El tren paró, despertó con el sonido al frenar iba abriendo poco a poco los ojos. Los tenía rojos y le dolían mucho. Cogió las maletas y se fue, no sin antes mirar hacia los lados.
Salió de la estación y cogió un taxi.
Taxi: ¿A dónde?
Luigi: A mi empresa. –El taxista miró por el retrovisor y se quedó sorprendido.
Taxista: ¿Luigi? ¿Eres tú?
Luigi: Si, soy yo.
Taxista: Por fin tu secuestrador te dejó libre, me alegra que estés bien. Tu familia esta muy preocupada, se temían lo peor.
Luigi: No me secuestraron.
El taxi salió hacia la empresa de Luigi. Volver a reencontrarse con todos, iba a ser difícil miraba por la ventanilla. El cielo estaba azul, muy azul como el mar de Ciudad Diamante, ese que admiró junto a Waluigi en la noche más bonita de su vida, en la que se dejó amar.
Delante de él se levantaba el edificio de seis pisos. Le pagó al chico y cogió la maleta. Se dirigió hacia la puerta, en su cabeza recordaba “vete a sarasaland y vive la vida” pero ¿qué vida iba a vivir? no seria nada sin su amado.
Decidido entró, todos le miraron y susurraban.
Capataz: ¿Luigi?
Luigi: Si, soy yo. –Sonrió levemente.
Capataz: Menos mal que estas bien, ¿te hicieron daño?
Luigi: No.
Capataz: ¿Quién te secuestró?
Luigi: NO ME SECUESTRARON. –Alzó la voz tanto que se escuchó por toda la empresa.
Se fue a su despacho, al entrar estaba Roberta mirando hacia la calle, no le sorprendió ver a Luigi.
Luigi: Que raro que no me digas si me han secuestrado.
Roberta: Ya sabía que no estabas secuestrado.
Luigi: Gracias por cuidar de la empresa.
Roberta: Ha sido un placer.
Luigi: ¿Has llorado? –Dijo al ver que tenía los ojos rojos.
Roberta: No, ¿y tú?
Luigi: Tampoco. –Sonrió, tiro la maleta y le abrazó.
Se sentó encima del escritorio y ella en una silla.
Roberta: ¿Qué has estado haciendo estos días?
Luigi: ¿Días? dirás semanas. Nada pensar… he conocido a alguien muy especial.
Roberta: Yo también, muy especial. Me gusta tenerte como amigo, eres tan leal.
Luigi: Ya pero… el estupido matrimonio concertado.
Ella se quedó callada y cruzó una pierna.
Roberta: No me gusta eso.
Luigi: Ni a mí. –Sonrió.
En el hotel, Waluigi dormía bocarriba en el suelo, por la nariz corría un hilillo de sangre. Se despertó y cogiendo un pañuelo se taponó la nariz.
Waluigi: Tengo que dejar la puta coca. Dios, mi cabeza. –Veía borroso, estaba mareado y tenia nauseas.
Miró en el ordenador había un e mail con una dirección y una hora: las tres y media. Y un texto.
“Se que eres el mejor, necesitamos tus servicios”
Se levantó, sus piernas temblaron y casi le hizo caer.
Buscó su maletín negro y lo cogió, el reloj de su muñeca marcaba las dos del mediodía. Con el maletín en la derecha cogió las llaves del coche y se metió. Todo a su alrededor se movía, arrancó el motor. El sonido sonaba como un trueno en sus oídos.
Waluigi: Ya esta… tengo que dejar de verdad la coca. Mi cabeza. –Se apoyó en el volante y bajó la misma unos segundos.
Pronto el coche se movió, siguió las instrucciones y llegó a una callejuela mal oliente; de las alcantarillas salía vapor y las fachadas estaban oscurecidas por la humedad. Frente a él se levantaba una preciosa casa, de dos plantas con un balcón muy grande.
Llamó a la puerta, por una rendija se vieron unos ojos grises.
Chase: ¿Quién eres?
Waluigi: Me habéis mandado el E-mail. Soy Waluigi.
Chase: Espera un momento. –Sonaba ruidos de cerrojos.
Se abrió la puerta, un hombre con una capucha le llevó a una sala gigantesca, iluminada por las velas. La gente estaba sentada en el suelo, otros tenían sexo en sofás y rincones.
Algunos se metían coca y se drogaban, era como una gran orgía.
Pasó por una puerta, un chico joven de pelo rubio estaba sentado en una gran mesa de madera.
Alan: Bienvenido, siéntate. –Se sentó en una silla de terciopelo azul- Ya puedes retirarte. –El otro chico salió.
Waluigi: ¿Me mandaron el correo?
Alan: Si, así es. Me han dicho que eres el más eficaz y bueno.
Waluigi: Exacto.
Alan: A ver la misión es matar a un jeque del petróleo.
Waluigi: Vale, acepto.
Alan: Quieres algo de beber. –Dijo dirigiéndose a donde tenía las botellas.
Waluigi: No bebo pero gracias.
El chico se puso un culín de whisqui y se sentó nuevamente, le miró a los ojos fijamente y cerró los suyos.
Pronto los abrió.
Alan: Pareces un chico frío, sin sentimientos.
Waluigi: Claro por eso soy sicario ¿no?
Alan: Tienes razón. –Sacó una bolsita y esparció una línea de polvillo.
Waluigi: Yo que tu dejaría esa mierda, mata a Dios.
Alan: Cuando te enganchas no puedes dejarlo. –Aspiró.
Waluigi: Touche.
Alan: ¿Quieres?
Waluigi: No, lo estoy dejando.
Alan: Una al mes no hace daño.
Por la puerta apareció una chica de cabello castaño rojizo, con preciosos ojos azules y algo baja, su sonrisa era perfecta y sus labios preciosos.
Vestía un vestido rojo a juego con el pintalabios, sombra de ojos negra. En un lado del vestido tenia un broche de una margarita.
Alan: Te la presento, ella es Daisy.
Waluigi: ¿Asesina?
Daisy: Algo así, a veces. ¿Tu nombre? –Educadamente se levantó.
Waluigi: Yo soy Waluigi Wario, a tus pies. –Le besó la mano.
Daisy: Buen caballero aunque tus ojos son fríos como tu personalidad.
Waluigi: Que bien me conocéis. –Entrecerró los ojos.
Alan: Los ojos son el espejo del alma o eso dicen.
Waluigi sacó su paquete de cigarrillos y sacó uno, se lo puso en la boca y buscó en su bolsillo el mechero.
Rápidamente ella sacó uno.
Daisy: Toma, usa el mío.
Waluigi: Gracias. –Lo encendió, dio una calada que le llegó a los pulmones.
Daisy: Creo que nos vamos a llevar bien.
Waluigi: Yo creo que también. –Se sonrieron mutuamente.
Alan: El encargo tiene que estar completo esta noche a las doce, si no has cumplido yo mismo te cortaré el cuello.
Waluigi: Perfecto, que así sea. -Le dio la mano.
Alan: Mátalo lo más discreto posible.
Waluigi: Inyecciones al ataque. –Dijo sacando un pequeño maletín dorado, lo abrió y tenía jeringas y botecitos de muchos colores.
El chico se reclinó en su asiento y sonrió.
Alan: Veo que eres muy bueno, ¿desde cuando llevas?
Waluigi: No me acuerdo creo que desde los trece o catorce. –El chico se quedó con los ojos abiertos.
Alan: ¿Tan joven? Pobrecillo.
Waluigi: Nadie sabe lo que he pasado yo… mis padres y mi hermano fueron asesinados… me quedé solo. –Una lágrima bajó por su mejilla.
Daisy: Te comprendo, yo también he tenido que vivir sola. Buscándome la vida por las calles, si tienes ganas de llorar llora, el llorar no te va a hacer más flojo. Tus ojos son poderosos como tu alma. –Le secó la lágrima.
Waluigi: Gracias.
Se levantó y le besó la mano, al chaval le dio la mano y sonrió.
Alan: Cumple y te daré una buena recompensa.
Waluigi: Tranquilo cuando lo acabe te enviaré un mail.
Alan: Así me gusta.
Cogió su maletín y se fue lentamente, el chico le esperaba en la puerta. Daisy le sonrió, sus pasos sonaban fuertes, en la gran sala solo quedaban tres personas hablando tranquilamente.
Chase: Estaremos esperando tu respuesta, adiós.
Waluigi: Adiós.
Abrió el maletero del coche y dejó la maleta allí, arrancó el motor que rugió suavemente.
Tenia que descansar para cumplir correctamente con su encargo.