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Love Notes por GothicSelena

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Notas del fanfic:

Pedir por favor que comentéis mucho para saber que es lo que tengo que mejorar, y que no se me agobie con el tema de las actualizaciones, que iré lo más rápido posible ( aunque seguramente sólo pueda actualizar una o dos veces cada dos semanas... )

<< Cuando Raito abrió los ojos, primero no fue capaz de ver nada. Lentamente, sus ojos se acostumbraron a la tenue luz azul que iluminaba el largo pasillo en el que se encontraba. La distancia entre ambas paredes era la justa para que una persona adulta pasara, lo que unido a su color negro creaba un ambiente lóbrego y opresivo. Miró hacia ambos lados y, sin motivo aparente, se encaminó hacia la derecha. Empezó a andar mientras analizaba lo extraño de su situación. ¿Cómo había llegado a ese extraño pasillo? ¿Hacia dónde llevaba? ¿Tendría salida? ¿Y qué pasaría si no podía escapar? No llevaba encima la Death Note, y no podía llamar a Misa para que se encargara de los juicios por él debido a que ahí no había cobertura. ¿Sería un plan de L? Raito no podía saberlo. Poco a poco, empezó a apretar el paso, mientras buscaba la salida. Cuando ya pensaba en dar la vuelta y probar en la otra dirección, una luz iluminó el final del camino. Al acercarse, la luz cegó a Raito, quien, con los ojos cerrados, siguió avanzando. Cuando recuperó la visión de nuevo se encontró ante la sala de control en la que L, o Ryuzaki, se ocupaba del caso Kira.

 

Al principio pensó que estaba sólo, hasta que vio a Ryuzaki tumbado en uno de los numerosos sofás de la sala, mirando al techo mientras saboreaba un chupa-chups.

 

-         ¡Hola Raito! – exclamó Ryuzaki - ¿puedes ayudarme, por favor?

Al aproximarse, Raito se percató de que Ryuzaki estaba enganchado a la pata del  sofá mediante unas esposas. “¿Cómo habrá hecho para quedar atrapado así?”Se preguntó Raito“Bueno, será mejor que le ayude”

 

-         ¿Dónde está la llave?

-         Eso es lo más divertido de todo esto, Raito – confesó L – No lo sé. La perdí.

-         ¿¡Qué!? – Raito sintió crecer la desesperación en su interior “Y ahora, ¿qué hago?”

Ryuzaki empezó a reírse en voz baja mientras veía a Raito buscar una solución. “Cómo siga así se le va fundir el cerebro”Pensó L. Y las que al principio eran sonrisas disimuladas aumentaron de volumen hasta convertirse en carcajadas incontenibles.

 

-         Como sigas así, te va a ayudar tu madre – le amenazó Raito, aunque lo único que consiguió fue una mirada sarcástica de L.

-         Tú no me dejarías tirado – le respondió Ryuzaki, totalmente convencido.

-         ¿Estás seguro? – murmuró Raito, sintiendo momentáneamente el aguijonazo de la culpabilidad

-         ¿Eh? ¿Qué dices, Raito? Si hablas tan bajito, no te oigo.

-         Nada, Ryuzaki, simplemente pensaba en voz alta.

-         Bueno… ¿se te ha ocurrido algo para liberarme de esto? – preguntó mientras sacudía la cadena de las esposas

-         Déjame verlas de cerca… - Raito se tumbó encima de L mientras pugnaba por atrapar el extremo de la cadena que estaba unido al sofá.

-         ¡Ey!¡Que me aplastas! – gritó Ryuzaki, intentando apartar a Raito.

-         ¡No puedo verlo de otra manera, idiota!¡Si no hubieras colocado el sofá contra la el otro, y si no te hubieras atado en la esquina menos accesible, a lo mejor no tendría que colocarme así!

La furia de Raito cumplió con su objetivo. Ryuzaki cerró la boca mientras miraba hacia otro lado, lo que permitió a Raito colocarse encima de él para alcanzar la maldita cadena. Al ver que al ni estirándose al máximo llegaba, decidió sentarse a horcajadas encima.

-         ¿¡Pero qué haces ahora!? – exclamó L, mientras intentaba moverse.

-         ¡Si no me pongo así no llego! – respondió Raito – así que ¡estate quieto!

-         ¡Pero es que no puedo respirar!

-         ¿Prefieres seguir atado al sofá?

-         …no…

-         ¡Pues déjame ayudarte!

-         … vale

 

Raito empezó de nuevo a intentar encontrar el extremo de la cadena, mientras pensaba en el hecho de que estaba sentado sobre Ryuzaki… podía entender la incomodidad de éste ya que él también la sentía, pero había algo más… “¿Qué es esto?” Se preguntaba Raito “¿Qué es este sentimiento?” De repente la voz de Ryuzaki se introdujo en su mente, interrumpiendo sus pensamientos:

 

 -         ¿Te falta mucho?

 

La cadena resbaló entre sus manos, y, mientras se volvía a tumbar sobre Ryuzaki, apoyó las manos en sus hombros y mirándole fijamente, se acercó a él hasta que sus rostros casi se tocaban y, mirándole a los ojos dijo:

-         ¿Y qué si falta mucho?

Ryuzaki enrojeció y, dirigiendo la mirada hacia la pared contestó que no. Raito sintió crecer la vergüenza en su interior, ¿cómo había podido hacerle eso a Ryuzaki? Era un comportamiento cruel e infantil que Ryuzaki no tenía por qué aguantar. Raito cogió la cara de L entre sus manos, con cariño, con dulzura, y, lentamente, le obligó a mirarle a los ojos.

 

-         ¿Qué quieres? – murmuró L, con la mirada perdida en algún punto detrás de la cabeza de Raito.

-         Nada – le contestó este, sintiendo como las lágrimas empezaban a acumulársele en los ojos, pero, al fin y al cabo, se lo merecía… había hecho daño a Ryuzaki y ahora debía pagar las consecuencias –. Sólo quería pedirte disculpas…

 

L, extrañado, miró a Raito y lo que se encontró en ellos hizo que su mente se colapsará momentáneamente. El amor, el dolor y los remordimientos que había encontrado lo dejaron profundamente marcado. Lentamente extendió las manos y atrajo a Raito hacia si mismo y, mirándole a los ojos susurró:

-         Disculpas aceptadas…

 

Y, cerrando los ojos, le besó. Fue un beso largo, intenso, en el cual Ryuzaki mostró sus sentimientos… Al principio, Raito sólo sintió sorpresa y miedo ante la fuerza y pasión que Ryuzaki le mostraba, pero luego sintió crecer el calor en su interior y, con miedo al principio, con más fuerza después, le devolvió el beso. Pero en el suyo había entrega, y una gran desesperación, así como el deseo de ser aceptado.

Ryuzaki deslizó las manos por los hombros de Raito y, con cuidado, le apartó.

-         Te quiero… –  murmuró Ryuzaki.

 

Raito sonrió. En ese momento, no tenía fuerzas para decir nada. Pero L no había terminado:

 

-         …y por eso quiero… bueno, quiero que acabemos lo que hemos empezado. – añadió Ryuzaki, mientras la determinación iluminaba momentáneamente sus facciones.

 

Raito sintió como se le descolgaba la mandíbula. “Es lo que siempre he querido, Ryuzaki…” Pensó. La alegría le embargó, deteniendo las palabras en su boca, impidiéndole contestar.

-         Si no quieres, no tienes por qué hacerlo, Raito – añadió L rápidamente, mientras el desánimo y la vergüenza inundaban su cara.

 -         Ese es el problema Ryuzaki – respondió Raito, recuperada su voz, su fuerza –. Si que quiero.


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