Muchas han sido, son y serán las historias escritas sobre vampiros. Seres que viven en la oscuridad, que aprovechan la noche para desangrar a los humanos clavando sus mortíferos colmillos en nuestras débiles yugulares. Que no sienten ni padecen, fríos, calculadores, deseando arrastrarte en la oscuridad para alimentarse de tu sangre, para desgarrar tu vida en solo unos segundos. Siempre han sido considerados entes solitarios, incapaces de mostrar sentimientos, sin preocuparse por quién había a su alrededor. Adaptándose al cambio del mundo mientras la Eternidad les iba consumiendo poco a poco. Actualmente hay millones de páginas webs que explican los pasos a realizar para matar a un vampiro, las protecciones posibles si encontrases alguno de ellos... Sandeces. ¿Y si todo lo que se sabe de ellos no fuesen más que mentiras? Su alergia a la luz solar, su alergia al ajo, el daño que puede hacerles que tengan ante ellos un crucifijo o el dolor que sienten cuando tocan agua bendita. Todo mentiras. Nada de eso es real.
Por muchos es sabido que hay cientos de miles de historias sobre ellos, desde el legendario Conde Drácula hasta el último vampiro que se ha hecho famoso por su aparición en una saga de libros, Edward Cullen. Pero aquello que se escribe en un libro no es más que la fantasía de un autor, cuentos irreales con personajes y situaciones irreales en los que todo es perfecto y nada parece escapar a la lógica de alguien a quien le gusten las historias fantásticas. Pero el problema de estas historias es que carecen de lo esencial, y no estoy hablando de lo que les es necesario para mover masas alrededor de todo el mundo y conseguir millones solo porque en una carpeta salga la cara del protagonista, sino a que una historia realmente llegue al corazón, a esa pequeña fibra sensible que se dice que tienen los seres humanos, que con relativa facilidad nos hace llorar, entristecernos o alegrarnos.
Los Hijos de la Noche son algo más que seres nacidos de libros o de la imaginación de unos pocos. Son reales, tanto como tú mismo, tu madre, tu vecino o tu pareja. Están entre nosotros, son tan normales que solo en excepcionales circunstancias se podría averiguar su turbio secreto.
Hace tiempo yo conocí a uno de ellos, hace tanto que el olvido se ha ocupado de enterrar aquellos momentos en lo más profundo de mi memoria, pero aun así solo debo hacer un pequeño esfuerzo para buscarlo. Si lo hago con detenimiento puedo recordar a la perfección sus ojos. Eran de un azul más intenso que el del cielo en el día más soleado... Llegué a amarle más que a mi propia vida, y sin embargo ahora solo hay dolor. En lo más profundo de mi débil corazón lo siento cada vez que le recuerdo. Pero eso... no es momento para contarlo ahora.
Mi nombre es Jairo. Yo tampoco creía en la existencia de los vampiros. Había leído toda la información circundante a ellos miles de veces, eran tan simples que los conocía de memoria, y cuando tuve a uno delante no supe como reaccionar.
Fue un torbellino de emociones. ¿Iba a matarme? Tenía miedo, podría devorarme en cualquier momento. ¿Y si me torturaba para divertirse? Esa sensación me hizo estremecerme de pies a cabeza. Notaba el sudor frío bajar por mi espalda, siguiendo la columna vertebral. No podía escapar allí donde estábamos, pues me había visto. Había clavado sus ojos azules en los míos, me había atravesado el alma, helado la sangre en las venas, casi paralizado el latir de mi corazón.
Y eso fue el principio de todo. Quizás debería comenzar mi historia por el principio, cuando aun era ingenuo y todo lo que ocurriría después me resultaba algo irracional.
¿Quieres escucharme? Puedes sentarte junto a mí, pero te advierto que cavilaré en ciertos aspectos que puedas considerar poco importantes, o quizás ignore algunos más interesantes. Si es así te pido perdón, aunque agradeceré que escuches mi historia con atención, pues entenderás a qué me refería al decir que casi todos los datos actuales referentes a los vampiros son erróneos. Sienten, padecen, son totalmente humanos, y sus sentimientos pueden llegar a ser inmensos. Tan poderosos e indescriptibles que quien fuese capaz de definirlos con exactitud se le podría considerar un loco, intentando encerrar en míseras palabras algo tan profundo que ni la misma Humanidad sería capaz de entender aunque se escribiesen millones de lineas sobre ello.
Así que acomódate, mantén cerca de ti todo lo que vayas a necesitar mientras vayas a escucharme, pues pediré que se mantenga el silencio, mi voz está un poco quebrada y me es indispensable hablar en voz baja si estaré largo rato haciéndolo. Atiende pues no repetiré mis palabras, y el momento de las preguntas será cuando haya concluído mi relato.
¿Estás preparado? Empecemos pues.