Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Debilidad por Dazel Tenshi

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Después de un largo periodo de sequedad artística me reivindico con este fanfic. Espero que sea de su agrado ya que a mí me encantó escribirlo!

Creo que es primera vez que adopto de narrador protagonista a un personaje de Naruto, espero no me haya resultado demasiado Ooc.

Y les advierto que es lo más lemmon que he escrito así que no se espanten.

Por último decirles que lo disfruten y dejen reviews!

Siempre creí que la mayor debilidad del hombre estaba en la despreciable necesidad del otro. Aquella vulnerabilidad incomprensible al estado de soledad y la imperiosa condición de búsqueda al lazo afectivo y las relaciones interpersonales, me parecía tan sucia, patética y vergonzosa…

A este mundo llegué solo y tenía certeza de que así me mantendría por el resto de mi vida, no me importaban los demás y no era tiempo de que comenzara a preocuparme de ellos.

Es por esto que el transcurso de mi historia había sido un camino árido y solitario, además de largo y un tanto doloroso. Pero tenía mis propósitos, mis ambiciones y anhelos, incentivo suficiente para mantenerme erguido y esperando todo lo que se atravesara.

A causa de mi actitud siempre había tenido roces con la demás gente y me había decidido a cumplir mis objetivos sin ayuda ni compañía. Pero contra todo pronóstico en mis planes se cruzó un imprevisto que los cambió rotundamente.

Por aquella época conocí al incipiente grupo de asesinos Akatsuki, una organización que buscaba dominar el poder de los bijou para utilizarlos a su favor. En un principio los designios no llamaron de mayor manera mi atención, mas aquel ambiente de sórdida criminalidad calzaba perfectamente con mis propios planes. Y una propuesta por parte del líder a encargarme de los fondos y por ende la obtención de dinero para la organización, terminó por convencerme y hacer real mi estadía.

Al pasar el tiempo y comenzar a adaptarme a los ritmos de trabajo y acción del grupo, fue en un principio costoso. La regla del trabajo en equipo fue mi mayor obstáculo, el acostumbrarme a la molesta presencia de un intruso en mi funcionar me llevó a reaccionar de las maneras mas salvajes, llegando incluso a asesinar impúdicamente a algunos de los que serían mis compañeros de equipo.

Pero hasta aquel entonces el líder y los demás integrantes estaban conformes con mi desempeño y habilidades, por tanto era yo una de las piezas importantes del engranaje que formaba Akatsuki. Independiente del problema que les causaba al momento de buscarme un compañero.

Pero un día toda aquella rutinaria cotidianeidad cambió, dando un giro más drástico de lo que yo me esperaba (y deseaba).

El líder había encontrado para mí la “pareja perfecta” (nótese el sarcasmo) éste sería según él mi compañero para siempre y que era posible compatibilizar nuestras habilidades de una manera que nos haría invencibles.

Aquello para mí sonó a falsas promesas, más bien publicidad de cuarta, y fue imposible tragarme aquella sarta de sandeces.

Terminé creyendo que solo sería otro enquencle más que terminaría cediendo a mis asesinas manos.

Mas no fue así… fue peor.

Cuando me lo presentaron estaba sentado en una silla frente al escritorio que solía utilizar Pain para informarnos de nuestras próximas misiones o algún recado con respecto al grupo, se encontraba de espaldas (la que por cierto llevaba desnuda) y a su lado apoyaba una hoz de tres hojas, imponentemente macabra.

Cuando me le acerqué pude notar en él aquella pose de indiferencia y superioridad que suele caracterizarlo.

-Kakuzu, te presento a Hidan. El será tu nuevo compañero- dijo fríamente Pain, sin expresión más que su mano indicando suavemente al chico que estaba a un lado mío.

La primera impresión al verle fue que era un idiota, aquel rostro no sobrepasaba los 18 años, y físicamente parecía muy débil. De su cuello blanco colgaba un extraño dije que no logré asociar a nada, sus cabellos eran de un extraño color plata y sus ojos impenetrables y burlones de un tinte rojizo y violeta que me hizo odiarlo desde aquel mismo instante.

Pain me explicó que aquel niño era inmortal al igual que yo, y que por aquella razón el podía dejar de preocuparse en encontrarme otra pareja.

Al saber eso un escalofrío recorrió mis espalda sin razón clara, la sola mención de su inmortalidad presagió desastre. Y aquella sonrisa de arrogancia en el peliplata aumentó mis augurios de una tortura próxima.

Inmediatamente después de aquella presentación, Pain nos impuso una misión. Era algo simple y que traería beneficios del tipo económicos a nuestra sociedad.

Yo me paré sin pronunciar palabra y caminé fuera del lugar, sin importarme si era seguido por el otro. Hasta que escuché una voz detrás de mí

-Hey, tú… Idiota enmascarado- fue un tono chillón y molesto que enervó todos mis sentidos, aquello comenzaba a oscurecerse y ese chiquillo definitivamente sería mi perdición- Dónde vas?, se supone que debemos llevar a cabo una misión-

-Escúchame, niño- le encaré con la voz más fría y dura que pude sacar, más parecía resbalarle mi tono ya que se me quedó mirando con aquellos grandes ojos amatistas que lograban perturbarme sin que quisiera admitirlo.-Has escuchado al líder, tenemos misión, ahora tu me seguirás y vas a procurar mantenerte callado o te mato-

-Es que no lo escuchaste, idiota?- respondió rápidamente con sus facciones denotando molestia- Soy inmortal no puedes matarme ni aunque lo quisieras-

-Encontraré la manera, si es que no te callas- concluí, fulminándole con mis fríos ojos y siguiendo mí camino. El continuó musitando cosas que no quise oír.

La misión se llevó a cabo de manera perfecta, todo se había resuelto y las ganancias eran abundantes. Mas mi paciencia, mi buen semblante, mi frialdad y seriedad se fueron al carajo con mi nuevo compañero.

El viaje se hizo largísimo y plagado de peleas verbales entre ambos, definitivamente nuestras personalidades chocaban de manera estrepitosa. El idiota de Hidan se encargaba de chillar y molestarme hasta el extremo de desquiciarme.

Aquel viaje fue suficiente para enterarme con qué me estaban obligando a relacionarme y al final de día ya estaba en mí la imperiosa necesidad de matar a unos cuantos, de aniquilar con mis propias manos algunas vidas, para intentar que con ello se fueran todas mis frustraciones y furias. Mas para aquello no había solución, Pain estaba empecinado en unirlo a mí y por mi parte era imposible deshacerme de él recurriendo a la muerte.

Estaba siendo obligado a convivir con aquel loco, fanático religioso, caprichoso chillón, niño del demonio y cuanto insulto pueda inspirar.

Una vez que volvimos a la cueva de Akatsuki, con las manos llenas de dinero y el chiquillo insultándome de manera incansable, supe que aquello solo arraigaba más mi idea de que las relaciones impersonales, los lazos afectivos y toda aquella sarta de estupideces, eran en sí la cualidad más despreciable y humana.

Entregamos a Pain el respectivo informe y me retiré lo más rápidamente posible, necesitaba de silencio y algo de paz para tranquilizarme. Mas no contaba con que mi nuevo compañero me siguiera, el tonto parecía prendido en la idea de hacerme la vida imposible. Una vez que estuvimos en lo que era mi “habitación” y lamentablemente desde ahora, también la suya. El niñato recomenzó con su perorata de chillidos que ya comenzaban a exasperarme.

No bastó ni un minuto para que mi paciencia colmara hasta el borde, y terminara explotando en furia y odio. Tomé al chiquillo de los hombros y golpeé su rostro con toda la fuerza que acumuló mi ira. La respuesta no se hizo esperar, el de ojos violetas se incorporó veloz y contraatacó con un par de golpes que resultaron ser insólitamente dolorosos. Nuestra habitación se volvió un campo de batallas, los golpes, los gritos, la ira y desesperación, la sangre y el odio corrían a caudales y terminó por llamar la atención de los demás habitantes, quienes acudieron intrigados a ver lo que sucedía. Después de muchos esfuerzos y algunos golpes, lograron separarnos. Hidan continuaba gritando al viento insultos que solo aumentaban mi ira y mis intentos de zafarme del agarre que nos mantenía alejados, recorría en mi sangre la necesidad de verlo desgarrado y  doliente entre mis dedos, solo quería matarlo.

Al cabo de unos cuantos minutos, cuando los ánimos ya habían bajado, la calma volvió a inundarme y el rostro molesto de Hidan parecía tranquilizarse, los demás más nos dejaron solos, y solo quedando en nuestras mentes una advertencia de Pain con respecto a nuestra convivencia.

La verdad es que no puse demasiada atención a lo que decía, solo giraba entre mis pensamientos la desquiciante sensación de asesinato y sadomasoquismo que el otro me producía. Cuando volví a mirar al de ojos amatistas pude notar que este se encontraba en iguales condiciones que yo, seguramente en su cerebro maquinaba tretas para eliminarme.

Esa noche, entre el sopor nocturno, los silencios perturbadores y mis reflexiones permitidas, surgió la idea de que mi comportamiento con respecto a Hidan no había sido del todo maduro, estaba mostrando una clara debilidad al entregarme a la ira de aquella manera, siendo solo producida por los insistentes chillidos de un niño. Y en mi mente se formó más ira que se contuvo en forma de ojos violetas.

Al pasar el tiempo y extenderse la estadía de Hidan en mi rutina diaria, las cosas no habían mejorado. Las peleas continuaron en salvajes enfrentamientos que en un principio había sido detenidos y calmados por los demás integrantes de Akatsuki, pero luego estos se habían rendido ante la idea de imponer paz y nos habían dejado tranquilos en nuestra masacre mutua.

Y así fue como nuestra cotidianeidad se volvieron largos años de convivencia, de eternas discusiones, pero que en el fondo se entrelazaban en un entendimiento recíproco que el compartir tanto tiempo de nuestras vidas se había vuelto común.

Y entre aquella impuesta relación, en nuestra obligada avenencia, sucedió algo que cambió nuestras vidas de manera drástica. Después de aquello ya nada sería igual, aunque en un principio no quisimos verlo ni admitirlo.

Fue en una de las tantas misiones. Estábamos ambos en un improvisado campo de batalla, nos habíamos desquitado de manera salvaje con un grupo de shinobis de la aldea de la lluvia, aquellos insulsos se habían dado ínfulas de ganadores que les trajeron feas consecuencias. Todos terminaron muertos en amasijos de sangre y cuerpos humanos que hacían la escena macabra y asquerosa.

Como era habitual, al terminar aquella placentera matanza, Hidan había rendido los respectivos honores a su dios, y había efectuado su eterno ritual bajo la fuerte lluvia que caía de nubes negras y amenazantes. Yo le miraba desde el resguardo que me otorgaba el follaje de un gran árbol. El idiota estaba bajo ese indiscriminado chaparrón que más tarde le traería consecuencias.

Al terminar nos juntamos y en el más profundo de los mutismos corrimos hasta encontrar algún pueblo que nos otorgara estadía y seguridad de aquel aguacero cruel.

Entramos rápidamente a cualquier posada de pobre presencia y nos ocultamos en alguna de sus habitaciones.

Para aquel entonces Hidan estaba demasiado callado, y aquello era muy extraño para él. Cuando ya debíamos estar peleándonos por alguna frase salida de sus labios.

Recostado en mi cama me giré a verlo y solo pude notar como su rostro se presentaba sereno y con claros indicios de estar dormido.

Preferí no decir nada e intenté dormir aprovechando el silencio que reinaba la habitación.

Llevaba ya un buen rato sumido en la modorra sin poder conciliar el sueño cuando algo llamó mi atención y terminó por disipar los retazos de somnolencia. Hidan se levantaba de su cama y se encaminaba silenciosamente al baño, dejando la puerta entornada, permitiendo escapar un haz de luz que daba de lleno en el suelo de la habitación.

Todo estaba siendo demasiado normal y silencioso, por lo que intenté volver a dormirme, pero algo impidió mi consigna cuando un quejido suave y claro llegó hasta mis oídos. Patentemente provenía de Hidan que aún se encontraba en el baño, éramos solo dos nosotros en el habitáculo y quizás en la posada completa.

Aunque aquel extraño sonido llamó a mi curiosidad, decidí ignorarlo y me di la vuelta para continuar mi acometido, mas nuevos quejidos se hicieron presentes. Y esta vez adueñándose de mi completa atención, ya que aquel sonido proveniente de la voz de mi compañero tenía un tinte que yo desconocía, y sin querer admitirlo, sonaban vagamente incitante.

Me permití agudizar mi oído para ver si podía con eso averiguar que era lo que sucedía en la habitación contigua, mientras otra carga de suaves quejidos se hizo presente. Esta vez con un gemido final que hizo saltar todas mis alarmas y extrañamente produjo un escalofrío de mi espalda.

Sin saber que hacía, y con la curiosidad imperando a mi razón, me levanté como el más sigiloso de los ninjas y con toda la destreza me acerqué a la puerta del baño, preocupándome de no ser visto ni percibido por Hidan. Mas si mis suposiciones eran correctas (y de solo pensarlos un morbo inundó mis pensamientos) el de ojos violetas no notaría mi presencia.

Cuando estuve lo suficientemente cerca de aquella puerta, puse atención a los sonidos que profería mi compañero, y aquello fue una sinfonía de suspiros, jadeos, gemidos y quejidos que aclaró mis dudas. Hidan estaba masturbándose y solo faltaba comprobarlo con mis propios ojos.

Sin detenerme a analizar aquel último pensamiento, con el mayor sigilo posible, acerqué mi vista a la rendija luminosa que dejaba la puerta y enfoqué mis ojos en lo que sucedía adentro. Una imagen de puro erotismo y sensualidad se me presentó abrumante. Estaba el de cabellos platas frente al único espejo del recinto, con su habitual torso desnudo, los ojos cerrados y una expresión de placer tergiversada en una pequeña sonrisa. Los pantalones estaban semiabiertos y una de sus manos se perdía entre ellos, mano que se movía de manera rápida y fuerte sobre el miembro que salía de entre los ropajes, su otra mano se encargaba de acariciar la zona de su descubierto pecho y plano estómago.

Aquella circunstancia mutiló todos mis pensamientos coherentes y produjo un contundente bullir de emociones que confundió mi mente en una vorágine de cuadros incitantes en que Hidan era protagonista. El peliplata que se masturbaba frente a mí se había tornado una presencia de dulce perversión y morbo que aumentaba con cada gemido sensual que lanzaban sus labios entre abiertos.

Ya no procesaba razones ni claridades, estaba sumergido en un túnel de deliciosa destrucción, solo siendo acompañada por la figura sudorosa y embargada en placer auto otorgado.

Continué mirando sin poder correr mi vista del reflejo sucio que me daba aquel espejo y entonces un quiebre en aquella parsimoniosa acción se efectuó cuando me encontré con la mirada de un par de ojos violetas, sin pestañeos aquellas orbes me observaban obnubiladas en gozo, y solo acompañadas por una sonrisa de perpetua perversión. El peliplata impuso más velocidad a su caricia, sin despegarme los ojos de mis propios ojos.

Aquello se había enredado en una especie de batalla, su mirada parecía desafiante y plasmada de poluto erotismo, y yo no me movía de mi lugar de espectador privilegiado.

Hidan siguió masturbándose a su antojo y al cabo de unos cuantos movimientos más, del proferir de seductores gemidos que resbalaron de sus húmedos labios, eyaculó sobre su propia mano, y su rostro mutó en una clara expresión de delectación que mas tarde terminó en sus ojos cerrados y serenos, suspiros pletóricos decoraron el cuadro de su rostro.

Supe entonces que era momento de irme, y dándome cuenta que desgraciadamente me encontraba tan excitado como mi compañero minutos antes, me recosté sobre la cama que me pertenecía y di la espalda a donde sabía que se encontraba mi compañero.

Unos minutos después un silencioso ojivioleta abandonó el receptáculo en que se encontraba, y sin mayor parafernalia se tiró sobre su cama y se durmió.

Yo no pude concretar el sueño por el resto de la noche.

Al día siguiente todo había transcurrido con aburrida normalidad, como si nada de lo ocurrido hubiese existido jamás.

Ya por mediodía, cuando nos encaminábamos de vuelta a la cueva, Hidan había comenzado con sus caprichosos reproches, exigía comida y me recalcaba que no habíamos ingerido alimento desde la noche anterior.

Yo simplemente le ignoré y continué mis pasos por el camino de barro. Las nubes en el cielo se juntaban sediciosas y grises, amenazando con una nueva tormenta.

-Kakuzu! Vamos, no seas avaro, es que acaso quieres matarme de hambre?- chillaba caprichudo el de ojos violetas.

-Tú no puedes morir- le correspondí con tono neutro.

-Ah! Pero tengo muchísima hambre!- volvió a alegar.

-Digas lo que digas no hay nada que podamos hacer, el próximo pueblo está muy lejos, si quieres puedes coger algo de algún árbol- dije con tono frío, ya empezando a molestarme.

-Podríamos haber desayunado en esa aldea!, pero tu parecías decidido a abandonarla muy rápidamente. Maldito avaro- comentó con voz  venenosa.

Yo no pude responderle nada y no pude evitar una leve tensión de incomodidad que Hidan pareció notar, ya que a continuación arremetió.

-Con que era verdad! Dime Kakuzu, que era aquello de lo que querías escapar?- comenzó con tono semijocoso.

-Cállate- fue lo único que pude decir

-Que sucede?, te encontraste con alguien que conocías?- continuó

-He dicho que te calles Hidan- le respondí con tono molesto, eso empezaba a toma un cauce nada grato.

-Entonces fue que aquella habitación era muy incómoda?- esta vez agregó una clara insinuación a su frase. Y fui incapaz de responderle nuevamente.

-O será algo que sucedió en aquella habitación?- y esta vez sí me giré, totalmente airado lo tomé fuertemente de las solapas de su capa y le agité levemente.

-Escúchame una cosa idiota. En aquella habitación no sucedió nada, y ahora te vas a quedar muy callado y no volverás a abrir tu boca, o me encargaré de cerrarla yo mismo- y agregué a esto uno de mis hilos que se acercó amenazante hasta su boca.

El peliplata adquirió en sus ojos una perversa expresión y una risita burlona que exasperó mis nervios y me obligó a lanzarlo de manera brusca.

-Con que era eso!!- comentó el de manera sádica, yo solo me día la vuelta y seguí caminando.

-No pensé que te incomodara tanto, Kakuzu. Para la próxima cerraré mejor la puerta… O es que acaso prefieres ayudarme- y esas últimas palabras fueron detonante a mi fulminante ira. Me giré rápidamente y asesté un salvaje golpe a su rostro, intentando con ello liberar mis frustraciones.

-Je! No tienes que reaccionar de esa manera Kakuzu. Puedo compartir mi cuerpo contigo- volvió a mencionar burlón, solo aumentando mi ira y enojo. Volvía  golpearlo, cegado por todo lo que aquella mezcla de sensaciones me producía.

Extrañamente Hidan no respondía mis golpes, solo dejaba escapar risitas plagadas de ironía y desviada diversión.

Yo continuaba enmudecido en mi arrebato de furor, en un fuerte garrotazo a su rostro lo tumbé al suelo. El de ojos violetas se incorporó sobre sus codos y me lanzó una perversa expresión de ironía, incipiente furia y algo antes desconocido, pinceladas de lujuria que terminó por encender mi trastorno.

-Qué es lo que sucede Kakuzu? Tanto te perturba haberme visto masturbándome?- comentó sin tapujos y yo finalicé todo posible razonamiento de mi mente. Como animal airado me lancé contra él, lo azoté de manera desesperada contra la tierra del camino y en un arrebato de gloriosa furia desgarré su sucia capa, y de la misma manera liberé mi rostro de aquella máscara. Conduje mi boca hasta su blanco cuello y ataqué sin piedad aquella zona, mordisqueé con hambre y sadismo, escuché un gruñido de dolor y placer escapar de mi compañero y no me detuve en aquel enfrentamiento.

Besé con desespero su pecho y clavícula, di un par de rasguños que le hicieron sangrar sus costados, di otro par de golpes a su rostro con toda furia y alterné la violencia con un salvaje beso en sus labios, arrancando placer y saliva, lengua y dientes que nubló con erotismo nuestras respiraciones.

Hidan por su parte sonreía y gruñía del dolor que le estaba otorgando, apretaba fuertemente mi espalda, rasguñaba y golpeaba de la misma manera violenta y desequilibrada en que yo lo hacía.

Nos revolcamos un rato entre manotazos, lenguas, suspiros, miradas e insultos, yo terminé por retirar las maltratadas ropas de mi contrario y descendí por su sudoroso cuerpo.

El otro me miró con perversión y gozo marcando compases en sus ojos, mordí sin sutilezas una de sus caderas y el profirió un gustoso gemido, mientas enterraba sus dedos bruscos entre mis cabellos sueltos y conducía mi cabeza y boca hasta su miembro erguido. Sin esperar mucho practiqué sexo oral en su pene, percibiendo aquellos pequeños espasmos y todo el placer que implicaba la voz jadeante de Hidan. Chupé, lamí ya acaricié sin reservas el miembro de mi compañero recibiendo por parte de éste más suspiros de deleite.

Aprovechando aquella instancia lamí mis dedos y los conduje enhiestos hasta su ano, comencé con caricias lentas y luego arremetí sin piedad, produciendo en el de ojos violetas un rostro de doloroso gusto.

Aquello ya se estaba tardando demasiado para mi gusto, por lo que sin más preámbulos me incorporé imponente y tomé el cuerpo de Hidan para acomodarlo a mi agrado. Lo obligue a apoyarse sobre el suelo con rodillas y manos, abrí sus piernas con algo de violencia, tomé sus caderas en un brusco movimiento y sin pedirle permiso me introduje con furia a sus entrañas. El religioso solo contestó con un fuerte grito de sadomasoquista placer y se empujó contra mis propias caderas, exigiendo movimiento. Yo no me hice esperar y comencé a embestirlo con fuerza.

Aquella escena de desquiciado juego plagada de instintos animales en su máxima expresión, de mordiscos en la espalda y unos cuantos golpes por ambas partes, gemidos de éxtasis sin límites y penetraciones que aumentaban sin resguardos.

Al cabo de un rato de aquel salvaje vaivén salí del interior de mi compañero y tumbándolo nuevamente al suelo me valí de sus piernas y caderas levantadas para penetrarlo insaciable, esta vez pude observar todas las armoniosas expresiones de aquel rostro mutar en marcadas pinceladas  de gozo y dolor. Hidan cerraba fuertemente sus ojos y se sostenía de mi espalda con sus manos resbalosas por el sudor, continué con aquella locura de cuerpos, manos y piernas para que después de un rato ambos explotáramos en un arrebatante orgasmo que mojó mi mano del semen caliente de Hidan, y el mío llenó el interior contraído de mi contrario.

Cuando pude regularizar mi respiración salí sin cuidados del interior del peliblanco, me levanté de aquel lecho improvisado y llevando conmigo las prendas que me habían sido arrebatadas retomé el camino que antes llevábamos.

Al poco rato me alcanzó Hidan, quien al llegar a mi lado solo se permitió una sonrisa pervertida y comenzó nuevamente con sus chillidos caprichosos.

Después de esa tarde en la que todo se había tergiversado en una maraña de sensaciones, placeres mundanos y confusiones no dichas. Un nuevo tipo de “relación” se había erigido entre Hidan y yo. Además de nuestras cotidianas y habituales peleas, una nueva y gratificante rutina se había sumado.

Sexo sin reparos ni preguntas, era solo cuando a ambos nos invadía el deseo carnal y lo liberábamos a través del cuerpo del otro, sin demasiados preámbulos ni peticiones. Solo sexo por sexo, un desahogo que nos permitíamos recíprocamente.

La mayoría de las veces surgía espontáneamente en medio de nuestras acostumbradas peleas, y entre medio de todos aquellos golpes e insultos nacía esa instancia desquiciante que nos hacía gemir al viento.

Aquello era un acuerdo mutuo, silencioso y sin trancas de por medio, todo se valía en ese juego y no había reproches involucrados.

Fueron noches, tardes, mañanas y madrugadas de locura momentánea acompañada de eyaculaciones satisfactorias, todo sin reglas implicadas pero que con el tiempo terminaron volviéndose en mi contra.

Hidan no era para mí más que un compañero, una persona con la que obligadamente debía acudí a misiones y a quien le permitía algunos derechos que a nadie más le había otorgado. En sí se había ganado un lugar en mi lista que lo separaba de los “demás” y para ser honesto el era el único en aquella lista.

Fue una noche en que acampábamos en medio de cualquier bosque, el ojivioleta ya se había dormido luego de una agotadora sesión de sexo y retozaba desparramado sobre el pasto, desnudo, solo tapado por su capa que yo me había encargado de ponerle (al menos en sus partes más sensibles).

La noche estaba calurosa e impasible, muy oscura y silenciosa, algo perturbante para el hervidero de pensamientos que me atacaba en esos momentos.

En un movimiento impredecible e impremeditado me acomodé a un lado del peliplata. Sin acudir mucho a mi razonamiento me acerqué a su rostro, para que quedáramos a la misma altura, el se encontraba de costado dirigido hacia mi.

Me quedé mirándole sin pronunciar palabra, sin alertarme por mi lógica, solo mirándole en el mutismo aletargante del danzar del viento.

Y entre sus cejas, sus labios y pacífica expresión saltó en mí una grave alarma, un aterrador estremecimiento me recorrió el estómago y pecho y supe que estaba perdido.

Que finalmente todos mis actos habían traído crueles consecuencias, y que el hombre que me miraba durmiendo me había marcado para siempre y sin quererlo.

Aterrado me levanté del lugar y caminé lo más lejos posible de aquel maldito ser.

Golpeé con furia un inocente árbol, espantando a todas las criaturas que dormían tranquilamente sobre sus ramas.

Creció en mí un deseo de aniquilar aquel sentimiento inútil mas todo seguía igual, como yugo de locura recordándome mi propio error, mi propia sentencia, mi propia debilidad.

Siempre dije que la cualidad más despreciable del humano es la necesidad de hacer lazos, de depender de ellos y alimentarlos para que nazcan sentimientos. Siempre creí que aquello te hacía vulnerable y era capaz de nublar tus propósitos de vida.

Es por eso que siempre dije que jamás me involucraría de ninguna manera con nadie, que cortaría todo lazo con mi propia humanidad y me alejaría de todo posible peligro.

Mas fue imposible, toda aquella situación que Hidan y yo nos encargamos de entretejer, trajo más estragos de los que nos pudimos hacer cargo.

Y ahora, que estoy acá, sin poder moverme, suciamente derrotado, sangrante y patético.  Puedo ver con claridad todas las consecuencias que aquella debilidad me produjo.

Suena irónico que al momento de morir piense en él, mi único lazo existente, con quien creí que pasaría el resto de mi falsa inmortalidad, el único ser capaz de penetrar en lo más profundo de mi coraza, quien se rió de manera irónica de todas mis barreras, quien derribó más emociones de las conocidas por mí, quien se encargaba de bajar la máscara que solía cubrirme solo para arrebatar con un beso mi razonamiento pensante, ese que con sus gemidos de éxtasis caló más que mis oídos, ese que me mostró con cruel verdad cuan humano soy, ese que restregó con sus ojos violetas mis más profundos errores, ese que ahora con toda honestidad puedo decir me derrotó y se volvió mi única debilidad… Hidan.

Notas finales:

Son las 4 de la mañana acabo de terminar el texto, así que lo más probable es que esté plagado de errores. No sean tan exigentes jajaja.

Bueno, estoy algo drogado así que prefiero no comentar nada de lo que pueda arrepentirme.

Dejo besitos a mi adorados lectores.

Sayo~~

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).