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¿Obsesión o amor? por Ishtar

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Notas del fanfic:

Bueno, es un romance entre un prostituto y...Ya veréis quién ;) Nos encontramos en un mundo futurista, Tirak. Ya me diréis qué os parece ;)

Ah, debo advertir algo. Al principio escribí escenas de sexo, pero no me gustaba el resultado y las corté. No vais a encontrar de eso. Lo lamento xD

 Edito:

Sé que dije que iba a hacer un bonus lemon...Está en camino. Me está costando mucho más de lo que pensaba. ¡Lo siento!

Notas del capitulo: Primer capítulo. Es posible que parezca un poco pesado. Como suele ocurrirme, al principio mis historias carecen de argumento, casi. Por favor, os pido paciencia.

Una suave alarma lo despertó, pero Mathek permaneció en la estrecha cama de su pequeña habitación hasta que una voz femenina, suave pero mecanizada, le habló desde los múltiples micro-altavoces que había en las paredes.

 

-         Es hora de levantarse. Se te espera en quince minutos en la plataforma. Tu desayuno está en la mesa, Mathek.

 

La alarma cambió de la delicada música inicial a algo más estridente y monótono.

 

El joven de sedosa cabellera rubia se levantó a desgana de la cama, y aquel molesto sonido remitió por fin. Era consciente de que si volvía a acostarse, empezaría otra vez, e incluso vendrían los robots de seguridad.

 

Pero no iba a llegar a semejante extremo. Al fin y al cabo, estaba allí para trabajar.

 

Se envolvió la sábana pulcramente blanca entorno a la cintura, y, arrastrándola como la cola de una novia, fue a la mesa y se tomó rápidamente el vaso de agua vitaminizada y la pastilla alimenticia.

 

Se acercó a la puerta corredera de color ocre (toda su habitación era de aquel color) y puso la mano sobre el panel  de la derecha. El escáner reconoció sus marcas digitales.

 

-         Espero que trabajes mucho. – Dijo la voz femenina mientras las puertas se abrían.

 

Mathek cruzó sin responder.

 

Se encontró en una plataforma de cristal opaco. A los lados había multitud de plataformas iguales, y delante, todo lo largo que era el larguísimo corredor de colores dorados donde ya había algunos hombres y mujeres observando la mercancía.

 

El joven se sentó al borde de la plataforma, cubriendo sus vergüenzas con la sábana. Algunos de sus compañeros se exhibían activamente para ser elegidos y trabajar más, pero Mathek prefería la discreción. No quería que lo escogieran por el tamaño de su pene, que no era gran cosa.

 

Echó una mirada un par de metros por debajo de su nivel, donde estaba el suelo del corredor, y observó a los clientes. Pocos, y la mayoría varones. Ah, sí…Era la época de fiestas, en que los hombres solteros iban a los prostíbulos y las mujeres de compras con las amigas.

 

Evaluando, comenzó a descartar. La mayor parte de las féminas (cuatro en esos momentos) preferían a prostitutos fuertes y varoniles que las hicieran sentir queridas como sus maridos, novios o amigos no conseguían. Mathek, delgado y adorable, pero en absoluto masculino, no sería el escogido.

 

Se resignó a ser la víctima de algún hombre que prefería dar por detrás que por delante…o peor, un tipo con ganas de nuevas experiencias. Esos solían ir directos a lo que buscaban, y no se preocupaban por desgarros internos ni nada que no fuera ver si el recto de un varón se sentía tan bien como la vagina de una mujer.

 

Suspiró, abatido.

 

[Vaya día me va a tocar…] Pensó, desanimado.

 

 

 

 

Pero pasó la mañana sin llamar la atención de nadie. Hizo un pequeño descanso para comer en su habitación, y, por la tarde, la cosa no parecía querer ir a mejor.

 

[Voy a volver a recibir una bronca…]

 

Cuando uno no trabajaba, el encargado humano lo reprendía por vagancia. Eso, al menos, las tres primeras veces. Luego, de lo que cobraba por un servicio, en lugar que llevarse el 70% se llevaba el 50. Tres más y se llevaba el 30. Una semana más sin trabajar…Y adiós.

 

Al menos esa no era la situación de Mathek. Aunque no era muy popular, sus clientes eran fieles. Todo lo fiel que se puede ser a un prostituto, al menos. Cuando lo probaban, la mayoría seguían pidiéndolo cada vez que se pasaban por el local.

 

¿Por qué? El joven quería pensar que era por sus encantos personales, porque era agradable, un poco juguetón, porque era cariñoso. La realidad, seguramente, era por su total incapacidad de ponerse en el papel dominante, lo que hacía que el cliente tuviera una libertad casi completa.

 

Distraído como estaba, notó en el último momento que alguien se detenía frente a su plataforma. Al bajar la mirada lo vio.

 

Era un joven de su edad, más o menos veinte años. Tenía el cabello castaño y corto, y los ojos de color azul profundo. Un azul muy bonito, se dijo. Tenía la piel ligeramente bronceada, y era alto y robusto.

 

Su expresión era dura, como cincelada en piedra, indescifrable.

 

Incluso el interior de su mente era difícil de leer.

 

Mathek se recluyó en el interior de su cabeza con espanto. De forma inconsciente, aquel don, aquella maldición, aquella rara habilidad que poseía desde niño se expandía para tocar los pensamientos de otros, para leerlos, para conocerlos. Aquello lo asustaba.

 

Ladeó la cabeza y sonrió al desconocido.

 

-         Hola. – Saludó.

 

El otro se movió un poco. Entrecerró los ojos, lentamente, y sacó del bolsillo la tarjeta de una hora que había comprado en recepción. Se quedó quieto, mirando con fijeza a Mathek con aquellos ojos. Él, confundido, movió la cabeza al otro lado.

 

-         Tiene que pasar la tarjeta por el lector. – Explicó. – Entonces las puertas que tiene delante se abrirán y podrá acceder a la habitación. – Titubeó. – Es lo mismo para todos, señor.

 

Quizá no lo quería a él…

 

El cliente puso la tarjeta en el lector. Hubo un leve pitido.

 

-         Bienvenido, señor Aurór. – Saludó la voz femenina y artificial. – Esperamos que disfrute del servicio.

 

Las puertas de cristal que había frente al cliente, debajo de Mathek, se abrieron con un suave siseo y dieron paso a un corto pasillo de paredes de vidrio.

 

Pero el joven permaneció donde estaba y volvió a mirar al rubio, fijamente. Sus ojos eran como dos zafiros deslumbrantes.

 

Dudando, Mathek permitió que un delgado tentáculo de su mente avanzara hacia el cliente y tanteara los pensamientos más superficiales.

 

Te he estado buscando.

 

Eso pensaba el joven de corto cabello castaño. El rubio se retiró inmediatamente. Aunque sentía curiosidad por aquella afirmación tan radical, no quería conocer el significado.

 

Ladeó la cabeza, sonrió, y se deslizó hacia delante para caer.

 

El cliente tendió los brazos y lo cogió al vuelo por la cintura, sosteniéndolo un instante y dejándolo de pie en el suelo después.

 

Cuando quiso apartarse para cruzar el pasillo hasta la habitación, notó que el otro lo mantenía aún sujeto, apretado contra sí. Confundido, Mathek alzó la cabeza, y sus ojos celestes se encontraron con aquellos dos zafiros.

 

-         ¿Se…ñor?

 

El otro entrecerró los ojos y lo soltó con suave lentitud.

Notas finales: Hasta ahí ;)

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