, la desesperación. Decidió contar hasta diez, no era culpa de Draco lo que estaba pasando, no era justo gritarle de esa forma. Seguramente estaba bajo algún hechizo, ya que no hablaba ni dejaba que lo tocara.

Se tranquilizó y se acercó nuevamente para hablarle.

 

-Draco… presiento que Astoria tiene algo que ver ¿No es así?

 

El rubio no podía contenerse, trataba de pensar en su bebé, pero los labios de Harry tan cerca, su cuerpo tan atrayente, no lograban concentrarlo.

 

-Quiero decirte que si no puedo ayudarte, voy a esperarte, como hasta ahora. Porque te amo, porque no podría estar jamás con otra persona. Tú lo eres todo para mí.

 

Y Draco no pudo contenerse, se lanzó a los brazos de Harry y lo besó apasionadamente. Era un beso profundo, cargado de deseo y necesidad, sus cuerpos estaban entrelazados y se movían vigorosos tratando de buscar más contacto si era posible. Draco chocó contra la pared de su oficina y, cuando Harry comenzó a besar su cuello y desabrochar su camisa, reaccionó.

 

-No, no Harry –dijo, apartándolo y caminando hasta el otro extremo de la oficina.

 

-Draco, por favor, déjame ayudarte.

 

-NO, sólo vete por favor, si ella se entera se lo llevara. ¡Vete!

 

Luego de intensas miradas, haciendo mucho esfuerzo, Harry se marchó. Draco se apresuró a tomar el polvo flú. Cuando llegó a la mansión, su más arraigado miedo, se confirmo. Ni Leo ni Astoria estaban.

 

-Lido, Dobby, Nina –llamó a sus elfos a viva voz.

 

Los tres elfos aparecieron al instante enfrente de su amo.

 

-¡Donde esta Leo! ¡Díganme YA!

 

-La señora Astoria salió con el bebé, mi amo –respondió Lido.

 

-¡Les dije que bloquearan todas las salidas de la casa! ¡Les advertí que no le dejaras salir!

 

-Lo sentimos, mi señor –se disculpó Nina–, pero ella salió de la casa por la puerta principal, caminando.

 

Draco subió hasta su alcoba, azotando violentamente la puerta tras de él. ¿Cómo había sido tan idiota? ¿Cómo se atrevió a besar a Harry de esa manera?

Solo Merlín sabía a donde esa loca se había llevado a su bebé o, peor de todo, si lo volvería a ver.

 

Pasaban las horas, pero para Draco parecían años. Estaba desesperado, sentía que su corazón explotaría de lo fuerte que latía. Parecía como un furioso animal enjaulado.

 

Un “Puff” se escuchó en la habitación, haciendo saltar del susto a Draco.

 

-¡Que quieres Dobby! –le gritó a su elfo que acababa de aparecer.

 

-La señora ha regresado.

 

Draco abrió sus ojos tan grandes como jamás lo había hecho y, cuando estuvo a punto de salir a buscarla, ésta apareció con Leo dormido entre sus brazos.

 

-Shhh –dijo ella–, lo despertaras.

 

-Dámelo… dame a mi hijo.

 

Draco lo tomó delicadamente y lo besó tanto que pensó que iba a gastarlo. Leo seguía dormido tranquilamente en brazos de su papá.

 

-Maldita –escupió Draco– ¿A dónde te lo llevaste?

 

-Que esto te sirva de escarmiento querido, que te enseñe a no ser tan impulsivo. La próxima vez, no regresaré.

 

Finalmente y, para alivio de Draco, se fue.

No quiso acostar a Leo en su cunita, había estado tan preocupado y asustado que apenas podía separarse de él.

Se puso su pijama, vistió a Leo con su pijamita, quien seguía bastante adormilado. Ambos se acostaron en la cama, Draco abrazó tiernamente a su bebé y ahí, después del susto, pudo pensar en el beso con Harry, en lo hermoso y reconfortante que se había sentido.

      ___________________________________________________________________

 

“Si ella se entera se lo llevará”. Eso era lo que no dejaba dormir a Harry. Con sus dedos rozaba suavemente sus labios, recordando el fogoso beso con Draco.

Pero se encontraba en una encrucijada, necesitaba ayudarlo, esa loca que tenía por esposa lo estaba amenazando con algún tema relacionado a su hijo Leonidas. Pensó en pedirle ayuda a Narcissa, pero seguramente Draco no se lo perdonaría, aun recordaba lo orgulloso que era, no aceptaría ayuda tan fácilmente… sólo le quedaba una persona.

 

Severus Snape caminaba por los pasillos del ministerio para reunirse en la oficina del flamante y recién graduado auror, Harry Potter.

Dio dos golpes a la puerta y recibió la orden de ingresar.

 

-Harry Potter –lo saludó Snape con un apretón de manos.

 

-Bienvenido profesor.

 

-Ya no soy tu profesor… llegaste más lejos de lo que pensé que llegarías.

 

-Bueno, lo tomo más como un halago. Tome asiento, por favor.

 

-¿A qué se debe esta cita tan urgente, según tú?

 

-Tiene que ver con Draco.

 

Harry pudo ver como las facciones rígidas y frías de su ex profesor, de pronto se tornaron preocupadas.

 

-Verá Snape… Draco terminó nuestra relación hace aproximadamente un año.

 

-¿Qué?

 

-Me temo que está siendo amenazado por Astoria.

 

-¿Amenazado? ¿Puede explicarme mejor, Potter?

 

Harry le contó todo a Snape con lujo de detalles. El rompimiento, como el rubio había cortado todos los medios de comunicación y lo sucedido recientemente en la tienda de túnicas.

 

-¿Qué opina? –preguntó Harry.

 

-La verdad es que me dejas sin palabras. Jamás lo hubiera imaginado.

 

-¿Nunca sospecharon nada?

 

-Me siento como un idiota… nunca.

 

-Sentía la necesidad de decírselo a alguien, no quise preocupar a Narcissa.

 

-No te preocupes por eso, hiciste bien Potter… Yo me encargaré.

 

Luego de intercambiar algunas palabras, ambos se despidieron, y Harry se sintió mas aliviado y tranquilo.

  __________________________________________________________________

 

Snape se encontraba en su oficina del laboratorio en Estados Unidos, pensando seriamente sobre lo hablado con Potter. Se castigaba una y otra vez por no haberse dado cuenta que algo le sucedía a Draco. Recordaba haberlo visto algo raro, y también recordaba cuando Narcissa le decía que estaba algo distraído y triste.

Unos golpes a su puerta lo distrajeron.

 

-Severus –dijo Daniel, uno de los pocionistas del laboratorio principal en Londres.

 

-Daniel, que sorpresa. Pasa.

 

-Lamento molestarte Severus, pero necesito tu ayuda.

 

-¿Tu, ayuda mía?... por favor.

 

-Pues, aunque no lo creas, así es.

 

-Dime entonces.

 

-Hace varios meses que estamos tratando de buscar un antídoto para revertir la poción de vinculación. ¿La recuerdas?

 

-Claro, nos costó muchísimo hacerla. ¿Acaso quiere revertirla?

 

-No, en realidad el hombre se quedó muy conforme. Es el señor Draco.

 

-¿Qué sucede con él?

 

-Está trabajando día y noche en tratar de encontrar el antídoto para revertirla.

 

Y ahí, su astucia Slytherin se hizo presente. Eso era, la poción de vinculación, recordaba perfectamente cuando encontró a Astoria leyendo sus ingredientes y preparación, la muy maldita le dijo que era simple curiosidad… la había subestimado.

 

Caminando por las calles de New York, como un muggle cualquiera, con las manos dentro del sobretodo negro, intentaba pensar claramente. Si le habían dado las tres dosis a Draco, estaba perdido. Ella podría percibirlo hasta que uno de los dos muriera.

Pero ahora que ya lo sabía, ¿Qué haría? ¿Cómo lo ayudaría? ¿Se lo contaría a Narcissa? Ella era su madre, tenía derecho y, además, él no tenía ningún secreto con la mujer que amaba.

 

La casa estaba cálida, con aroma a hogar acogedor. Se olía una deliciosa cena, el fuego de la chimenea crepitaba débilmente y la mesa ya estaba puesta.

Narcissa salió de la cocina con una fuente llena de spaghetti, lo dejó sobre la mesa, se acercó a Severus y lo besó, dándole la bienvenida.

 

-Espero que tengas hambre –le dijo ella.

 

-Aunque no tuviera, lo comería. Cocinas delicioso.

 

-Lamento decirte que no hay postre… aunque eso siempre lo solucionamos –dijo ella de forma muy sugerente, para luego besarlo con pasión.

 

Snape no pudo pensar con mucha claridad en ese momento, así que optó por dejar la charla para más tarde. Para después de la cena… o después del postre. No, después de la cena, había que discutir algo importante.

 

Efectivamente, después de comer con muchas ganas esos deliciosos spaghetti’s, se dispuso a contarle a Narcissa lo que Harry le había informado y lo que él había descubierto.

 

La reacción de Narcissa no fue para menos, sobre todo cuando lanzó con violencia su vaso de whisky dentro de la chimenea, haciendo que el débil fuego se convierta en vivaces llamas. 

 

-¡¡ESA MALDITA!!

 

-Narcissa cálmate, por favor.

 

-¿¡Cómo quieres que me calme!? ¡Mi hijo está sufriendo hace meces y yo no estoy enterada!

 

-Ninguno de los dos lo sabíamos, hay que actuar con cautela, debemos ir y hablar con ellos.

 

-Con esa arpía no se puede ser civilizada… pero ya verá.

 

-Narcissa, espera. ¿Adónde vas? –peguntó, ya que su novia tomó su túnica de viaje y un poco de polvo flú.

 

-No te preocupes Severus, debo ir a pensar sola un momento.

 

-Pero puedes hacerlo aquí, me dejarás preocupado.

 

-No lo estés. Iré de mi hermana Andrómeda, necesito hablar con ella.

 

Severus suspiró algo aliviado y se despidió de ella. Narcissa, sin embargo, se sentía mal en mentirle, ya que no tenía ninguna intención de ir de su hermana.

Draco era su hijo, su chiquito aunque tuviera ochenta años, y lo protegería y cuidaría hasta la muerte.

 

Cuando llegó al mundo muggle, se alegró al ver que las tiendas aun estaban abiertas. Localizó esa que tanto quería y entró en ella para comprar lo que le daría fin al sufrimiento de su hijo… y de Harry.

Notas finales:

Pense durante meses el nombre del bebe ¿Les gusto?

En este capi pasan muchisimas cosas como habran leido, y eso es porque se hacerca el final.

Mas o menos nos restan tres capitulos, y ya :(

Pero estoy trabajando en un fic nuevo, asi no me extrañan jaja, les revelare el nombre en el ulimo capitulo :)

Bueno... espero sus reviews que seguramente contestare entre domingo y lunes. Me voy a festejar mi cumple numero 23 (Que vieja)

Besoooos!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).