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La Armonía de la Disonancia por Michelett

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Notas del capitulo:

 

Soy fanática de la saga de Castlevania, y quise meter un poco de este mundo y los vampiros En una historia Completamente magica.

 

 

PARTITURA I

 

El Comienzo de la Disonancia.

 

 

 

                Leon Belmont

 

 

    

    

    

    

 

     Era el año de 1854, un 3 de noviembre de 1854, el año estaba  próximo a terminar, la nieve ya cubría toda Inglaterra, así como la milenaria ciudad de York.

     York era una localidad que existía por más de 1500 años, estaba repleta de abadías, calles, e iglesias antiguas. La mayoría de la arquitectura de esta localidad  denotaba del medievo.

 

     Realmente  extranjero como era, no me sentía tan fuera de sitio, como me sentí, en sus momentos, en Francia.

El reino unido tenia un clima muy parecido a mi natal Valaquia, donde el invierno dura cinco meses de noviembre a abril. Al llegar aquí me encontré con el agradable recibimiento del frío y la nieve espesa.

     Desde pequeño, siempre me complacencia la nieve y el tacto ardiente del hielo, por eso York  me recordaba mi hogar, de cierta forma.

 

     Pero mi viaje no era de placer, hacia más de cinco semanas que había arribado desde Francia hasta los muelles ingleses en una embarcación francesa llamada “La fille rouge”

Un nombre demasiado delicado para la parvada de bárbaros y mal hablantes marineros que constituían su tripulación.  

   

     El asunto que me llevo a Inglaterra era de suma emergencia, tanto que me mandaron a llamar desde Paris. Así que a las siete de la mañana me aliste en una pequeña posada del lugar, colgué a un lado de mi cintura mi inseparable látigo, mi basto ropaje negro, mi capa azabache y mis guantes y botas de cuero negro, guarde la carta que me sito a Inglaterra en el bolsillo de mi pantalón  y pedí un carruaje que me llevara hasta la catedral de York Minster.  

     El frío se colaba por la ventana del carruaje y no pude evitar sacar ligeramente la cabeza por ella, mis ojos se abrieron un poco más de lo normal, por la sorpresa. A lo lejos se empezaba a divisar las torres de la iglesia, realmente eran hermosas.

     El ambiente se volvió algo mágico y arcano, los carruajes, las voces de los pobladores del lugar. Aun estaba madrugando y no había mucha luz, sin embargo ya empezaba a escabullirse  por las calles el olor del pan recién horneado.

    

    Una joven de cabello castaño claro y ojos verdes me vio al momento que el carruaje se detuvo para ceder el paso a otro carruaje y a los transeúntes, llevaba una canasta tejida de mimbre en un brazo, llena de rosas y pan, e iba cubierta con un vestido sencillo de color salmón con un delantal almidonado de tono blanco, un abrigo sencillo para protegerse del frío, su cabeza estaba cubierta por un cofia blanca que se amarraba en un maño bajo su barbilla.

 

     No le tome importancia, así que solo la mire de reojo, y luego seguí viendo al frente, pero su mirada seguía siendo insistente y un poco descarada.

Ya harto de la situación la voltee a ver de golpe con el ceño fruncido de total desapruebo, ella me vio con temor, bajo un memento su mirada y tomo una rosa de color carmín, sin verme a los ojos y completamente sonrojada me la dio con mano tímida y temblorosa. Yo endurecí mi mirada dejándola con la mano extendida, no tenía tiempo para juegos de niños ni boberías, mas ella se mantuvo en su posición y no bajo la mano, paso un pequeño lapso de tiempo y al ver que no cogía la rosa me dijo con un leve susurro mas para ella que para mi, que sin embargo logre escuchar bastante bien:

 

-          Es para usted.

 

     La mire con indiferencia y tome la rosa en silencio rozando ligeramente sus pequeños dedos, cosa que hizo que sus mejillas de sonrojaran mas intensamente y sus ojos verdes brillaran un poco. Sonreí mordaz por tan inocente reacción, y saque toda la cabeza por la pequeña ventana rectangular del carruaje, rose su mejilla delicadamente con mi mano, todo lo contrario a la rudeza con que la trate al principio, y me incline para besarla ligeramente en los labios. Solo fue un pequeño toque, sentía como la joven se estremeció  abriendo mucho sus ojos glaucos, pero después se tranquilizo cerrándolos.

      Yo la bese dulcemente sin cerrar los ojos, para contemplar solo sus aniñadas reacciones, me despegué de ella lentamente. Aun a través del cuero de mis guantes podía sentir el ardor de su rostro.

 

-          Espero volvernos a ver -. Dije con un pequeño susurro cerca de sus labios y mirándola de forma penetrante, con media sonrisa de Don Juan.  

 

Ella no dijo nada.

Volví a sentarme correctamente en el carruaje y este arranco. En todo el camino solamente me la pase contemplando la pequeña rosa carmín, como si fuera la cosa más maravillosa del mundo. Jugaba con sus sedosos pétalos como un niño curioso y la sostenía con una exagera exquisitez, sonreí con tristeza, la Melancolía me asaltó con el pensamiento de que tan fácil podía destruir tan frágil criatura, con tan solo quebrar sus tallo o desmoronar sus pétalos.

     Era un hombre cual destino era crudo totalmente alejado de lo normal y lo bello de las cosas, mis manos estarían manchadas de sangre hasta el día en que la muerte viniese por mi y me acunara en su seno estéril, mi credo era ser una sombra en el mundo, y protegerlo de un mal del cual desde pequeño fui adiestrado y entregado. Todo mi cuerpo esta lleno por las cicatrices de la lucha y la contienda monstruosa, pero esto es una dote que a sido entregada de generación en generación y la debía cumplir por el honor de mi familia y el odio que en mi látigo se resguardaba.

 

Absorto en la contemplación de esa rosa, regrese a la realidad súbitamente, al sentir un fuerte frenar del carruaje, asome de nuevo mi cabeza por la ventana de este y vi la Catedral de York Minster tan cerca que consideré que se me caería encima.

 

-          ya llegamos señor -. Dijo el cochero.

 

     Baje del carruaje, con rosa en mano y le pague al cochero tres chelines y un penique, me dio las gracias a lo que  yo solo asentí con la cabeza, después dio media vuelta para regresar.

     Me quede al  pie de las escaleras, para disfrutar de la belleza gótica de la catedral, a sus alrededores todos era silencio y solo podía oír a lo lejos, el repiquetear de las ruedas del carruaje que me llevo ahí y los murmullos de poca gente, ya que aun no era hora de la misa matutina.

 

     Era una catedral agraciada, era de las mas fantásticas que había visto a los largo de mis viajes, tan magnifica como la mismísima catedral de Budapest o Austria.

     Toda su fachada era de un café tostado, su entrada era un arco enorme que encima tenía tres triángulos como adornos y a su alrededor vidrieras de arco apuntado, y el la cima una vidriera redonda, su estructura era tan compleja, un estilo muy característico del arte gótico.

 

     Subí por las escaleras cubiertas de nieve y pase por el umbral de su entrada, adentro era mas avasallador que en su fachada, había cientos de imágenes de hombres embarbados, con cetros, espadas,  y coronas doradas que contrastaban el color blanco de su forma, había vitrales y un impresiónate techo, con decoraciones doradas, que semejaban a una telaraña formando un rombo en su centro y a su alrededor se ubicaban grandes ventanales alusivas a las cruzadas.

 

     A esa hora solo había dentro de la catedral, sacerdotes y sacristanes limpiando o encendiendo velas, los únicos ajenos a ese lugar eran una anciana cubierta por un chal tejido en la cabeza y yo. La mujer se encontraba rezando frente a un altar, donde pude divisar a San Nicolás dentro de el, sus plegarias aunque inaudibles a mis oídos, se oían susurrantes por toda la Catedral.

 

     Había llegado treinta minutos antes de la hora de la cita acordada por un hombre desconocido llamado Lord Billington, por lo tanto opte por observar los alrededores de la catedral de York Minster.

      Recorrí lo largo del Quire, y llegue a los asientos del coro donde en la parte posterior se ubicaban escudos familiares (mas tarde me entere que eran los escudos de las familias nobles que contribuyeron dinero para construir la catedral), Viendo el Quire desde la perspectiva del altar principal, logre ver otro pequeño altar a un costado de una pared, me dirigí lentamente hacia lugar  y al llegar distinguí la imagen de una mujer ataviada con una tunica sosteniendo a un niño en brazos, ambos blancos como el marfil o el alabastro, había dos grandes cirios a su costado y un jarrón blanco lleno de todo tipo de flores, algunas ya secas.

     Apreté ligeramente la rosa que estaba en mis manos, la levante a mi vista para observarla de nuevo melancólico y nostálgico, sentí como mi rostro se contrajo por una tristeza añeja y conocida, bese la rosa sintiendo su aterciopelado contacto en mis labios y la acomode con delicadeza en el recipiente donde resaltaba indescriptiblemente de las demás flores con el intenso color de la sangre.

 

-          María, madre de dios y personificación de la bondad y virtud de todas las madres -. Dije para mí en medio del silencio, como un murmullo cansado

 

     No se cuanto tiempo me quede contemplando esa imagen, y quedando adormilado por el fuego de los cirios y el aroma de las flores entremezclándose, cuando oí unos pasos cadenciosos que se dirigían hacia mi y al terminar, percibí la presencia de alguien a mis espaldas.

Di media vuelta, y un hombre alto de largo cabello rubio y ojos verde turquesa con largas pestañas me sonrió levemente haciendo una ligera inclinación de cabeza, iba vestido completamente de negro al igual que yo, pero llevaba guantes de color blanco y sostenía su levita en uno de sus brazos con porte elegante y aristocrático.

 

-          Usted debe ser Hyoga Belmont – dijo de repente el hombre ampliando más su sonrisa con aire autosuficiente – ¿no es así?

-          Si, así es -. Le conteste con rudeza viéndolo con suspicacia.

-          Entonces, ¿no hay ningún inconveniente en que me muestre la prueba de su linaje? – dijo - ¿verdad?

 

Fruncí el seño, me molestaba su comportamiento por alguna razón.

 

-          Primero, lo primero – le espete súbitamente - ¿Quién es usted?

-          ¡OH! Perdone mi descortesía – dijo con aire dramático – Soy Shaka Holmwood, también conocido como Lord Billington.

 

     No dije nada por unos segundos, solo lleve mi mano por debajo de las ropas de mi cuello y le enseñe una pequeña cruz dorada  con incrustaciones de piedras preciosas, 4 zafiros pequeños y un rubí, que eran el símbolo y escudo de mi familia.  

 

-          ¡Maravilloso¡ - exclamo el ahora conocido Shaka -. Así que por fin conozco al famoso Hyoga Belmont. El más temido cazavampiros del mundo.

     Me quede mudo y no le dije nada al hombre que me veía con una especie de adoración que me desconcertó. Desde que arribara  a Inglaterra tuve un mal presentimiento, y los Belmont solemos creer más en nuestra agudeza que en otra cosa. Y sabia que algo grande y fuera de control se avecinaba, cuando al bajar del barco “La fille rouge”  de Francia, la cruces de alguna pequeñas capillas estaban torcidas y oxidadas, tomando formas, como si alguien las hubiera torcido con odio y fuerza.

     Pero lo que mas me sorprendió y he de admitirlo me asusto,  fue un delicado aroma a flores que parecía llamarme y un susurro que parecía hablar en el viento con voz infantil y sensual, que provoco en toda mi fisionomía un delicioso escalofrío

      La armonía dentro de mi alma, se estaba destruyendo, convirtiéndola en una locura disonante.

 

 

Notas finales:

 

 Espero haya sido de su agrado.


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