Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Estrella Más Brillante por crimsonShadow

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

[Editado 9/1/12]

Todavía no sé si lo voy a publicar ahora o el año que viene ya que me atrasé mucho, pero por motivo de la precuela de este one shot, decidí que por fin podía darle una leidita y corregir alguna de las cosas que tenía mal.

Notas del capitulo:

Wow. Tres años ya...

Espero les guste (:

  

 

La Estrella Más Brillante  

 

--------------------------------

 

 

             Las luces rojas y violetas de los fuegos de artificio que estallaban sobre su cabeza lo iluminaron todo por unos segundos, luego las naranjas, las verdes, las amarillas y las violetas otra vez.

            A lo lejos podía oírse la música proveniente de casas cercanas o de los pisos inferiores del edificio en el que estaba, incluso las voces de la gente. Se oían felices, entre palabras de alegría y buenos deseos para el año que acababa de comenzar hacía pocos minutos. Pero él no estaba feliz.

            Sus ojos miel estaban perdidos en la inmensidad del firmamento buscando, quizás en vano debido a la constante iluminación, esa estrella que brillara más entre todas, esa estrella nueva, suya…

            Se llevó nuevamente la botella de licor a los labios y terminó lo que le quedaba de contenido, luego dejándola sin cuidado sobre las otras que había bebido anteriormente.

            Su búsqueda se vio interrumpida por las lágrimas que le empañaban la vista y sólo fue cuestión de segundos el que éstas se convirtieran en un silencioso llanto que reflejaba la enorme tristeza que sentía en todo su cuerpo, la que amenazaba con consumirlo desde hacía cuatro días. Ya no tenía ganas de nada, no sin él… Llevaba la misma ropa del día anterior y el afeitarse ya no formaba parte de sus costumbres. No tenía nadie para quien lucir bien ya.

            Se sentía realmente mareado y los sonidos parecían desaparecer de su cabeza por momentos.

            Habían planeado tanto aquél día. Cenarían en ese pequeño apartamento que con mucho esfuerzo habían comprado entre ambos, ya sobre la medianoche subirían a la terraza , esa en la que Demian se hallaba ahora, y, tras recibir el nuevo año y despedir el viejo, volverían a la habitación y harían el amor durante toda la noche, demostrándose, recordándose, lo mucho que se amaban… Pero ya no se podía. Una estúpida enfermedad que los médicos aún no descifraban, se lo llevó a él, a su vida, a su todo.

            Ladeó sus labios al recordar su sonrisa tan blanca y franca ¡No había derecho! Tan solo tenía veintiún años y él más que nadie se merecía vivir, conocer, saciar sus ganas de progreso. Definitivamente era una de esas personas que dejaban marca después de conocerlas.

            Se ovilló sobre sí mismo y dejó fluir su dolor en un grito desesperado y más lágrimas. Seguro que lo habían oído, pero no le importaba, ya nada lo hacía.

            Sentía que tanto dolor lo ahogaba, pero mejor así. Si dejaba de respirar libraría de su presencia a todos aquellos que no estaban conforme con él y, sobretodo, volvería a estar con su niño.

            Se dejó caer a un lado y sólo esperó ante los temblores que sacudían con fuerza su cuerpo, hasta que todo comenzó a ponerse oscuro.

|||




            Se removió ligeramente, sonriendo adormilado al reconocer la sensación sobre su piel. Aún así, Demian abrió los ojos encontrándose con la imagen de a quien más amaba en la Tierra. Su piel blanquecina hacía contraste con su renegrido cabello y el azul de sus ojos, esos ojos que lo miraban con picardía bastante cerca de los suyos, mientras que uno de sus dedos de pianista acariciaba circularmente uno de sus pezones, como si nada. Incorporándose ligeramente, le dio un rápido beso sobre los labios, luego dejándose caer sobre la almohada nuevamente, sonriendo de forma inevitable.

            -Te amo, Seb. Mucho –dijo, sin poder controlar aquél tono suave, enamorado.

            -Y yo te amo hasta el infinito y más allá* -le respondió el menor infantilmente, pero hablando totalmente enserio.

            Demian se sintió extraño con aquellas palabras sin saber la razón. Quizás sí la sabía, pero muy en el fondo de su cabeza, por lo que lo atribuyó a esa enorme emoción que sentía cada vez que Sebastian le decía que lo amaba.

            -¿Qué hora es? –le preguntó, comenzando a acariciar su espalda, luego pasando las manos hacia los costados del cuerpo que tenía tendido sobre él, tocando los huesos de la cadera que tanto le gustaban, pasando luego a sus piernas desnudas.

            -No lo sé… ¿También te has levantado con ganas de jugar? –preguntó Sebastian con un brillo casi inocente en los ojos.

            -¿”También”? –rió el mayor, volteando rápidamente sobre el otro, tomándole las manos por sobre su cabeza-. Sólo porque no puedo decirte que no ¿eh?

            El menor soltó una risita encantadora y cruzó las piernas en la cintura del otro, elevando más las caderas para poder subirlas hasta esa fuerte espalda que tanto le atraía.

            Sus labios al unirse, a veces con ternura y amor desmedido, a veces con pasión y fiereza, eran la prueba de que nada iba mal, nada les faltaba.

            La habitación pronto se iba transformando en un ambiente caldeado de sábanas revueltas y tiradas por ahí, jadeos y gemidos aumentando a cada momento y risitas extasiadas. Pero todo tiene un final ¿verdad? No, no ellos…

            Como si hubieran invertido la imagen, ahora Demian permanecía tendido sobre la espalda de Sebastian, acariciando suavemente su cuello con los labios, a riesgo de estar aplastándolo.

            -Te extraño –murmuró el pequeño y Demian volvió a sentirse extraño. Lo tenía entre sus brazos y Sebi acababa de entregarse a él una vez más, pero aún así lo extrañaba mucho. “Eso es el amor después de todo” se dijo, seguidamente respondiendo un “también yo”. Salió de encima de su cuerpo para tenderse a su lado y sonrió al verlo voltear y abrazarse fuerte a él.

            -Hoy tenemos que ir a casa de mi abuela ¿recuerdas? –preguntó dudoso el menor, como temiendo la respuesta.

            La abuela… ¿cómo olvidarla? Ella había sido la única en ambas familias que apoyara esa relación y siempre que iban a visitarla, ella les hacía galletas con chispas de chocolate como si aún fueran niños, y por todo eso la querían tanto.

            -Sí, la recuerdo –respondió bajito, como sin ser conciente de sus palabras. Se sorprendió al ver como Seb se levantaba así desnudo como estaba, tirando de su mano hasta sacarlo de la cama también.

            -No iré goteando a lo de la abuela –dijo divertido, arrastrándolo hacia el baño para tomar ambos una ducha.

            Demian rió con ganas. Amaba esa espontaneidad, esa poca delicadeza que tenía para decir algunas cosas y esa sinceridad que poseía. Simplemente eso: lo amaba.


|||




            Ese fue, sin duda, uno de los días más hermosos que recordaba. Parte de la tarde la pasaron en casa de la abuela Eleonor, que al ver a Demian lo abrazó afectuosamente, incluso soltando unas lagrimitas, para luego hacer lo mismo con su otro nieto, seguidamente, y como era de esperar, dirigirse a la cocina a sacar del horno sus famosísimas galletas.

            Excusándose y prometiendo regresar, Sebastian lo sacó de la casa argumentando que el día estaba muy lindo para quedarse encerrados, proponiendo volver al departamento caminando. Así lo hicieron, parándose en un parque al que hacía tiempo no iban. Estaba muy vacío a comparación de cómo estaba siempre, todo demasiado tranquilo.

            Demian sintió ganas de llorar al ver lo pequeños que eran los pocos niños que había en el parque y se limitó a tomar más firmemente la mano entre las suya. ¿Comenzaba a entender? No, todo era muy confuso, o eso quería creer.

            -Sebi… -trató de llamar, sintiendo de pronto que el silencio era desolador, pero el otro lo interrumpió.

            -Shh… no digas nada. Sólo… sólo abrázame fuerte –murmuró, sus ojos azules cristalizándose un poco.

            Llegaron a su hogar cuando el sol se había puesto y el menor le pidió que subiera a la terraza, diciendo que él subiría tras buscar algo.

            Demian obedeció, no sin antes besarlo dulcemente por largos segundos. Lo quería tanto…

            Cuando se apoyó en el barandal, sintió por una milésima de segundo que la increíble vista de la ciudad que tenía desde ahí se transformaba en una pequeña habitación de blancas paredes.

            Sacudió la cabeza repetidamente y pestañó, recibiendo una ráfaga de aire fresco de lleno en el rostro, su corazón latiendo acelerado.

            -Lo entiendes ya ¿verdad? –preguntó la azorada voz de Sebastian a su espalda.

            Volteó rápidamente y lo observó con miedo en la mirada. No, no era posible…

            -No. No entiendo –dijo bajito, entrecerrando los ojos al sentir como las frías manos de su amor acariciaban su rostro, secando las lágrimas que no se había percatado de dejar salir.

            -Sí lo sabes, Dem… Debes volver –dijo el más chico en el mismo tono afligido, abrazándolo, sin embargo, Demian reaccionó separándose de él de inmediato.

            -¡¿Volver adónde?! –Su voz se oía desesperada- Quiero estar contigo…

            Sebastian secó ahora sus propias lágrimas y sonrió mirándolo fijamente.

            -Lo siento, pero no hay más opciones. Debes volver –explicó con tono amable, mostrando esas facciones suaves que tanto le gustaban al otro.

            Demian se dejó caer de rodillas haciéndose algo de daño y clavó la mirada en el cemento bajo él.

            -No quiero… ¿Por qué no puedo quedarme? –Se sentía como un niño, pero no podía controlarse-. No tengo nada sin ti, Seb. De veras de amo…

            El menor se sentó a su lado y colocó una mano en su hombro, empujándolo hasta que quedó recostado sobre su regazo.

            -Te equivocas. Tienes muchas razones para volver. –Entendía su dolor, por eso trataba de no sonar duro- Y quizás no las veas ahora, pero Dem, te prometo que habrá un día en el que no te arrepentirás de haber seguido adelante. Quiero que encuentres a un chico apuesto y que vuelvas a enamorarte. –Un “NO” fuerte y claro lo interrumpió.

            -No puedes pedirme que te olvide.

            -No seas tonto –le criticó divertido, inclinándose para besar su mejilla-. Sé que no me olvidarás, pero no vivas del recuerdo… debes darle una oportunidad.

            ¿Había dicho “darle”?

            -Además, sabes que siempre he sido medio vouyerista, me encantará ver como le enseñas.

            Demian soltó una risita, olvidándose de pronto de las interrogantes que tenía, medio girándose para quedar de cara al cielo, alzando una mano para tomar entre sus dedos un renegrido mechón de cabello. Era perfecto, sin duda alguna.

            -¿Cuánto tiempo queda? –preguntó, maravillándose con los efectos que daba la luna sobre él.

            -El suficiente –le respondió, también perdiendo su mano en el cabello marrón del otro.

            -¿Sabes que desde que… desde que te fuiste, no hago más que buscarte en la estrella más brillante? Pero ninguna brilla lo suficiente para ser tú.

            El menor rió divertido porque sino lloraría y eso no le haría bien a ninguno de los dos.

            -Eso sólo pasa en las películas, Demian. Yo estaré siempre contigo aquí -murmuró, acariciando su pecho con la punta de los dedos hasta pararse sobre su corazón.

            -No lo dudes. Te amo, Sebi.

            -No te duermas aún –pidió bajito, notando que sus pestañeos eran cada vez más seguidos-. Ten. –Tomándole una mano, le colocó una fina alianza de plata- Iba a dártela antes, pero ya ves que no se pudo –finalizó con tono gracioso.

            -Yo no tengo nada para darte –murmuró apenado el mayor. Todo era tan irreal…

            -Si me prometes que tratarás de ser feliz, eso será regalo más que suficiente para mí, Dem. No digas nada -lo detuvo al ver que disponía a hablar-. Descansa. No me olvides y te amo…

            -Tam…


|||






            Se sentía increíblemente liviano, pero aún así intentó abrir los ojos sólo para encontrarse con todo borroso. Poco a poco las cosas fueron tomando nitidez: paredes blancas, puerta blanca, sábanas blancas… todo de un insulso color blanco, incluso la bata de la mujer que leía distraídamente una revista.

            Trató de levantarse, pero un fuerte mareo lo hizo caer nuevamente. La voz de aquella mujer llegó de forma difusa a su cabeza, luego la vio salir y casi al instante, volver a entrar con un hombre de bata del mismo color, el que se acercó apuntando con una pequeña linterna a sus ojos. Por instinto se hizo a un lado, cubriéndose la mirada con una mano.

            -¿Me oyes, Demian? –preguntó, quizás demasiado alto.

            -¿Qué sucedió? –Su voz salió pastosa.

            -Coma etílico; siempre hay alguien para estas fechas –dijo casi para sí, como meditando-. Por suerte te trajeron a tiempo, aunque no era muy grave –explicó el hombre mientras rellenaba unos papeles-. No acostumbras a beber ¿verdad? –Cuestionó con una risita, pero sin esperar una respuesta-. Te haremos unas últimas pruebas y si todo sale bien, podrás irte mañana. -Sonriendo de lado, el doctor salió de la habitación, dejándolo con la enfermera, que le tomó la presión entre tantas cosas.

            Ahora que estaba solo nuevamente, se dedicó a analizar todo. ¿En qué estaba pensando? No le daría la cara para disculparse con el vecino que lo hubiera hallado en tan deplorable estado. Sin embargo y muy extrañamente, se sentía tranquilo y con una paz interior que no recordaba haber sentido desde hacía mucho.

            Se llevó la mano izquierda delante de los ojos como buscando algo, un algo que no encontró y que le hizo sentir ganas de llorar, aún sin saber la razón de todas esas cosas que estaba sintiendo.

            Aprovechó que ese día se quedaría ahí para no preocuparse por nada y dormir. En la noche se la pasó soñando cosas absurdas pero hermosas con Sebastian, incluso que iban a visitar a la abuela Elle, la que había fallecido hacía casi un año atrás.

            Ya por la mañana amaneció repuesto. Extrañaba a Seb más que a nada, pero era conciente de que no volvería y a él no le gustaría que su niño llorara por su causa de ser el caso contrario. Sonrió sinceramente por primera vez en varios días y se dirigió a la recepción del hospital donde, después de devolverle su ropa, la enfermera le indicó que le entregarían el resto sus pertenencias.

            Tomó el sobre de papel madera que tenía escrito en negro lo que suponía era el número de su habitación y la fecha de ingreso y salió del enorme establecimiento. Sólo lo abrió para sacar su reloj ya que no se había molestado en fijarse la hora antes. Sintió algo extraño en su pecho cuando encontró, junto con su reloj y sus llaves, un pequeño anillo de plata que no reconocía como suyo, pero que a la vez sabía no pertenecía a nadie más. Se lo colocó en el dedo anular, con la seguridad inconciente de que quedaría perfecto ahí.

            Sabía que Seb no estaría más al despertar por las mañanas, pero su recuerdo nadie podría quitárselo nunca.


            -También yo –murmuró sin saber el por qué, pero sonriendo mientras, a paso lento, volvía a casa.

Notas finales:

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).