Capítulo VI La canción del viento
Aquellos ojos a punto de ser bañado por las lágrimas, permanecían desenfocados. El terror se apoderó de su blanquecino rostro. La amable y maravillosa Thoru, se enteraba del secreto.
¿De qué me sirve tener vida eterna?... si ni siquiera quieres verme a la cara. Toda aquella dolorosa transformación, el doloroso pasado, jamás nos dejará tranquilos.
¡No puedo aceptarlo!, ¿cuánto más debo pagar?, ¿qué tan grande es nuestro crimen?
Nuestras manos tomaron esa vida.
Sin embargo, ¿por qué permanecemos en las sombras?
Nuestro corazón, no está distante. Es tan doloroso este fuego que me quema las venas y la garganta… la sed.
Salgo de mi escondite y no percibo su presencia. Mis dedos rozan mis colmillos. Sí, he cambiado, al fin.
Nuestras sangres se mezclaron en el ritual de la conversión.
¿Cómo podría ser menos infeliz?, ¿por qué no nos fijamos el uno en el otro?, ¿qué nos atrae?... ¿acaso esa era una simple atracción que se confundió con amor?
Entonces explícame el miedo que siento en estos momentos. Me consumo en mi propia tristeza y soledad.
Aquellas palabras, ¿eran todas mentiras?, no, no lo se. Si estoy ciego, completamente ciego y sin voluntad para actuar.
Gélidos ojos, mírame una vez más. Traspasa el umbral de mi existencia que fue reducida a un contrato de sangre.
Eso es lo que necesito para llenar y eliminar este dolor y carencia. Para olvidar que en polvo me convertiré si alguien quiere acabar con esta vida artificial. Si, la vaga noción de estar vivo. Sin poder sentir totalmente como humano. La humanidad a la cual se renuncia, sea por decisión propia o por simple necedad.
Ahora que lo veo todo parece más vago e irreal.
Ya no queda nada de los Souma dentro de mí.
Absolutamente nada. Obtuve lo que deseaba, una explicación.
-Todavía me amas- repito como consuelo.
Las palabras de Yuki calaban en su mente. “Algún día me odiarás”.
Odiarte…
Mientras Yuki no se apartaba de ese cuerpo. La chica que tenía abrazada con tanta fuerza estaba muerta.
Las personas que pasaban a su lado, le miraban con horror.
Apenas fue conciente de que llamaba la atención, dejó a la niña en el suelo. Le apartó lo cabellos castaños y ondulados del rostro. El parecido con Thoru eran específicamente esos rasgos…
-Lo siento- murmuró y desapareció.
Hay veces en que no puedes perdonarte a ti mismo…
La canción del viento, ¿qué me traerá?...
Cuando llegué a casa, vi esos rojos ojos que me miraban sin rencor alguno. Había un pesar que no lograba ocultar.
Fue cuando lo supe.
Lo que Kyo me dijo era verdad… debo vivir lo que yo quiero.
Lo que yo quiero, eres tú.
La canción del viento, la cual nos arrastra… nos abraza, nos asfixia…
Cariño mío,
¿Puedes perdonarme?,
El odio no es suficiente,
Tampoco esta culpa que me carcome.
Sólo quiero verte a mi lado,
Cada día de mi vida,
Sea real o no,
¿Es demasiado pedir?
Esta soledad me está consumiendo,
Invade mis sentidos, uno por uno…
Si lo único que quiero eres tú… ven…
Terminemos este ritual de sangre…
Aunque no sigamos juntos eternamente, déjame creer que puede ser de ese modo. La oscuridad que radica en nuestros corazones, no nos termine por destruir en el acto de amar.
Cariño mío,
Sigues rompiendo las rosas de mi jardín,
Las de este infierno terrenal,
Con tu espada las destrozas,
Más abres tus negras alas,
Sin poder despegar del suelo.
Gélidos ojos, aquellos ojos tan fríos e insondables… tan melancólicos y llenos de pesar… mira el presente que se abre ante nosotros y camina junto conmigo. El destino de un hijo de la sangre, no se define por la cantidad de presas que capture, ni la saciedad de la sed… nuestro destino es más infinito y cambiante… somos libres para amar y cambiar lo que no se ha escrito. Estamos condenados a vagar en un mundo que cambia, mientras nosotros, permaneceremos aletargados en una época que se muestra renuente ante nuestra existencia.
Muchos se harán los sordos, otros nos escucharán y otros negarán nuestra presencia…
Mientras que otros ahogarán su grito… cuando descansen entre nuestros brazos.
Aquellos que nos cazan, seguirán siendo parte de nuestra familia… los Souma, aquellos que han sido condenados a atraparnos y nosotros a ser atrapados.
FIN.
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