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La vida da muchas vueltas por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: La marca Naruto es propiedad intelectual de Masahi Kishimoto, y yo sólo los uso sin fines de lucro para el entretenimiento. 

Notas del capitulo:

Hola de nuevo... Bien, como se habrán dado cuenta en este momento bajo la bandera de "Escritora en Huelga" a reserva de que se involucren más con el escrito que hago y que ustedes leen; eso forma parte del proceso escritor-lector que me ayudará a poder ofrecerles cada vez historias de más calidad.

Bien, fuera de eso les comentaré un poco sobre el fic: Va dedicado con todo mi corazón a una niña que aprecio mucho como persona dado que hace poco más de una semana fue su cumpleaños -Sí, llevo haciendo este fic desde hace unos días ya-. Así que Ini, muchas felicidades por tu cimple pequeñuela...

Bien, los dejo leer...verán más notas en la parte final.

Karma.

Todo lo que su madre les había inculcado giraba en torno a eso. Desde pequeño, a Mikoto Uchiha les había enseñado a sus dos hijos la frase célebre de “la vida da muchas vueltas”, seguramente inventada por algún monje asiático que se dedicaba a contemplar los cambios de estaciones sin ocuparse jamás del dinero o de las cosas que movían al mundo que los dueños del imperio Uchiha llamaban “realidad”. Sasuke jamás había prestado atención a las lecciones de su madre; creciendo en un lugar donde el dinero podía hablar más fuerte que la moral no había motivos siquiera para perder el tiempo en minucias. Finalmente, era bien sabido que “el tiempo es oro”.

 

Curiosa y paradójicamente, la única vez que había echado en falta las palabras, que ahora incluso se le antojaban sabias, de su progenitora había sido durante el funeral de la misma y, al momento de su padre lanzar el puñado de tierra para desearle un descanso eterno, se había preguntado por qué jamás la había escuchado. A duras penas lograba recordar que había sido todo aquello que la morena le había dicho… sólo recordaba la frase.

Se daba cuenta en ese momento que la vida daba muchas vueltas y que no necesariamente todas ellas le debían agradar. Nunca, hasta hacía apenas pocos meses, se habría imaginado que un miembro tan fundamental de la familia Uchiha fuese diagnosticada con cáncer. Habían sido largas las horas de consultas a los médicos, de terapias que lo único que lograban era desprender los mechones de su recién canoso cabello, de cirugías para mitigar un poco el avance de las células que destruían a pasos agigantados el cuerpo que las poseía. Hasta que un día, cuando los demás miembros se habían hecho ya a la idea de que las cosas no volverían a ser iguales… el corazón de la alegría de los Uchiha dejó de palpitar, sin gran faramalla ni convocando a todos los miembros de su familia para acompañarla en el último suspiro, el corazón se había detenido al final de las horas de visita hospitalaria. En soledad.

No lloró en el funeral ni mucho menos en la ceremonia religiosa, contrario a las mujeres escandalosas que habían sido amigas de su madre durante muchos años. Ni siquiera derramó esa húmeda tristeza cuando se sintió despechado al momento de ver el cuerpo inerte de la mujer en el velorio… Nada. Sasuke Uchiha no podía llorar.

Miró de reojo a su hermano de cuando en cuando, apreciando cómo él lloraba en silencio y para sus adentros, siendo sostenido por la cálida mano de su cuñado y abrazando la esperanza del nuevo miembro que habría de nacer pronto. Sintió un poco de sana envidia por no poseer él a alguien en quien dejar recaer todo el peso que traía consigo, pero al mismo tiempo tuvo la madurez suficiente para comprender que era algo que jamás había inculcado. Volvió su vista al orador que daba los últimos adioses a la mujer que lo había engendrado.

Se mantuvo estoico hasta el final, contemplando el hoyo en la tierra que ahora se encontraban llenando los enterradores mientras los allegados a la familia se retiraban. Se sentía más solo que en cualquier otro momento de su vida, pero las lágrimas no salían. Y ahí, parado casi al anochecer en el frío lugar de descanso para los difuntos, le dio su silenciosa pero honrosa despedida a Mikoto. El adiós más doloroso que jamás hubiera dado, y el único que no podría deshacer.

Sintió una mano posarse suavemente en su hombro, haciendo que diera un respingo.

-Sasuke...- habló suave su hermano, con una discreta nota de tristeza en la voz que se esforzaba por contener.

Lo único que recibió por parte de su hermano fue un asentimiento, mientras los ojos de ambos se encontraban y reconocían la tristeza del opuesto. Ni siquiera tenían que expresar su sentir, porque no cabían palabras para denotar todos los sentimientos que albergaban en el vacío.

Itachi lo acompañó hasta su auto de un sobrio gris oscuro que se le antojaba exactamente como su humor en ese momento. La brisa había comenzado a arreciar, causando que las hojas volaran y el cabello de ambos se meciera. Tan pronto abrió la puerta del vehículo, devolvió una débil mirada a Itachi y lo abrazó con los ojos, incapaz de hacerlo con los brazos.

-Dale mis saludos a Deidara- zanjó educadamente. No sentía deseos de compartir siquiera espacio vital con otro ser, así que se metió en el asiento del piloto y arrancó a toda velocidad.

Salió del panteón a toda prisa deseando acelerar más en cuanto llegara a la carretera, como si pudiera con eso desprenderse de todo el malestar que venía arrastrando desde que había observado el cuerpo sin vida o como si pudiera alejar las lágrimas de él.

No paró hasta aparcar justo frente al edificio donde se hallaba su pent-house. Deseaba refugiarse en él y permanecer sereno hasta que su cabeza le hiciera ver a su corazón de modo racional los motivos por los cuales tenía que seguir adelante, no obstante no quería entrar; de hacerlo la sensación de soledad emocional se vería completada por una más grande de soledad física y, por primera vez temía, quizás no lograría salir de ella en mucho tiempo.

Volvió a acelerar, resuelto a ir a algún otro lugar que no le recordara nada a su vida, a un sitio donde pudiera atreverse a ser otro y escapar aunque fuera por poco tiempo del extraño sentimiento que su corazón guardaba. Posiblemente estaba sólo furioso por no haber logrado, ni con todo el dinero que poseía, que su madre se recuperara. Tal vez por primera vez se atrevía a ver la falta que ella le haría y lo mucho que la necesitaría.

Anduvo por la ciudad casi vacía durante casi tres horas, antes de darse cuenta que no tenía ningún lugar al cual ir. Quería estar solo pero no quería estarlo… ¡ni quién lo comprendiera! Lo único que deseaba en ese momento era difuminarse entre la gente y olvidar su incómodo pesar. Salió de la zona residencial de la ciudad con dirección a los barrios comerciales, donde siempre podía encontrar un buen bar abierto sin importar el día o la hora.

Estaba consciente de que lo peor que podía hacer era embriagarse en una situación así, pero ya poco le importaba ese nimio detalle. Estaba descorazonado y toda la tristeza que por fin ahora conocía se agolpaba dolorosamente en su pecho; no podía llorar ni estando en soledad.

Se estacionó en un lugar en el que nunca había estado y, todavía bajo el velo de la indiferencia, entró en un pub que tenía aspecto de mala muerte. Sintió un poco de escalofríos, pero quizás eso le daría oportunidad de ser otra persona… ¿Qué más daba?

-Deme sake- ordenó fingiendo cortesía a un mal encarado bar-tender que entre gruñidos y balbuceos molestos y erráticos le atendió.

Se lo bebió rápidamente, deseando caer inconsciente de un momento al otro. Pidió otro y otro… quería olvidar lo patética que se había tornado su controlada vida y los celos ahora presentes que tenía hacia su hermano por haber logrado formar una familia.

Comenzaba a perder los reflejos y a arrastrar las palabras, pero sabía que hiciera lo que hiciese y que aunque estuviera al borde de una congestión etílica el hombre de las bebidas le seguiría sirviendo. De pronto, contrario a todo lo que esperaba, una tristeza embriagadora tomó posesión de él y, aunque las lágrimas todavía se negaban a salir su ahora desaparecida inhibición lo orilló a hablar con un hombre parado a pocos pasos de él  envuelto entre los brazos de un castaño y con una mueca de incomodidad evidente.

-Perdí a mi madre…- logró decir en un tono impropio y lastimero. El sujeto tan sólo lo miró, asomando un poco de pena ajena en los impenetrables ojos.

-Mis condolencias- expresó el otro sin moverse de su sitio. El sujeto de atrás lo miró con curiosidad antes de decirle algo al oído y besar fugazmente al escarlata en la mejilla, haciéndolo fruncir el ceño molesto. Tras unos momentos de una callada y apasionada pelea, el pelirrojo logró despachar al castaño, quien encontró a un par de personas para sustituir a quien había estado en sus brazos hacía unos minutos.

-Qué novio tan patán tienes. Deberías estar con gente más agradable- acotó el Uchiha con severidad. Su interlocutor, de penetrantes ojos turquesa se acercó a él indiferente.

-No es mi novio… Y no estoy con él.

Se hizo un momento de silencio en el cual el moreno admiró torpemente al hombre parado frente a él. Parecía que ambos estaban tensos y examinándose, o que el de cabellos grana pudiera aburrirse y marcharse en cualquier momento.

-¿Y bien?- un tono de impaciencia marcó la voz del chico que, antes de que pudiera darse cuenta, estaba tomando asiento en la periquera de su lado derecho.

-Mi madre murió.- volvió a decir el azabache, sintiéndose extrañamente confortado por las palabras duras y escasas que había producido el hombre que le escuchaba… pero al fin tenía quien le escuchara-…Y estoy solo.

Después de eso, comenzó a balbucear y a despotricar contra la vida y todo lo que pudiera ser presa de su retomada ira.  Estaba consciente de que muchas de esas cosas no venían a tema, pero por lo menos quería encontrar algo de qué hablar para no sentirse tan vacío al tiempo que admiraba embelesado y alcoholizado los penetrantes y pacientes ojos de su escucha.

Producto del mar de sentimientos y de su necesidad casi patológica de afecto silencioso, se acercó a los labios del joven y se quedó suspendido en el breve espacio que los separaba sabiendo que estaba por cometer la peor estupidez que alguien pudiese pero ya no le tomaba interés.

 

 

 

 

 

 

Despertó con resaca y con el lacerante brillo del sol dándole de lleno en la cara. Abrió las orbes oscuras poco a poco, sintiendo su cabeza estallar y se encontró con un panorama que jamás había observado.  Eso no era su departamento ni, ya entrados en materia, ningún lugar que él conociera. Miró a su alrededor nervioso, pensando que había hecho algo la noche anterior pero sin recordar nada más que los penetrantes ojos de un chico con cabello de fuego. Desvió la vista hasta su cuerpo, encontrándose únicamente cubierto por los bóxers.

-Vaya, hasta que despiertas- escuchó una aterciopelada y adusta voz.

Giró la cabeza sólo para encontrarse con el chico con que había hablado la noche anterior.

-¿Qué pasó ano…?- no tuvo tiempo siquiera de terminar de formular su pregunta cuando con un gesto de la mano su interlocutor le indicó que guardara silencio.

-Te caías de borracho, eso fue lo que pasó- un duro gesto surcó la cara del desconocido-. No quedó más remedio que traerte a mi departamento para que durmieras… El cantinero te iba a echar a la calle y me diste lástima.

-Pero…yo te besé- el recuerdo fugaz del acercamiento de sus bocas se hizo presente en la todavía confusa cabeza de Sasuke. Tenía demasiadas lagunas mentales de la noche anterior y tantos recuerdos fragmentados que debía hacer un esfuerzo por juntar todo, pero estaba seguro de que había estado por probar los labios del chico.

Entonces, el pánico tomó parte de su circo mental y aumentó más la jaqueca que tenía. ¿Se habría acostado con ese desconocido? ¿Habría sido él el activo? Asumió que sí pues su entrepierna no dolía tanto como sus anteriores parejas decían que se  sentía la primera vez. ¿Había usado protección?

-No. Casi me besas pero te quedaste suspendido a la mitad, dormido- corrigió rápida y seriamente el aludido, para después agregar con un tono amenazante- Si me hubieras besado no estarías durmiendo aquí…Seguramente algún malviviente te habría sacado un riñón al dormir en la calle.

Sasuke tragó grueso. La voz del joven era demasiado seria pero…

-¿Por qué me trajiste a tu casa a dormir y por qué estoy sin ropa?

-Porque me diste mucha lástima de tan ebrio y dolido que estabas y porque me quitaste a un imbécil de encima- esbozó lo que parecía ser una triste sonrisa-…y a lo segundo, porque me pediste que te la quitara para poder dormir mejor. Está a los pies del sofá.

Todo parecía perfecto, pero todavía faltaban unos cabos sueltos que el moreno no lograba contestar, dentro de ello el nombre de su “salvador” y su localización, además de no estar seguro de cómo responder ante la hospitalidad del chico.

-Hrmmm- intentó preguntar, fallido.  El de cabellos rubí lo miró desconcertado antes de acercarse y ofrecerle una taza con un humeante líquido negro que, en cualquier otro momento habría resultado su panacea* pero que en ese momento se le antojaba poco digerible. Tomó el recipiente entre sus manos -…Gracias.

-No hay de qué, Sasuke-  el azabache se sorprendió de que supiera su nombre cuando, según él, no había dicho nada…claro, estaba lo suficientemente briago como para no notar siquiera que había sido llevado a un departamento con un desconocido. Intentó restar importancia a la situación, pero ahora se le complicaba un poco más preguntar al joven el suyo. Abrió la boca pero no logró formular nada.

-Me llamo Sabaku no Gaara- aclaró de una buena vez la situación, con un tono tan inexpresivo que parecía que se estuviera refiriendo a algún objeto inanimado. Posó sus orbes en él, logrando que el Uchiha se sintiera un poco cohibido. Era la primera vez que le ocurría eso y se lo achacó a la resaca y al desconcierto del cual había sido víctima pocos minutos antes.

-Prepararé el desayuno, que pronto me tengo que ir a conseguir unas cosas - zanjó finalmente la conversación después de la incómoda y abrupta presentación. Sasuke asintió y se levantó pesadamente; la cabeza le daba más vueltas que nunca y una sensación de nauseas amenazaba por descomponer su impávido rostro. Cerró los ojos, intentando controlar ese sentir y al reabrirlos se encontró con que el chico se había marchado a alguna otra habitación.

Se vistió tan pronto como pudo, ahondando su miserable sentir y acompasándolo con dolor de cabeza. Sentía que había actuado de forma patética la noche anterior a causa del dolor producido por el funeral, pero tenía que menguar eso y recomponerse. Pensándolo racionalmente – que era como solía hacer – su madre no volvería por muchos litros de sake que tomara y lo único que lograría sería poner en peligro su integridad; en esa ocasión había tenido suerte de que un buen samaritano lo trajera consigo pero esas oportunidades se daban una en un millón.

Caminó a paso ligero y confiado al sitio donde procedía un constante ruido de metal contra metal. Ahí vio al chico, mirando ausente una sartén y revolviendo unos huevos dentro. Parecía que pensaba otra cosa y que su mirada se perdía en un remoto punto del espacio mientras hacía su tarea, y manteniendo a Sasuke absorto en los claros globos de Gaara. Se acercó un poco, temiendo despertarlo de su ensimismamiento pero considerando que no había “tiempo que perder”.

-Oye- habló con su aterciopelada voz, regresando al chico a la realidad inmediata que tenía-… ¿Estás bien?

-Sí, sólo pensaba- contestó vagamente mientras colocaba de mala gana los huevos sobre un par de platos y le entregaba uno al de ojos negros sin hacer ningún otro comentario.

Sasuke se abstuvo de comentar nada. Tenía dos principios bastante claros en la vida: “Mis asuntos son exclusivamente míos y nadie tiene derecho a inmiscuirse” y “Sus problemas no me interesan si no me incluyen” y ninguno de los dos era excluyente. Elevó los hombros antes de llevar su plato a la mesa y sentarse de frente a su hospedador.

Comieron en un silencio irrealmente cómodo. En apariencia no se mantenían callados por no encontrar un tema sobre el cual podían ser comunes, sino por el mero hecho de gozar del mutismo tanto ajeno como propio. Una realidad que al Uchiha le pareció inexorable era que ni él estaba interesado por la vida y los pensamientos, ni mucho menos por los sueños o aspiraciones, del pelirrojo así como su contrario se sentía exactamente de la misma manera indiferente por él, y eso estaba extrañamente bien.

-Bien, me retiro- murmuró el pelirrojo levantándose de su puesto. El Uchiha lo imitó, considerando que lo más prudente sería abandonar esa casa tan pronto como su propietario lo hiciera y olvidarse de todo el asunto para volver a su realidad.

Dejaron la vajilla sucia en el lavatrastos y ambos salieron de la casa sin el menor indicio de que alguna plática fuese a dar comienzo. Bajaron tres pisos hasta llegar a entrada del edificio y salieron a la avenida. El moreno no sabía dónde estaba con exactitud pero la calle indicaba que la zona pertenecía a la zona comercial de la ciudad, por lo cual el bar de la noche anterior no debía quedar muy lejos.

Siguió a Gaara durante un par de calles más, localizando algunos restaurantes y tiendas que conocía, guardando la compostura y analizando los movimientos del chico. A pesar de la resaca y del dolor sordo que tenía en la cabeza, podía contemplar casi con ojo clínico al joven que seguía actuando ausente en su presencia; no podía negar que era bastante agraciado. Su piel y su poco común color de cabello no hacían más que resaltar sus orbes turquesa y dándole un aire misterioso e inalcanzable. Conforme caminaban se iba adentrando más en sus pensamientos poco sanos, de pronto el de mechones escarlata se viró hasta quedar frente a él y le dijo:

-Das vuelta a la derecha y a media calle te encontrarás con el bar en que estuvimos anoche. Supongo que de ahí podrás volver a tu casa- lo miró con una seriedad que daba aire de formalidad y de ceremonia. El Uchiha asintió y se dispuso a marcharse. Ahí cortaban caminos el extraño que le había escuchado la noche anterior y él. Un momento después, el pelirrojo le llamó de nuevo, haciéndolo voltear: -Lamento mucho lo de tu madre… -dijo con dificultad.

-Gracias- dijo seco el más alto, agradeciendo en el interior el gesto.

Y se separaron.

 

 

Sasuke llegó a la oficina pasado el medio día, pero por primera vez nadie le tomó atención. Tanto su padre como su hermano se encontraban todavía tan deprimidos como él aparentaba no estarlo y se encontraban aletargados. El menor se sorprendió de la forma casi autómata en que su padre se obsesionaba por cumplir con sus actividades en el corporativo; lo más común hubiese sido que se tomara uno o dos días para asimilar la situación pero no, Fugaku Uchiha no se tomaba un solo día de descanso. Era casi una enfermedad.

-Buenos días- saludó desganado desde el marco de la puerta del salón de juntas, sintiendo la pulsación en su cabeza cada vez que hablaba. Por respuesta obtuvo un simplón gruñido que tomó como lo más congruente que podía sacar de cualquiera de sus dos familiares. Sabía su forma de sentir; él también había perdido a la estrella que siempre había iluminado a la familia Uchiha.

Llegó a su oficina, percibiendo el molesto olor a alcohol que tenía impregnado en la ropa. Se daba asco pero no podía hacer mucho más por la causa. Quizás hubiera sido prudente pedirle la ducha a Gaara aunque eso hubiese representado un abuso por su parte… Además, para como estaban las cosas ese día a nadie le interesaría siquiera si se quedaba en la oficina o no. Recargó la cabeza contra la pila de papeles que se elevaban sobre el escritorio y cerró los ojos.

Soñó con la sonrisa de su madre, y de nueva cuenta con todos los problemas que habían acaecido en sus últimos meses. Era hasta cierto grado angustiante, incluso tomando en cuenta la racional tendencia con la que el moreno veía las cosas. La frase “la vida da muchas vueltas” resonó de nuevo en sus oídos, al igual que en la infancia.

Despertó sobresaltado.

Se levantó de su escritorio, decidiendo que ese día tendría que darse por vencido. Si no lograba siquiera permanecer sereno ante sus propios sueños y su resaca se intensificaba cada momento en lugar de menguar, no tenía caso seguir postrado en ese sitio. Tomó su saco, mismo que olía todavía a tristeza y a alcohol, y se dirigió hasta su auto. No se tomó siquiera la molestia de despedirse puesto que ni su padre ni su hermano se percatarían de la ausencia, y probablemente alguno de los dos hubiese ya abortado el trabajo por el día.

Se introdujo a su vehículo y comenzó a conducir sin rumbo determinado y sin prestar atención a nada a su alrededor. Lo único que quería hacer era postergar esa sensación de tener que llegar a casa, misma de la que irónicamente había disfrutado hasta hacía dos días. Consideró seriamente regresar a alguno de esos barecillos de aspecto descuidado de la zona comercial y embriagarse hasta perder la consciencia, pero descartó el pensamiento casi antes de formarlo. No era propio de un Uchiha hacer algo tan deshonroso.

Se estacionó cerca de una plaza comercial y comenzó su andar por la plaza. Todo se le antojaba burdo y superfluo, desde las caras de las personas grises que jamás sentirían qué era lo que él tenía atorado en el pecho hasta los colores de los aparadores que de difuminaban hasta quedar hechos una masa oscura y prescindible. Después de un rato, bufó y salió del sitio.

 

Siguió en su autómata andar todavía un par de horas más, hasta decidir que era imposible seguir postergando el regreso a su pent-house. No era que tuviera muchas ganas de entrar ahí o de ver el lugar mucho tiempo, pero tan cansado estaba que sabía debía llegar ahí; el aroma restante de sake seguía impregnándole las fosas nasales.  Por lo menos un baño habría de darse.

Dejó el auto en la entrada, esperando que el valet parking se lo llevara a guardar y saludó sin mucho interés al anciano portero del edificio. Mantenía su eterna pose adusta, intentando auto-controlar sus deseos interiores e irracionales por escapar del que era su hogar, intentando contener la marejada de sensaciones que le traía el sitio. Eso era algo que nunca le había ocurrido y se lo achacaba a un arranque estúpido debido al sentimentalismo del que había sido presa. Estaba seguro de que no era otra cosa y que podría superarla así como cualquier otro evento que acaeciera en su vida.

Buscó las llaves dentro de su pantalón y con un gesto rápido y decidido la introdujo en el pomo. Entre más pronto terminara con esa indecorosa situación más pronto se vería sobreponiéndose a todos sus demonios auto-impuestos.

Se vio en el recibidor del departamento en poco tiempo, mientras que la incómoda sensación de llanto en su pecho se agolpaba pero las lágrimas que tanto clamaba por liberar se negaban a salir. Ese era, y ahora lo recordaba, el motivo por el cual había optado por no entrar ahí. Tenía muchos recuerdos de su progenitora todavía plasmados con su aroma y todos y cada uno de ellos parecían gritarle en la cara que la había dejado ir. Que un Uchiha no era lo suficientemente fuerte como para anteponerse a la salud y a las células malformadas del cáncer.

Y se sintió abruptamente débil, recuperando de golpe todas las sensaciones que habían pasado a segundo plano la noche anterior debido al alcohol. Todo en su cabeza daba vueltas en relación con el día anterior: el olor a tierra mojada que tenía el cementerio, las nauseas que había sentido al despedirse de la mujer que le había dado la vida, el abrazo silencioso e inexpresivo que le había dado su hermano con la mirada, los celos que sintió de saberse solo mientras que Itachi esperaba una nueva vida al lado de su pareja, el rasposo sabor del sake, la nostalgia, la necesidad insistente de hablar con alguien que no conociera y de sentirse otro, los ojos de Gaara… los ojos de Gaara.

Hizo una pausa en ese momento, trayendo hacia sí la momentánea paz que le había brindado ser escuchado por ese chico de apariencia seria e inexpresiva. Lo había hecho sentirse, dentro de sus delirios de alcohol, menos solo de lo que su situación de desolación le permitía. Y extrañamente necesitaba eso…

Se encaminó a la cocina y llamó por el interfono al portero para pedirle que subiera hasta su casa. El hombre apareció ahí tan sólo unos minutos después, jadeando a causa de las prisas.

-Gracias por venir- a los ojos de cualquiera, podía parecer que Sasuke estaba totalmente recompuesto. La idea era que nadie más se enterara de su sufrir para no quedar bajo la luz de alguien débil, cosa que le había sido inculcada desde pequeño -Necesito que me ayude a empacar.

-¿Se va, señor Uchiha?- preguntó el portero desconcertado. Sasuke negó con la cabeza.

-No, sólo serán unos días- el moreno pensó que no era necesario dar más información de su paradero, que en honor a la verdad seguía siendo incierto.

-Vaya, entiendo- no era cierto. El más joven sonrió nostálgicamente sólo de pensar en lo poco que podía comprender ese empleado sobre su situación. Y no se dijo más.

Al azabache le pareció una eternidad permanecer ahí, pero finalmente hubieron empacado y metido al automóvil la mayor parte de las cosas útiles: trajes, zapatos, ropa interior y accesorios de limpieza personal.

Se despidió del anciano, dejándole un duplicado de la llave para que mantuviera limpio el sitio; el día que decidiera regresar lo último que deseaba ver era el polvo que actuaría como prueba de su abandono. Deseaba ver todo tan impecable como siempre.

 

Tenía la impresión de que aquello que iba a hacer posiblemente no resultaría como lo esperaba, pero ya no le quedaba nada por perder. Quizás sólo por una o dos noches podría albergarse en casa del extraño que le había abierto los ojos sobre lo patético de su soledad; si no resultaba de esa manera, también podía localizar algún hotel en que hospedarse hasta sentirse mentalmente preparado para afrontar lo que viniese.

Buscó la calle e intentó recordar los pasos que había dado desde la salida del apartamento – incluyendo la apariencia del edificio – hasta su auto esa mañana. Estaba seguro de que una vez ahí todo sería cuestión de atisbar una melena despeinada de color rubí. Recorrió durante unos minutos las atiborradas calles de la zona hasta que dio con el bar de la noche anterior, y una vez ahí siguió de largo por el sendero que había recorrido con el taheño.

Finalmente, encontró el edificio y se adentró en él. Subió de nuevo los tres pisos y, sintiéndose completamente estúpido, llamó a la puerta del hombre con quien había pasado la noche. Pasaron los minutos y nadie contestaba. Probablemente no se encontrara. 

Volvió a intentarlo teniendo como resultado el mismo silencio sepulcral. Tal vez lo estaba evadiendo, aunque realmente no existían motivos para eso.  Se recargó en la puerta, esperando a que el chico llegara o se dignara a abrir.

Comenzó a cerrar los ojos erráticamente, teniendo un sueño tan ligero pero tan soporoso que no lograba ni permanecer despierto ni dormir adecuadamente. Miró su reloj: eran pasadas las dos de la mañana, lo cual significaba que había permanecido casi dos horas ahí. Con un bufido y un fallido intento por desperezarse dio por abortada la misión. Conseguiría un hotel y después de unos días volvería a su casa o se compraría una nueva…pero la cuestión que lo había arrastrado hacia ese sitio volvía a sonar fuerte: Quería compañía, aunque fuera la silenciosa presencia de alguien poco interesado por él; quería sentirse otro aunque siguiera siendo el mismo.

Se levantó y se disponía a irse cuando escuchó  unos pasos aproximarse; permaneció estoico y adoptó de nuevo la apariencia imperturbable que tan arraigada tenía.

-¿Qué haces aquí?- preguntó el de ojos claros, indiferente; sólo siendo delatada la extraña sorpresa por un asomo en su impenetrable mirada.

-Tenía que hablar contigo- y era verdad. El de menor estatura pasó de largo, disponiéndose a abrir la puerta de su casa, restándole importancia a la azabache presencia y musitando lo suficientemente alto como para que él le escuchara:

-Lo malo de dar de comer a un perro de la calle es que siempre volverá por más

El comentario, evidentemente, no agradó al de orbes oscuras, que dedicó una fría mirada al joven que –hasta ahora reparaba – venía vestido en un traje negro y una camisa roja abierta por el último botón y exhibiendo una corbata ya tironeada y esperando a ser removida de su cuerpo.

-¿De dónde vienes?- interrogó.

-Eso no te incumbe.

-¿Puedo dormir esta noche contigo?- un ligero toque de necesidad se asomó involuntariamente por su boca. Se sintió por demás estúpido.

-No- replicó después de unos momentos de falsa y mordaz consideración el aludido - Y si no tienes nada más que hacer, lárgate.

Vaya que la contestación era bastante directa pero el Uchiha, acostumbrado como estaba a obtener todo lo que quería,  no se dejó amedrentar. Si lo que quería ese sujeto era dinero para poder permitirle quedarse ahí no tendría reparos en dárselo:

-Te pagaré por dejarme quedar- insistió, logrando captar un poco más la atención del escarlata.

-No me interesa- dijo el otro, terco. Sasuke sacó un papel arrugado de su bolsillo y escribió por la parte trasera una cantidad bastante alta de dinero.

-Te daré esto si me permites quedarme una semana- le mostró el papel –que ahora se daba cuenta era un ticket de una tienda de conveniencia –, los ojos del pelirrojo se abrieron ante la sorpresa. No hacía esa cantidad de dinero ni con tres meses de trabajo.

-Está bien- dijo después de pensárselo un poco, retomando su desinteresada actitud. Lo dejó pasar a la estancia Finalmente, era sólo un extraño que deseaba pasar un día o dos en su casa; se encargaría ya de él si se le ocurría propasarse.

El moreno sonrió con orgullo, pero su mueca fue rápidamente cortada por el de menor estatura, quien le lanzó un par de sábanas.

-Dormirás en el sofá. Buenas noches…

-Buenas noches- la situación no le encantaba al de oscuras mechas, pero de un modo u otro se sentía acompañado en un momento difícil para él.

 

*Panacea: En los mitos se trata de un medicamento capaz de curar todas las enfermedades.

Notas finales:

Bien, espero que esto haya sido de su agrado. Me gustaría que dedicaran unos minutos a la historia que pasaron tiempo leyendo por favor.

Bueno, pasando a otro asunto no tan importante peroque me gustaría que vieran: En estos últimos días hice una cuenta en livejournal donde podrán ver mi retro o las ideas que hay para los trabajos que voy haciendo, así como las cosas que se me complican o algunos pensamientos y proyectos a futuro. 

He aquí el link:  LiveJournal de chibi


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