Hay veces que no tengo ganas de verte
Hay veces que no quiero ni tocarte
Hay veces que quisiera ahogarte en un grito
y olvidarme de esa imagen tuya,
pero no me atrevo.
Se sentía como un león enjaulado, moviéndose de un lado a otro de la habitación, perdiéndose en sus pensamientos y observando por pequeños periodos la ventana.
Esperando.
La lluvia había cesado, dejando el aire frío.
Se dejó caer en la cama, suspirando con hastío, intentando ordenar las ideas. ¿Cómo reaccionaria al verlo? Ni siquiera lo sabía. Sentimientos encontrados lo invadían, con pesar y disgusto se giró, abrazando la almohada.
Odiaba el no saber como actuar, el tener una gama de emociones tan contradictorias unas de otras, por un lado, deseaba abrazarlo, besarlo y revivir lo que dejaron inconcluso en el pasado.
Lo quería de regreso, le hacía falta su calor, su delicioso olor, sus ojos, esa maravilla que poseía, que tan sólo al verlo le hacían sentirse bien, amado, tranquilo, seguro, porque podía confiar en alguien.
Quería olvidarlo y detestarlo pero no era fácil, simplemente no podía.
Hay veces que no dejo de soñarte
de acariciarte hasta que ya no pueda,
Hay veces que quisiera morir contigo
y olvidarme de toda materia,
Pero no me atrevo.
Una mueca se formo en su rostro al recordar esos momentos, se puso boca arriba, cerrando los ojos, e imaginó los delgados dedos recorrerlo, podía sentirlos cómo en aquel momento, deslizándose por su pecho, apretando sus pezones, dar un leve giro y recorrerlo, pasando por su abdomen, delineando su ombligo, presionar su trasero y juguetear con sus testículos.
Las cosquillas, la vibración, la emoción al tacto. El estremecimiento al sentir su aliento en el cuello, los labios, deliciosos, frescos, su sabor inigualable.
Abrió los ojos y se detuvo justo antes de masturbarse, con frustración se paro, mordiéndose el labio inferior, enojado; por eso lo odiaba.
Lo abandono: deseándolo, necesitándolo, amándolo, llevándose a la única persona que lo escuchaba y quería; hundiéndolo más en la soledad.
Lo intentaba, entender, explicarse los motivos de su partida.
Olvidar tal vez sería lo mejor.
Necedad.
No podía. No quería.
Hay veces que no se lo que me pasa
Ya no puedo saber que es lo que pasa adentro,
Somos como gatos en celo,
Somos una célula que explota
Y esa no la paras.......no, no.
Plenamente consiente que el casi tener sexo entre hermanos, era algo mal visto por la sociedad; una risa sarcástica inundo la habitación, a él la sociedad no le importaba, ya había aprendido y notado la obsesión de las personas por regodearse con los errores ajenos, hacerlos notar, para disimular los propios.
¿Por qué, entonces, tendría que preocuparse por sus palabras, sus actos, el juicio que le dieran?
Quería creer que ese era el motivo de la partida y no un rechazo, no lo soportaría.
Escuchó el ruido de las puertas del estacionamiento abrir, el motor del auto detenerse. Se asomó nuevamente por la ventana.
Lo vio.
Contradicción. Otra vez. Sentimientos opuestos.
Por un momento creyó que su corazón se detuvo, para luego acelerar con crueldad.
La necesidad de moverse, correr, mas estaba parado, su cuerpo no respondía.
No lo intentaba, perdió completamente el control de su ser, que se erizó, se emocionó, y deseó.
Lo contempló de pie, sin cambios bruscos, con el cabello ligeramente más largo, más atractivo. Elegante, como una pantera, con movimientos suaves.
Se alejó de la ventana cuando Itachi volteó dirigiendo la vista al punto.
Se estremeció. Tomó una decisión…
Errónea o no, sabía lo que haría. Lo que viniera después, lo ignoraba y no le afectaba.
Sonrío.
Suyo. Uno del otro, se pertenecían. Nada ni nadie lo cambiaría.
Dejaría libre su cuerpo, su sentir, sin mirar para adelante, las consecuencias, sin reflexionar su pasado. Sin olvidar.
Actuaria.
Y lo que viniera mas adelante, iría a segundo plano. Que estallará lo que fuera, ya no le importaba.
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