Era casi media noche cuando Aoi había entrado al tan famoso lugar donde se desenvolvían las mejores fiestas centrales de Asaka, caminó decidido entre la multitud, sabía a quien estaba buscando y no se detendría hasta encontrarlo, no le importaba que él chillara como una niña o si peor aún, reaccionara violento, no importaba, porque esa noche se lo follaría como nunca, le haría entender a la fuerza quien mantiene el control de esa relación y no permitiría que ese chico atrevido lo volviese a tratar como a un don nadie.
Ahí observó su figura entre el gentilicio, riendo a grandes carcajadas y sin un notorio mal humor, todo lo contrario, emitía esa sensualidad que muy bien conocía, con la misma mirada traviesa con la que había engatusado al pelinegro.
Las luces distorsionadas sobre los cuerpos de la multitud no provocaba que le perdiera de vista, ahí estaba, con un sujeto encima de él en el sofá por donde habían pasado una y mil putas. Ese niño travieso no se las llevaría muy fácil. Y con la sangre hirviendo en su cabeza, se paseó por el lugar sin perderlo de vista, y más de una mirada se detuvo en el esbelto cuerpo que rondaba el lugar sin detenerse, las mujeres posaban su vista descaradamente sobre ese cuerpo que traía un traje de alta calidad, vestido de negro, con esa reluciente corbata blanca, provocando aquel contraste tan exquisito en su pecho, prendió un cigarrillo y lo llevó a sus labios, fijando su vista en el pequeño cuerpo travieso que tonteaba con otro sujeto.
El cigarrillo siquiera alcanzó a diluirse por completo cuando éste fue lanzado al suelo. Caminó despacio, al asecho, y se detuvo al haber estado a unos cuantos pasos del rubio para que le observara, no demoró en subir la vista para encontrarse con los oscuros ojos de Aoi, el otro sonrió al verle, y sacó al sujeto de encima suyo con una cálida expresión, sin antes haberle dicho algo muy cerca de su oído.
Ya ido el sujeto, se sentó en el sofá en aquella postura tan arrogante que le caracterizaba.
-¿Qué quieres?- observó al ya enfadado Aoi.
-Follarte, claro- respondió de inmediato.
-Lo siento, tengo mejores cosas que hacer…- se levantó desinteresado y comenzó a caminar por el lugar, dejando solo al gran Shiroyama, la sangre le hirvió aún más, quien se creía ese pendejo para dejarlo de tal forma, le siguió, por supuesto, y lo jaló de un brazo al haberlo encontrado, con fuerza, pero Matsumoto no chilló ni nada por estilo, sólo le observó divertido, con esa sonrisa que lo volvía loco de ira y a la vez de deseo.
-Sabrás como comportarte, niño- enfatizó la última palabra, y sin importar que alguien lo viese lo llevó a la fuerza hasta la entrada del baño.
-No es la manera de tratar a la persona quien quieres- debatió el menor, le gustaba jugar con los sentimientos del mayor y amaba por sobretodo decir esas grandes ironías.
Aoi aseguró la puerta del baño antes de dirigir la mirada a la figura que ya se encontraba apoyada descaradamente sobre un cubículo, desafiándolo con su mirada altanera a que se acercara, y a gran paso se acercó hasta al frente del menor, y sin delicadeza alguna lo adentró con fuerza dentro del cubículo, aprisionándolo entre sus brazos, sin escapatoria alguna.
-¿Quién te crees que eres?- divulgó molesto.
-Soy Takanori Matsumoto… al único que deseas tanto- sus labios se expandieron en una sonrisa llena de satisfacción.
-Tienes razón…- murmuró antes de atraparle en un voraz beso. Ruki se debatió intentando evadir el beso, pero Aoi quien poseía más fuerza se lo negó y giró su rostro bruscamente, juntó sus manos contra cada muñeca del menor, presionando fuertemente contra la pared y una vez más lo atrapó, volvió a esos labios sonrojados por el anterior debate entre sus bocas, y Ruki terminó por ceder, abriendo su boca para dejar entrar ese huracán de pasión. Correspondiendo el beso con igual intensidad.
Aoi comenzó a bajar por la piel del menor, eliminando a la vez todo rastro de prenda que cubría el pecho del otro, pero las manos del rubio lo impulsaron hacía más abajo, y le sonrió desde arriba.
No era difícil comprender lo que deseaba el menor, pero tampoco era difícil comprender que Aoi no dejaría otra vez ser dominado por ese travieso, volvió a subir hasta el pecho del menor, paseando su lengua por la cálida piel, el ambiente ya se había llenado de un caluroso aíre, nublando la cordura de cualquier persona que hubiese estado dentro de esas cuatros paredes, los labios del pelinegro ocuparon espacio nuevamente en la boca del otro, desatando una tormenta, chocando su cuerpo con más fuerza, rozando su sexo y sintiendo como el miembro del menor ya se encontraba apretado dentro de esa tela.
Sonrió al ver el rostro del rubio, deseando más, dando a conocer audibles sonidos provenientes de sus labios, bajó la mano hasta encontrarse con la notoria elevación que ahora existía entre sus piernas, introdujo la mano dentro de ese pantalón y tocó el miembro del menor por fuera de la tela del boxer.
Sentía su cuerpo arder por completo, una sensación que ya muy bien conocía, se movía con desesperación dentro de su cuerpo, y es que el tener el cuerpo del menor entre sus manos le proporcionaba sensaciones que rebalsaban de locura y pasión, y claro ejemplo de esto, era el “Gran Shiroyama” que se encontraba deseoso por un poco de atención. Y sin poder aguantar más, lo volteó con fuerza y lo estrelló contra la fría muralla, el rubio se quejó adolorido, esa agresividad en la que se estaba viendo envuelto, sólo logró excitarlo más de lo que ya estaba, se encontraba deseándolo más que mil botellas de Sake, y aquello era bastante en el caso de Matsumoto. Quería sentir el cuerpo de Aoi en su espalda, sentir como sus cuerpos se movían en un sólo movimiento lleno de desenfreno y locura a causa de los instintos salvajes de los que estaban siendo consumidos.
El menor sintió el miembro del mayor tras sí, realizando una fuerte presión, y una fuerte corriente se movió por su espalda, hasta dejarlo con respiración agitada de tan sólo imaginarse al moreno dentro de sí. Aoi sacó una pequeña barrita de lubricante del bolsillo del pantalón, al haber ya bajado sus prendas hasta la altura necesaria, vació el lubricante en el gran problema entre sus piernas, deseando como nunca arrasar por completo el cuerpo del rubio.
-¡Mírame!- ordenó el moreno, y su tono de voz fue tan firme, que el menor giró levemente su rostro con expresión molesta, su rostro sudaba un poco, y sus labios se encontraban entreabiertos, siquiera alcanzó a realizar alguna letra, porque esa boca ya había sido atrapada por los expertos labios del moreno, entrando y saliendo con su lengua, formulando el huracán de pasión, sin un deje de tranquilidad, y sin previo aviso, esos dedos intrusos se adentraron en el cuerpo del rubio. El menor sintió tan molestosa sensación abajo, pero aquella boca sobre la suya le impedía hacer pensar racionalmente, y en escasos segundos, lo que había sido molesto anteriormente, se transformó en una bomba de placer, expandiéndose rápidamente en cada movimiento circular que le proporcionaba el intruso.
–Voy a follarte hasta que me canse- Murmuró cerca de su oído y sólo recibió una risita como respuesta del rubio.
Takanori ya se encontraba listo para recibirlo, así que Aoi se aferró de su cadera, y con el calor sofocante entre sus piernas se enterró en ese cuerpo delicioso con fuerza, en una primera embestida que le arrancó un gruñido al otro, juntando sus cuerpos lo más posible, sintiendo el calor que existía en la espalda del otro bajo su pecho, absorbiendo el olor que emanaba el cabello desordenado del más bajo.
Entró una y otra vez, sin detenerse, deleitándose con los inteligibles sonidos que salían desde los labios del rubio. Mordió su cuello con fuerza mientras lo penetraba, lamió su oreja y escuchó la agitada respiración de su compañero, la cual se mezclaba con la suya dentro de una bomba de placer que habían creado juntos.
- ¡Más fuerte! – Exigió el otro que había comenzado a acariciarse su propio miembro con frenesí.
Aoi aumentó la velocidad de sus embestidas, hundiéndose todo lo fuerte que le era posible en ese cuerpo perfecto, en esa piel que lo volvía loco con un simple contacto corporal.
- Oh Dios… Ohh Dios – Comenzó a gemir cuando sintió que un calor abrazador le subía por todo el cuerpo, envolviéndolo, nublando su mente, se aferró a esas caderas con sus manos, empujando con fuerza, más profundamente – Oh… Dios… Ohhh…Dios- su cuerpo se comenzaba a tensar sabiendo que ya se acercaba la culminación -Ohhhh… Ohhh…. ¡Takanori!– gritó, mientras su mente se oscureció por completo, sintiendo el placer recorrer cada centímetro de su cuerpo, pronunciando el nombre de su amante, Aoi se corrió sin consideración dentro de él, sintiendo que todo a su alrededor desaparecía en un negro placer, envolviéndose en una oscuridad deliciosa en donde esporádicos destellos blancos anunciaban las oleadas de placer que su cuerpo experimentaba frenéticamente. Se vació por completo, sintiendo como su miembro palpitaba dentro del cuerpo del menor en un orgasmo, y éste a su vez, convulsionando en su propio orgasmo.
Ambos llegando al límite, ambos sintiendo sus cuerpos aún con un deje de placer, a pesar del que orgasmo ya había sucedido, Aoi se dejó caer contra la espalda de Ruki aún dentro de él, intentando llevar aíre hacía sus pulmones que aspiraban por oxígeno.
El rubio, quien mantenía su rostro pegado a la fría muralla y con su cabello húmedo sobre su piel, aún con respiración sofocada, soltó una pequeña risita.
-Ahora…quiero poder terminar en tu boca-
-Ni lo creas- salió del cuerpo del menor, mientras se subía el pantalón. –Si deseas hacerlo de nuevo, el que acabará con algo en la boca serás tú- sonrió altaneramente.
Ruki le observó divertido desde su lugar, Aoi estaba logrando lo que tanto deseaba, poder dominar la relación, el pelinegro ya no permitiría los traviesos juegos del menor, y aquello en realidad lo había extasiado más de lo pensado.
El mayor abrió la puerta del cubículo para retirarse, pero la voz del rubio lo detuvo.
-Aoi… Te veo luego- sonrió –y prepárate para terminar aquí- saboreó su labio inferior, aún con esa mirada perdida y a la vez traviesa.
-Lo siento, tengo mejores cosas que hacer…- ironizó cada letra que con anterioridad había pronunciado el rubio, sonrió triunfante, mientras se volteaba y colocaba el saco negro que traía consigo en su hombro, afirmándolo desde su etiqueta, y con la blanca corbata desordenada en su pecho sobre la elegante camisa negra, que le provocaba una imagen aún más sensual. –Quizás valla a follar con otro- su satisfactoria sonrisa se mantuvo, hasta que volteó por completo para desaparecer de la vista del menor.
El rubio sólo sonrió al ver el vacío que había dejado el mayor, sin duda alguna no dejaría que ese cuerpo lo tocara un idiota.
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