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La vida da muchas vueltas por chibiichigo

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Notas del capitulo: Humm... bueno, realmente no hay mucho que decir. Espero que lo disfruten y no me linchen si sienten que va algo "lento" prometo que en el siguiente habrá acción. Mientras tanto disfruten.

 

Capítulo 2. Tiempo de adaptarse

 

 

Despertó con un poco de incomodidad; volvía a tener incrustado el espacio vació del sofá en la espalda dolorida. Se removió un poco buscando mitigar la molestia y recobrar el sueño que había perdido y blasfemaba en su fuero interno contra el humano que había hecho ese mueble incómodo, contra todos los sillones y sobre todo contra el sujeto que había tenido la idea de hacer que la gente durmiera en ellos ¡Por caridad de Dios, para eso estaban las camas!

No pudo volver a caer en los brazos de Morfeo, después de notar algunos rayos de sol colarse por la ventana. Carraspeó incómodo y, sabiendo que pronto comenzaría a escuchar la voz de Gaara recordarle que se le iba a hacer tarde, se incorporó y se encaminó pesadamente al cuarto de baño.   

Tenía el cuerpo entumido por la posición tan forzada que tenía que adoptar en el reducido espacio que comprendía el sofá, pero ya que el taheño se había mostrado tan reticente a compartir la cama con él a pesar de sus múltiples intentos por convencerle no había quedado más alternativa.

Cerró la puerta del sanitario detrás de él y abrió las llaves de agua para que se templara. Mientras esperaba se miró en el espejo: sus ojeras estaban terriblemente marcadas debido a los sueños intermitentes que tenía y una molesta y descuidada barba comenzaba a crecerle debido a la falta de aseo personal que había presentado después del día del funeral.

-Sasuke, ¿estás ahí?- tocó la puerta el pelirrojo, todavía con una voz sin desperezar.

-Sí, soy yo…Si quieres vuelve a la cama- el moreno estaba plenamente consciente de la hora en que se había acostado el chico la noche anterior. Primero se habían sentado a charlar de las normas de “convivencia armónica” que tendrían durante esa semana y que consistían primordialmente en no meterse el uno con el otro y respetar la privacidad. Una manera bastante correcta en la cual los dos habían expresado su política de vida “mis asuntos son míos y te quiero lejos de ellos”. Esa plática había sido bastante rápida y parca: Gaara se había comprometido a despertar a Sasuke por las mañanas y hacer las funciones de cocinero y reloj despertador, mientras que el moreno le había entregado el cheque por una nada despreciable cantidad de dinero. Así, estaba seguro el azabache, se movía el mundo.

Después de eso, el moreno se había dispuesto a ocupar de nueva cuenta el sillón que le había alojado la noche anterior y había conseguido cerrar los ojos unos momentos antes de escuchar el sonido sordo de los pasos del otro ocupante del departamento en la cocina y el fregar de la loza de comida.

No pudo precisar con exactitud la hora en la cual dejó de escucharlo ya que bien pudo haber sido por quedarse dormido él; en realidad eso ya no importaba.

Se rasuró y duchó con calma, aprovechando para revisar centímetro a centímetro el cuerpo del cual se encontraba secretamente orgulloso. No se lo diría a nadie, claro estaba, pero la sensación que le otorgaba el saber que tenía un cuerpo bastante bien esculpido lo hacía sentir con un amor propio más alto.

Al salir, el olor a tostadas y a café recién hecho le pegó de lleno en la nariz. Era verdaderamente delicioso y extraño saber que había alguien que preparase esos alimentos para él y que no se tratara de alguno de sus muy detestados empleados domésticos.

-Buenos días- saludó entrando a la cocina, todavía con la toalla en el hombro y el pecho desnudo. El pelirrojo lo miró de reojo antes de volver a concentrarse en la tostadora de pan como si en ella estuviera escrita la verdad de la vida y con suavidad cruzó ambos brazos, tenso.

-Buenos días- devolvió-. Por favor ponte una camisa, playera, sábana o qué sé yo. No me gusta que la gente se pasee semidesnuda por mi casa.

-Pero ¿de qué te quejas si tú estás igual que yo?- dijo con sorna y soberbia el poseedor de las orbes negras antes de mirar con detenimiento al menor. Si bien Gaara no era musculoso y tenía una apariencia más bien desgarbada, la complexión que tenía se antojaba bastante deseable: delgado sin caer en lo esquelético y con unos pectorales apenas marcados sobre una piel de mármol, tenía algunos rasgos más bien andróginos en la parte de la cintura un poco más ensanchada de lo normal en un hombre pero haciendo un extraño y agradable acoplo en el general.

-Deja de mirarme, imbécil-gruñó molesto al notal que era víctima de la mirada de su nuevo inquilino.

-Lo siento- pero no era verdad. Se sentía raro por estar viendo de esa manera a un chico que acababa de conocer hacía dos días y al cual las estadísticas indicaban no podría llevar a la cama. Fingió distraerse en una caja amarilla de cereal, aunque miraba con un poco de lascivia al chico que ponía ahora las tostadas sobre los platos y llenaba las tazas con café.

Se sentaron a comer en silencio, cada cual sumido en sus pensamientos y pretendiendo no interesarse por el de enfrente: actuaban como si estuvieran solos mientras deseaban que el contrario los reconociera. O esa era, al menos, la impresión que tenía el Uchiha de toda esa situación.

Carraspeó un poco para llamar la atención del pelirrojo que estaba inmerso en sus propios pensamientos.

-Por aquí siempre hay mucho barullo. Me sorprende no escuchar nada en las noches.

-Es que los vidrios están aislados- el escarlata se acercó el frasco de mermelada de fresa y embarró su tostada con él. Desvió la mirada hasta encontrarse con el amplio ventanal.

-Muy buena decisión- continuó Sasuke, sin saber a ciencia cierta por qué se tomaba tantas molestias por iniciar un diálogo si el día anterior todo había parecido onírico: compartir la comida en silencio imperturbable. Al no percibir respuesta alguna del, obviamente desinteresado, pelirrojo optó por sumir la mirada en el plato y estudiar meticulosamente el acabado de la vajilla mientras degustaba de su pan y su café.

No volvió a haber intento alguno de plática.

Se encaminó a su oficina, dejando en la casa, que se había convertido en “suya” durante siete días, a un cansado y malencarado pelirrojo y volviendo a asimilar la idea de que en verdad estaba haciendo algo estúpido. Después de todo ¿qué cosa – racionalmente hablando – lo había orillado a buscar a un completo desconocido a la mitad de la noche y pedirle alojamiento? …Era como ser un triste perro sin dueño. Comprendía, aunque de forma bastante burda a causa de su poca habilidad para el lenguaje emocional, que el dolor por la pérdida de la única mujer a quien había considerado un ejemplo de compañía independiente del dinero lo había orillado a buscar el apego físico de alguien, sin importar quién fuera. También estaba la reflexión que había hecho acerca de su propia soledad al mirar a Itachi y Deidara acercándose peligrosamente al día de convertirse en padres por vez primera; el impacto que eso le había provocado en un momento de tal desconsuelo habían sido las principales causas de que se encontrara conviviendo en un departamento con un extraño. Totalmente patético.

Estuvo tentado a regresar y empacar de nuevo las pertenencias que se encontraban fuera de las maletas e instalarse de nueva cuenta en su cómodo, amplio y solitario departamento que contaba con una mullida cama, pero de nuevo se topó con la respuesta que había sido expresada por sí mismo. Ese lugar todavía le brindaba demasiados tragos amargos y, por muy fuerte que quisiera sentirse, le era imposible todavía sobrellevar la idea de la total soledad que le había sido mostrada al ver bajar el féretro de su progenitora, pero sobre todo lo demás…le resultaba extrañamente cómodo y familiar estar en presencia del hosco e indiferente chico. Una oportunidad para poder ser otro…aunque fuera sólo por una semana.

Con un suspiro ahogado mientras estacionaba el auto en el estacionamiento del corporativo Uchiha, dio por zanjada esa situación. Se quedaría en casa de Gaara y, aunque lo más probable fuera que la indiferencia y el mutismo fueran sus más fieles acompañantes, el saberse un completo extraño para ese desconocido le supondría un cambio agradable. Sólo tendría que arreglar lo de la cama…Eso era indispensable.

 

 

 

 

El pelirrojo se dirigió a la cama después de que su extravagante huésped se marchara. Estaba total y completamente agotado por la jornada del día anterior, además de seguir asimilando que alguien aparte de él estuviera compartiendo su techo. Se volvió a hacer la pregunta que no lo había dejado pegar ojo en toda la noche: ¿por qué había aceptado? Generalmente él no era de los que se dejaban apantallar por sumas enormes de dinero, ya que no era de hábitos ostentosos; a decir verdad se consideraba austero en cuanto a sus hábitos, pero en un momento como ése, donde tenía que trabaja mucho más de lo habitual para conseguir sostenerse parecía que el moreno le había caído del cielo.  Siendo totalmente sincero consigo mismo, su propia respuesta le parecía poco convincente: el dinero sí representaba algo indispensable pero no había sido el único motivo. Intentó concentrarse en algo lógico para achacarle el hecho de que tenía a un moreno obscenamente rico dormido en su sala y utilizando su baño cada mañana, pero los brazos de Morfeo lo envolvieron antes de que aceptara la respuesta que conocía desde el primer momento.

Despertó pasado el medio día debido a una sensación de pesadez en el estómago. En primera instancia, no logró recordar qué era lo que lo había causado, hasta que recordó la tostada que había comido en la mañana; el no acostumbraba comer antes de dormir y ahora pagaba su olvido. Caminó con somnolencia hasta el cuarto de baño y rebuscó en el botiquín algún anti-gástrico. Tan pronto se lo tomó, prendió la ducha e inició su ritual de aseo diario.

Sentía las gotas caer sobre su cuerpo, relajándole y refrescándolo al tiempo que le daban la oportunidad de desvanecer de momento todas las situaciones que no le permitían un respiro: el momento de la ducha era el único del día en el cual podía aspirar a la paz.

Salió de bañarse y se vistió a toda prisa, dándose cuenta de su retraso. Debía estar en el trabajo en menos de veinte minutos si no quería ser retado por su jefe: un castaño de ojos grises que daba la impresión de estar buscando permanentemente a algún incauto con quien follar. Un hombre que, si bien no le desagradaba a nivel personal, como jefe lo encontraba totalmente inepto.

Calzó sus zapatos deportivos y salió a toda prisa a la abarrotada calle…Tendría que obrar un milagro para llegar a tiempo y comenzar el trabajo pronto.

 

-Vaya, hasta que te apareces- exclamó el Hyuuga con sarcasmo tan pronto el taheño cruzó el umbral de la puerta de la penosa oficina. Gaara se excusó con la mirada y se dirigió a sentarse en un sillón de piel negra, al lado de un rubio con marcas a cada lado de la cara.

-Es la primera vez que llegas tarde en años ‘ttebayo- le dedicó una sonrisa cómplice el de zafiros.  Gaara miró un momento a su amigo y después puso toda su atención en el castaño, quien le diría lo que habría de hacer ese día.

 

 

 

 

El día del moreno transcurrió con la misma monotonía que el día anterior, aunque fue ligeramente más productivo: prendió el ordenador y revisó la relación de ingresos y egresos que había tenido la compañía ese mes, aunque entendiéndole tan poco que hubo de llamar a uno de los asesores financieros para que se la diera en términos terrestres. Se sentía estúpido por haber tenido que solicitar al hombre que hiciera algo que en cualquier otro momento él pudo haber desarrollado sin complicaciones, pero no lograba sacar a cierto pelirrojo de su cabeza y no comprendía el por qué.

Salió un poco más tarde de lo habitual de su lugar de trabajo por haber intentado convencer, junto con su hermano, a su padre de que lo más conveniente para él en esos momentos sería descansar un par de días y dedicarse a guardar el luto por la mujer que había sido su esposa. Fugaku se veía demasiado demacrado y, aunque quisiera disimularlo, estaba demasiado afectado por la pérdida de su esposa como para tomar siquiera las decisiones más simples de la compañía con efectividad. Claro, era algo completamente normal que los dos herederos y activistas minoritarios insistieran en que descansara y dejara de tomar el trabajo como una terapia tanatológica… A fin de cuentas habían pasado apenas tres días – aunque parecía un millón de años – desde que su madre diera el llamado “último suspiro”, desgraciadamente, el patriarca había decidido no tomarlos en cuenta.

Se estacionó frente al edificio y entró, ya con un poco más de normalidad y soberbia por el recibidor. Subió al departamento y abrió la puerta esperando encontrar ahí al pelirrojo, sin embargo lo encontró solo y a oscuras. Buscó a tientas el interruptor y se sentó en la sala a revisar algunos documentos que tendría que compartir en una junta al día siguiente mientras esperaba a su acompañante para cenar. Pasadas las diez de la noche, y viendo que no había ni rastros del escarlata, se dirigió a la cocina y empezó a preparar los alimentos; mientras lo hacía no se podía dejar de preguntar dónde se encontraría el otro…Hacía horas que debía haber salido del trabajo. No era que le importara, sólo le entraba la curiosidad por conocer un poco más al portador de la fría carta…además de que sentía un extraño pesar por estar solo, como si el recuerdo de su madre le obnubilara por completo.

Se fue a dormir pasada la media noche siendo todavía el único habitante en ese sitio; eso le hacía preguntarse si no habría pasado algo con el pelirrojo. Se planteó salir a buscarlo durante un par de minutos, antes de toparse con la inminente realidad de que no tenía idea de dónde podría estar. Negó con la cabeza antes de desistir. Recién se daba cuenta de la falla que existía en su sistema de “respetar los asuntos ajenos”: no habían intercambiado siquiera algún número en caso de emergencias.

Volvió a tropezar con una de las antiguas enseñanzas que Mikoto Uchiha le había otorgado: Siempre tener a la mano algún contacto en caso de cualquier emergencia.

Bufó molesto antes de colocar la cabeza contra la almohada e intentar conciliar de mala gana el sueño. Si al amanecer el chico no había regresado pensaría en alguna manera de saber su paradero, mientras tanto no era su problema.

 

Un sueño ajetreado y confuso lo despertó de golpe. Al parecer la impotencia que sentía por no poder haber mantenido sana y viva a su madre incluso contando con una enorme cantidad de dinero se volvía a manifestar de manera poco atinada e insistente, impidiéndole así una noche de sueño corrido.

Se levantó del sofá y buscó con la mirada el reloj de pared que apenas se distinguía con la oscuridad. Le costó un rato leer las cuatro y cuarto de la mañana, pero cuando al fin lo hizo se dirigió a la cocina para prepararse una taza de su particular “oro negro”. Recapacitó en que no había escuchado al pelirrojo llegar, pero lo achacó nuevamente al desagradable sueño que le había absorbido. Revisó con la mirada el refrigerador y, al darse cuenta supo que todavía no había llegado a casa.

No era que le importara, pero sabía que podría tener problemas si algo llegaba a pasarle al joven. No… No era que pudiera tener problemas, era que no deseaba que nada le pasara al chico que le comenzaba a brindar un poco del consuelo silencioso que necesitaba sin tener que recurrir a la utilización de frases bobas como: “ya todo pasará” o un pésame eterno y vergonzoso como los que le eran otorgados en la oficina. Gaara tenía un algo que descolocaba al moreno y le impulsaba a sobreponerse él solo a su propio y gran demonio auto-inventado.

Mientras consideraba la veracidad de su más reciente pensamiento y analizaba si sería conveniente llamar a alguna persona en su lista telefónica que pudiera darle razón del joven, se sentó a la mesa y de dispuso a dar los primero sorbos al café. Escuchó el sonido de las llaves detrás de él, y volteó lentamente, desinteresado de aquello que pudiese ocurrir, por lo menos ya había llegado.

Los primeros pasos que escuchó a sus espaldas fueron tímidos, pero tan pronto el recién llegado se dio cuenta de que el otro estaba sentado a la mesa, entró con soltura.

-Lamento haberte despertado- se excusó, creyendo que el ruido con las llaves había alertado al más alto.

-Estaba despierto-apuntó el otro mientras le mostraba la taza donde bebía el café-… No podía dormir.

-¿Algún motivo en particular?- preguntó Gaara pasándolo de largo y prendiendo las luces antes de sentarse en una de las sillas. Sasuke pudo percibir el penetrante olor a sake impregnado en las ropas del otro, seguido por un involuntario trastabillo antes de terminar de sentarse en la silla.

-Apestas a alcohol…Sé que no me corresponde decírtelo pero deberías moderar tu consumo.

-Tienes razón- apuntó con una nota de fría molestia el de mechones colorados-: No es asunto tuyo.

-Pues el que debería aprender a medirse eres tú, finalmente ya estás grandecito como para saberlo. ¿Cuántos años tienes veintitrés o veinticuatro?- pese al reproche que había en su voz, ninguno de los dos parecía interesado más que en seguir con ese hilillo de necesitada conversación. Uno por sentirse solo y el otro por sentirse terriblemente sucio.

-Tengo diecinueve, cumpliré veinte en un par de meses- esa revelación impactó de muchas formas al de cabellos oscuros, quien desencajó un poco la mandíbula. El pelirrojo continuó- ¿Ahora me dirás qué te pasó o no?

-Tuve de nuevo un sueño que involucraba a mi madre y…Bueno, ya no importa- se negó a sí mismo seguir con el relato. No olvidaba que en un momento de nivel etílico en la sangre muy elevado había conocido a quien ahora estaba sentado frente a él con la mirada perdida, pero una cosa era contar sus penas cuando no era consciente de ello y otra muy distinta era hacerlo cuando mantenía plena consciencia de sus acciones. Sasuke no estaba acostumbrado a expresar emoción alguna cuando podía optar por reprimirse y fingir que todo estaba en su debido sitio.

Sintió la mirada de Gaara fija en sus orbes, como si quisiera desentrañar qué era eso que él prefería guardarse, violando su añorada intimidad. Sostuvo la vista en la cara del chico, notando un breve destello de tristeza en su expresión, tan fugaz y efímero que incluso dudó haberlo visto realmente o si había sido todo producto de su imaginación.

Guardaron silencio durante unos momentos, hasta que un hipido por parte del más joven los hizo entrar de nuevo en su realidad.

-Deberías tomar algo para prevenir la resaca de mañana- el Uchiha se levantó de su sitio y, después de dejar la taza en el fregadero de la cocina, se volvió a acostar. Contrario a lo que las personas normales podían pensar, a él la cafeína le profería una sensación de relajamiento muscular que le ayudaba tanto a dormir como a despertar.  Se revolvió un poco en el mueble, intentando encontrar la posición adecuada y reprendiéndose interiormente por haberse inmiscuido en los asuntos del pelirrojo; finalmente era su problema si quería llegar cayéndose de borracho a las diez de la mañana de tres días después pero… ni siquiera él comprendía qué le había orillado a hacerlo.

 

 

 

Gaara despertó tan pronto comenzó a sonar la alarma vibrante de su móvil. La cabeza le dolía y sentía que podía estallar al primer movimiento en falso que diera. Maldecía la mala puntada de haber accedido a salir de copas con su rubio compañero de trabajo después de haber terminado su labor, pero todavía más la hora tan improcedente en que al huésped se le ocurría levantarse para ir a trabajar.

-Bueno…Así es la gente normal- se dijo con pesadez antes de salir de la habitación. Escuchó tras la puerta del baño el sonido del agua caer, así que se dirigió sin hacer ruidos a la cocina para encontrar algo comestible. Abrió el refrigerador y se encontró un poco de leche y queso americano, un par de latas de cerveza que había comprado durante alguna visita de su único amigo y una caja con las sobras de comida china. En resumen, nada de lo que estaba ahí se podía comer.

Se dio la vuelta hasta las repisas donde rebuscó por latas y cajas de productos no perecederos alguna cosa que le abstuviese de ir a la tienda a esas horas. Encontró su salvación en una caja de cereal que, si bien no recordaba cuándo había adquirido, tenía caducidad hasta dentro de un mes o dos.

Al salir el moreno del baño, vestido en su totalidad, se dispusieron a comer el primer alimento del día, juntos. Al de cabellos escarlata, que no le tenía un especial aprecio al cereal, le pareció extremadamente difícil digerirlo: le daban nauseas a causa de la estúpida resaca que tenía.

-¿Te encuentras bien?- le preguntó el ocupante del asiento frente al suyo. Se abstuvo de comentar nada: ni sí ni no. No quería mentir, porque no era algo propio de él, pero tampoco deseaba enfrascarse de nuevo en una plática tan trivial como la de la noche anterior.

-Ayer me hiciste una pregunta- comenzó a hablar pausadamente; le había dado curiosidad saber la edad de la persona con la que compartía el techo. Se fijó en que el hombre asentía- ¿Qué edad tienes tú?

-Veintiséis- contestó parco, al tiempo que se introducía otra cucharada a la boca.

-Ahh- emitió un seco sonido gutural Gaara, más para fijar un punto final en el asunto que por sentirse impresionado. Si bien había creído que el chico era menor, no encontraba ningún sentido en expresar su asombro.

-¿Por qué vives solo?- preguntó el Uchiha pasados unos minutos. La situación comenzaba a incomodar al de cabellos grana, pero no le parecía tan intolerable como para dar por finalizada la conversación.

-Porque hasta que tú llegaste, nadie vivía conmigo- se daba perfecta cuenta que lo único que estaba haciendo era sacarle la vuelta a la pregunta que le había hecho el otro, pero no sentía que fuera necesario comprender.

-Eso no me dice nada...- apuntó el Uchiha frío.

-Entonces capta la indirecta…

-¿Por qué aceptaste que me quedara contigo esta semana?- volvió a interrogar el azabache después de unos momentos de análisis.

-Porque me diste dinero y parecía que necesitabas estar con alguien.

-¿Debería captar también esa indirecta?- preguntó sardónico el más alto.

-Esa no fue una indirecta- exclamó con un extraño aire de diversión, pero sin perder el semblante serio. Sasuke se vio reflejado en ese gesto, reconociendo sus propias actitudes.

-Entonces ¿por qué creo que no es el único motivo?

-Porque no es el único motivo…Pero no te lo diré de todas formas- la dura sinceridad del rubí hizo que algo dentro de Sasuke se sintiera reconfortado. No se había equivocado con respecto a la manera poco normal que tenía ese sujeto para hacerle sentir que todo saldría bien sin decir nada.

-¿Por qué me recogiste del bar esa noche y me trajiste aquí?- efectuó la última pregunta el moreno, midiendo y examinando cada una de las palabras para no exaltar las reacciones que podía tener su volátil interlocutor.

Gaara analizó la pregunta y se tomó su tiempo para definir la manera en que podría contestarla. Sopesaba las posibilidades que tenía y, considerando que no podía haber nada peligroso si contestaba superficialmente, emitió unas suaves y débiles palabras que incluso él encontró difíciles de escuchar:

-Porque tus ojos se veían tan tristes como los míos.

-¿Cómo?- preguntó el de ojos negros, quien evidentemente no lo había escuchado.

-Por la tristeza de tus ojos esa noche- repitió más fuerte, obviando el último detalle de la frase anterior.

-Bueno…Mi madre acababa de morir. Supongo que era normal- una nota más aguda de lo normal avisó que la voz del de oscuras mechas se podía romper de un momento a otro. Carraspeó discretamente para modular de nuevo y proseguir. Gaara asintió mientras se revolvía incómodo en el asiento. Había llegado a un tema que no quería tocar y se estaba aproximando vertiginosamente a la colisión. Fijó la vista en el plato, que apenas había tocado, de cereal y emitió como si nada hubiese pasado:

-Hoy debo hacer las compras… ¿Se te antoja algo en especial?

-Sí, que no cambiaras el tema de pronto estaría bien- contestó con una mordacidad típica Uchiha el moreno. Eso sólo hizo fruncir el ceño al de ojos turquesa, pero no rebatió nada. El ambiente se había tensado rápidamente, causando una extraña sensación de incomodidad en ambos, que permanecían estoicos. Tras un breve gruñido por parte del Uchiha, y un gesto indefinible de hartazgo que se formó en la cara del pelirrojo, ambos hombres se levantaron de la mesa, signo de que no planeaban continuar con esa plática/interrogatorio/discusión o lo que fuera.

Ambos hombres se sentían incómodos, ya que el silencio estaba actuando como un arma de doble filo que sólo caldeaba los ánimos de ambos. A esta situación tampoco ayudaba el mal despertar y la resaca que aquejaban al más joven, ni la poca tolerancia ni volatilidad impropia del Uchiha. El moreno se marchó sin decir nada, auto-controlándose para no cometer alguna estupidez que terminara por agriarle el día tan temprano.

Gaara regresó a la cama, rendido y asqueado por la sequedad de su boca, mientras se juraba a sí mismo algo que sabía no lograría cumplir por más de un par de días: No ingerir más alcohol. Maldecía a Naruto por haberlo inducido y a su huésped por hacerlo levantar tan temprano, así como al mundo entero por sentirse fastidiado de ellos. Pero en fin… sólo tenía que aguantar algunos días más antes de regresar a su vida normal; donde nadie lo estaría esperando al llegar a casa.

 

Casi toda la semana había pasado, y el patrón continuaba repitiéndose: Comían el desayuno juntos y de cuando en cuando se lanzaban algún comentario cordial o hacían el fútil intento por entablar alguna conversación trivial para pasar el rato.  Posteriormente se separaban y no se volvían a ver hasta la mañana siguiente para repetir lo anterior. 

A juzgar por las horas de llegada de Gaara a la casa todos los días, Sasuke había deducido que su trabajo era alguna mezcla entre vespertino y nocturno, pero a causa del olor a alcohol y a humo de cigarrillo que enviciaba el ambiente de la casa cada vez que regresaba podía decir que el chico se la pasaba de juerga. Optó por no volver a hacer comentarios al respecto, ni tampoco cuestionar al joven sobre sus actividades nocturnas; total, a él no le importaba en absoluto ni tenía alguna clase de lazo con el taheño. Resultaba un extraño y retorcido consuelo tenerlo cerca, pero nada más.

Volvió a despertar por la noche, cosa que se había vuelto un patrón regular debido a sus erráticos hábitos, que habían cambiado con una rapidez vertiginosa. Le mantenía intranquilo no escuchar el suave rechinido de la puerta cuando según sus cálculos el dueño del apartamento debería estar entrando y, hasta que no percibió el abrir y cerrar de la tranquera no pudo volver a caer en los brazos de Morfeo.

Al día siguiente  según lo convenido tendría que ir a su pent-house, pero a decir verdad no tenía intenciones de hacerlo. Había encontrado bastante agradable contar con la presencia de otra persona en la casa y verse, irónicamente, compartiendo soledades. Asimismo, sabía que no era del completo desagrado – o indiferencia – del escarlata, ya que en las pocas y torpes conversaciones se había mostrado ligeramente más abierto y liberado de su indiferencia. Quería creer, así fuera sólo por mero orgullo privado, que el joven sentía aunque fuera un ligero grado de empatía hacia él… Deseaba, en contra de todo lo que incluso él hubiera creído posible, ser una compañía similar para él.

 

 

Se sentaron y comenzaron a ingerir los alimentos en silencio. Ninguno de los dos tenía una personalidad tan extrovertida como para armar faramalla por todo lo que sabía se aproximaba; era mejor así en cierto modo. Charlaron secamente sobre el clima, el tiempo y las noticias sobre política que había decidido implementar el gobierno y que ninguno de los dos lograba comprender a fondo, pero nada realmente interesante saltó a la conversación.

El pelirrojo  tenía un sentimiento poco frecuente – y con el cual le era difícil lidiar por lo mismo – atorado en la garganta. Aunque no lo admitiría frente a ese joven, que ahora se le antojaba menos desconocido, le había resultado un cambio bastante agradable poder charlar de vez en cuando con alguien que no apestara a colonia o a alcohol y que, si no estaba interesado, por lo menos lograba fingir. Sasuke Uchiha le había venido a quitar un poco la indiferencia y la monotonía en la que se encontraba sumergido, no obstante no diría nada: estaba suficientemente acostumbrado a lidiar solo con la vida y las situaciones que se le presentaran en ella que no sentía apego por nadie ni por nada; para Gaara sería más fácil aceptar simplemente que el Uchiha no volvería a pisar nunca más esa casa ni a desayunar con él, y él podría disponer del dinero para cualquier aprieto.

 

Sasuke miraba a Gaara absorto al tiempo que se esforzaba en masticar un  bocado de su sándwich: la tristeza y la soledad de esos ojos le parecían tan conocidos ahora que creía que no querría regresar a su vida normal dentro de mucho. Se palpó el bolsillo de los pantalones, recordando mentalmente que ahí tenía un cheque que podría ayudarlo a mantener su falsa vida en compañía por algún tiempo más. Carraspeó inconscientemente mientras intentaba encontrar el momento adecuado para repetir la petición que había hecho apenas una semana antes; al notar la mirada del pelirrojo escrutándole decidió que ése sería el momento idóneo:

-Gaara…- pidió con una recién adquirida formalidad y un tono más adusto y serio en la voz que no dejaron de sorprender a su interlocutor, quien hizo lo más posible para disimularlo.

-¿Qué ocurre?- de nuevo el Sabaku desviaba la mirada, logrando que el de mechas oscuras se sintiera un poco cohibido de hacer la petición… pero ¡por amor de Dios, él era Sasuke Uchiha y no se dejaría amedrentar!

-Deseo permanecer aquí otra semana- listo: había formulado finalmente la frase que llevaba pensando casi cinco horas y eso se sentía extrañamente bien; no obstante le pareció un poco brusco soltarlo de golpe. Miró fijamente al hombre sentado enfrente, quien no exhibía muestra alguna de impresión o interés.

-Está bien- dijo secamente, y tras hacer una pausa para agregar algo, se abstuvo.

-Toma, me parece que esto lo cubre-Sasuke aprovechó para sacar el cheque de su pantalón y lo extendió hasta donde estaba el plato del rubí, quien hizo un gesto negativo con la mano. Por un momento, el desconcierto del más alto se dejó entrever: ¿sería a caso que esta ocasión le pediría más dinero? De ser así, no planeaba aceptar.  Se quedó inquieto y a la defensiva mientras el de mechones de fuego terminaba de pasarse la comida que tenía en la boca.

-Puedes quedarte tu dinero: con lo que me diste podemos vivir- el pelirrojo habló con tranquilidad. Dicha reacción sacó más de su sitio al otro, que creía que otorgándole al dueño del sitio esa cantidad de dinero podría permanecer sólo otra semana.

-¿En serio?- preguntó con desconfianza.

-Sí. No me resulta molesto que estés aquí mientras ayudes con las labores del hogar y me sirves como compañía. Creo yo que eso es lo que tú también deseas- las palabras de Gaara sonaban tranquilas mientras hacía remembranza a lo que había dicho él exactamente siete noches antes en el umbral de la puerta.

-Tsk- se removió un poco en el asiento si estar seguro de qué decir exactamente-… Gracias.

Con un leve movimiento de asentimiento en la cabeza, Gaara se levantó y caminó a la cocina con los platos sucios con el fin de depositarlos en el fregadero.

 

Mientras se dirigía a la cocina con la vajilla sucia recapacitó en lo que había dicho apenas unos momentos antes: no era nada en lo que no creyera, sin embargo le costaba aceptar que añoraba tanto el delgado lazo humano que él mismo había desechado con muchas otras personas. También le asombraba lo identificado que se sentía con su ahora acompañante cada vez que sus orbes se cruzaban: ¿por qué la mirada de Sasuke le resultaba tan parecida a la suya? ¿Qué tenía ese azabache para hacerlo querer mantenerse a su lado incluso a sabiendas de que no era buena idea?

Notas finales:

Bien... espero que les haya gustado el capítulo. Como puse arriba, el siguiente capítulo estará más movido.

En relación a una pregunta que me hicieron: ¿Va a haber lemon?: LLa respuesta es NO LO SÉ. De ser sincera con ustedes es bastante remota la posibilidad de que lo ponga, debido a que quien me haya leído antes sabe que a mí se me complican mucho esas escenas. En fin... el lemon no es seguro, pero si me lo piden quizás lo coloque.

 En fin, espero sus reviews con ansias...ya que a este fic como que no lo han pelado mucho T____T por favor comenten.

Aquí dejo de nuevo el link del livejounal de chibi donde pueden encontrar información un poco más completa del fic. 

 

Kissus,

 c.


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