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Autumn Afternoon por Ainu

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Notas del capitulo: Saliendo de mi línea general, ni es un yaoi ni es de Kuroshitsuji... Es un yuri de Hellsing ^^ Sin lemon, para no perder las buenas costumbres.
Nota: al contrario que en otros de mis fanfics, aquí los cambios de escena entre personajes no van separados por -.-.-.-.- si no que se cambia solamente :D

Espero que no os decepcione ni cosas por el estilo :P
Y así, era otro día sin misiones en la Sección XIII del Vaticano. Yumie caminaba sin rumbo fijo, deambulando por las amplias y luminosas salas del edificio. Observaba con aburrimiento los patios que había recorrido cientos de veces en sus horas de reflexiones, las salas de estudio y las escaleras para bajar a la zona de prácticas. Suspiró aburrida, mirando por un alto ventanal. Fuera, hacía un día soleado y con un cielo despejado. Dentro del edificio, no era un buen día. Por lo menos para ella.

Se sentó en el pequeño sofá de su cuarto, cansada. Puso los pies sobre la mesa mientras encendía un cigarro. Soltando el humo en pequeñas espirales, miró por la ventana. El resto de la Sección corría de un lado para otro, atareados en cumplir órdenes de Maxwell o yendo de un lado para otro cargando con importantes documentos. Ella, por el contrario, se veía obligada a estar deambulando por el edificio, o simplemente estar, como entonces, sin hacer nada. Barajó la posibilidad de ir a hacer prácticas de tiro, pero le daba pereza. Con lo bien que estaba en su cuarto.

Nadie con quien pelearse, nadie a quien poder rebanar con su preciada katana, sin discusiones con Maxwell. Definitivamente, no era su día, se dijo mientras cruzaba un jardín en dirección al Ala de habitaciones. Mordiéndose el labio inferior, recorrió los pasillos blancos y llenos de cuadros hasta llegar a un cruce. Hacia la derecha iría a su cuarto; hacia la izquierda, al de Heinkel. ¿Y para qué querría, se preguntó, visitarla? Encogiéndose de hombros, tomó el pasillo izquierdo.

Apagó los restos del cigarro, levantándose. Se estiró y corrió las cortinas, dejando la sala en una agradable penumbra y evitándole aquella nefasta visión, compuesta por un día soleado y todo el mundo atendiendo alguna misión, menos ella. Miró la pequeña mesa que presidía la sala, donde reposaban sus pistolas recortadas y el cenicero a rebosar, como siempre. Al lado, las gafas de sol y el móvil de las misiones. Se pasó una mano por el pelo y volvió a tumbarse en el sofá, soñolienta y mirando hacia la puerta.

Frente a la puerta, dudó un instante antes de llamar. ¿Qué obtenía a cambio? Seguramente enfadar a Heinkel o ganarse un tiro en la cabeza. Acto reflejo, lo llamaba ella... Por culpa de ese acto reflejo, ella había estado a punto de morir un par de veces, por no hablar de Maxwell. Sonrió, cabizbaja y con el flequillo tapando sus ojos. Finalmente, llamó un par de veces. Al no obtener respuesta, decidió abrir la hoja lentamente. Se asomó al interior, encontrando la sala en penumbra y aparentemente vacía. Chasqueó la lengua, molesta. ¿Por qué todo el mundo tenía casi una suite donde dormir menos ella? Interrumpió sus cavilaciones, entrando con precaución y cerrando tras de sí.

Sobresaltada por unos golpes en la puerta, se había levantado como una exhalación, había cogido sus armas y ahora estaba apoyada junto a la puerta, a la espera. La hoja de madera se abrió lentamente, dejando paso a una figura vestida de negro. Barrió la sala con la vista sin reparar en ella. Sonriendo, se puso detrás suya y apuntó a la cabeza.
-Ohayo.-dijo lentamente. Yumie se hizo a un lado, de modo que la bala atravesó la pared, reventando un jarrón por el camino. Esquivando una ráfaga de disparos, se lanzó hacia la ventana, descorriendo las cortinas a toda velocidad y agachándose para esquivar un último tiro. Miró a Heinkel, las pistolas humeantes y la pared acribillada, respirando aún de forma agitada.
-Lo siento... Es un acto reflejo.-se disculpó mirando los agujeros de la pared y a su compañera alternativamente. Puso el seguro a las armas y las dejó sobre la mesa. Se pasó una mano por el pelo, suspirando.-¿Te he dado?
Yumie no reprimió una sonrisa entre irónica y divertida. La miró entre el flequillo, con un aire de disculpa y no querer romper un plato.
-No, no me has dado. A ver qué le dices a Maxwell cuando pregunte por la pared.-dijo soltando una leve risa.- Y por supuesto, es un acto reflejo...
-Lo es.-dijo a la defensiva y girando el rostro de forma infantil.
-Cuéntaselo a Maxwell.-dijo riendo más alto.-¿Cuántas veces has estado a punto de matarle? ¿Diez? ¿O más?
-No tiene gracia Yumie.-musitó cruzando los brazos.-Ninguna.

Heinkel se volvió a sentar en el sofá, cruzando las piernas y reclinándose contra el mullido respaldo. Alargó una mano para coger el paquete de tabaco que reposaba sobre la mesa, sin éxito. Yumie se lo quitó y lo dejó sobre una pequeña cajonera, abriendo la ventana de paso. Se sentó en el sofá en el otro extremo y mirando por la ventana, comentó:
-Fumas demasiado.
-¿Y qué? Es mi problema.-repuso mirando la cajonera. Tampoco tenía ganas de levantarse a por el paquete, así que lo dejó estar. Miró a Yumie de reojo, vestida con los hábitos, sin el tocado y el pelo revuelto. El flequillo tapaba sus ojos, haciendo bastante molesto, por lo menos para Heinkel, el hecho de hablar con ella. Era ligeramente más baja que ella, con el pelo hasta media espalda, de un negro intenso con leves reflejos azulados. La luz del Sol que entraba casi a raudales por la ventana la iluminaba y marcaba su perfil, delineando los finos labios y el cuello. La melena se ensortijaba entre el cuello y los hombros, en pequeños tirabuzones y mechones de pelo liso. Sus manos descansaban en su regazo, una sobre otra. Últimamente, se dijo Heinkel, era bastante raro encontrarla calmada, con tanta misión de por medio. Un día libre no le hacía daño a nadie, ¿no?

Yumie cerró los ojos, disfrutando de la leve brisa que entraba por la ventana y revolvía su cabello. De fondo, el rumor de la brisa de otoño y algún trino de algún ave, mezclado con el eterno compás del reloj de pie. Incluso el olor de la habitación se le antojaba relajante, una mezcla de humo, brisa húmeda y el olor de Heinkel, de un toque amargo y dulzón. Entreabrió el ojo izquierdo, mirando a Heinkel de reojo entre sus mechones de pelo. Era extraña, de apariencia incierta. Vestía los hábitos de sacerdote, incluso con la sotana, a pesar del calor de principios del otoño. Raro en ella, no llevaba sus gafas de Sol ni un cigarro en la boca, como era normal y común. Mostraba un semblante relajado, sin fruncir el ceño, enmarcado por la corta melena de color pajizo. Respiraba de forma lenta y acompasada, tranquila. Tenía las manos en las rodillas cruzadas sobre el sofá, crispándolas de vez en cuando. Miró fijamente sus labios entreabiertos, girándose casi imperceptiblemente hacia ella. De todas formas, tenía los ojos cerrados, ¿no?

Siguió cada movimiento de la monja con la vista, con los ojos casi cerrados. Sonrió internamente. Vio cómo Yumie se giraba hacia ella y acortaba un poco la distancia, sentándose un poco más cerca. Una pequeña sonrisa adornó sus labios mientras cerraba del todo los ojos, relajada. Después de unos minutos de silencio, roto por el trino de los pájaros y el compás del reloj, escuchó un rápido movimiento y notó unos labios presionando contra los suyos con suavidad. Entreabrió los labios, tirando de Yumie hasta dejarla sobre ella, apoyadas en una esquina del sofá. La besó, lentamente al principio y, a los pocos segundos, de forma más ávida, siendo correspondida. Acarició la cintura de Yumie, pasando otra mano por su cuello y arqueando la espalda para pegarse más a ella.

Se separó de ella, sonriendo y con un fino hilo de saliva uniendo a ambas. Pasó su lengua por los labios, sonriendo. Ensortijó un par de mechones rubios, girándose para tumbarse de espaldas sobre Heinkel y apoyando la cabeza en su regazo, mientras ésta la abrazaba.
-Heinkel.
-¿Hum?
-...Deberías fumar menos...-comentó mirándola desde abajo. Heinkel la miró severamente y, al rato, esbozó un amago de sonrisa.
-Es posible.
Le acarició el pelo, ladeando la cabeza y mirando por la ventana. No podía quejarse, se dijo.
Yumie sonrió, complacida.
Había logrado lo que quería, y había salido viva del intento.
Observó las sombras de la habitación, alargadas por la luz del atardecer. Se acomodó sobre Heinkel, apoyando la cabeza en su hombro y abrazándola. Al rato se quedó dormida. Heinkel la observó, contenta.
Había recibido lo que llevaba esperando bastante tiempo.
Y nadie había salido herido, pensó mirando las pistolas recortadas que descansaban sobre la mesa de madera oscura. Entrecerró los ojos, acariciándole el pelo. No durmió, velando el, por una vez, tranquilo sueño de Yumie.
Notas finales: Lo de siempre ...

Tomates, Criticas Constructivas etc etc

Las faltas de ortografía, culpa del teclado xDD

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