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Juegos Sensuales por KakaIru

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Notas del fanfic:

n_nU

Bueno, hace tiempo que no me pasaba por esta sección :D pero pues desde hace poco me puse a escribir de esta pareja, y me di cuenta de que me faltaba practica DDD: Así que este fic es para eso, para practicar, una especie de PWP que de todos modos digo yo no le hace mal a nadie XD

Notas del capitulo: No tengo notas DDD: *que terror*

Asi que solo me resta esperar que disfruten de este pequeño shot :D

Enjoy! nOn

P.D: ya no entiendo esta pagina T_T ¿alguien me explica como hago para poner las negritas y añadirle formato al texto? TTT_TTT
Era casi la media noche, gruesas nubes inundaban el cielo y potentes gotas de lluvia hacían su voluntad estallando contra el húmedo suelo. Lee se adentró en su silencioso departamento sintiendo el dolor que le consumía los músculos y el inequívoco cansancio que delataba que había estado entrenando más de la cuenta.



Con movimientos lentos y suaves se descalzó las sandalias y se dirigió a su habitación. Lo único que deseaba era tomar una ducha y lanzarse a dormir, pero con lo cansado que se encontraba veía muy difícil su idea de la ducha. Lo único que atinó a hacer fue recostarse parcialmente sobre la cama, notando las gotas de lluvia que humedecían el colchón. Su cabello brilló espectralmente cuando un relámpago surcó el cielo.



El clima parecía estar empeorando con cada segundo que pasaba. Lo que en un comienzo había sido una simple llovizna se había convertido en un torrente despiadado e inclemente lleno de truenos y relámpagos que de vez en cuando le hacían sobresaltarse. No es que no estuviese acostumbrado a noches así, pero definitivamente prefería las que eran más calmadas y que le ayudaban muchísimo a conciliar el sueño.



Bostezó.



Estaba muy cansado, tenía que irse a dormir inmediatamente.



Con suma parsimonia se levantó del de pronto comodísimo colchón y sus vendados dedos apartaron la banda roja que pendía de su cintura. De pronto se detuvo.



Había algo… extraño. Algo estaba diferente dentro de la habitación. Era un sonido. Era ese sonido que ya había escuchado antes, y de pronto sintió que le empujaban fuertemente en dirección a la cama. Su rostro golpeó el blando colchón y un peso enorme se le posicionó encima. Lee ni siquiera tuvo tiempo de sentir el pánico invadirle cuando una prensa dura como roca le inmovilizó y una increíble cantidad de arena siseó a su alrededor, por sus hombros, tobillos y muñecas.



-¿G-Gaara?- preguntó sorprendido al reconocerle.



Por toda respuesta no hubo más que un visible relámpago que iluminó toda la estancia. Alumbró a un chico que forcejeaba y a un pelirrojo de glaciar mirada que le sujetaba como si la vida se le fuese en ello. Lee trató de gritar, pero una mano se posó sobre su boca y ahogó todo sonido. La presencia de Gaara se hacía ahora evidente, con el chakra resumando todo el poderío que estaba dispuesto a ostentar. Su cabello rojo goteaba visiblemente, haciendo notar que había estado bajo la lluvia un buen tiempo, así como sus ropas húmedas lo delataban. En esa ocasión, sin embargo, la calabaza se hallaba en una esquina del cuarto, como un testigo mudo de lo que allí ocurriría.



¿Y qué era exactamente lo que estaba a punto de suceder?



Lee no comprendió nada. ¿Qué estaba haciendo Gaara en su habitación y por qué lo inmovilizaba de esa forma? Como respuesta a sus preguntas y sus dudas, Gaara agachó el rostro hasta dejarlo a la altura de su oído, donde susurró queda y gravemente:



-Lee…



Y el mencionado no supo si fue el modo en que lo dijo, o el breve momento en que la lengua de Gaara acarició el lóbulo de su oreja, pero un escalofrío lo recorrió al escucharle. Entonces estaba más que confundido, pero debía hacer algo. Debía apartar a Gaara y preguntarle qué demonios estaba tratando de conseguir. ¿Es que acaso no eran amigos ya? ¿Buscaba Gaara aún lastimarlo luego de tanto tiempo pasado?



Lee se removió en su sitio, tratando de zafarse de la poderosa prensa a la que era sometido, pero mientras más se movía con más ahínco Gaara la sostenía. Hubo un momento, entonces, en que todo pareció como un juego. Era como si el pelirrojo tan sólo estuviese jugando con él, regocijándose en los forcejeos que se mostraban inútiles, en el rostro frustrado de Lee, en las mejillas que comenzaban a sonrojarse y en los movimientos que por momentos se le hacían sugerentes.



De pronto soltó un ahogado gemido y Lee se congeló en su sitio, ojos bien abiertos.



No podía ser posible…



Oh por Dios…



Entonces sí, la arena de Gaara le retuvo con más fuerza, y las manos del pelirrojo vagaron a ambos lados del cuerpo de Lee, detallando su contorno. Sí, y otro gemido escapó de los entreabiertos labios. ¡Pero Lee no iba a permitir que Gaara hiciera eso que pensaba hacer! ¡Tenía que pelear!



Juntando toda su fuerza logró desatar sus manos e impulsándose a todo lo que daba lanzó a Gaara fuera de la cama. Rápidamente y en menos de un parpadeo, ya se encontraba en una posición de pelea. Pero no había nadie. Sus ojos vagaron en la potente oscuridad del entorno tan sólo para encontrar su habitación exactamente igual a como había estado en un comienzo: vacía. Pero entonces el siseo volvió a hacerse presente, y era la arena que amenazaba desde las sombras.



Lee volteó en todas direcciones, tratando de encontrar a su atacante, pero todo parecía en vano. Su corazón latía de forma desbocada, porque su enemigo estaba allí, tan cerca, pero no podía verlo, ni siquiera sentirlo. Era entonces el desasosiego, el temor porque Gaara era más fuerte y poderoso que él, aún si le enfrentara con todas sus fuerzas. Lee no podía compararse, siendo un simple jounin mientras que el pelirrojo era todo un Kage. Estaban en niveles completamente distintos y, en esa batalla, Lee llevaba todas las de perder.



-Gaara-san, ¿por qué estás haciendo esto?- inquirió mientras trataba de mantener el temor a raya. No podía permitirse perder el control. ¿Y por qué todo estaba tan oscuro de pronto?



Aún si Lee hubiese movido una mano frente a su rostro no la habría podido ver. Todo el ambiente, la situación, las acciones, era como una pesadilla. Y para apoyar tal pensamiento un relámpago iluminó la estancia. Lee soltó un aullido de dolor.



Porque la incandescente luz le había mostrado lo cerca que estaba Gaara, lo posesivo de su mirada, y nada le preparó para la rápida reacción de la arena que le lanzó nuevamente contra la cama, esta vez apresándole sin escapatoria.



Menos de dos segundos después Gaara se hallaba nuevamente sobre Lee, sentado sobre su vientre y sosteniendo sus manos por encima de su cabeza, batallando con los forcejeos que se le hacían sumamente tentadores. Era el modo en que Lee se movía y sus caderas rozaban con las de Gaara, y eran las gotas de lluvia que aún resbalaban por su rostro y por su ropa y lo hacían lucir divino, sumamente atractivo; y definitivamente era el poder que tenía sobre él, era poder reducirlo a una figura temblorosa y saber que podría hacer su voluntad con ese cuerpo perfecto que parecía llamarlo, tentarlo a marcarlo para siempre, clamarlo como suyo.



Sí, fue todo eso y más lo que ordenó a la arena destrozar el mono verde. Sin ni una palabra, de pronto todo lo que invadía la habitación era la trabajosa respiración de Lee y el sonido de la tela al ser rasgada. Tan sólo quedaron, en su sitio, las vendas que poco a poco parecían caerse y los calentadores naranja que tan bien iban ya con su figura mientras uno que otro retazo de tela verde aún lamía su piel.



Era entonces la imagen más hermosa y erótica que Gaara hubiese contemplado antes, con la expresión de horror total que portaba Lee en ese momento.



Gaara se relamió los labios y los ojos del pelinegro se abrieron de puro espanto.



-Gaara, ¿qué estás haciendo?



Aunque la pregunta, de por sí, sonaba estúpida.



-¿Qué crees que hago?- fue toda la contestación del pelirrojo, quien tan sólo parecía querer devorar al otro con la mirada.



El cuerpo de Lee era simplemente perfecto, trabajado y al mismo tiempo guardaba una delicadeza irónica, una silueta delgada y una piel cremosa y suave. Las manos de Gaara viajaron, palmas extendidas, por sobre el pecho, descendiendo lentamente, abarcando todo lo que pudiese del abdomen, el vientre… Un suspiro escapó de sus labios. Sus dedos jugaron con uno de los pezones de Lee, quien pareció saltar en su sitio.



No podía ser posible…



Eso no podía estar pasando. Tenía que ser un sueño, una pesadilla, pero no podía ser verdad.



-¡Basta!- exclamó mientras volvía a intentar moverse, pero inútil nuevamente. La arena le apresó más fuerte y sus muñecas dolieron. Sentía de pronto la misma aterradora sensación que había experimentado aquella vez, como si sus miembros fuesen a ser extirpados de su cuerpo. Pero no, se negó a pensar en ello…



Cerró los ojos con fuerza, sintiéndose desesperanzado. Por más que trataba de combatir a Gaara, era como si se enfrentara a un gigante de piedra que disfrutara de sus intentos, porque la misma mano de suaves dígitos seguía jugando con su piel, con su cuello, tocando levemente sus labios, perdiéndose en la placentera sensación que era sentirle.



-Detente, Gaara-san… por favor…



La última palabra salió de forma casi inaudible. Era demasiado. Era mucho más de lo que podía soportar. Pero no se detuvo, no iba a detenerse. En cambio, por la forma en que habló, el modo en que se movió y se dio por vencido, Gaara se lanzó de nueva cuenta esta vez sobre sus labios. Le besó bruscamente, un beso que delataba inexperiencia pero inmenso deseo, un beso que advertía lo mucho que el pelirrojo había ansiado ese momento y lo complacido que se encontraba de que sucediera. Fue un beso largo, que más que labios era dientes, y una lengua invasiva que proclamó todo lo que quiso. Y le besó largamente aún cuando Lee sintió que se le iba la respiración y que su cabeza comenzaba a marearse.



Nunca nadie lo había besado así. Aunque un beso doloroso, nadie había demostrado desearle tanto, aún en esas bochornosas circunstancias.



Pero fue el momento perfecto, cuando Gaara se separó tan sólo un poco para poder observar el rostro sonrojado de su presa, la delicada vergüenza que portaba su desnuda ingenuidad, y fue como si un volcán estallara en su interior. Lo deseó entonces con todas sus fuerzas, ¡quería hacerlo suyo! Tenía que hacerlo suyo a toda costa, esa noche y todas las noches y tenerlo siempre. Por más que Lee no pudiese entenderlo, para Gaara tenía todo el sentido del mundo. Cuidadosamente rozó sus labios…



Fue ese momento, sin embargo, que Lee aprovechó la oportunidad, cuando la arena desistiera un poco y Gaara se hubo confiado lo suficiente como para ser tomado por sorpresa, cuando Lee recobrara la movilidad en sus manos y le asestara un puño al rostro con todas sus fuerzas. Desestabilizado y anonadado, Gaara volteó a verle con furia. Pero muy rápido el puño se convirtió en otro y luego en un movimiento que le desestabilizó y le obligó a soltarle.



Entonces, como esperanzado, Lee huyó hacia la ventana. No le importaba si arreciaba afuera o si se hallaba mayormente desnudo. Lo único que quería era alejarse de ese sitio, alejarse de Gaara lo más pronto posible. Con un pie en el marco de la ventana y el alma pendiendo de un hilo, escuchó un fuerte gruñido y la arena, más violenta que nunca antes, le tomó de la cintura y le azotó contra la pared más cercana, duramente.



Lee gritó con todas sus fuerzas.



Su cabeza parecía dar vueltas, su corazón latía desbocado y de pronto, por un breve período de tiempo, pareció olvidar lo que estaba ocurriendo. Eso hasta ver tan amenazadoramente cerca la figura de Gaara, contemplar sus ojos que parecían poseer una llama antinatural, por primera vez mostrándose tan llenos de vida y consagrados a un solo objetivo: poseerlo.



Sus manos, como garras, sostuvieron las muñecas de Lee, nuevamente, mientras la arena separaba sus piernas, dejándole tan expuesto… A esas alturas Lee se encontraba ya sin fuerzas, toda su energía drenada por el entrenamiento y esa pequeña lucha que estaba destinado a perder. Pero no quería, no así, nunca de esa forma. Porque sabía lo que vendría. No tenía necesidad de verlo para saber que ese sonido que se dejaba escuchar era la ropa de Gaara que caía. Y esa calidez, entonces, era la respiración de Gaara que le acariciaba la mejilla. Y ese sonido no era más que un leve jadeo porque la visión era excitante y no podía esperar para poseerlo, para sentirse rodeado de toda la insuperable calidez que era Lee.



Lee, quien levantó la mirada y le observó directamente a los ojos, suplicando.



-No, por favor… No quiero…



Pero sus palabras fueron a oídos sordos, porque Gaara estaba hambriento. Su cuerpo estaba hambriento, y su corazón, su alma, su sexo, todo él. Hambriento de Lee, deseoso de su cuerpo y de todo lo que representaba.



Y sí, Lee lo entendió todo aún cuando en su mente nada tenía sentido. Era el agrio sabor de un beso que era dado con total entrega pero que resultaba amargo; era el dolor que se extendió por todo su cuerpo y que no era más que el pulsante miembro de Gaara que se internaba hasta lo más hondo de él, lo más profundo y más sagrado; era un gemido de dolor que quiso abandonar su garganta pero que se vio acallado por aquellos labios devoradores y sonrojados; y era también, entonces, la realidad que comenzaba a fundirse, las emociones que empezaban a disfrazarse, era saber que la experiencia debería resultar insoportable pero de pronto había algo, algo más allí debajo.



No supo qué era, al menos no en ese momento. No podía ponerse a pensar o descubrir porque entonces era todo velocidad, y ahogados grititos que ahora sucumbían ante el ruido de los truenos, de la lluvia que aún caía, de las manos de Gaara que parecían no querer soltarlo nunca.



Se movía entonces, frenéticamente, de forma salvaje entraba y salía de él, y casi era como el éxtasis, porque Lee era justo como lo había imaginado sino es que mejor. Nada tenía comparación, nada que hubiese sentido antes. La calidez y estrechez de Lee era mucho mejor de lo que había supuesto en un principio, cuando la idea de poseerlo era sólo eso, una idea y no un hecho.



Entonces, quedamente, susurraba:- Eres mío…



Sólo suyo, sólo suyo, sólo suyo…



Ah, entonces todo se confundía. Cuando el sexo de Gaara entraba tan hondo que Lee tenía que arquear la espalda, sus ojos bien abiertos porque había tocado algo dentro de él, algo que la hacía ver estrellas.



-¡Gaara!- exclamó casi sin aliento.



No pudo contenerse entonces, porque no era él. ¡No podía ser él! Gaara tenía que haberle hecho algo, porque de repente se encontró gritando, gimiendo su nombre, deseando que no se detuviese nunca. Y ese no podía ser Lee, por más que la sensación fuese adictiva, al momento de sentirse completamente lleno, una chispa eléctrica recorriéndole hasta los huesos, entonces temblaba. Temblaba y se mordía los labios porque nunca se había sentido mejor, e inconscientemente abría un poco más las piernas para que resultase más cómodo, y su voz se alzaba, gutural y llena de una lascivia que no sabía que poseía.



Más, quería más, mucho más. Pero no podía pedirlo, no podía suplicarlo aún si su cuerpo hablaba por sí solo, hablaba de esa entrega que no era tal, de ese deseo que no podía mentir y que no podía ser camuflado.



-¡Ah! ¡Gaara! ¡No pares! ¡Por favor!



Pero no iba a detenerse, eso debía saberlo Lee incluso sin que Gaara tuviese que besarle nuevamente, deseoso de poder degustar esos labios a los cuales se había hecho adicto a un momento a otro. Entonces no tenía nada que ver con la anterior pelea, o algún sentimiento que hubiese podido estar allí con anterioridad; en ese momento era sólo la ilusión de ser una pareja, de estar tan juntos que casi parecían un solo ser. Y Gaara se movía lo más rápido que sus fuerzas se lo permitiesen, sintiendo también él un placer indescriptible, dejando escapar apenas uno que otro gruñido.



…l ya había estado con otras personas antes, aunque no muchas. Y todas habían sido chicas. Pero desde el primer momento en que habían sugerido siquiera la posibilidad de poder intimar con un chico, el nombre de Lee había aparecido inmediatamente dentro de su cabeza. Ni siquiera lo creía posible, pero entonces ahí estaban… Y su corazón parecía querer salírsele del pecho, y por más que la sensación era indescriptible, cada estocada le convencía de que la otra sería mejor. Entonces no había nada como ver el rostro de Lee contorsionado en una mueca de placer infinito.



Le asaltaba, entonces, el pensamiento de que, efectivamente, el pelinegro solamente podía ser suyo. Nadie más podría intentar hacer algo parecido a lo que él estaba haciendo, o mataría al infeliz de la peor manera imaginable. Porque el cuerpo de Lee habría de ser sólo suyo, y no solamente su cuerpo. También su corazón…



-Lee…- murmuró tratando de controlar la voz.



Estaba tan cerca, podía sentirlo. Y el mismo Lee se sentía en la cúspide, ¡estaba a punto de terminar! Y no quiso que se detuviera.



Una profunda estocada le robó el aliento y de pronto todo se volvió blanco.



-¡¡¡Gaara!!!



Un largo y extasiante gemido y sintió venirse sobre su abdomen. Tembloroso entonces, con la agradable sensación del orgasmo, las penetraciones de Gaara se le hicieron más intensas. El pelirrojo aún no había terminado, pero el rostro de Lee lo había enloquecido. Tan sólo por obtener otra expresión igual podría poseerlo de nueva cuenta. Tan sólo por esos ojos llenos de intensidad y lujuria, de deseo desmedido y de placer infinito.



Pensando en esto y tras un par de rápidas estocadas, Lee sintió la espesa y caliente semilla de Gaara llenarle por dentro. Sus mejillas sonrojadas se evidenciaron aún más, cuando la sensación resultó perfecta e indescriptible.



Agotado entonces y respirando trabajosamente, Gaara se dejó caer sobre el suelo, llevándose a Lee consigo y hundiendo su miembro aún más en él.



-¡Ah!- se quejó Lee sin saber a ciencia cierta si la sensación había sido incómoda o deseable.



El corazón de Lee palpitaba fuertemente, y si antes se sentía cansado en ese instante ya no podía describir cómo se sentía. Sus ojos amenazaron con cerrarse, pero decididamente no quería dormirse. Si se quedaba dormido, al día siguiente daría veinte mil vueltas alrededor de Konoha con una pierna atada a la espalda. Pero entonces Gaara le acarició suavemente el rostro, de una forma en extremo relajante.



-Gaara…- no pudo continuar pues un par de labios se apoderaron de los suyos, pero a diferencia de la vez anterior y la anterior a aquella, en esa ocasión el beso resultó tan suave como la caricia.



-¿Estás bien?- preguntó Gaara tras separarse.



Lee le miró como pudo.



El rostro de Gaara denotaba una evidente preocupación. Saber esto le hizo sonreír abiertamente.



-Sí, estoy bien, Gaara- y tras decir esto el pelirrojo soltó un audible suspiro y, extrañamente, también una leve sonrisa adornó sus labios.



-Fue divertido- confesó el llegado de Suna con un leve toque de humor en su tono.



-¡Sí, lo fue!- exclamó Lee abrazándole fuertemente.



-Pero Lee…- Gaara le apartó un poco y delicadamente le sostuvo por el mentón- No me gusta lastimarte.



-Es sólo un juego- se defendió Lee haciendo un adorable puchero.



-Aún así- espetó Gaara con tono autoritario.



Lee agachó la mirada. No le gustaba que Gaara le tratara con tanta sobreprotección. A él no le dolían esos golpes ocasionales o la rudeza a la hora del acto sexual. Al contrario, ¡le encantaba! De algún modo le añadía algo de excitación que le fascinaba. Pero con Gaara era bastante difícil realizar estos juegos. Simplemente el pelirrojo le protegía demasiado y siempre era un martirio convencerlo para que jugara a cambiar los roles. Pero sólo cuando se trataba de alguna escena en la que tuviese que golpear o atacar a Lee, pues bastante que le había gustado cuando habían usado la escena del doctor o la secretaria o el rol de profesor y estudiante. Ah… especialmente ese último. Gaara adoraba cuando Lee tenía que usar esos lindos uniformes que mostraban lo justo y lo necesario y que se apañaba para conseguir de quién sabe qué sitio.



-Estoy cansado- dijo tras soltar un gran bostezo.



-También yo- correspondió Gaara plantando un fugaz beso en sus labios-. Pero Lee, no te vayas a quedar…



Muy tarde.



-… dormido.



Tras un audible suspiro, Gaara tuvo que reconocer que, pasara lo que pasara y estuviese en la situación que estuviese, Lee no iba a cambiar. Pero esto le gustaba. Así lo amaba y la verdad sea dicha, nunca lo cambiaría por nadie.



Con una delicadeza no conocida levantó a Lee de sus piernas y le cargo estilo nupcial en dirección a la cama, donde le depositó cuidadosamente. Viéndole allí, con el hermoso rostro relajado, no pudo evitar susurrar:



-Eres mío.



¿Y quién iba a decir lo contrario?







OWARI
Notas finales: Brrr.... que frío X3

Ueno, eso ha sido todo, espero que alguien lo haya disfrutado aunque sea un poquito :D

Arigato por leer! nOn

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