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Crónicas del Coronel Roy Mustang por Dark Amini

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Hoy me siento un poco nostálgico. Yo siempre estuve en el frente de batalla y estar detrás de un escritorio es muy incomodo. No puedo evitar anhelar esos momentos donde mi vida pendía de un hilo. A mi mente llegan innumerables recuerdos, sensaciones y reflexiones.

 

Recuerdo el principio de cada batalla, donde el guerrero siente un golpe de adrenalina que pareciera reventar el pecho y dejar expuesto el corazón palpitante, cuyo ritmo furioso aguarda el momento justo en que explotara su ser. El tiempo se congela, la respiración trata de retener hasta el último aliento que guarda liberarse tras el grito de batalla. Nada funde los sentidos como el momento justo al ver al enemigo y avanzar hacia él. Un ser unificado, cuerpo, alma y corazón, que danzan rítmicamente una canción de muerte, instrumentada con el sonido del hierro chocando de la espada y el escudo, el alarido que acompaña un silencio profundo y la respiración jadeante del combatiente. En esos instantes no se puede distinguir el sudor de la sangre que se desprende como un rocío escarlata por el campo de batalla. El dolor y la agonía son superados por el coraje y la necesidad de sobrevivir. Lo ojos que un momento vieron con dulzura, parecen desorbitarse con una mirada feroz, el corazón piadoso se transforma en una masa palpitante sedienta de sangre, deseosa del ultimo suspiro del opuesto, y surge el placer oscuro que aguardaba en silencio en lo profundo del alma, el placer por ver abolido al enemigo, el placer destructivo y voraz que consume la razón, como el fuego lo hace con la hierba seca. En ese instante nadie es reconocible, pareciera que espíritus oscuros posesionaran sus cuerpos y se transformaran en unas maquinas de matar hasta ser vencidos por el hierro enemigo. Y aun así, uno se podría aferrar al ultimo aliento y arrastrarse buscando pelea, sin poderse resignar a la derrota, anhelando llevarse a otro guerrero con él a la tumba.

 

Después de la batalla, un golpe de fatiga desarma los brazos y flaquea las piernas. El dolor antes ignorado se intensifica y paraliza al combatiente, lo convierte en un ser vulnerable y jadeante… regresa a ser el mismo, o por lo menos en parte. Nadie regresa igual de una batalla. Pareciera que al inhalar la sangre vaporizada en la batalla, muta el corazón y el alma, transforma y también origina una perdida. Muchos serenaran su mente y recordaran a sus amigos que yacen tendidos inertes a su lado, ellos que al entregar su vida, brindan un día más de sol al sobreviviente. Los sentidos se desarticulan y el guerrero pareciera entrar en una esfera donde las emociones ahogan junto un trago amargo que sabe a sangre, y donde el sentimiento de victoria adormeciera un poco la perdida.

 

El honor y la sensación de libertar puede palear un poco el dolor físico, dan una justificación a las vidas aniquiladas y se olvida cuantas de ellas fueron bajo la misma mano. Quizás una breve reflexión nos atormente al ver las campiñas cubiertas con sangre y carne, pero se supera al ver a los compañeros que sobrevivieron a la feroz batalla. Entonces lo olvidas y sientes una sensación de paz y alegría, quieres festejar y contar lo habilidoso que fuiste para enfrentar al enemigo.

 

Y quizás mañana regreses a las mismas campiñas, a derramar tu sangre y tu aliento para que otros sobrevivan y festejen su victoria… para que ciclo continúe y la danza mortal lleve consigo a otros protagonistas, a otros que el día de mañana olviden a los muertos que con su sangre, dieron vida a esos verdes campos.

 

Suspiro.

 

Es en estos momentos que vividas imágenes de combaten llegan a mi mente con el velo oscuro de la noche, donde son invocados mis demonios, y estos hacen una danza oscura en mi corazón.

 

A mi mente llega el recuerdo de la primera vez. Al observar por primera vez al enemigo que esta frente a frente,  no se puede sentir piedad, puesto que se que el no la tendría conmigo. Ambos esperamos ver quien hará el primer movimiento, quién se atreverá a dar el primer golpe. Ese instante pareciera ser eterno, el corazón se desboca, el cuerpo se tensa y la respiración se congela. Cuando alguno de los dos se decide, entonces la velocidad aumenta y se convierte en una danza rítmica y coordinada por la supervivencia. Solo se necesita un error de cálculo, una oportunidad y un poco de anticipación para determinar en un instante quien vencerá.

 

En esos instantes mi pensamiento es desterrado y solo dependo de mi instinto. Cada paso que uno da, se convierte en un paso más a la muerte. Solo hay que dejarse ser, desprenderse del pensamiento, de los recuerdos y concentrarse en aniquilar al otro. Nunca es fácil la primera vez. Es un recuerdo eterno y es la renuncia absoluta de la inocencia. La primera vez tienes mucho miedo, te tiemblan las piernas y la espada se siente muy pesada, andas inseguro, por que una parte de ti no quiere hacerlo, se resiste. Es hasta que lo vez de frente, dispuesto a aniquilarte en un solo movimiento. Entonces te paralizas y es el momento determinante en el que te desprendes del miedo o pereces. Algo se activa, el instinto de supervivencia, y es cuando te armas de coraje y luchas contra él. El tiempo se eterniza, ninguno de los dos cede, pero en algún momento un se llenara de más coraje y tiene más fuerza. Entonces se define quien vive y quien muere. Al derrotarlo la imagen de sus ojos desorbitados, el jadeo que produce al intentar aferrarse a la vida y su rostro desarticulado al darse cuenta de lo sucedido, es una imagen que siempre te acompaña, y que incluso, llega a tus pesadillas como un intruso que reclama su vida.

 

En ese instante dejas de ser el sujeto que luchaba contra sacos de arena y practicaba con blanco inmóviles. Tu mirada pierde luz, y en ella se anida una sutil oscuridad, la cual aguarda pacientemente hasta la próxima batalla.

 

Mi oscuridad se alimenta directamente de mi coraje y mis ganas de sobrevivir. Uno cree que lo acompaña el amor de una persona, las bendiciones de los padres y los bellos recuerdos. Pero en ese momento en que estas frente a frente contra el enemigo, te das cuenta que estas solo. Una soledad que se abre como un hueco oscuro y te rodea, una soledad que te hace conciente del latido de tu corazón y de cómo se corta tu respiración a cada momento. Pero también te da libertad y deja que esa parte oscura se apodere de tu cuerpo, de tu ser, y permite que actúes con ferocidad y no tengas piedad alguna sobre tu enemigo. Tal vez, al estar herido, esos bellos recuerdos te arropen un poco y te den el impulso para seguir adelante, pero es la soledad la que determina si vives o no.

 

Suspiro.

 

Continuara...


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