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Cuando Ciel tenía doce… por Nein

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Notas del fanfic:

Disclaimer: El universo de Kuroshitsuji no me pertenece solamente los he tomado prestado. 

 Espero que les guste, es mi primer fic de Kuro. NO contiene spoilers.

Disfruten >.O

~Nein

:3

 

 

Cuando Ciel tenía doce.

 

 

Cuando Ciel tenía doce años siempre había fantaseado con el momento en el que cumpliera dieciséis. Se veía aun como cabecilla de la empresa Phantomhive, pero infundiendo más respeto del que podía poseer un niño de doce. Se imaginaba alto, con los hombros más anchos y las caderas más angostas, y sin sus rasgos de niño. Poderoso.

 

No solo había imaginado en el respeto que ganaría, también fantaseó con la idea de sobrepasar a Sebastian en altura. En ya no tener que mirarlo hacia arriba, como admirando el sol. En poder sonreírle burlón por haberlo dejado varios centímetros atrás. Pero ahora, con sus dieciséis años ya cumplidos, nada fue como él se lo imaginó.

 

Había crecido mucho esos cuatro años, pero no lo suficiente como para sentirse satisfecho. Estaba más alto, sus hombros se habían ensanchado y sus caderas se habían angostado, sus rasgos ya no era redondos como los de un niño de doce, ahora eran más maduros pero sus ojos parecían aniñarlo. No tenía la imagen poderosa que se imagino sino una mas fina, con un cuerpo esbelto y elegante. Además, Sebastian aun estaba una cabeza por arriba de él.

 

Esto lo incomodaba. Siempre todo lo que Ciel había planeado había resultado bien, por eso no le gustó para nada ver sus fantasías trucadas.

 

Y no sólo eso había salido mal, también Ciel comenzó a percibir otras fallas.

 

Cuando Ciel tenía doce dejaba que Sebastian entrara al cuarto de baño cuando él tomaba sus diarios baños de tina para frotarle los lugares a los que él no alcanzaba a llegar. Ahora que tenia cuatro años más se sentía incomodo al dejar que Sebastian lo ayudara en su limpieza personal. Y cuando Sebastian hacia ademán de querer ayudarlo a cercarse, Ciel solía tardar más de lo común en salir del agua queriendo atrasar el momento lo más posible. Porque, imaginar la toalla guiada por las manos de Sebastian recorre su piel al igual que esos ojos carmesíes, mostrarse desnudo ya sin su cuerpo infantil a esos gatunos ojos lo hacían sentir una extraña turbación.

 

Desde entonces, le había prohibido entrar al cuarto de baño cuando él estuviera aseándose.

 

Cuando Ciel tenía doce tampoco solía turbarse cuando Sebastian los vestía cada mañana, ni cuando lo desvestía cada noche. Pero ahora, mientras Sebastian abotonaba su camisa blanca, a Ciel le parecían miles de botones esperando su turno, mientras Sebastian, inclinado frente a él, parecía tomarse su tiempo con cada uno. Pero lo que mas odiaba era cuando Sebastian  lo ayudaba con el nudo de su corbatín. En esos momentos quedaban frente a frente, Sebastian con los ojos concentrados en el nudo, mientras Ciel aguantaba la respiración incomodo de su proximidad. Y siempre al terminar, el mayordomo levantaba sutilmente su mirada y la posaba en él por unos segundos antes de incorporarse como si nada, dejando a Ciel exaltado y provocando que quizá tomara su bastón con demasiada fuerza.

 

Cuando Ciel tenia doce tampoco solía tener esos sueños con los que aveces soñaba. No eran pesadillas, eran completamente opuestos a las pesadillas, pero siempre lo hacían despertar agitado, sudoroso y terriblemente incomodo. Ciel siempre por las noches se dormía con el temor de despertar a la mañana siguiente con uno de esos sueños y descubrir que Sebastian lo había presenciado, por eso había creado el hábito de despertarse medía hora antes de la hora a la que él acudía a su cuarto. Pero en una ocasión en la que se había dormido más tarde de lo usual investigando un caso para la reina, su reloj corporal falló y se paso la hora acordada. Para mala suerte de Ciel, justo ese día tuvo uno de esos sueños.

 

Había abierto sus ojos lentamente, con una sonrisita en los labios, las mejillas rosas y los ojos brillantes. Aun con la necesidad latente bajo las sabanas. Se había desperezado confiando en que aun tenía media hora para solucionar su problemilla cuando lo vio ahí, parado frente a su cama sin expresión en el rostro y mirando directo a su problema.

 

Ciel de repente tuvo la sensación de que le habían tirado un balde de agua helada por la cabeza.

 

Rápidamente había tomado una almohada y se había cubierto con ella. Sentía la cara arder de vergüenza.

 

Sebastian sólo lo había mirado una vez más antes de salir silenciosamente del cuarto, dejando pulcramente sus ropas recién planchadas encima de su cama. Inmediatamente Ciel había enterrado su cara en la almohada, queriendo gritar de horror.

 

Notas finales:

~Owari

 


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