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Love me tender por EvE

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Notas del fanfic:

Al fin escribo un fic positivo *_* y de los gemelos, mi segundo fic de ellos.

Esta pareja definitivamente es de mis grandes favoritas de Saint Seiya. Me es imposible no verlos juntos, y si bien, adoro a Saga con casi todos los cabellos y la pareja de Radamanthys con kanon me resulta casi irresistible, Saga x Kanon lo es aún más.

Desde hace algún tiempo descubrí que no puedo verlos separados T^TU y parte de esa obsesión se la debo a mi querida amiga Sady, con quien quiero compartir este fic y dedicarselo, por que gracias a ella y a nuestros incontables ratos de´sana diversión  (XD) es que tengo afianzada e mi mente mas que nunca esta preciosa pareja.

Kanon es de Saga, y Saga de kanon *_* no puede ser de otro modo T_T y como justo ayer cumplieron añitos, tenia que hacer un fic para conmemorarlo. Una historia romántica, como pocas de las mias, con final feliz, cosa aun mas extraña en mi xDDDDDDDD pero hecha con mucho cariño, esperando que quien la lea la disfrute tanto como yo disfruté escribiéndola... por que amo alos gemelos *_* y estoy contenta de publicar este trabajo cursi XD.

Inspirada con la canción que lleva el título del fic "Love me tender", interpretada por norah Jones... el fic contiene un poco de lemon y mucha cursileria, no apta para gente diabética xD. Como nota, todos lo dialogos en cursiva reflejan palabras del pasado ^_^

Saludines ^w^ y feliz cumpleaños a los gemes *___*.

Patts.

P.D tuve que dividirlo en cinco partesv  para que cupiera T_T yo y mis "one -shots" >>

You have made my life complete
And I love you so...
Love me tender
Norah Jones

Love me tender 

La sombra de aquel viejo olivo era grande y fresca, el pequeño aspirante a la armadura de Géminis había sido muy afortunado de encontrar un refugio del sol en los casi desérticos parajes del Santuario, por lo que estaba disfrutando muy cómodamente de su lectura vespertina. Kanon saltó frente a el, tan festivo como siempre, con su pequeña casaca llena de lodo y manchas de tierra, las rodillas algo sangrantes y sus mejillas chamagosas, y que decir de sus cabellos, parecía que minutos atrás había explotado un petardo en ellos. Saga alzó la vista y contempló la curiosa y pequeña figura frente a él, suspirando cansino y negando con la cabeza.

Pero eso no disminuyó el entusiasmo del pequeño Kanon, insistió en seguir saltando para llamar su atención, corriendo alrededor del olivo y de su gemelo hasta que este se decidió a cerrar el libro por un momento y brindarle la atención que tan afanosamente solicitaba.

Deberías estar estudiando – Le había dicho con tono aleccionador, como si en vez de un niño de escasos 7 años se tratara de un adulto en cuyos hombros cargaba el peso de una larga experiencia.

Kanon negó con la cabeza y sonrió con todos sus dientes. Se hincó frente a Saga, buscando su mirada verde con insistencia, mientras escondía tras su espalda las manos.

Si adivinas lo que traigo en mi mano izquierda, te lo doy

La voz infantil del pequeño (tan infantil como la de Saga, aunque a este último le parecían completamente distintas) hizo que el futuro caballero de Géminis alzara las cejas, dejando ver en sus ojos cristalinos la curiosidad natural de un niño de su edad, que tantas veces intentaba ocultar… siempre queriendo parecer mayor, siempre comportándose como un adulto… excepto cuando Kanon estaba con el. Para el gemelo menor, Saga siempre era su hermanito, el único con quien podía contar.

Kanon solo lo tenía a él… siempre fue así.

¿Por qué me interrumpes con tus tonterías?

¡Adivina, por favor!

La insistencia del menor y la curiosidad de Saga terminaron por hacerlo ceder. Sonrió ligeramente, dejando a un lado su libro para hincarse en el suelo también, olvidando de momento el hecho de que ensuciaría sus piernitas desnudas al posarse en la tierra ceniza… y el siempre cuidaba tanto su aspecto.

¡Es una rana!

No… ¡Pero es una cosa verde!

¿Un saltamontes?

¡Tampoco!

¿Entonces que es?

La sonrisa de Kanon resplandeció en su rostro. Lentamente, mostró lo que traía en su mano izquierda, acariciando la pequeña nariz de Saga con eso.

Era una hoja algo maltrata de un trébol, que el pequeño travieso había encontrado en una de sus tantas caminatas sin rumbo por los terrenos mas alejados del santuario.

A Saga le fue imposible contener una sonrisa impresionada. Sostuvo el trébol maltratado y lo miró curioso, mientras Kanon se ruborizaba ante la emoción de haber sorprendido a su gemelo… por primera vez.

– Dicen que son de buena suerte, por que no todos encuentran uno

¡Te lo regalo! Es para que te de buena suerte en tu examen de mañana

El rostro del gemelo mayor se tornó templado y lentamente su sonrisa amplia se fue desvaneciendo, aunque no del todo. Tomó el trébol y lo metió entre las hojas del libro que leía, mirando a Kanon como si quiera mencionar algo, pero sin que su boca lograra expresar las palabras. Su hermano, ausente de los pensamientos de Saga, extendió su otra mano. En su pequeña palma apareció la figura roja de un curioso insecto, que Kanon sostenía con una sonrisa aun más amplia.

¡Se donde hay muchos más! La cocinera del santuario me dijo que aparecen en tiempos de lluvias… ¿Quieres ir a ver, gemelo?

Saga asintió y se puso de pie, tomó su libro y luego a Kanon de una mano, dispuesto a ir hacia el sitio que mencionaba. Pero Aioros llegó corriendo, interrumpiendo el trayecto de los gemelos, sonriendo radiante y limpio, listo para la lección que Saga estuvo a punto de olvidar.

¡Ya es hora, Saga!

Por instinto, la mano pequeña mano de Kanon apretó la de su gemelo, queriendo retenerlo a su lado, pero el sabía que aquello era imposible. Saga negó con la cabeza y observó contrariado a su hermano, antes de que su mirada se tornara determinada y seria, dándose la media vuelta para marchar con Aioros a donde Shion los esperaba.

Pero Saga… ¡Íbamos a ir a ver insectos!

Yo no tengo tiempo para eso, Kanon… ¡No me molestes más!

El gemelo mayor marchó junto con Aioros, avanzando a pasos rápidos para no llegar tarde. Y Kanon se quedó en su sitio, mirando como poco a poco se alejaba de él, con sus mejillas surcadas por gruesas lágrimas, que se limpió justo en el instante que Saga volteaba a verlo, notando el llanto del menor, que finalmente también giró para seguir su camino, avanzando en pasos contrarios… alejándose, un poco más.

Saga cerró el libro con fuerza y luego lo guardó en la estantería donde otros cientos más se encontraban. Esa mañana, por azares del destino, se había topado con el trébol que hace mas de 20 años su gemelo menor le había ofrendado, como un amuleto para la buena suerte. Eran increíbles todos los recuerdos que una simple hoja casi desmoronada por el tiempo le podía traer.

Ahora que las cosas parecían estar volviendo a su cause, que las guerras y los rencores parecían cosa del pasado, Saga era capaz de apreciar esos bellos momentos que tuvo la oportunidad de compartir con Kanon y de los cuales solo muy pocos lograron concretarse.

Como le hubiera gustado irse a ese sitio que el mencionaba a recolectar insectos, como le hubiera gustado ensuciarse en el lodo a su lado, mientras chapoteaban sin ninguna otra preocupación… como le hubiera gustado ser un poco más niño cuando tenía oportunidad de serlo.

Y ahora, a pesar de que ya no había necesidad de que entrenara como condenado, ni de que se alejara de Kanon, se sentía incapaz de acercarse más a él. Tal vez por que la culpa aun no le abandonaba, tal vez por que se acostumbró tanto a ser sombrío, que adoptó finalmente como propia esa personalidad, olvidando su capacidad de asombro, sus inquietudes infantiles… sus deseos de convivir con la única persona que en verdad parecía comprenderlo.

Esa mañana cuando se levantara de su cama, descubrió la casa de Géminis sola, a pesar de que en muchas ocasiones le había dicho a Kanon que no tenía necesidad de dormir más en las barracas. Aún con todo, Saga comprendía las acciones de su gemelo. Estaba consciente de que luego de pasarse años exigiéndole que ocupara su lugar de aprendiz en las barracas, la costumbre se había  arraigado tanto en el que ya le era imposible atender su recomendación. Sin embargo, el gemelo mayor quería que lo hiciera.

Kanon ya no merecía dormir en el barracón, no era un aprendiz, no era su estudiante; Kanon tenía tanto derecho como el mismo de vivir en la tercera casa, por que se lo había ganado con creces durante la pasada guerra. El derecho de vivir y portar Géminis, el derecho de ser llamado caballero, de ser respetado.

Y Saga quería que su hermano lo comprendiera, pero era demasiado testarudo para ello. Seguía empeñado en comportarse como la sombra que solía ser cuando ambos eran un par de chiquillos.

El gemelo mayor chasqueó los dientes. Tomó su manto blanco y se dirigió hacia los barracones, esperando encontrar a su necio hermano ahí. Sobre su cabeza, el cielo estaba encapotado. Densas nubes grises anunciaban una tormenta, el viento olía tierra mojada y Saga estaba seguro de que esa tarde iba a llover muy fuerte. La primera lluvia del verano.

Llenó sus pulmones de ese aire delicioso, dejando luego que sus pasos lo llevaran hacia las barracas, donde estaba seguro que su gemelo se encontraba.

Y ahí lo halló.

La figura alta de Kanon, justo como el, pero de contornos esbeltos y espigados, yacía en la entrada de la barraca. Sostenía un enorme caracol contra su oído, ausente de los pasos de felino sigiloso con los que se acercaba; parecía perdido en el sonido que escuchaba del caracol, miraba las nubes y luego en dirección hacia la playa, que no veía pero que se percibía claramente, por el olor a agua de sal que emergía de la brisa de las olas.

Saga lo miró contrariado, su gemelo parecía un loco, murmuraba cosas mientras observaba el cielo cada vez más obscuro, esbozando una pequeña sonrisa, ignorando que ya no se encontraba solo.

– ¡Kanon! –

La voz potente del gemelo mayor le hizo dar un salto alarmado, provocando que casi tirara el caracol, con el que maniobró torpemente entre sus manos para que no fuera a dar al piso. El aludido suspiró al ver a Saga, negando luego con la cabeza mientras el gemelo mayor se acercaba mas a el con una sonrisa casi burlona.

– ¡No me asustes así! –

– ¿Se puede saber que estás haciendo? –

Kanon le dedicó una sonrisa algo enigmática, pero no respondió a la pregunta de Saga. Volvió a colocarse el caracol contra su oído, entrecerrando los ojos mientras escuchaba lo que el viento murmuraba.

El gemelo mayor contrajo el gesto fastidiado. Le arrebató el caracol, provocando que el otro se girara a verlo indignado e intentara quitarle su preciado objeto, sin conseguirlo.

– ¡Devuélvemelo! –

– No hasta que me digas que estás haciendo –

– Estoy indagando sobre la tormenta, hablaba con las olas del mar –

La mirada de Saga fue elocuente. Lo observó completamente descolocado, haciéndole saber a Kanon cuan ilógicas resultaban sus palabras para él. Aquel entornó los ojos, aprovechando la sorpresa de Saga para arrebatarle el caracol de las manos, alejándose corriendo hacia el interior de la barraca.

Esa barraca había sido rediseñada por Kanon cuando volviera al santuario luego de su resurrección. Reparó el techo, las paredes, hasta le puso muebles y una vieja alfombra que sabrán los Dioses como había conseguido. Saga lo acusó de ladrón en el primer instante, pero Kanon juró que no los consiguió de esa forma, y de alguna manera… logró convencerlo. El gemelo mayor se sentía capaz de distinguir las mentiras de Kanon de sus verdades, sus ojos siempre lo delataron.

Con un suspiro, Kanon se dejó caer en la pequeña cama individual. Estaba pulcramente tendida, señal de que el gemelo menor se había levantado temprano. De hecho, toda la barraca lucía en perfectas condiciones. La alfombra limpia, los sencillos muebles sacudidos. Una vieja cómoda y una mesa con una silla de plástico completaban la decoración austera, pero cuidadosamente conservada.

– ¿Qué tontería es esa de que hablabas con las olas del mar? –

Saga arrastró la silla de plástico para tomar asiento frente a Kanon, que volvía a jugar con su caracol, acomodado cuan largo era sobre la camita, con sus piernas cubiertas de grebas y el clásico mallón de entrenamiento sobresaliendo de la orilla.

– Yo puedo hablar con el mar – respondió este con autosuficiencia, tornando sus ojos hacia el gesto escéptico y casi burlón de Saga – ¡De verdad! Aprendí a hacerlo cuando viví en el templo marino –

– ¿Ah sí? Y bueno… ¿Qué averiguaste? – el tono de burla en la voz de Saga era mas que claro, pero Kanon no lo tomó en cuenta.

– Esta tormenta durará máximo dos horas… Y ya se está formando el primer huracán del verano, cerca del triángulo de las Bermudas –

Las cejas del caballero de Géminis se arquearon sorprendidas, antes de que soltara una elegante y discreta carcajada.

– Que loco estás –

– ¡No estoy loco! ¡Juro que es verdad! – Se sentó de un salto en la orilla de la cama, fijando sus ojos verdes y emocionados en el rostro idéntico al suyo frente a él – Y el primer huracán de Grecia será dentro de dos meses –

– Por los Dioses, ¡Que montón de tonterías son esas! –

– Bueno, no me creas – encogiéndose de hombros, al tiempo que recargaba su espalda en la espalda y quedaba desfachatadamente recostado frente a Saga – Tú mismo lo comprobarás cuando llegue el momento –

La lluvia se desató furiosa afuera, afortunadamente, la barraca tenía un buen techo recién reparado por el gemelo menor que los protegía. Kanon le sonrió a su hermano con ternura, mientras este lo miraba aun escéptico por lo que acababa de decir respecto a sus pronósticos del tiempo. Ambos se quedaron en silencio un instante, dejándose invadir por el sonido del agua cayendo constante sobre el techo de vigas de madera y teja, hasta que Saga consideró que era el momento justo para hablar con Kanon sobre lo que tenía en mente.

Se acomodó a su lado en la cama, sentándose correctamente sobre ella, pero recargándose en la misma pared que su gemelo menor.

– ¿Por qué no dormiste en Géminis? –

La pregunta hizo que Kanon tornara sus ojos curiosos hacia Saga, incorporándose para adoptar la misma posición de su gemelo, subiendo una pierna flexionada en la cama.

– Cuando llegué no estabas, y esa casa me da ansiedad si no hay nadie – mostró un gesto infantil de disgusto, antes de sonreírle ligeramente – Me vine a la barraca, pensaba regresar luego de un rato, pero me quedé dormido, lo siento hermano –

– Camus nos invitó a cenar, sino te ausentaras tanto te enterarías de nuestras reuniones y no te quedarías solo –

– Si Camus tuviera la intensión de invitarme, me lo haría saber –

– Vamos, Kanon, no hay necesidad de eso, tu eres parte de nuestro grupo y no necesitas de muchas invitaciones para hacerte presente en el –

El gemelo menor le dedicó una mirada insegura, pero continuó sonriendo divertido.

– Yo no lo siento así, soy como un comodín en el que se pueden apoyar cuando hay problemas, pero no pertenezco a este grupo… –

– Kanon… –

– Y tú lo sabes como yo, no intentes hacerme creer lo contrario –

– Eres mi hermano, peleaste junto con ellos en la guerra pasada, diste tu vida por la causa… es necio de tu parte que sigas queriendo permanecer relegado –

La voz de Saga sonó tan aleccionadora como siempre, aunque sus ojos dejaban ver un atisbo de conmoción. El gemelo menor echó sus ojos hacia el techo, hablando sin verlo.

– No lo hice por la causa, lo hice por mi… y para ti. Yo tenía mis propios pecados que redimir, Saga… y quería convencerte de mi arrepentimiento, esa es la verdad –

– Pues la razón que haya sido, tienes un lugar aquí, y ya no quiero que vivas como un indigente en esta pocilga –

– ¡Oye! No ofendas mi morada – Kanon le soltó un golpe certero en un brazo, moviéndolo ligeramente hacia un lado mientras le sonreía – Que bien que te gusta estar aquí –

– Idiota… deja de comportarte como un inadaptado, te quiero bien presente entre nosotros –

El antiguo aprendiz suspiró, incorporándose más para voltear a ver su gemelo, permitiéndose un gesto un tanto nostálgico.

– No estoy aquí para pertenecer a un sitio, Saga… volví por que quiero estar a tu lado –

– Pues entonces quédate a mi lado, deja de deambular por ahí y sígueme –

– Pero tú siempre estás ocupado –

Era verdad. La mirada y la sonrisa tristes de Kanon hicieron sentir a Saga un extraño dolor en el pecho. Por un instante las palabras le abandonaron, no tenía como debatir lo que su hermano acababa de afirmar, pues en cierta forma las cosas no habían cambiado. Saga continuaba trabajando de sol a sol, sino entrenaba, se encargaba de hacer el trabajo político junto con Aioros, o cualquier otra misión que el Patriarca les encomendara, realmente solía carecer de espacios libres, pero no por que no tuviera opción… la tenía, y simplemente se dedicaba a hacer todo como un autómata, olvidándose de Kanon.

El gemelo menor tenía razón… tenía toda la razón.

– Si me ayudaras con ese trabajo tendría más tiempo libre, holgazán –

– Pero esas son tus obligaciones, no las mías, tu eres el caballero de Géminis – La sonrisa socarrona de Kanon le valió un buen golpe en la cabeza por parte de su hermano.

– Y tu también, pero lo único que haces es evadir tus obligaciones –

– ¡Yo no soy el caballero de Géminis! ¡Los Dioses me libren! –

– ¡Bueno, como sea! ¡No quiero que te alejes demasiado! ¡Punto! –

– Está bien… como tu digas, “mami” – Kanon se tuvo que sobar otro golpe, pero no se le borró la sonrisa – Hermano, ¿Ya pensaste como celebrar nuestro cumpleaños? –

Saga volvió a sacudirse internamente… Era verdad, faltaba menos de una semana para el cumpleaños de ambos y el ni siquiera se había preocupado realmente por ello; su cumpleaños era una fecha que le pasaba inadvertida la mayoría de las veces, sino fuera por que Aioros o alguien se ocupaba de organizarle fiestas desde que era niño, no lo celebraría.

El mayor carraspeó, sin permitirle a Kanon ver la contrariedad que asomó en sus ojos verdes.

– Yo pensé en algo –

Como siempre.

– Vayamos a dar un paseo en velero por el litoral griego, ¡Este fin de semana! Escápate conmigo, ¡Será genial hermano! –

La mirada del caballero de Géminis con la que se fijó en Kanon, hizo retroceder a este último. De inmediato supo había sido una pésima idea y se arrepintió de haberlo mencionado.

– Tengo cosas mas importantes que hacer, Kanon… ¡Como se te ocurre! –

El menor bajó la mirada, notablemente apenado.

– Y además, ¿De donde rayos vas a sacar un velero? No seas ilógico, Kanon, ya madura –

Kanon se mordió el labio inferior por dentro, conteniendo su temblor, sin permitirle a Saga ver sus ojos por temor a que descubriera que se encontraban ligeramente vidriosos. El géminis mayor se puso de pie y avanzó hacia la puerta con paso decidido. La lluvia todavía continuaba cayendo de forma torrencial, sino quería mojarse, tendría que trasladarse hasta el sitio más cercano a su casa por medio de un portal.

Pero no pudo moverse. La faz cabizbaja de su hermano le hizo sentir una presión en el pecho. Bien sabía que no era la primera vez que rechazaba un ofrecimiento de ese tipo por parte de su gemelo, lo había hecho toda la vida, desde que eran niños; el gemelo mayor nunca se dio la oportunidad de dejarse arrastrar por las tonterías de Kanon.

El recuerdo del trébol y los insectos nunca vistos azotó a su mente otra vez. Sus manos se sostuvieron con fuerza en la madera del umbral.

¿Y qué si se dejaba llevar ahora?

Ya no quería imaginarse lo que podría ser aventurarse a terrenos desconocidos con su hermano, esta vez quería vivirlo, y lo haría.

– A las cinco de la mañana… Si consigues el velero para mañana a esa hora, nos iremos a navegar –

Kanon levantó la mirada lentamente del piso, observando con completo asombro a su hermano.

– ¿Qué dices? –

– No me digas que estas sordo… ¿Crees conseguir ese velero para mañana temprano? –

El menor asintió torpemente, al mismo tiempo que se levantaba y avanzaba hacia el, como si aun no creyera lo que escuchaba.

– Entonces que así sea… mañana temprano, sino lo consigues no habrá segunda oportunidad, mañana o nunca –

– ¡Lo tendré hermano! ¡Te aseguro que así será! –

– ¡Y pobre de ti si te metes en problemas por eso! – Renegó el caballero de Géminis, sintiéndose terriblemente torpe por haber cedido al capricho infantil de Kanon, pero a la vez, experimentando una emoción nítida y pura, que sabía ocultar muy bien tras su gesto de aparente fastidio.

Kanon lo abrazó sorpresivamente, haciéndolo tambalearse hacia atrás, apretándolo tan fuerte contra su cuerpo que casi lo dejó sin aire, antes de cubrirlo de un montón de besos en las mejillas de los que tampoco le dio tiempo de huir.

– ¡Por Athena, ya basta! ¡Harás que me arrepienta! –

– ¡No te arrepentirás, te juro que no! –

Y de nuevo, sin darle tiempo de reacción, Kanon lo arrastró de una mano a la lluvia, arruinando las pulcras ropas monacales de Saga con el lodo de sus pasos y el agua que tan copiosamente caía del cielo. Aún si aquello le hubiera molestado lo suficiente como para golpearlo, no hubiera podido. Kanon se movía como un rayo azul de un lado a otro, con Saga de la mano, arrastrándolo bajo la lluvia en medio de sus chapoteos, hasta no haber cubierto las orillas de su túnica de lodo, ignorando reclamos, palabras airadas y miradas furiosas, hasta que al Géminis mayor no le quedó más opción que rendirse y seguir el camino atrabancado que Kanon dictaba, a fin de cuentas… su ropa estaba completamente hecha un asco.

Además, se sentía extrañamente bien siguiéndole la corriente a su gemelo, y no había nadie cerca que fuese testigo de su comportamiento, podía jugar al irresponsable por un instante.


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