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Love me tender por EvE

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A la mañana siguiente, Kanon estaba en El Pireo, con un precioso velero atracado en uno de los muelles a la espera de Saga. La nota que le enviara con un chiquillo aprendiz decía claramente que en ese sitio lo esperaría, solo rogaba a los Dioses por que su gemelo no se arrepintiera de haber aceptado.

Estaba tan emocionado que a duras penas pegó el ojo durante la noche, las horas le parecieron eternas, deseaba salir ya en el velero junto a Saga, alejarse del Santuario, de todos, tenerlo solo para él sin ninguna otra distracción. El corazón de Kanon no paraba de palpitar lleno de alegría, se sentía tan eufórico que si no fuera por que los nervios lo estaban consumiendo, se hubiera puesto a brincar en el muelle para aguantar la espera de ver a su gemelo aparecer ahí.

Cuando empezaba a sentir paranoia respecto a su llegada, Saga hizo acto de presencia, caminando tranquilamente hacia el vestido con ropas casuales y con una pequeña bolsa deportiva colgando de uno de sus hombros.

Kanon abrió grandes los ojos y se levantó, acudió a su encuentro de inmediato, saltando cual infante sin importarle tener casi 30 años y evidenciar cuan alegre estaba con comportamientos tan inadecuados para su edad. Saga negó con la cabeza de inmediato, siendo arrastrado entre los festejos de su hermano hacia el velero, que contempló con sus ojos muy abiertos antes de mirar iracundo a Kanon.

– ¿¿Te lo robaste?? –

– ¡Por todos los Dioses, Saga! ¡No soy la lacra que crees que soy! – Lo condujo a empujones hacia el vehículo marino, que mas que velero, era un mini yate con velas clásicas, lujoso y bello – Me lo prestaron… y no hice nada indebido –

Los ojos de Saga lo miraron escéptico, se subió inseguro y dejó la maleta sobre un asiento, mientras Kanon se dedicaba a desatar los cabos para poner en marchase en marcha. El gemelo mayor se dedicó únicamente a contemplar a su hermano moverse de un lado a otro, hasta posarse en el asiento del timonel y encender el motor, comenzando a hacerse a la mar ante los ojos atónitos de Saga.

– ¿A poco sabes conducir esta cosa? –

Kanon tornó a verlo con una sonrisa autosuficiente, asintiendo antes de volver a poner sus ojos en el horizonte que apenas empezaba a clarear, dejándose envolver prontamente por el viento marino, que le dibujó una enorme sonrisa satisfecha en su rostro… era como si el mar le diera la bienvenida, luego de años de no surcar sus caminos.

– Se nota que no me conoces, hermanito… pero no te preocupes, tendremos mucho tiempo para hablar y conocernos más –

La respuesta de Kanon logró diluir la tensión del gemelo mayor. Se acercó a donde su hermano estaba y este le indicó con una mano que a su lado se encontraba una hielera. Saga entendió el mensaje, abriendo prontamente la hielera para extraer una lata de bebida energética.

– Ya sé que no bebes alcohol, pero hay cerveza mas abajo por si se te antoja –

– Viniste preparado, hermanito –

– Más de lo que te imaginas –

Saga negó con la cabeza al mismo tiempo que le daba un sorbo a su bebida, sentándose junto a Kanon, para contemplar el amanecer que los recibía de frente y no tardaría en dejarse ver en todo su esplendor.

Ahí supo que salir a ese viaje con Kanon, había sido una de las mejores decisiones que tomara en su vida.

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La mañana transcurrió tan tranquila, que a Saga francamente le parecía idílico. Un par de otras atrás, el gemelo menor había activado el piloto automático y ahora navegaban con las velas izadas, dejándose arrastrar por el viento y las corrientes marinas que, según Kanon, conocía a la perfección. Saga creía poco o mas bien nada de toda la palabrería de su hermano, pero tampoco importaba si estaba diciendo la verdad, o si sus locos cálculos resultaban, el caballero de Géminis estaba decidido a ser irresponsable, a no pensar en nada mas que disfrutar de ese viaje que ya comenzaba a resultarle realmente magnífico.

Ahí, echados sobre un par de camas de sol en la cubierta del yate, Saga y Kanon yacían con el torso descubierto, disfrutando de la luz del astro rey mientras bebían tranquilamente y comían de las frutas y otros comestibles que tan inteligentemente Kanon llevara con el. Los pantalones capri que vestía le daban un aspecto de chico playero y despreocupado, mientras Saga portaba un pantalón holgado y elegante, a pesar de su corte casual.

Durante largas dos horas, habían discutido sobre las supuestas habilidades meteorológicas de Kanon. Este defendía a capa y espada sus ideas, afirmaba conocer las corrientes, sus trayectorias, juraba hasta por la memoria de su difunta  madre que las olas le hablaban, que podía escuchar en su rumor las palabras del océano, inclusive que hasta sabía que cosa indicaban las aves marinas con sus graznidos.

A Saga le daba la impresión de hablar más con un viejo pirata que con su gemelo menor. Pero luego recordó lo que Kanon había estado haciendo durante los trece años de ausencia.

El estuvo en el Templo Marino, conviviendo con los hijos de Poseidón, empapándose de esa cultura misteriosa y de esos conocimientos que estaban fuera de su alcance. Los habitantes de la ciudad marina eran como los lemurianos: seres arcaicos, místicos, de los que Saga no conocía absolutamente nada.

Y al analizar eso, se daba cuenta de que las palabras de Kanon podían ser verídicas. Era muy posible que supiera lo que le mar decía, que tuviera conocimiento sobre las corrientes, sobre los vientos, sobre el canto de las aves… especialmente en esa área del mundo, pues si mal no recordaba, Kanon había mencionado en una ocasión que su obligación era velar el Pilar del Atlántico Norte, técnicamente, esos eran sus territorios.

< El Dragón marino >

Saga miró disimuladamente a Kanon, mientras este estaba entretenido mirando el cielo, hablando sobre la forma de las nubes y lo que estas indicaban, sin darse cuenta de que su hermano lo observaba. El gemelo mayor sonrió ligeramente y se despojó de los lentes oscuros que traía puestos, sin querer interrumpir las palabras de Kanon, hasta que este se percató de la mirada penetrante que le dedicaban y calló, levantándose sobre sus codos para bajar sus lentes por el puente de su nariz y mirar a su hermano.

– ¿Ya te aburrí? –

Géminis negó con la cabeza, recostándose de costado para continuar observando a Kanon.

– Más bien me preguntaba como es que conseguiste este yate –

– Un mago nunca revela sus secretos –

Ante estas palabras, el gemelo mayor le soltó un despiadado golpe en la cabeza a Kanon, provocando que aquel soltara un chillido infantil y se sobara la nuca. Eso indicaba que Saga quería respuestas,  y que no le quedaba más opción que hablar.

Tomó un profundo suspiro y volvió a recostarse en la cama, con sus manos acomodadas tras su nuca y una pierna cruzada, observando la inmensidad del cielo azul surcado por nubes que parecían enormes algodones.

– Hace poco mas de un año conocí a una pareja de ancianos estadounidenses, que viven en los condominios cercanos a El Pireo – comenzó su relato, bajo la atenta mirada de Saga – Al principio solo iba de cuando en cuando a arreglar su jardín, pero creo que les empecé a caer bien, y al poco tiempo comenzaron a tenerme mas confianza, inclusive a invitarme a comer dentro de su casa –

– Espera espera… ¿Estás diciendo que tu estabas TRABAJANDO de jardinero? – la sorpresa del gemelo mayor era mas que clara – ¿Tú? ¿Trabajando? –

– Ya te dije que no soy la escoria que crees… ­–

– ¡Es que siempre has sido el holgazán mas grande que he conocido! –

– ¿Quieres que continúe o no? –

– ¡Por favor! Esto es digno de oírse –

Kanon suspiró, lanzándole una mirada recriminatoria a su gemelo por encima de sus lentes.

– Pues bien, el señor y la señora Johnson me tomaran confianza, hasta empezaron a hablar conmigo de su vida – el gemelo menor hizo una pequeña pausa, mientras Saga no daba crédito a lo que oía – Ellos tenían un hijo, pero murió hace unos años durante la guerra en Afganistán, era un Marine, el hecho los dejó devastados, así que vendieron todas sus  propiedades y pertenencias en Washington y se mudaron aquí –

Saga sonrió discretamente, mirando como Kanon tomaba una uva  del frutero y se la llevaba a la boca, masticando mientras hablaba.

– Les he ido tomando cariño a los viejos, ¿Sabes? Y creo que ellos a mí, sino el Señor Johnson no me hubiera prestado su yate, y la señora Johnson no hubiera preparado esos emparedados de jamón ahumado que están en la nevera. Son realmente buenas personas… el destino ha sido cruel con ellos al arrebatarles a su único hijo… era tan joven – La voz de Kanon se tornó un tanto sombría, su sonrisa fue desapareciendo lentamente de sus labios – Tenía solo 22 años, Y murió… en una guerra que el nunca provocó, manipulado por los intereses de alguien más… tan injusto… –

Para el gemelo mayor no pasó desapercibido el tono de voz melancólico y la pesada tristeza que se hizo presente en Kanon, pero se sintió incapaz de decir algo que pudiera rebajar el peso del momento.

Sin embargo, el gemelo menor no necesitó de eso. Para buena suerte de Saga, casi al instante recuperó la sonrisa y tomó otra uva, moviendo las piernas al continuar con la charla.

– Ellos me regalaron los muebles que tengo en la barraca, para que te quede claro que no me los robé – Saga negó con la cabeza – Ellos han hecho muchas cosas por mí, me hace sentir bien contar con su amistad –

– ¿Les has dicho que estás por cumplir años? –

– Si, les dije que este viaje es para celebrarlo contigo– Kanon sonrió ampliamente, incorporándose en la cama y sentándose en ella – La Señora Johnson quería organizarnos una comida en su casa, pero yo le dije que saldríamos a festejar en altamar, ¡Será genial pasar nuestro cumpleaños aquí, Saga! –

El gesto del gemelo mayor demudó, se quitó las gafas y contempló a Kanon notablemente contrariado, mientras negaba con la cabeza e intentaba hablar.

– No vamos a celebrar nuestro cumpleaños aquí, Kanon… escucha – se sentía ligeramente miserable – En el Santuario están organizando una celebración para ese día, y yo debo estar ahí, debemos estar ahí… Por eso quise adelantar este viaje, ¿Entiendes hermano? –

La sonrisa de Kanon se congeló en sus labios. Agradeció llevar puestos sus lentes o su gemelo vería como sus ojos se inundaban de lágrimas al instante. El asintió, sonriendo ampliamente para evadir la tristeza, sin querer que eso arruinara el momento que estaba compartiendo con su hermano.

– Entiendo, Saga, me da mucho gusto que tus amigos estén organizándote una fiesta –

– Kanon, es nuestro cumpleaños… es para los dos –

– Si fuese para los dos, yo también me hubiera enterado –

– Se suponía que yo tenía que decírtelo –

– No importa Saga, volveremos a tiempo –

Kanon dio por concluida la conversación con aparente tranquilidad, sin que su actitud jovial disminuyera. Pero Saga sentía que lo acababa de decepcionar, y le era imposible dejar de pensar que estaba siendo un ingrato con el.

– ¡Mira hermano, delfines! –

La voz festiva del menor lo sacó de sus cavilaciones. Kanon arrojó al piso sus lentes y se lanzó sobre las olas sin más, dejando al caballero de géminis perplejo. Un pequeño cardumen de delfines se avistó en la superficie, mientras el gemelo menor nadaba con ellos, provocando que el agua salpicara a Saga, haciendo reír abiertamente a Kanon.

– ¡Esa es una invitación a que te nos unas! –

– ¡Pescados insolentes! ¡Ya verán! –

Saga se lanzó segundos después al agua, nadando tras ellos pero deteniéndose para ver a Kanon con notable sorpresa. Su hermano estaba nadando a la misma velocidad de los delfines, emulando sus movimientos, como si se tratara de otro pez mas, fue tanto su desconcierto que apenas y salió a tiempo de su contemplación para ver como se acercaban a él y comenzaban a chapotear a su alrededor, escuchando las risas de Kanon acompañadas de los extraños gorgoreos de los delfines.

– ¿Alguna vez habías nadado con delfines, hermano? – Saga respondió mecánicamente de forma negativa, haciendo sonreír de lado a lado a su gemelo menor – ¡Hoy es un buen día para eso! –

Los delfines comenzaron a empujar a Saga por la espalda con sus narices, haciendo que aquel gruñera molesto, pero antes de que pudiera empujarlos, ellos ya estaban nadando otra vez, alejándose rápidamente de su sitio.

Tenía que darles alcance, o al menos intentarlo… parecía que el lecho marino era un cielo abierto, y ellos las veloces aves que se desplazaban libremente en el.

 

********************

Saga nunca había contemplado un atardecer tan hermoso como el que había visto al estar al lado de Kanon, navegando sin un rumbo fijo por la inmensidad del Mediterráneo, disfrutando de una paz tan ajena a él… y que sin embargo bien sabía que necesitaba. Estar en esos instantes con su hermano le resultaba en extremo reconfortante. Era como si toda su vida hubiese estado esperando un momento como ese, como si todos los sufrimientos, los remordimientos y el tiempo perdido en el pasado tuvieran su recompensa en ese viaje. Saga sentía que podía dejarse arrastrar por las olas eternamente.

Cuando la noche cayó y una romántica luna creciente apareció en el firmamento surcado de millones de estrellas, Saga y Kanon estaban reposando tranquilamente en el mini yate, mecidos por el ritmo casi tierno del mar, que se encontraba extrañamente calmado, algo que no era común, tratándose del  Atlántico. Pero eso no importaba en lo absoluto.

El caballero de Géminis se dejó invadir por una tranquilidad desconocida. La voz de Kanon parecía una dulce canción, quería seguirlo escuchando el resto de la noche… no, el resto de su vida.

 Y de alguna forma presentía que Kanon se percataba de esos sentimientos, a fin de cuentas, eran gemelos. Nunca había perdido contacto con la mente de su hermano, siempre, siempre, fue consciente de lo que sentía, de lo que pensaba… tal vez por eso al pasar los años, los remordimientos se hicieron mas pesados en el, por que aceptar que conocía la forma de sentir de su gemelo, le hacía aún más culpable de sus acciones para con el.

Pero tal parecía que para el gemelo menor eso ya no importaba. Se entregaba al momento con la indolencia de un infante ante el más peligroso de sus juegos. Se arriesgaba, Kanon siempre se arriesgaba, siempre continuaba el impulso que comenzaba en Saga y que este reprimía, Kanon era su esencia…

Saga tuvo el vago pensamiento de que podría sentirse aun mejor si fuera un poco mas fiel a si mismo.

Sin embargo, la noche pasó. No supo en que momento acabó dormido, tal vez arrullado por la voz de su gemelo, tal vez por el mar, pero el menor reposaba entre sus brazos cual niño inocente, amparado ciegamente en el calor de su hermano mayor, demostrándole a Saga hasta que punto el confiaba en que le protegería.

Siempre había sido así, siempre se había escondido en Saga cuando tenía miedo, cuando se sentía solo… pero pocas veces cedió a sus solicitudes. Prácticamente no recordaba que lo hubiera hecho más de tres ocasiones, y eso tuvo que ser cuando aun eran muy pequeños.

Fue una noche hermosa. Saga se durmió acariciando sus lacios y sedosos cabellos, y Kanon reposó sobre su pecho fuerte hasta que pequeñas gotas de lluvia le obligaron a abrir sus somnolientos ojos.

El cielo estaba gris y las olas rugían ferozmente en torno al yate que ahora parecía mucho más pequeño de lo que era. Saga tendría que haberse quedado deliciosamente dormido, por que no despertó sino hasta que una ola rompió con fuerza en los costados del velero, salpicando agua en abundancia hacia la cubierta donde aún permanecía.

Se levantó azorado, solo para ver como  Kanon corría hacia el timón, tratando de controlar el curso de la embarcación, algo que parecía imposible ante la magnificencia del Atlántico Mediterráneo, que parecía despertar cual fiera dormida y amenazaba con hacer añicos entre sus olas el yate.

–  ¡Dijiste que habría buen tiempo! –

Renegó disgustado el recién despierto Saga, que trataba de mantenerse de pie ante el movimiento cada vez más furioso con el que el yate se movía.

– ¡Eso fue ayer! ¡Siempre supe que nos pillaría una tormenta! –

– ¿Y por qué diablos no me dijiste?? –

– ¡Por algo quería que viniéramos el fin de semana! –

Saga chasqueó los dientes, mientras se aferraba al mástil del velero, negando con la cabeza al ver que su gemelo permanecía en el timón.

Pero no por mucho tiempo. Kanon corrió hacia Saga y se abrazó a él, dándole un beso tronador en su frente ya completamente empapada, la lluvia caía sobre ellos tan furiosamente como las olas azotaban el yate.

– ¡Confía en mi, gemelo! ¡Todo saldrá bien! –

Géminis lo observó atónito, tratando de limpiarse el agua que caía sobre su rostro para ver las acciones de su gemelo menor. Kanon se dirigió entonces hacia la proa del yate. Aferrándose a la baranda, dejó fluir su energía, hasta que su cuerpo estuvo cubierto de un resplandor dorado. Entonces, sus pulmones se llenaron de aire, y desafiando la naturaleza violenta de las olas, se paró sin temor en la proa, dejando escapar su voz como un trueno que resonó aun más fuerte que aquellos que retumbaban en el cielo.

– ¡Soy tu amo, Kanon! ¡Te ordeno que me lleves a tierra firme! –

Saga sintió que sus mandíbulas caían al piso por la impresión.

– ¡Ahora! –

– ¡Kanon! –

La voz del gemelo mayor rugió, al mismo tiempo que una gigantesca ola se dirigía hacia ellos desde popa, amenazando con tragarlos por completo. Kanon giró ligeramente su vista hacia atrás justo para ver como Saga se precipitaba hacia él, víctima del movimiento salvaje del yate, que era arrastrado sin remedio entre las olas, cayendo en picada para luego emerger, hundiendo por completo su proa entre el mar embravecido.

Saga se aferró de la baranda y Kanon de él, mientras liberaba un grito de pura euforia, y ambos se dejaban arrastrar por el movimiento. El gemelo menor parecía un bravo jinete, luchando contra el espíritu salvaje de un caballo, cabalgando sin miedo en las olas del mar que mas que golpearlo, parecían simplemente conducir con su violencia el barco, acariciándolo rudamente en cada embate con sus aguas, mientras la tormenta repiqueteaba en sus cuerpos sin piedad.

Kanon volteó a ver a Saga y lo tomó de la mano, manteniéndose firmemente sujeto a él, compartiéndole de esa sonrisa natural y plena que surcaba su rostro, hasta contagiarse de esa alegría que el menor reflejaba y comenzar a disfrutar del paseo, encontrando un extraño regocijo en desafiar las aguas.

Era como si de alguna forma, su espíritu se liberara.


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